En las últimas semanas la opinión pública ha conocido importantes revelaciones de medios internacionales sobre la injerencia directa de la comunidad de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos, con gravísimas repercusiones dentro del marco de las relaciones del gobierno colombiano con países vecinos, así como en el desarrollo del conflicto social y armado que vive Colombia.
Confirman estos documentos la gran cantidad de pronunciamientos de las FARC-EP respecto a la transnacionalización del conflicto colombiano y la creciente dependencia y servilismo de las fuerzas armadas del Estado colombiano al aparato militar estadounidense.
Cuando señalamos y denunciamos este hecho hace ya unos cuantos años, fuimos tachados de fantasiosos, de exagerados y hasta de dinosaurios: el discurso antiimperialista – recalcaban algunos – es algo caduco y sin asidero en el mundo actual.
Pero ahora la cruda realidad nos ratifica y vuelve a poner las cosas en su medida objetiva: el aparato militar colombiano no es más que un engranaje dentro de la maquinaria de guerra de los EE.UU, demostrándose que la insurgencia colombiana no combate simplemente a un enemigo local, sino al imperialismo más poderoso que haya existido sobre la faz de la tierra.
En este sentido es justo y necesario resaltar un elemento central de las revelaciones en mención. La forma cómo se implementó la tecnología que permite la realización de bombardeos aéreos georeferenciados a campamentos de las FARC-EP, utilizando tecnología de última generación, contra guerrilleros sin ninguna posibilidad de respuesta o de defensa.
Se hace mención al papel rector de la embajada estadounidense en Bogotá dentro de todo este proceso, así como la compleja actividad de la comunidad de inteligencia del mismo país dentro del territorio colombiano.
Pero lo más indignante de las revelaciones es que una vez implementada la tecnología de la que hablamos, la CIA se atribuyó el monopolio del conocimiento de los mecanismos de encriptación de las bombas, y el gobierno colombiano, sumiso, aceptó, ocultando esa decisión al pueblo colombiano. En lenguaje sencillo, esto quiere decir que los bombardeos solo podían realizarse si había expresa autorización de la Agencia Central de Inteligencia, CIA.
Lo denunciado por el Washington Post, da cuenta del fehaciente carácter dependiente de un ejército mercenario que, cada vez más, pierde su carácter nacional y asume un papel de lacayo y de peón de ajedrez en el marco del plan de dominación del Imperio.
Entregar el mando de las operaciones militares a un ejército extranjero y ocultárselo al país durante años, es un delito de Lesa Patria, es una infamia que mancilla nuestra soberanía e independencia y constituye delito de traición a la patria.
Ni siquiera Chiang Kai- shek, un presidente títere de la llamada China nacionalista, aceptó la entrega del monopolio de la dirección de sus tropas en plena guerra contra el Japón, cuando en el verano de 1944 el presidente de los E.U. Franklin Delano Roosevelt le solicitó el traspaso del mando de sus tropas al general Stilwell, con el argumento de que los Estados Unidos estaban abasteciéndolos. La respuesta de Chiang Kai-Shek fue la expulsión y la solicitud de retorno a Washington del general Stilwell.
Bajo esa directa injerencia extranjera, murieron heroicamente nuestros camaradas Raúl Reyes, Jorge Briceño, Martín Caballero, Acacio Medina y decenas de otros guerrilleros mártires de la lucha antiimperialista.
Ninguna de estas victorias militares del enemigo son victorias del ejército colombiano. Son mérito del andamiaje militar del imperialismo estadounidense, que es el enemigo que combatimos esforzadamente todos los días.
Falazmente, el régimen ha construido una matriz mediática basada en una espectacularidad, que en nada se corresponde con el derecho de gentes, y en una falsa gloria que ni es propia, ni es muestra de audacia, mucho menos de capacidad militar.
Todo esto se ha hecho público en momentos en que las FARC EP desarrollamos conversaciones de paz con el gobierno de Colombia. Que aún así, mantengamos en alto nuestro compromiso con la paz y la búsqueda de una salida política civilizada al conflicto, es señal de nuestra sinceridad y altura como revolucionarios.
Paralelo a esto, casi desde el inicio mismo de los diálogos, y haciendo uso de “malwares” de última generación, (programas de intoxicación informática e introducción de virus), se iniciaron operaciones encubiertas buscando infectar las computadores de contactos electrónicos de las FARC-EP, para llevar a cabo operaciones de control e identificación, al tiempo que se adelantaban intensivas operaciones de desinformación y de desprestigio en contra de integrantes de nuestra Delegación en la Habana, utilizando correos masivos, cuentas falsas en las redes sociales y la resonancia cómplice de algunos medios de comunicación.
De la misma manera, se han repetido sucesivos ataques contra los servidores de las páginas web farianas, tanto de la página oficial de la Delegación como contra la de la Delegación de Paz. La cuenta oficial de la Delegación de las FARC en Facebook ha tenido que ser cambiada en varias ocasiones pues el sabotaje impide su correcto funcionamiento.
A lo anterior, hay que sumarle numerosas acciones de abierto boicot al proceso de paz. La revelación que hiciera el Coronel Orozco, del Ejército, a Álvaro Uribe, de las coordenadas de extracción de los comandantes Sergio Ibañez y Laura Villa, es una de ellas.
Igualmente ha ocurrido con varias tergiversaciones a algunos comunicados y algunas entrevistas dadas por los integrantes de nuestra Delegación de Paz a las que se suman sucesivas campañas “anónimas” que logran amplia repercusión en los medios, retomando temas trillados, como la presunta vida burguesa de la Delegación de Paz en La Habana, la campaña de desprestigio contra Santrich y Alexandra Nariño, la foto de Iván en una moto Harley Davinson como si eso fuera un delito, las fotos del Catamarán, o de Ricardo Téllez en la Habana, supuestos escándalos sexuales por parte de integrantes de esta delegación, o su vinculación con la minería ilegal sin fundamento alguno y el fraudulento link de la revista Semana presentando a Laura Villa como ex guerrillera.
Cabe preguntarse: ¿Quién puede estar detrás de todo esto?
La más reciente de ellas, da luz sobre el origen de estas campañas de sabotaje contra la paz que ansía nuestro pueblo. Nos referimos a la campaña iniciada desde la red de emisoras del Ejército Nacional, tergiversando las declaraciones del comandante Pablo Catatumbo, integrante del Secretariado de las FARC-EP, en una entrevista con la periodista Natalia Orozco.
Desde las emisoras del Ejército y la página web de la Tercera División se falsea el contenido de sus declaraciones y se le presenta como si se tratara de un ex guerrillero desmovilizado que disfruta de privilegios desde La Habana, Cuba. Se trata pues, de la corroboración del papel del Ministerio de Defensa detrás de toda este andamiaje mediático. Lo que nos lleva a la siguiente reflexión:
¿Está el Ministerio de Defensa por fuera del engranaje del gobierno Santos, cuya bandera de campaña es que la paz dialogada es posible? ¿Es el Ministro de guerra Pinzón y los suyos un islote reaccionario?
O, por el contrario, la apuesta del régimen sigue siendo la de seguir recurriendo a esa política de doble carril de la zanahoria y el garrote, la de ofrecer el diálogo, pero a la vez hacerlo inviable, manteniendo al mismo tiempo el incremento del gasto militar y el acrecentamiento ilimitado de su máquina de guerra, so pena de que se firme un acuerdo de paz sin contenidos.
La experiencia de cuatro procesos anteriores en la búsqueda de una salida política al largo conflicto con las FARC-EP demuestra que esa estrategia no funciona.
Eso solo puede conducir a aumentar la desconfianza entre las partes y a alejar las posibilidades de alcanzar pronto un acuerdo en consenso, que signifique para Colombia la firma de un verdadero tratado de paz en dirección a poner fin al largo conflicto armado, que enrumbe al país por los caminos de una Paz estable y duradera.
(*) Pablo Catatumbo es comandante y miembro del Secretariado de las FARC-EP.