Siempre que en otro país aparece un grupo de esclavos tan hasta los genitales de todo que se ponen a quemar cosas, tirar piedras y joder para reclamar algo; la opinión general de la sociedad española pasa entre “alegrarse” de que España no sea Grecia (esos están bien cómodos aquí como para desear que se les agite su paz) o entrar en una autoflagelación constante diciendo que por aquí no tenemos el valor para levantarnos de una vez como hacen ellos.
El asunto es que cuando por fin ocurre algo en España, por muy pequeño que sea, siempre encuentran excusas algunos del segundo grupo para condenar esto que llamamos disturbios. Criticar la quema de unos malditos e insignificantes cubos de basura y neumáticos, o directamente entrar en cólera hippipacifista por destrozarle las tripas a un policía de una buena pedrada mientras guardan silencio por los tropecientos detenidos que están siendo torturados en comisaría. Sueñan con una revolución abstracta y no material, sin mancharse las botas de barro, pero es que además no han estudiado revoluciones del pasado ni mucho menos la teoría revolucionaria; desconociendo como se desarrolla este proceso de cambio pero atreviéndose a juzgar a los demás desde su ignorancia en la materia.
A esta gente del segundo grupo, decirles que ningún cambio político de importancia, ninguna revolución en el sentido más estricto de la palabra, se hizo sin dar leña; pero tampoco en un solo día donde de repente todos apoyaban el cambio en una jornada hipermegarevolucionaria de colores que asaltó el poder con una voz en off de Constantino Romero y una banda sonora de Queen muy chula. No, todo es gradual, violento y gradual.
En todo cambio, en toda revolución, primero aparecen grupos desorganizados liándola, desobedeciendo al poder que esté establecido y que les lleva un tiempo condenando a la miseria; en este caso nuestro una mezcla de democracia burguesa con dictadura fascista, modelo de estado único en el mundo porque solo aquí triunfó el fascismo de entreguerras. Después, o a la par, se montan huelgas en determinados sectores que pueden o no triunfar; creando núcleos de organización colectiva y de lucha para otros frentes. También se van convocando manifestaciones pacíficas por todos lados, llegando a terminar algunas a pedradas contra esa representación directa del régimen establecido que son las fuerzas de “la ley”. En general un largo etcétera de situaciones previas en donde se van acumulando fuerzas revolucionarias que desconocen siquiera que lo son, para poder germinar de ese caldo una organización revolucionaria que plantee una alternativa a un pueblo hastiado de lo que ya hay. Sobra decir que ese mismo pueblo suele desconocer a donde le llevará ese cambio o mismamente que es lo que está apoyando, y que por eso mismo tantos nos emperramos en soltar la palabra “organización” cuando suceden estos acontecimientos, algunos por desgracia como si fuese un mantra sin entender la realidad.
Para que unos disturbios espontáneos dejen de serlo, para que una huelga deje de ser una simple lucha sindical y pase a conformar un engranaje más amplio de lucha y para que las manifestaciones-batukadas se politicen en esta época tan sucia de la “no ideología”; lo que debe hacer toda persona comprometida con el cambio es precisamente participar en ella, estar en todos lados sin perderse ni una. Intentar extender la idea de la organización revolucionaria en ese caldo de cultivo tan propicio para el cambio, siempre desde el respeto a aquel que quieres convencer porque le está echando agallas al asunto y no es plan de ir de sabelotodo. Eso es todo, no hay secretos ni fórmulas milagrosas a 5€ la unidad, es un trabajo constante y arduo, pero que siempre da frutos aunque sean lejanos.
En este instante no hay una organización revolucionaria, no hay esperanzas de cambio por el momento y no va a aparecerse San Revolución de la nada para salvarnos el culo a todos rollo celestial; porque todo es un proceso de cambio que lleva la evolución citada. Es un proceso de años, décadas incluso, en donde la semilla del cambio debe germinar poco a poco en los corazones de miles de personas y que los que tienen claro el camino a tomar deben ayudar siempre a regar, nunca a secar. Lo que no puedes hacer si crees en ese cambio es apoyar que se arranquen los pequeños brotes que aparecen tan tímidos en este secarral tan sombrío que es España, porque lleva pasando la segadora del yugo y las flechas demasiado tiempo dejándonos bien lisitos y tranquilitos a todos.
Salud y fuego, claro que si.