Era mucha gente la que creía que una vez abandonada la lucha armada por parte de ETA, el perfil “abertzale” del PNV se vería potenciado y ya libre de “lastres” subversivos, la tan ansiada “unidad abertzale” sería pan comido. No es extraño que mucha gente pensara eso pues el mismo PNV alimentó ese discurso durante años. Pero del dicho al hecho hay un trecho. Un trecho que no ha recorrido el PNV porque simplemente ese discurso era falso.
Lo cierto es que hoy nos encontramos con el PNV menos abertzale del último medio siglo. Y existen razones de fondo para que esto sea así. En momentos de crisis el giro a la reacción de los defensores del capital es un hecho, esto produce que el PNV tienda a alinearse con la ofensiva más rabiosa de la historia del capitalismo. Y dado que en Euskal Herria la lucha de clases toma forma de liberación nacional, blanco y en botella. La apuesta de clase burguesa del PNV imposibilita en alto grado cualquier “desliz” soberanista. A esto se le une la dependencia crónica de sectores de la izquierda independentista vasca que desde un culturalismo de izquierda humanista no pueden entender desde el idealismo que la patria sea secundaria para el oportunismo y los intereses de clase jeltzales. Y esto produce al mismo tiempo que en vez de avivar las contradicciones de clase interna en el mundo jeltzale con el consiguiente “desvío” hacia el soberanismo de sus capas trabajadoras se asiente el autonomismo. En esta situación el PNV se ve capacitado y cómodo para desviar el conflicto nacional y de clase a una guerra electoral e institucional contra el soberanismo de izquierda, siendo éste tratado como su principal enemigo.
Hoy el PNV se encuentra cómodo. En primera instancia porque gracias a esa dependencia crónica ha evitado por ahora la emergencia de una unidad abertzale no partidista y protagonizada por la clase trabajadora vasca hacia la liberación nacional y social, ya que gran parte de la iniciativa de la izquierda abertzale no ha estado dirigida a ello sino a seducir al PNV.
El PNV al verse imprescindible tanto para que cuajen iniciativas de la izquierda abertzale como para garantizar la estabilidad que el estado español le pide, se afianza en el centro político haciendo de tapón.
Esta comodidad hace que movimientos tácticos al que se ven forzados, por ejemplo ante la “amenaza” de desobediencia en la manifestación de enero, los rentabilice debido a la ansiedad de un proceso de paz y solución inexistente mientras que se posiciona en las exigencias del estado en lo relacionado con los presos políticos. Esta dependencia hacia el PNV hace también que no esté sufriendo erosión por la crisis cuando es uno de sus responsables al ser vehiculizador de los intereses del capital.
Al PNV se le han dado las llaves y ha hecho lo que se podía esperar de ello. Cerrar puertas. El proyecto de la burguesía vasca no tiene salidas estratégicas fuera del ordenamiento español.
Hace décadas la asunción de la cuestión vasca por la clase trabajadora es lo que posibilitó el resurgimiento nacional de Euskal Herria. Hoy, décadas después son parámetros similares los que serán la palanca para dejar atrás definitivamente el ordenamiento jurídico que nos oprime. Las condiciones objetivas las tenemos enfrente y el sujeto no es otro más que la clase trabajadora vasca a la que tendremos que tomar como prioridad ya que es el sujeto emancipador y la mayoría de la sociedad vasca. Hoy más que nunca la combinación independentista y socialista se presenta como el mayor valedor del cambio. En el momento en que la dependencia crónica al PNV sea superada habrá opciones de ir “mas allá”.