La Humanidad se encuentra al borde del abismo. Desde la llamada crisis de los misiles en 1962 nunca fue tan transparente el peligro de una guerra que podría conducir a su extinción. La responsabilidad cabe al imperialismo, sobre todo al sistema de poder de EEUU, la potencia que lo hegemoniza, aspirando a la dominación planetaria
El polo de la crisis está hoy en Ucrania. Partidos y organizaciones neofascistas tomaron el poder en Kiev con el apoyo y aplauso de Washington y de los gobiernos de la Unión Europea. Posteriormente a los acontecimientos de Crimea la campaña contra Rusia se intensificó, asumiendo amplitud mundial.
Sucesivas sanciones aprobadas por el presidente Obama y sus aliados europeos tienen como objetivo aquel país, acusado de imaginarios crímenes que no cometió y de imaginarios proyectos de agresión. Son desde luego, regístrese, sanciones inéditas que inciden sobre personalidades y empresas, puniciones tan absurdas que Putin las define como «repugnantes».
En la ofensiva en desarrollo, Obama y sus aliados repiten diariamente que es necesario y urgente «frenar a Rusia», porque esta se preparar para invadir Ucrania y anexar sus provincias orientales, mayoritariamente rusófonas que exigen mayor autonomía. Sin embargo, ni el presidente ni el Congreso presentan pruebas de esa supuesta intención.
Un gigantesco concierto desinformativo, montado por los grandes medios internacionales, funciona como complemento de la campaña anti-rusa. Cadenas de televisión, periódicos, radios, webs occidentales hacen la apología del «gobierno demócrata de Kiev» y presentan como bandoleros y terroristas a los grupos armados que lo consideran ilegítimo. Hay que recordar que el Parlamento de Kiev exhibe su simpatía por el fascismo al discutir un proyecto que suprime el feriado del 9 de mayo, conmemorativo de la derrota del Reich hitleriano.
En este contexto explosivo, la OTAN reforzó su dispositivo militar en Polonia, enviando aviones de combate. Su secretario general, perro guardián del imperialismo, profundizó su discurso belicista. El atentado contra el alcalde de Kharkov- defensor de más autonomía para las provincias rusofonas – se insertó en una serie de acciones terroristas de bandas armadas y financiadas por organizaciones occidentales.
Michel Chossudovsky (odiario.info 22.04.14) iluminó bien los detalles de la intervención militar indirecta de los EEUU en el sudeste ucraniano. Según él, unos 150 mercenarios norteamericanos de la empresa de «seguridad» Greystone Ltd, con sede en Barbados, siembran la violencia en el territorio con el objetivo de implantar allí el caos. El Departamento de Estado seria cómplice de la actuación de la Greystone. El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov confirmó la denuncia de Chossudovsky. Los gobiernos de Polonia y de las repúblicas bálticas se esfuerzan para empujar a EEUU al choque frontal con Rusia.
No sorprende que la extrema derecha europea acompañe con entusiasmo el agravamiento de la crisis. Según las últimas encuestas de opinión, los partidos neofascistas de Francia, Inglaterra, Holanda, Italia, Austria, Suecia, Dinamarca y Bélgica esperan ser beneficiados en las próximas elecciones al Parlamento Europeo como consecuencia de la atmósfera de violencia en Ucrania.
La angustia de las minorías rusófonas de Ucrania es comprensible. Pero sus pungentes llamamientos a la solidaridad de Rusia no ayudan a resolver la crisis. Al contrario. No creo tampoco que sea positivo el alarmismo de prestigiosos intelectuales antimperialistas que esbozan el cuadro de una tercera guerra mundial con eventual recurso a armas nucleares.
Putin viene reaccionando con serenidad a las provocaciones de Obama y del Departamento de Estado. Es consciente de que el envió de tropas rusas al sureste ucraniano ofrecería a la Casa Blanca el pretexto para una intervención militar directa de EEUU. Admitiendo que solo serían utilizados drones o armas convencionales, las consecuencias de una escalada militar en la Región serían siempre trágicas. Algo como prólogo a una guerra mundial.
Del imperialismo norteamericano se puede siempre esperar lo peor. La evolución y desenlace de la situación creada en Ucrania son imprevisibles.
Pero la fuerza más poderosa capaz de impedir una guerra apocalíptica es la lucha de los pueblos en defensa de la Paz. Solamente millones de hombres y mujeres tomando las calles en decenas de países para condenar la guerra pueden contribuir decisivamente a frenar la locura imperialista. Tomar conciencia de esa realidad es muy difícil. Son tremendos los obstáculos. Mas es una exigencia de la defensa de la Humanidad.
Vila Nova de Gaia, 1 de mayo de 2014
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