No sea­mos sier­vos de las tec­no­lo­gías: tra­ba­je­mos con ellas- Fer­nan­do Mar­tí­nez Heredia

NEGOCIOS-TELECOMUNICACIONES-MOVILES
Sin dudas, en un tiem­po muy cor­to se ha pro­du­ci­do un cre­ci­mien­to muy brus­co en la can­ti­dad y la diver­si­dad de imá­ge­nes y tex­tos que están al alcan­ce de una par­te de los jóve­nes, o que pue­den repre­sen­tár­se­los –aun­que no los ten­gan efec­ti­va­men­te– los demás jóve­nes del país. Y, lo que podría lle­gar un día a ser más impor­tan­te, com­bi­nar la recep­ción de ellos con la inter­lo­cu­ción y con la pro­duc­ción y cir­cu­la­ción masi­va de imá­ge­nes y tex­tos por muchos de los que hoy son solo recep­to­res. Pero, fran­ca­men­te, no pue­do sumar­me a la idea de esta revo­lu­ción de la comu­ni­ca­ción haya pro­du­ci­do un cam­bio gene­ra­li­za­do en los esti­los de vida, y aún menos en las mane­ras de pensar.
Redu­cir este tema a expre­sio­nes abs­trac­tas –como “nue­vas tec­no­lo­gías”– es creer en nue­vos feti­ches e inca­pa­ci­tar­se para com­pren­der­lo. Uno de sus aspec­tos prin­ci­pa­les es el de sus con­di­cio­na­mien­tos. Entien­do que hay que ins­cri­bir esta cues­tión, entre otras, en un pro­ce­so mucho más impac­tan­te y abar­ca­dor, y encon­trar allí uno de sus sen­ti­dos: un for­mi­da­ble entre­la­za­mien­to entre la intro­duc­ción y gene­ra­li­za­ción mer­can­til muy ace­le­ra­da de medios mate­ria­les de comu­ni­ca­ción en can­ti­da­des asom­bro­sas y a pre­cios demo­cra­ti­za­bles, y el con­trol cul­tu­ral e ideo­ló­gi­co por par­te del sis­te­ma capi­ta­lis­ta mun­dial del lugar social ideal que ocu­pan, la mayo­ría de los con­te­ni­dos que tras­mi­ten, la acti­tud hacia cues­tio­nes prin­ci­pa­les del con­sen­so a la domi­na­ción que difun­den y la depen­den­cia que gene­ran a esos medios, su fun­cio­na­mien­to y el deseo de consumirlos.
Siem­pre ha habi­do un nexo fuer­te e ínti­mo entre los medios de comu­ni­ca­ción y su con­trol ideo­ló­gi­co y cul­tu­ral por el sis­te­ma domi­nan­te. Lo que suce­de hoy es que ese nexo se ha vuel­to deci­si­vo para el capi­ta­lis­mo, por­que su natu­ra­le­za actual, hiper­cen­tra­li­za­da, para­si­ta­ria, exclu­yen­te y depre­da­do­ra, le impi­de ser revo­lu­cio­na­rio con­si­go mis­mo –una cua­li­dad que siem­pre le sir­vió tan­to – , y al mis­mo tiem­po exis­te en cien­tos de millo­nes de per­so­nas con­cien­cia de la natu­ra­le­za social de los males que afli­gen a las mayo­rías y al pla­ne­ta, y gran par­te de ellos iden­ti­fi­can de un modo u otro a los res­pon­sa­bles. Esto se debe a una acu­mu­la­ción cul­tu­ral revo­lu­cio­na­ria que lle­gó a su apo­geo duran­te el siglo XX. Por con­si­guien­te, el con­trol tota­li­ta­rio de la infor­ma­ción, la for­ma­ción de opi­nión y las creen­cias cívi­cas es una nece­si­dad anti­sub­ver­si­va, pre­ven­ti­va de rebel­días: es vital para el capitalismo.
En medio de la suce­sión ver­ti­gi­no­sa de las tec­no­lo­gías y el caos apa­ren­te de la masa inabar­ca­ble de pro­duc­tos comu­ni­ca­bles, exis­te una volun­tad de gober­nar rigu­ro­sa­men­te los con­te­ni­dos, las expre­sio­nes y el sen­ti­do que se les atri­bu­ya. Des­va­ne­cer todas las fron­te­ras entre las cer­te­zas y las inven­cio­nes, las pala­bras y la nada, los hechos y los enga­ños, es un requi­si­to de esta gue­rra cul­tu­ral. Datos y men­ti­ras, hechos y pre­jui­cios, exi­gen­cias de la moda, repe­ti­dos sin des­can­so, mar­can las rutas de un via­je indu­ci­do hacia la idio­tez. El len­gua­je y el pen­sa­mien­to han entra­do en cri­sis, jun­tos. La pre­mu­ra inex­pli­ca­da exi­ge des­apa­ri­ción de voca­les y un espe­ran­to de sig­nos inter­na­cio­na­les; pero la bre­ve­dad y el apu­ro que ellos fomen­tan no per­mi­ten refle­xio­nar ni con­du­cen a la sín­te­sis o al conocimiento.
Más que un cam­bio en la mane­ra de pen­sar, lo que está en jue­go es si logra­rán disua­dir a las mayo­rías de rea­li­zar el acto de pen­sar. En vez de un pen­sa­mien­to úni­co, inten­tan con­ver­tir en algo nor­mal que no se piense.
En un plano más gene­ral, la acu­mu­la­ción cul­tu­ral refe­ri­da ha pro­du­ci­do cam­bios colo­sa­les en las capa­ci­da­des y los valo­res a esca­la mun­dial. Sus carac­te­rís­ti­cas y las exi­gen­cias que con­lle­van eran incon­ce­bi­bles hace seten­ta años. No pue­do refe­rir­me aquí a ese gran avan­ce de la con­di­ción huma­na, pero es impres­cin­di­ble tener­lo en cuen­ta ante toda cues­tión y para todo pro­yec­to. En el caso de Cuba, una gran revo­lu­ción libe­ró al país del capi­ta­lis­mo neo­co­lo­ni­za­do y trans­for­mó a fon­do las rela­cio­nes socia­les, la vida de las mayo­rías, las ins­ti­tu­cio­nes y la socie­dad en su con­jun­to. El pue­blo cubano ejer­ció la jus­ti­cia social, la liber­tad, la soli­da­ri­dad, el pen­sar con su pro­pia cabe­za, y se acos­tum­bró a hacer­lo. A pesar de los enemi­gos, las insu­fi­cien­cias y los erro­res, nos vol­vi­mos más capa­ces de satis­fa­cer las exi­gen­cias pro­ve­nien­tes de aque­llas capa­ci­da­des y valo­res que los pue­blos de la mayor par­te del mundo.
Pero la situa­ción cuba­na actual es la de una abier­ta bata­lla cul­tu­ral entre el socia­lis­mo y el capi­ta­lis­mo. A favor del últi­mo, entre otros fac­to­res, esta­ría la suje­ción pro­gre­si­va a su cul­tu­ra, la úni­ca que ha logra­do uni­ver­sa­li­zar­se, y que hoy con­ser­va un for­mi­da­ble pode­río y nume­ro­sos atrac­ti­vos. Los pro­ce­sos como el que abor­da­mos cons­ti­tu­yen, por con­si­guien­te, uno de los esce­na­rios de esa lucha. Lo pri­me­ro es que las nue­vas for­mas de comu­ni­ca­ción, sus medios y su mun­do ideal exis­ten y se desa­rro­llan, a par­tir de las actua­cio­nes y la volun­tad de nues­tra gen­te, y de que vivi­mos en este mun­do. Esto es de Pero­gru­llo, por lo que es absur­do que toda­vía haya quie­nes le temen a esa reali­dad y se opo­nen a ella. Esos sui­ci­das pre­ten­den, en nom­bre de un auto­ri­ta­ris­mo tras­no­cha­do que pier­de sue­lo por días, impe­dir u obs­ta­cu­li­zar la pre­sen­cia y la uti­li­za­ción de los nue­vos medios, en nom­bre de la supues­ta defen­sa de un socia­lis­mo que en reali­dad es solo un sinó­ni­mo de la par­ce­la de poder que ejercen.
Mien­tras, los indi­fe­ren­tes en polí­ti­ca, que no son pocos, y los que se suman al cre­cien­te con­ser­va­tis­mo social, creen posi­ble vivir “en digi­tal”, moder­ni­zar­se por imi­ta­ción de los mode­los que pro­po­ne la ava­lan­cha que pade­ce­mos de pro­duc­tos audio­vi­sua­les, usos, con­duc­tas y opi­nio­nes espe­ra­bles, en apa­rien­cia aje­nas a cual­quier sis­te­ma social. Tien­den a ser apén­di­ces de los obje­tos y las imá­ge­nes, a dejar de ser pue­blo para con­ver­tir­se en públi­co, sin dar­se cuen­ta de que al final de esa neu­tra­li­dad impo­si­ble nos espe­ra a todos la hora en que habrá que resol­ver el dile­ma crucial.
Mi apro­xi­ma­ción en este tex­to ha sido a uno de los sen­ti­dos del pro­ce­so, como dije al ini­cio. Pero no es el úni­co. El com­ple­jo mate­rial-ideal que se ha des­ple­ga­do tan veloz­men­te cons­ti­tu­ye, al mis­mo tiem­po, un mara­vi­llo­so poten­cial de mul­ti­pli­ca­ción de las capa­ci­da­des huma­nas. Leer innu­me­ra­bles infor­ma­cio­nes y aso­mar­se median­te imá­ge­nes a millo­nes de hechos, situa­cio­nes y pai­sa­jes, pue­de des­atar cua­li­da­des extra­or­di­na­rias y ayu­dar a mul­ti­pli­car las capa­ci­da­des de un pue­blo que posee un inmen­so cau­dal de expe­rien­cias de ver­da­de­ro desa­rro­llo humano y social, una con­cien­cia polí­ti­ca des­co­mu­nal y muy altos nive­les de pre­pa­ra­ción gene­ral y téc­ni­ca. Estos nue­vos medios brin­dan, por cier­to, un sue­lo téc­ni­co al ideal comu­nis­ta que pre­ten­dió en Euro­pa hace noven­ta años que la obra de arte estu­vie­ra pre­sen­te en la vida coti­dia­na y caye­ra el muro aris­to­crá­ti­co de la alta cul­tu­ra, una ban­de­ra de demo­cra­ti­za­ción cul­tu­ral que en la segun­da mitad del siglo que­dó bajo el con­trol del gran capi­tal y se ha veni­do eje­cu­tan­do del modo más per­ver­so has­ta hoy.
Soy Cuba y a sus her­ma­nos de todo el país les corres­pon­de la misión, difí­cil y fun­da­men­tal, de actuar, de hacer y crear con los nue­vos medios y des­de sus pro­ce­de­res y len­gua­jes, no para some­ter­se al sen­ti­do que pue­den por­tar al ser­vi­cio de la domi­na­ción, sino para uti­li­zar­los como ins­tru­men­tos atrac­ti­vos, pro­vee­do­res de infor­ma­ción, de cri­te­rios, de belle­za y de cana­les real­men­te demo­crá­ti­cos de par­ti­ci­pa­ción: con­ver­tir­los en ins­tru­men­tos de liberación.
Las ver­da­de­ras pre­gun­tas debe­rán ser nues­tra guía. ¿Esta nue­va revo­lu­ción bene­fi­cia­rá a la domi­na­ción o a las libe­ra­cio­nes socia­les y huma­nas? ¿Trae­rá la abo­li­ción pro­gre­si­va de toda tras­cen­den­cia, la tri­via­li­za­ción y una indi­fe­ren­cia ple­tó­ri­ca de infor­ma­cio­nes e imá­ge­nes? ¿O será un ins­tru­men­to para desa­rro­llar las capa­ci­da­des y las cua­li­da­des de las per­so­nas y la socie­dad cuba­nas muy por enci­ma de sus con­di­cio­nes mate­ria­les de exis­ten­cia? ¿Se con­for­ma­rá con ser un peque­ño tea­tro de escán­da­los sin impor­tan­cia y vuel­tas a la noria, de tole­ran­cia y auto­ri­ta­ris­mo? ¿Serán capa­ces los jóve­nes cuba­nos de con­ver­tir­la en un lugar efec­ti­vo de de crea­cio­nes, de actua­ción social y polí­ti­ca, de lucha y de pla­cer liberadores? 

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