Los familiares del preso político vasco gravemente enfermo Ibon Iparragirre, denunciaron hace poco que su familiar fue víctima de una nueva agresión por parte de un funcionario de la cárcel de Navalvarnero. Según el preso Ondarrutarra, el funcionario le dio un golpe con el codo de una forma disimulada cuando el preso estaba cerca de su celda. Cuando Ibon le preguntó qué era lo que estaba haciendo y se quejara ante el funcionario, éste le propinó un fuerte puñetazo en el estomago, que provocó que Iparragirre cayera al suelo con problemas para respirar. Según el preso, mientras estaba en el suelo gritando de dolor, el funcionario se mofaba de él, imitando los gritos que el agredido emitía.
El preso de Ondarrutarra se encontraba en prisión atenuada y con pulsera telemática, con la obligación de ir a firmar una vez por semana a la cárcel de Basauri para que los responsables de prisión le hicieran un seguimiento a su estado de salud, entre otras cosas. En marzo de este año fue encarcelado de nuevo y después de una breve estancia en Basauri fue dispersado a la cárcel de Navalcarnero, donde a día de hoy se encuentra.
Ibon Iparragirre tiene el virus del VIH y en menos de cuatro meses de estancia en prisión ha perdido 8 kilos. Sus defensas han descendido de 450 a 134 y tiene serios problemas de visión, puesto que su enfermedad le ha causado una mancha en el cerebro. Además durante su nueva estancia en prisión ha sufrido tres agresiones: una por parte de otro preso (por la cual el preso de Ondarroa fue castigado) y otras dos por parte de funcionarios de prisiones.
A Iparragirre, recientemente le han aplicado el régimen de aislamiento. Le han metido en una pequeña celda con una cama rota y deberá permanecer allí durante tres meses. Sólo tendrá una hora de patio y no podrá acceder al economato para comprar entre otras cosas, los productos alimentarios que necesita para llevar a cabo la dieta que frene, en la medida de lo posible, el deterioro de su salud.
No se equivocaba aquel que decía que la salud y legitimidad de un sistema político está vinculada a la situación en sus cárceles. Y la situación en las cárceles españolas y francesas ejemplifican muy bien de que pasta están hechos estos estados, que intereses defienden y con que frialdad y cálculo llevan adelante sus estrategias. Pues sería engañarnos pensar que son debido a una maldad intrínseca o a la mera venganza. No, son fruto de diseños políticos con unos objetivos claros que se encuadran en líneas de actuación más amplias. Someter a pueblos, apuntalar a una minoría rica en el control del poder, amenazar a la disidencia política y mantener la injusticia.
Hasta en los peores conflictos más descarnados existen unas leyes y reglas que de ser sobrepasadas nos llevan a los últimos peldaños de la miseria humana. La tortura entraría en esa oscura clasificación, el tratamiento degradante y exterminador de presos y presas también.
Cuando se está en libertad, intentar salir adelante con una grave enfermedad es algo durísimo de llevar para el que lo padece, además de para familiares y entorno cercano, cuando una situación de extrema gravedad se malvive entre las cuatro paredes de la cárcel, sin tratamiento médico adecuado, en unas condiciones insufribles, con medidas políticas diseñadas para quebrar al preso y que incluso se extienden a familiares mediante la dispersión, no tiene nombre esa situación; ya que sobrepasa la tortura, la pena de muerte y la ejecución sumaria convirtiéndose en un asesinato tan prefabricado como ocultado con todo agravante que se pueda discernir.
Ibon, junto al resto de presos con enfermedades graves deben de estar en casa ya, y recibir un tratamiento médico negado hasta hoy. Cada segundo que pasa es cuestión de vida o muerte.
El preso de Ondarrutarra se encontraba en prisión atenuada y con pulsera telemática, con la obligación de ir a firmar una vez por semana a la cárcel de Basauri para que los responsables de prisión le hicieran un seguimiento a su estado de salud, entre otras cosas. En marzo de este año fue encarcelado de nuevo y después de una breve estancia en Basauri fue dispersado a la cárcel de Navalcarnero, donde a día de hoy se encuentra.
Ibon Iparragirre tiene el virus del VIH y en menos de cuatro meses de estancia en prisión ha perdido 8 kilos. Sus defensas han descendido de 450 a 134 y tiene serios problemas de visión, puesto que su enfermedad le ha causado una mancha en el cerebro. Además durante su nueva estancia en prisión ha sufrido tres agresiones: una por parte de otro preso (por la cual el preso de Ondarroa fue castigado) y otras dos por parte de funcionarios de prisiones.
A Iparragirre, recientemente le han aplicado el régimen de aislamiento. Le han metido en una pequeña celda con una cama rota y deberá permanecer allí durante tres meses. Sólo tendrá una hora de patio y no podrá acceder al economato para comprar entre otras cosas, los productos alimentarios que necesita para llevar a cabo la dieta que frene, en la medida de lo posible, el deterioro de su salud.
No se equivocaba aquel que decía que la salud y legitimidad de un sistema político está vinculada a la situación en sus cárceles. Y la situación en las cárceles españolas y francesas ejemplifican muy bien de que pasta están hechos estos estados, que intereses defienden y con que frialdad y cálculo llevan adelante sus estrategias. Pues sería engañarnos pensar que son debido a una maldad intrínseca o a la mera venganza. No, son fruto de diseños políticos con unos objetivos claros que se encuadran en líneas de actuación más amplias. Someter a pueblos, apuntalar a una minoría rica en el control del poder, amenazar a la disidencia política y mantener la injusticia.
Hasta en los peores conflictos más descarnados existen unas leyes y reglas que de ser sobrepasadas nos llevan a los últimos peldaños de la miseria humana. La tortura entraría en esa oscura clasificación, el tratamiento degradante y exterminador de presos y presas también.
Cuando se está en libertad, intentar salir adelante con una grave enfermedad es algo durísimo de llevar para el que lo padece, además de para familiares y entorno cercano, cuando una situación de extrema gravedad se malvive entre las cuatro paredes de la cárcel, sin tratamiento médico adecuado, en unas condiciones insufribles, con medidas políticas diseñadas para quebrar al preso y que incluso se extienden a familiares mediante la dispersión, no tiene nombre esa situación; ya que sobrepasa la tortura, la pena de muerte y la ejecución sumaria convirtiéndose en un asesinato tan prefabricado como ocultado con todo agravante que se pueda discernir.
Ibon, junto al resto de presos con enfermedades graves deben de estar en casa ya, y recibir un tratamiento médico negado hasta hoy. Cada segundo que pasa es cuestión de vida o muerte.