El Che y la crí­ti­ca des­de el socia­lis­mo cubano- Fer­nan­do Mar­tí­nez Heredia

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che

Ernes­to Che Gue­va­ra es uno de los nom­bres fun­da­men­ta­les en la his­to­ria del pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rio cubano. Y es uno de los más pro­mi­nen­tes mar­xis­tas que par­ti­ci­pa­ron des­de el Ter­cer Mun­do en el pro­ce­so de uni­ver­sa­li­za­ción de esa con­cep­ción teó­ri­ca revo­lu­cio­na­ria. Los dos títu­los que se pre­sen­tan aquí hoy son de una enor­me impor­tan­cia para el cono­ci­mien­to de la con­cep­ción revo­lu­cio­na­ria mar­xis­ta del Che.

He ana­li­za­do su pen­sa­mien­to en nume­ro­sos escri­tos e inter­ven­cio­nes des­de hace déca­das. Enton­ces, dedi­ca­ré la mayor par­te de mis pala­bras a un aspec­to de la con­cep­ción teó­ri­ca del Che que está muy desa­rro­lla­do en Apun­tes crí­ti­cos a la Eco­no­mía Polí­ti­ca, pero tam­bién está siem­pre pre­sen­te en Retos de la tran­si­ción socia­lis­ta en Cuba (1961−1965).

No es posi­ble valo­rar ni sacar­le mucho pro­ve­cho a un pen­sa­mien­to espe­cí­fi­co sin cono­cer en algu­na medi­da sus pre­su­pues­tos ―tan­to en lo con­cer­nien­te al mun­do en que se ela­bo­ró como a la per­so­na que lo hizo— y el lugar que ocu­pó ese pen­sa­mien­to res­pec­to a las situa­cio­nes y los pro­ble­mas fun­da­men­ta­les de su épo­ca. Enume­ro cua­tro aspec­tos del momen­to his­tó­ri­co al que per­te­ne­cen estos dos libros: el triun­fo del socia­lis­mo cubano; el tiem­po en que ese socia­lis­mo fue reta­do por el esta­do del pen­sa­mien­to exis­ten­te en un país capi­ta­lis­ta neo­co­lo­ni­za­do en el cual comen­za­ba una Revo­lu­ción muy pro­fun­da; las nece­si­da­des, el desa­rro­llo y los con­flic­tos pro­pios de esa Revo­lu­ción en el poder duran­te su pri­me­ra eta­pa (la que va de 1959 a ini­cios de los años 70); y el con­jun­to de sus con­di­cio­na­mien­tos internacionales.

Las tres revo­lu­cio­nes cuba­nas suce­di­das entre 1868 y 1935 habían exi­gi­do com­ple­ji­za­cio­nes de la hege­mo­nía de la domi­na­ción que per­mi­tie­ran su refor­mu­la­ción efi­caz en cada eta­pa pos­re­vo­lu­cio­na­ria. Una con­se­cuen­cia impor­tan­te fue la incon­gruen­cia entre la estruc­tu­ra eco­nó­mi­co-social y las dimen­sio­nes polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca, que lle­gó a ser muy fuer­te duran­te la segun­da repú­bli­ca bur­gue­sa neo­co­lo­nial (1936−1958). Se esta­ble­ció un deli­ca­do equi­li­brio diri­gi­do a que nun­ca más hubie­ra una Revo­lu­ción en Cuba, pero con­lle­va­ba el ries­go de que si esta suce­die­ra, se vería obli­ga­da a ser muy radi­cal. Por ejem­plo, el demo­cra­tis­mo era más influ­yen­te que el libe­ra­lis­mo. Esta­ba muy exten­di­da la creen­cia en que gran­des jor­na­das cívi­cas y la adop­ción de nue­vas leyes podrían satis­fa­cer las nece­si­da­des de cam­bios de la socie­dad. La pala­bra revo­lu­ción era muy uti­li­za­da, pero las orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas ―inclui­da la decla­ra­da­men­te socia­lis­ta— no se pro­po­nían uti­li­zar esa vía para aba­tir el domi­nio del impe­ria­lis­mo y el capi­ta­lis­mo nacio­nal. El movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio insu­rrec­cio­nal diri­gi­do por Fidel tuvo que abo­car­se en la prác­ti­ca a la vic­to­ria para que el socia­lis­mo per­te­ne­cien­te al movi­mien­to comu­nis­ta inter­na­cio­nal admi­tie­ra esa posibilidad.

La Revo­lu­ción socia­lis­ta de libe­ra­ción nacio­nal que triun­fó en 1959 tuvo ese carác­ter por la pra­xis orga­ni­za­da y con­cien­te que lo con­quis­tó, no a con­se­cuen­cia de carac­te­rís­ti­cas de la estruc­tu­ra eco­nó­mi­ca y social del país. Ese segun­do cho­que con los prin­ci­pios de la teo­ría-ideo­lo­gía del socia­lis­mo guia­do por la Unión Sovié­ti­ca y el movi­mien­to comu­nis­ta de su cam­po ―la corrien­te mayor y más influ­yen­te del socia­lis­mo en el mun­do — , pron­to fue segui­do por otros. Se fue hacien­do obvio que, ade­más de ser un even­to tras­cen­den­tal por su inmen­so alcan­ce y por haber sido incon­ce­bi­ble, que con­quis­tó la libe­ra­ción nacio­nal y social del país, esta­ble­ció un poder popu­lar for­tí­si­mo y enfren­tó con éxi­to las agre­sio­nes de EE.UU., la Revo­lu­ción cuba­na cons­ti­tuía una here­jía den­tro del cam­po de las expe­rien­cias y las ideas socialistas.

Para com­pren­der estos even­tos y sus con­se­cuen­cias es pre­ci­so reco­no­cer la exis­ten­cia de dos for­mas de socia­lis­mo en Cuba, que se ini­cia­ron des­de la ter­ce­ra déca­da del siglo XX y han teni­do una his­to­ria de con­tra­dic­cio­nes y con­flic­tos, y tam­bién de coexis­ten­cias y cola­bo­ra­cio­nes. Esas dos for­mas son el socia­lis­mo pro­ve­nien­te del movi­mien­to comu­nis­ta inter­na­cio­nal y el socia­lis­mo cubano.

Fidel con­su­mó su lide­raz­go com­ple­to en las jor­na­das de la fase ini­cial de la Revo­lu­ción en el poder, y des­de enton­ces ha sido siem­pre el máxi­mo guía polí­ti­co e ideo­ló­gi­co del pro­ce­so. El Che se man­tu­vo siem­pre jun­to con Fidel y siguien­do su lide­raz­go, y com­par­tió con él la colo­sal aven­tu­ra de la Revo­lu­ción. En el trans­cur­so de aque­llos años, Fidel debió asu­mir sobre todo las fun­cio­nes de diri­gen­te máxi­mo y de edu­ca­dor popu­lar, y el Che, que desem­pe­ñó un cúmu­lo de res­pon­sa­bi­li­da­des prác­ti­cas en nume­ro­sos terre­nos, ela­bo­ró al mis­mo tiem­po en aque­llos años una obra teó­ri­ca que es el más impor­tan­te monu­men­to inte­lec­tual de la Revo­lu­ción en su pri­me­ra eta­pa, obra que por su alcan­ce ha resul­ta­do muy tras­cen­den­te para la estra­te­gia y el pro­yec­to cubano, has­ta el día de hoy y en el futu­ro que alcan­zo a pensar.

El aspec­to del pen­sa­mien­to del Che al que voy a refe­rir es el de su crí­ti­ca al socia­lis­mo que lla­ma­ban “real­men­te exis­ten­te”, crí­ti­ca que evo­lu­cio­nó y se hizo cada vez más dura y fun­da­men­ta­da. Al hacer­la, el Che pro­ce­dió con arre­glo a su res­pon­sa­bi­li­dad mili­tan­te y de diri­gen­te cubano.

Las expe­rien­cias pro­ce­den­tes de las nue­vas rela­cio­nes eco­nó­mi­cas con socios tan leja­nos en muchos sen­ti­dos tenían que con­te­ner insa­tis­fac­cio­nes, incom­pren­sio­nes y pre­jui­cios, pero tam­bién crí­ti­cas pro­ve­nien­tes de la dife­ren­cia de posi­cio­nes res­pec­to a las cues­tio­nes eco­nó­mi­cas y el socia­lis­mo. En octu­bre de 1963, al pla­near un semi­na­rio para los cua­dros del Minis­te­rio de Indus­trias, Che orien­ta rela­cio­nar y com­pa­rar los sis­te­mas de direc­ción. Comen­ta que hay que estu­diar las rela­cio­nes entre el sis­te­ma de direc­ción y los pro­ble­mas eco­nó­mi­cos y las con­cep­cio­nes de los paí­ses socia­lis­tas. Ence­rrar­se en una “fal­sa con­cep­ción de la ley del valor”, dice, les hizo per­der con­tac­to con el mun­do exte­rior. La pro­duc­ti­vi­dad mun­dial dejó atrás a los otros paí­ses socia­lis­tas que, a dife­ren­cia de la URSS, depen­dían del comer­cio exte­rior.1

Se pro­du­ce una lucha con­ti­nua entre los apa­ra­tos cen­tra­les y las empre­sas, dice el Che, por­que estas bus­can tener metas meno­res para sobre­cum­plir fácil­men­te o no arries­gar­se a incum­pli­mien­tos; su éxi­to con­sis­te en obte­ner mayo­res pre­mios. “Se está esta­ble­cien­do entre el apa­ra­to cen­tral y la Empre­sa una con­tra­dic­ción que no es socia­lis­ta, una con­tra­dic­ción que aten­ta con­tra el desa­rro­llo de la con­cien­cia”. Los diri­gen­tes de empre­sas socia­lis­tas se van con­vir­tien­do así en exper­tos en enga­ñar al Esta­do, defor­mán­do­se como indi­vi­duos, y ante el obre­ro la ima­gen del buen diri­gen­te es la del que “sabe” orga­ni­zar para “sobre­cum­plir” siempre.

En julio de 1964, mien­tras cul­mi­na el deba­te eco­nó­mi­co públi­co, Che ofre­ce una visión de con­jun­to del pro­ble­ma a sus com­pa­ñe­ros de Indus­trias. En la URSS se pre­pa­ra la refor­ma eco­nó­mi­ca, en medio de dis­cu­sio­nes que con­du­je­ron a la des­ti­tu­ción, en octu­bre, de Niki­ta Jrus­chov; en los paí­ses euro­peos de su cam­po se habla mucho tam­bién de la refor­ma. Toma un ejem­plo recien­te que ha estu­dia­do, los aná­li­sis del 14º Con­gre­so del par­ti­do pola­co acer­ca de gra­ves defi­cien­cias de la eco­no­mía y cómo enfren­tar­las. La uti­li­za­ción del cálcu­lo eco­nó­mi­co en un país que ya antes había des­co­lec­ti­vi­za­do su agri­cul­tu­ra no logra evi­tar males de todo tipo, inclui­dos algu­nos que pare­ce­rían pro­pios de un mode­lo muy auto­ri­ta­rio, pero “la solu­ción que se le pien­sa dar a estos pro­ble­mas en Polo­nia es el libre fue­ro de la Ley del Valor, es decir, la vuel­ta al capi­ta­lis­mo (…) el cálcu­lo eco­nó­mi­co, cuan­do lle­ga, como debe lle­gar, a un calle­jón sin sali­da, con­du­ce por la lógi­ca de los hechos a tra­tar de resol­ver­lo por el mis­mo sis­te­ma, aumen­tar el estí­mu­lo mate­rial, la dedi­ca­ción de la gen­te espe­cí­fi­ca­men­te a su inte­rés mate­rial y por ahí al libre fue­ro de la Ley del Valor. Y por ahí al sur­gi­mien­to en cier­ta mane­ra de cate­go­rías estric­ta­men­te capi­ta­lis­tas (…) Polo­nia lo está pro­ban­do y creo que tam­bién van a pro­bar­lo otros paí­ses socialistas”.

Che recla­ma que se evi­ten exce­sos en la crí­ti­ca, y que no se sub­es­ti­men la capa­ci­dad téc­ni­ca, el empe­ño y la volun­tad de acer­tar de nume­ro­sos invo­lu­cra­dos en los paí­ses del socia­lis­mo euro­peo. Pero denun­cia de mane­ra cate­gó­ri­ca la ape­la­ción a tomar “como arma para luchar con­tra el capi­ta­lis­mo, las armas del capi­ta­lis­mo”. Las moti­va­cio­nes de “la socie­dad don­de la filo­so­fía es la lucha del hom­bre con­tra el hom­bre, de los gru­pos con­tra los gru­pos y la anar­quía de la pro­duc­ción” no podrán ser des­per­ta­das y uti­li­za­das efi­caz­men­te para ser­vir a una socie­dad basa­da en el poder socia­lis­ta. Esta exi­ge con­trol rigu­ro­so y con­cien­te, “la cola­bo­ra­ción entre todos los par­ti­ci­pan­tes como miem­bros de una gran empre­sa (el con­jun­to de la eco­no­mía), en vez de ser lobi­tos entre sí den­tro de la cons­truc­ción del socialismo”.

Opi­na que en vez de ir al fon­do de los pro­ble­mas, la prác­ti­ca y el pen­sa­mien­to de estos socia­lis­tas se dejan lle­var a la segu­ri­dad apa­ren­te de acu­dir a lo ya pro­ba­do. Las refor­mas pue­den relu­cir como “des­cu­bri­mien­tos” que reme­dia­rían la fal­ta de moti­va­cio­nes sufi­cien­tes en los acto­res eco­nó­mi­cos y logra­rían la subor­di­na­ción de la pro­duc­ción para el con­su­mo a las deman­das de sus con­su­mi­do­res, rela­cio­nar la ren­ta­bi­li­dad con la ven­ta del pro­duc­to, etcé­te­ra. Esos expe­ri­men­tos y ensa­yos de polí­ti­ca eco­nó­mi­ca son, sin embar­go, reme­dos de lo que el capi­ta­lis­mo hace efi­caz­men­te, por­que lo uni­ver­sa­li­za y por­que corres­pon­de a las rela­cio­nes fun­da­men­ta­les de su sis­te­ma. Exis­te una lógi­ca que carac­te­ri­za a cada socie­dad: si la olvi­da­mos, paga­re­mos un pre­cio muy caro.

Por otra par­te, Che invi­ta a no olvi­dar nun­ca la situa­ción con­cre­ta de la cual ha par­ti­do Cuba en su tran­si­ción socia­lis­ta. No somos ilu­sos, advier­te, esta­mos tra­tan­do de edi­fi­car efec­ti­va­men­te el socia­lis­mo “salien­do de una eta­pa semi­co­lo­nial… de todos los vicios, de todas las taras que nos dejó el capi­ta­lis­mo, con la mis­ma gen­te, con todos noso­tros con men­ta­li­dad capi­ta­lis­ta, hace unos años pen­san­do siem­pre cuán­to íba­mos a ganar”. La debi­li­dad que pade­ce Cuba no debe atri­buir­se a la uti­li­za­ción de un sis­te­ma finan­cie­ro deter­mi­na­do: “son debi­li­da­des de una eco­no­mía que ha cam­bia­do su com­po­si­ción, su característica”.

El Che insis­te, incan­sa­ble, en des­ba­ra­tar la impu­tación que se hace a sus ideas de man­te­ner un des­pre­cio “idea­lis­ta” por el inte­rés mate­rial, un sim­plis­mo que bus­ca deva­luar­las y rehuir la dis­cu­sión. Nadie en sus caba­les des­co­no­ce la fuer­za y el arrai­go del inte­rés mate­rial, ins­ta­la­do a lo lar­go de la his­to­ria de las socie­da­des de domi­na­ción y mul­ti­pli­ca­do y refun­cio­na­li­za­do por el capi­ta­lis­mo. La elec­ción está entre uti­li­zar­lo lla­na y acrí­ti­ca­men­te ―aun­que se lamen­te que sea noci­vo — , o uti­li­zar­lo como un mal nece­sa­rio, sin depen­der de él. Ser crea­ti­vo des­de la situa­ción con­cre­ta e inevi­ta­ble, y orga­ni­zar un pro­ce­so de erra­di­ca­ción pau­la­ti­na de los com­por­ta­mien­tos eco­nó­mi­cos egoís­tas e indi­vi­dua­lis­tas. Ir for­jan­do otro mun­do de actua­cio­nes y valo­res, que pue­da reu­nir dife­ren­tes estí­mu­los, implan­tar la nor­ma que en nom­bre del deber social reco­no­ce o repro­cha, al mis­mo tiem­po que retri­bu­ye o no a par­tir del gra­do de cum­pli­mien­to, o el estí­mu­lo a la capa­ci­ta­ción dado por su con­ver­sión en requi­si­to para pasar a un nivel supe­rior. Ins­tru­men­tos como los cita­dos, dice el Che, per­si­guen la toma de con­cien­cia de tipo mecá­ni­co en el indi­vi­duo; hay que per­se­guir, a la vez, la toma de con­cien­cia de tipo diná­mi­co, una de cuyas for­mas fun­da­men­ta­les es el tra­ba­jo voluntario.

La crea­ción de otra reali­dad des­de la exis­ten­te, sin lo cual no hay revo­lu­ción socia­lis­ta, tie­ne que incluir el espí­ri­tu crí­ti­co, fomen­tar la inde­pen­den­cia de los cri­te­rios y la capa­ci­dad de pen­sar y valo­rar con cabe­za pro­pia, y apren­der a dis­tin­guir los cami­nos, sus impli­ca­cio­nes y sus resul­ta­dos. Es impre­sio­nan­te la vita­li­dad y la hon­du­ra alcan­za­dos por aquel aná­li­sis teó­ri­co que per­mi­tía, en medio de la tor­men­ta de la Revo­lu­ción, seña­lar los gra­ves peli­gros de copiar mecá­ni­ca­men­te y no ver las defi­cien­cias del socia­lis­mo exis­ten­te, y salir­le al paso a la resig­na­ción a lo que exis­te, la ruti­na y el segui­dis­mo. El Che apren­dió ―al mis­mo tiem­po— a refle­xio­nar sobre la cir­cuns­tan­cia en cur­so, la actua­ción inme­dia­ta, los méto­dos y los fines media­tos, y a teo­ri­zar acer­ca de los asun­tos fundamentales.

En tex­tos no públi­cos, el Che expu­so más libre­men­te sus jui­cios. Con­si­de­ra­ba que la URSS había com­pro­me­ti­do de mane­ra fatal el futu­ro de su tran­si­ción socia­lis­ta cuan­do con­vir­tió en per­ma­nen­te la Nue­va Polí­ti­ca Eco­nó­mi­ca que el país se había vis­to obli­ga­da a adop­tar en medio de una cri­sis inter­na terri­ble, poco des­pués del final de la Gue­rra Civil. Esa con­clu­sión la extra­jo de sus pro­fun­dos estu­dios del pro­ce­so de los pri­me­ros años del poder sovié­ti­co y el pen­sa­mien­to de Lenin y otros bol­che­vi­ques. En los meses que siguie­ron a la reti­ra­da del Con­go ―el tiem­po en que per­ma­ne­ció en Tan­za­nia y Pra­ga— escri­bió mucho, orde­nó y expu­so ideas y orga­ni­zó nume­ro­sos tex­tos. Un tra­ba­jo fun­da­men­tal de ese perio­do son estos Apun­tes crí­ti­cos a la eco­no­mía polí­ti­ca. Más de dos­cien­tos comen­ta­rios del Che a la más recien­te edi­ción del Manual de Eco­no­mía Polí­ti­ca, tex­to docen­te ofi­cial sovié­ti­co, cons­ti­tu­yen el núcleo cen­tral del libro, que reúne tam­bién un gran núme­ro de tex­tos del Che, casi todos pro­ce­den­tes de sus cua­der­nos de notas, su corres­pon­den­cia y la trans­crip­ción de gra­ba­cio­nes. La gran mayo­ría per­ma­ne­cía inédita.

El Che ―que admi­ra­ba a Lenin tan­to como el que más— entró resuel­ta­men­te a ana­li­zar los hechos y las posi­cio­nes den­tro de la Revo­lu­ción y la Rusia bol­che­vi­que, en bus­ca de las expe­rien­cias y el cono­ci­mien­to. Lo cier­to, escri­be, es que en 1921 – 1922 el país fue pasan­do “a las rela­cio­nes de pro­duc­ción que con­fi­gu­ran lo que Lenin lla­ma­ba capi­ta­lis­mo de esta­do, pero que en reali­dad tam­bién pue­de lla­mar­se capi­ta­lis­mo pre­mo­no­po­lis­ta en cuan­to al orde­na­mien­to de las rela­cio­nes eco­nó­mi­cas.” Con la muer­te de Lenin, dice, “se pier­de el riquí­si­mo acer­vo de su pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rio y que­da el refle­jo de su pos­trer impul­so por el camino de la retirada”.

La con­fron­ta­ción prin­ci­pal que exis­te en el mun­do no es en modo alguno la que repi­ten las decla­ra­cio­nes y los orga­nis­mos de la URSS y el movi­mien­to comu­nis­ta, con sus supues­tas tres fuer­zas revo­lu­cio­na­rias: pri­me­ra, el lla­ma­do sis­te­ma socia­lis­ta mun­dial; segun­da, el pro­le­ta­ria­do de los paí­ses capi­ta­lis­tas desa­rro­lla­dos; y ter­ce­ra, las luchas por la inde­pen­den­cia y la demo­cra­cia nacio­nal en el Ter­cer Mun­do. En reali­dad, dice el Che, el impe­ria­lis­mo no ago­ni­za: “ni siquie­ra ha apro­ve­cha­do al máxi­mo sus posi­bi­li­da­des en el momen­to actual y tie­ne una gran vita­li­dad (…) La ten­den­cia es a inver­tir capi­ta­les pro­pios en el apro­ve­cha­mien­to de las mate­rias pri­mas o en la indus­tria lige­ra de los paí­ses depen­dien­tes.” La agu­da com­pe­ten­cia en su seno “pro­vo­ca una ince­san­te marea de inno­va­cio­nes técnicas…”

De la unión entre los pro­le­ta­rios a esca­la mun­dial pro­cla­ma­da por las decla­ra­cio­nes, dice: “Fal­so de toda fal­se­dad. No hay pun­to de con­tac­to entre las masas pro­le­ta­rias de los paí­ses impe­ria­lis­tas y los depen­dien­tes; todo con­tri­bu­ye a sepa­rar­los y crear anta­go­nis­mos entre ellos (…) el opor­tu­nis­mo ha gana­do una inmen­sa capa de la cla­se obre­ra de los paí­ses impe­ria­lis­tas.” Sobre las revo­lu­cio­nes: “Tam­bién es fal­so que el pro­le­ta­ria­do (…) sea el que cum­pla el papel diri­gen­te en la lucha de libe­ra­ción en la mayo­ría de los paí­ses semi­co­lo­nia­les”. Ya no se pue­de admi­tir la idea de que la bur­gue­sía nacio­nal sea un fac­tor pro­gre­si­vo en las luchas revo­lu­cio­na­rias: “La lucha con­tra la bur­gue­sía es con­di­ción indis­pen­sa­ble de la lucha de libe­ra­ción, si se quie­re arri­bar a un final irre­ver­si­ble­men­te exitoso”.

Al salir del Con­go y ver­se obli­ga­do a espe­rar, Che se entre­ga a una tarea que cons­ti­tu­ye el ini­cio de una nue­va fase de su obra. Sien­te la nece­si­dad de lle­gar a con­clu­sio­nes sobre el socia­lis­mo real­men­te exis­ten­te, asun­to cru­cial para todos en el mun­do, y tam­bién de ofre­cer una alter­na­ti­va des­de las ideas de los revo­lu­cio­na­rios mar­xis­tas de los paí­ses que han sufri­do o sufren el colo­nia­lis­mo y el neo­co­lo­nia­lis­mo, que aho­ra quie­ren pelear por la libe­ra­ción total de las nacio­nes y de las per­so­nas, y por el avan­ce de la revo­lu­ción mun­dial. “Es un gri­to dado des­de el sub­de­sa­rro­llo”, escri­be en “La Nece­si­dad de este libro”, bre­ve intro­duc­ción para los Apun­tes que con­tie­ne plan­tea­mien­tos tras­cen­den­ta­les. Se refie­re en ella a la obra monu­men­tal que dio ori­gen al mar­xis­mo, las nue­vas situa­cio­nes de la épo­ca impe­ria­lis­ta, los apor­tes extra­or­di­na­rios de Lenin y la deten­ción ulte­rior del desa­rro­llo de la teo­ría mar­xis­ta. Ense­gui­da expo­ne las razo­nes por las cua­les hace la crí­ti­ca de la Eco­no­mía Política:

Cree­mos impor­tan­te la tarea por­que la inves­ti­ga­ción mar­xis­ta en el cam­po de la eco­no­mía está mar­chan­do por peli­gro­sos derro­te­ros. Al dog­ma­tis­mo intran­si­gen­te de la épo­ca de Sta­lin ha suce­di­do un prag­ma­tis­mo incon­sis­ten­te. Y, lo que es trá­gi­co, esto no se refie­re solo a un cam­po deter­mi­na­do de la cien­cia; suce­de en todos los aspec­tos de la vida de los pue­blos socia­lis­tas, crean­do per­tur­ba­cio­nes ya enor­me­men­te dañi­nas, pero cuyos resul­ta­dos fina­les son incal­cu­la­bles (…) Nues­tra tesis es que los cam­bios pro­du­ci­dos a raíz de la NEP han cala­do tan hon­do en la vida de la URSS que han mar­ca­do con su signo toda esta eta­pa. Y sus resul­ta­dos son des­alen­ta­do­res: la super­es­truc­tu­ra capi­ta­lis­ta fue influen­cian­do cada vez en for­ma más mar­ca­da las rela­cio­nes de pro­duc­ción, y los con­flic­tos pro­vo­ca­dos por la hibri­da­ción que sig­ni­fi­có la NEP se están resol­vien­do hoy a favor de la super­es­truc­tu­ra. Se está regre­san­do al capitalismo.

Che espe­ra sere­na­men­te el repu­dio a su posi­ción y la acu­sa­ción de anti­co­mu­nis­mo y opor­tu­nis­mo, el recha­zo de los que se sen­ti­rán heri­dos en su cari­ño y su leal­tad, y tam­bién el sobre­sal­to sin­ce­ro de otros “ante este cúmu­lo de razo­nes nue­vas y dife­ren­tes”. Pero con­fía en que muchos podrán sen­tir­se atraí­dos por este “inten­to de reto­mar la bue­na sen­da”. A ellos se diri­ge el libro, “y tam­bién a la mul­ti­tud de estu­dian­tes cuba­nos que tie­nen que pasar por el dolo­ro­so pro­ce­so de apren­der ‘ver­da­des eter­nas’ en las publi­ca­cio­nes que vie­nen, sobre todo, de la URSS, y obser­var cómo nues­tra acti­tud y los repe­ti­dos plan­tea­mien­tos de nues­tros diri­gen­tes se dan de pata­das con lo que leen en los textos”.

Un lar­go camino había reco­rri­do Ernes­to Gue­va­ra en una déca­da. La Revo­lu­ción había sido su maes­tra. En la gue­rra y des­de el poder revo­lu­cio­na­rio se desa­rro­lló su esta­tu­ra como com­ba­tien­te, diri­gen­te y pen­sa­dor, y aho­ra él ―como recla­ma­ra Lenin 60 años antes— debía, en jus­to pago, ense­ñar­le algo a la Revo­lu­ción. Y lo logró. La aven­tu­ra socia­lis­ta de un peque­ño país ais­la­do pro­du­cía un pen­sa­mien­to capaz de con­ti­nuar el tra­ba­jo excep­cio­nal median­te el cual Car­los Marx había encon­tra­do ideas capa­ces de sub­ver­tir el con­trol de las ideas de la socie­dad por la cla­se domi­nan­te. Che escri­bió: “noso­tros apor­ta­mos nues­tro modes­to gra­ni­to de are­na”. Y a los com­pa­ñe­ros cer­ca­nos más estu­dio­sos les pidió com­po­ner un “manual” cubano. Pen­só segu­ra­men­te que los que com­par­tían su posi­ción con­ti­nua­rían la cam­pa­ña de difu­sión de las acti­tu­des y las ideas más revo­lu­cio­na­rias, que con tan­to ardor y sis­te­ma­ti­ci­dad él lle­vó a cabo en su últi­ma eta­pa en Cuba.

El acier­to y el alcan­ce de los plan­tea­mien­tos del Che acer­ca de la esen­cia y el des­tino del socia­lis­mo real­men­te exis­ten­te solo se com­pro­ba­ron 25 años des­pués. Pero cuan­do hacia el final del siglo pare­ció que todo lo logra­do por la huma­ni­dad se per­de­ría, inclu­so la espe­ran­za, el Che regre­só. Cele­bra­mos ese regre­so, que evi­den­cia la resis­ten­cia de los pue­blos y el valor per­ma­nen­te de las ideas y del ejem­plo. Sin embar­go, el pen­sa­mien­to del Che siguió encon­tran­do esco­llos y ha teni­do que ir ganan­do espa­cios pau­la­ti­na­men­te. Uno de esos avan­ces es esta labor de esta­ble­ci­mien­to, orga­ni­za­ción y edi­ción tan tenaz y tan impor­tan­te, que va entre­gan­do uno tras otros tex­tos suyos, pala­bras que son luces y armas para el enten­di­mien­to y para la acción, tan nece­sa­rios fren­te a los desa­fíos actuales.

Pala­bras en la pre­sen­ta­ción de los libros de Ernes­to Che Gue­va­ra Apun­tes crí­ti­cos a la Eco­no­mía Polí­ti­ca y Retos de la tran­si­ción socia­lis­ta en Cuba (1961−1965), de la Edi­to­rial de Cien­cias Socia­les del Ins­ti­tu­to Cubano del Libro, duran­te la 22 Feria Inter­na­cio­nal de Libro de La Haba­na, en La Caba­ña, 18 de febre­ro de 2013. La com­pi­la­ción y selec­ción de ambas obras ―que apa­re­cie­ron por pri­me­ra vez en 2006 y 2009 res­pec­ti­va­men­te— estu­vo a car­go de la Dra. María del Car­men Ariet Gar­cía, del Cen­tro de Estu­dios Che Guevara.
1- Des­de este párra­fo has­ta el final, el tex­to es una ver­sión muy con­den­sa­da y revi­sa­da del acá­pi­te 9 del capí­tu­lo II de mi libro Las ideas y la bata­lla del Che, Edi­to­rial Cien­cias Socia­les /​Ruth Casa Edi­to­rial, La Haba­na, 2010. Las refe­ren­cias de todas las citas del Che que hago pue­den encon­trar­se allí. Una segun­da edi­ción de esa obra aca­ba de aparecer.
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