Para las y los que sois habituales lectores de este blog ya sabéis que hay una serie de temas que se han tratado profusamente. Uno en especial es intentar discernir en que momento exacto nos encontramos en Euskal Herria a todos los niveles. Creo que esto es importante porque sin saber cuáles son las características del momento político concreto que vivimos o el tener una visión distorsionada de la coyuntura actual, hace que no se puedan otear con claridad los pasos requeridos de cara al futuro y probablemente tampoco se interpreten bien los pasados.
De entre esos temas, uno que me ha parecido muy importante de remarcar es que Euskal Herria no se encontraba ni se encuentra inmerso en un proceso de paz. Y no solo eso, sino que las perspectivas de llegar a uno eran prácticamente nulas en la coyuntura actual y con las estrategias aplicadas. Algo que decirlo, al parecer, no sentaba nada bien en la intelligentsia vasca. Aún recuerdo, algo divertido, el tweet de un responsable de un medio de comunicación que al leer un texto de este blog que explicaba las razones por las que un proceso de paz era algo de ciencia ficción en Euskal Herria, indignado escribió: ¡Están en contra del proceso de paz!.
Lo cierto es que es tan difícil estar en contra de algo que no existe como que un ateo esté en contra de dios. Y en cualquier caso, un proceso de paz no siempre es positivo ni para la paz ni para la justicia, y sino que se lo pregunten por ejemplo a los palestinos. En cualquier caso, a lo que voy es que ha bastado una entrevista al preso político Arnaldo Otegi en la que afirma que no hay proceso de paz y que no estamos más bien que mal en relación al proceso de liberación para que como mano de santo lo que hace un día era pecado decir ahora esté permitido pensar y expresarlo para esa intelligentsia vasca. Y esto es un problema. Un grave problema. Porque lo que pone de manifiesto, más allá de que los razonamientos de Otegi estén atinados o no, que yo personalmente creo que algunos sí y muchísimos otros no, es que el pensamiento de grupo le saca más de un cuerpo de ventaja a la inteligencia colectiva. Y esto no es culpa de nadie en particular pero sí un fracaso colectivo.
Esto es un problema porque si verdaderamente se quiere abrir un nuevo tiempo donde la sociedad vasca unilateralmente coja las riendas de su futuro, donde el movimiento popular y la clase trabajadora se empoderen, donde se abran espacios de encuentro, reflexión y debate para tales tareas en el difícil reto de la emancipación nacional y social, una izquierda abertzale con pensamiento de grupo e impulsos propagandísticos es antagónica a ello. Ya que si la misma izquierda abertzale no está empoderada, no está estructurada de tal forma que agilice los mecanismos de participación, creación y sobre todo decisión, difícilmente se podrá trasladar a la sociedad lo que no se hace con el rigor debido en casa.
Comentaba Otegi también sobre la cultura política. Que hacía falta un cambio. En mi opinión uno de los más transcendentales que se pueden operar es el fin del ciclo de los liberados tal como se conocen hoy. Ya sea eliminando completamente su existencia como modelo de militancia, o eliminando totalmente su capacidad fáctica, o relegándola a apartados técnicos o meramente transmisores. (Sumado también al cambio en la caracterización actual de los puestos institucionales para que deconstruyan el poder sistémico que les inyectan y no les haga tener capacidades especiales de dirección y responsabilidad sino todo lo contrario, ser la correa de transmisión del verdadero poder popular).
Este cambio es imprescindible para desatar energías renovadas, eliminando el modelo arriba-abajo por uno arriba-arriba y la toma de responsabilidades comunes. En definitiva, tener una resuelta izquierda abertzale no dependiente para tener una resuelta ofensiva popular, que descarte el pensamiento de grupo y abrace la inteligencia colectiva, que haga muy difícil la formación de castas y burocracia ideológica que acota el futuro y el pensamiento.
No hay que irse muy lejos para descubrir cuál ha sido la cultura política base de todos los avances habidos y por haber en este país. Y esta es la cultura política del movimiento popular vasco, en la que mucha militancia de barrio y pueblo de la izquierda abertzale se ha partido el alma durante décadas. Es ahí donde se encuentran las pistas, los preceptos y las claves de futuro para articular un proceso vasco unilateral, un empoderamiento popular y llegar al estado socialista vasco. Por eso, cuando recientemente leí un texto del secretario general de Sortu, al hilo del jeta de Maroto, donde afirmaba que participó en el gaztetxe de Gasteiz, lo primero que me vino a la cabeza fue que opinaría Hasier si en la asamblea del gaztetxe se nombraría una figura como la de secretario general. Y es probable que muchos digan que no es lo mismo, que son cosas distintas. Y quizás ese sea precisamente uno de los problemas.