Yo no soy Char­lie- Car­lo Frabetti

En la Ale­ma­nia nazi y en la Ita­lia fas­cis­ta, millo­nes de judíos per­se­gui­dos y des­am­pa­ra­dos bus­ca­ron refu­gio en su reli­gión. ¿Habría sido muy pro­gre­sis­ta, en aquel momen­to, escar­ne­cer o tan siquie­ra ridi­cu­li­zar el judaís­mo? Pues bien, tras las masa­cres per­pe­tra­das en el mun­do islá­mi­co por el neo­fas­cis­mo occi­den­tal, tras los holo­caus­tos de Pales­ti­na y el Sáha­ra, de Irak y Afga­nis­tán, de Libia y Siria, que han lle­va­do a millo­nes de musul­ma­nes deses­pe­ra­dos a bus­car refu­gio en el Corán, para bur­lar­se de sus creen­cias des­de los pri­vi­le­gios del auto­de­no­mi­na­do pri­mer mun­do hay que ser un idio­ta moral o un idio­ta a secas. Y para con­ver­tir en ban­de­ra de la liber­tad de expre­sión a quie­nes escar­ne­cen en su deses­pe­ra­da fe a los opri­mi­dos y los masa­cra­dos, hay que ser tan cana­lla como los polí­ti­cos occi­den­ta­les y los medios de comu­ni­ca­ción a su servicio.

Si un coman­do de rabi­nos ultra­or­to­do­xos se hubie­ra dedi­ca­do a poner bom­bas en el Ber­lín de Hitler, hoy serían recor­da­dos como héroes (aun­que hubie­ran mata­do a algún humo­ris­ta ale­mán poco res­pe­tuo­so con el judaís­mo), y segu­ra­men­te ten­drían un monu­men­to en Tel Aviv y Spiel­berg les habría dedi­ca­do una emo­ti­va super­pro­duc­ción. No nos extra­ñe­mos de que los nue­vos per­se­gui­dos con­si­de­ren héroes o már­ti­res a quie­nes se inmo­lan luchan­do con­tra los nue­vos per­se­gui­do­res, por cruen­tas o absur­das que sean sus accio­nes. Extra­ñé­mo­nos más bien de que gen­tes y orga­ni­za­cio­nes supues­ta­men­te de izquier­das lla­men “terro­ris­mo” a la deses­pe­ra­ción de los pobres y “gue­rra huma­ni­ta­ria” al terro­ris­mo de los ricos. Ni Al Qae­da ni Esta­do Islá­mi­co: la úni­ca mul­ti­na­cio­nal del terro­ris­mo dig­na de ese nom­bre es la Orga­ni­za­ción Terro­ris­ta del Atlán­ti­co Nor­te, y los úni­cos esta­dos terro­ris­tas son los que la integran.

Lamen­to pro­fun­da­men­te la absur­da muer­te del genial Wolinsky y sus com­pa­ñe­ros, y defien­do sin reser­vas el dere­cho de Char­lie Heb­do a reír­se de cual­quier dios y de sus pro­fe­tas; pero yo no soy Char­lie, como rezan las estú­pi­das pan­car­tas esgri­mi­das por los estú­pi­dos mani­fes­tan­tes fran­ce­ses y su séqui­to de polí­ti­cos corrup­tos (res­pon­sa­bles últi­mos del supues­to “terro­ris­mo islá­mi­co”). Yo no soy Char­lie, por­que me indig­nan quie­nes cifran la liber­tad de expre­sión en el escar­ne­ci­mien­to de los deses­pe­ra­dos, de su inge­nua fe en un más allá que les devuel­va lo que noso­tros, los cul­tos y aco­mo­da­dos seu­do­de­mó­cra­tas occi­den­ta­les, les hemos arrebatado.

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