Etxe­rat res­pon­de a la Audien­cia Nacio­nal: Dis­per­sión: Vul­ne­ra­ción de dere­chos fundamentales

Ante la deci­sión adop­ta­da hoy por la magis­tra­da de la Audien­cia Nacio­nal Doña María de los Reyes Jimeno Gutie­rrez, Etxe­rat, la aso­cia­ción de fami­lia­res y ami­gos de los pre­sos polí­ti­cos vas­cos quie­re mani­fes­tar lo siguiente:
Negar que la dis­per­sión vul­ne­ra dere­chos fun­da­men­ta­les –no solo a los pre­sos sino tam­bién a los familiares‑, no tie­ne otro obje­ti­vo que el de ocul­tar, una vez más, las ver­da­de­ras con­se­cuen­cias de la actual polí­ti­ca peni­ten­cia­ria. Cada fin de sema­na, más de 900 per­so­nas se ven obli­ga­das a des­pla­zar­se cien­tos o inclu­so miles de kiló­me­tros, con su corres­pon­dien­te e insos­te­ni­ble cos­te eco­nó­mi­co, para poder ejer­cer su dere­cho a las visi­tas, El papel, lo aguan­ta todo pero la reali­dad des­bor­da ese aná­li­sis. La dis­per­sión vul­ne­ra nues­tros dere­chos fun­da­men­ta­les, el dere­cho a la fami­lia, el dere­cho a la inti­mi­dad, el dere­cho a la inegri­dad físi­ca, al obli­gar­nos a pagar el pre­cio más alto físi­ca, psí­qui­ca y eco­nó­mi­ca­men­te por no que­rer renun­ciar a nues­tros lazos afectivos.
Negar que la dis­per­sión gene­ra un dolor aña­di­do y cas­ti­ga a los pre­sos así cómo a sus fami­lia­res y amigos/​as res­pon­de no a la reali­dad sino a otros intere­ses. Más aún cuan­do polí­ti­ca de dis­per­sión ha pro­vo­ca­do, en los casi 26 años que lle­va en mar­cha de mane­ra sis­te­má­ti­ca –y de momen­to- 16 muer­tos y cien­tos de heri­dos en las carre­te­ras. La media de acci­den­tes en el 2014 es esca­lo­frian­te: más de 35 per­so­nas afec­ta­das en los 10 acci­den­tes ocu­rri­dos en 12 meses, con­se­cuen­cia de una polí­ti­ca que sólo bus­ca sufri­mien­to y sólo res­pon­de al afán de ven­gan­za de de deter­mi­na­dos sec­to­res políticos
Una vez más, nos vemos en la obli­ga­ción de recor­dar­lo, prin­ci­pal­men­te a los jue­ces, tri­bu­na­les e ins­ti­tu­cio­nes que debe­rían ser sus garan­tes: los dere­chos huma­nos no pue­den estar suje­tos a con­tra­par­ti­das ni a requi­si­tos. Los dere­chos huma­nos se res­pe­tan o se vul­ne­ran. Y ante su vul­ne­ra­ción, no hay jus­ti­fi­ca­ción ni excu­sa posible.

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