En estos cinco años la crisis socioecológica se ha agravado a la vez que se ha endurecido el imperialismo ecológico. Recientemente, Beinstein ha recurrido al mito antiguo greco-egipcio de Uróboros, la serpiente que se come a sí misma empezando por su cola hasta la cabeza para reiniciarlo de nuevo, una y otra vez para mostrarnos lo que realmente sucede. El aumento de la precariedad vital está dando la razón a Engels: «La organización de los obreros y su resistencia creciente sin cesar levantarán en lo posible cierto dique ante el crecimiento de la miseria. Pero, lo que crece indiscutiblemente es el carácter precario de la existencia». La ONU y la FAO recomiendan que se produzcan en masas insectos, escarabajos y gusanos comestibles para prevenir las hambrunas que se acercan.
Con el actual nivel de desarrollo potencial de las fuerzas productivas bajo control de poderes populares, se podría acabar con esa precariedad vital que destroza la vida. Hoy existen recursos científicos y técnicos capaces de prevenir con alta verosimilitud el agravamiento de la crisis socioecológica y en consiguiente empeoramiento de la precarización de la vida humana. Por ejemplo, es muy probable que los efectos causados por el calentamiento climático en Europa y en el Ártico sean desastrosos para las clases explotadas, aunque «Las petroleras ven en el deshielo del Ártico la oportunidad económica».