No esta­mos salien­do de la cri­sis- Fer­nan­do Lueng

Enca­be­zar estas notas con este titu­lar pue­de inter­pre­tar­se como un empe­ci­na­mien­to en negar la evi­den­cia esta­dís­ti­ca. El pro­duc­to inte­rior bru­to (PIB) ha aumen­ta­do en 2014 un 1,4% (des­pués de tres años con­se­cu­ti­vos de rece­sión) y las pre­vi­sio­nes para los pró­xi­mos ejer­ci­cios apun­tan al man­te­ni­mien­to o mejo­ra del rit­mo de crecimiento.

Pasa­ré por alto que un buen núme­ro de eco­no­mis­tas, cen­tros de inves­ti­ga­ción y agen­cias inter­na­cio­na­les advier­ten sobre la debi­li­dad del cre­ci­mien­to actual y las incer­ti­dum­bres que ensom­bre­cen su evo­lu­ción futu­ra, en el con­jun­to de la Unión Euro­pa (UE) y muy espe­cial­men­te en las eco­no­mías que con­for­man su cin­tu­rón peri­fé­ri­co. En este sen­ti­do, no son pocos los tra­ba­jos que, por ejem­plo, anti­ci­pan una sen­da de cre­ci­mien­to mode­ra­do, muy lejos de los rit­mos cose­cha­dos antes del crack finan­cie­ro, sin des­car­tar­se la apa­ri­ción de nue­vos epi­so­dios recesivos.

Me cen­tra­ré en estas líneas en una cues­tión asi­mis­mo cru­cial, que se olvi­da con dema­sia­da fre­cuen­cia: la recu­pe­ra­ción de la acti­vi­dad eco­nó­mi­ca sólo se legi­ti­ma­rá, y sólo será via­ble, si alcan­za a la mayo­ría de la pobla­ción. Lo olvi­dan, por ejem­plo, quie­nes enfa­ti­zan que en los últi­mos tiem­pos se ha crea­do empleo, ocul­tan­do que, si se com­pa­ra con el des­trui­do des­de que comen­zó la cri­sis –no lo olvi­de­mos, por cul­pa de las polí­ti­cas apli­ca­das por el gobierno del Par­ti­do Popu­lar- ape­nas hemos empe­za­do a dar los pri­me­ros pasos y que las tasas de des­em­pleo toda­vía se encuen­tran en cotas his­tó­ri­cas. Se ocul­ta asi­mis­mo que la mayor par­te de los nue­vos con­tra­tos son pre­ca­rios y que los sala­rios per­ci­bi­dos por ellos son muy bajos.

No es extra­ño que los “pro­fe­tas de la recu­pe­ra­ción” pro­ce­dan con este ses­go. Ya divi­sa­ban la luz al final del túnel cuan­do nues­tra eco­no­mía esta­ba inmer­sa en una pro­fun­da con­trac­ción. Se las inge­nia­ban para encon­trar indi­cios, por tenues e incon­sis­ten­tes que fue­ran, que apun­ta­ban en la direc­ción de la bue­na nue­va. No impor­ta­ba que el des­em­pleo y la pobre­za aumen­ta­ran o que la pro­duc­ción manu­fac­tu­re­ra y la inver­sión se des­plo­ma­ran. Siem­pre se podía com­pa­rar algún dato ais­la­do, selec­cio­na­do con pin­zas, con el de algún mes, tri­mes­tre, año o quin­que­nio que jus­ti­fi­ca­ra su posición.

Pero vol­vien­do a la cues­tión que nos ocu­pa, ¿Hay algu­na razón para supo­ner que la (inci­pien­te y frá­gil) recu­pe­ra­ción actual lle­ga­rá a la gen­te? Esta pre­gun­ta es, para los eco­no­mis­tas cómo­da­men­te ins­ta­la­dos en el dis­cur­so con­ven­cio­nal, retó­ri­ca. Care­ce de sen­ti­do y sólo pue­de for­mu­lar­se por gen­te recal­ci­tran­te e igno­ran­te que des­co­no­ce un prin­ci­pio bási­co del engra­na­je eco­nó­mi­co: el cre­ci­mien­to, si se man­tie­ne en el tiem­po y si es sufi­cien­te­men­te inten­so, es un jue­go de suma posi­ti­va don­de todos ganan, en mayor o menor medida.

¡Qué mal enca­ja este supues­to (ver­da­de­ro dog­ma de fe de la corrien­te aca­dé­mi­ca domi­nan­te) con lo acon­te­ci­do en las eco­no­mías euro­peas duran­te las últi­mas déca­das! Des­de que la doc­tri­na neo­li­be­ral, y la cons­te­la­ción de intere­ses que la encum­bró, se apo­de­ró de la agen­da polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca de la UE impo­nien­do su ley y su lógi­ca a dies­tro y sinies­tro (léa­se esto lite­ral­men­te) los sala­rios de la mayor par­te de los tra­ba­ja­do­res han ten­di­do hacia el estan­ca­mien­to y cuan­do han pro­gre­sa­do lo han hecho por deba­jo de la pro­duc­ti­vi­dad del tra­ba­jo. Tam­bién cobró cuer­po en ese perio­do la cate­go­ría de tra­ba­ja­do­res pobres, cues­tio­nan­do el man­tra mil veces repe­ti­do por las patro­na­les y los gobier­nos de turno (¡ay, tam­bién por los diri­gi­dos por par­ti­dos socia­lis­tas!) de que dis­po­ner de un empleo era un camino segu­ro para salir de la pobreza.

¿Por qué razón pen­sar que las cosas serán dis­tin­tas aho­ra? Todo lo con­tra­rio. Las con­di­cio­nes eco­nó­mi­cas, polí­ti­cas e ins­ti­tu­cio­na­les bene­fi­cian, mucho más que antes, al poder. La cri­sis y, por ser más pre­ci­so, la ges­tión que han hecho de la mis­ma las eli­tes polí­ti­cas y las oli­gar­quías indus­tria­les, comer­cia­les y finan­cie­ras (las dife­ren­cias entre unas y otras son cada vez más tenues, al tiem­po que las redes que arti­cu­lan sus intere­ses ganan en den­si­dad y opa­ci­dad) se han lle­va­do por delan­te los con­sen­sos y las ins­ti­tu­cio­nes que jus­ti­fi­ca­ban y hacían posi­ble las polí­ti­cas redistributivas.

Aquel pro­yec­to euro­peo que ope­ra­ba sobre la base de un ines­ta­ble y cre­cien­te­men­te debi­li­ta­do equi­li­brio entre las ins­ti­tu­cio­nes y los mer­ca­dos, entre el capi­tal y el tra­ba­jo for­ma par­te del pasa­do. Los años de cri­sis han sido el esce­na­rio de una ofen­si­va en toda regla lle­va­da a cabo des­de el poder eco­nó­mi­co y polí­ti­co des­ti­na­da a tras­la­dar a la pobla­ción los cos­tes de la mis­ma (obje­ti­vo inme­dia­to) y a refun­dar el capi­ta­lis­mo y el pro­pio pro­yec­to euro­peo, reor­ga­ni­zan­do y recom­po­nien­do las rela­cio­nes de poder en su exclu­si­vo bene­fi­cio (obje­ti­vo estratégico).

Ofen­si­va en todos los fren­tes, inclui­do el del len­gua­je. Con la habi­li­dad de los tri­le­ros más exper­tos, y con el ines­ti­ma­ble con­cur­so de los gran­des medios de comu­ni­ca­ción, se ha cola­do un diag­nós­ti­co tan erró­neo como intere­sa­do. Una cri­sis pro­vo­ca­da por la finan­cia­ri­za­ción de los pro­ce­sos eco­nó­mi­cos, los des­equi­li­brios pro­duc­ti­vos y comer­cia­les, la des­igual­dad y una unión mone­ta­ria las­tra­da des­de el comien­zo por los intere­ses de las gran­des poten­cias, la indus­tria finan­cie­ra y las gran­des cor­po­ra­cio­nes ha que­da­do con­ver­ti­da en una cri­sis atri­bui­da al des­go­bierno de las cuen­tas públi­cas y al exce­si­vo aumen­to de los cos­tes labo­ra­les. Nos han dado y nos con­ti­núan dan­do gato por liebre.

A par­tir de este diag­nós­ti­co que repar­te la res­pon­sa­bi­li­dad de la Gran Rece­sión entre el Esta­do y los sala­rios se ha cons­trui­do un rela­to con un len­gua­je pla­ga­do de luga­res comu­nes, sus­ten­ta­do en el cono­ci­do “hemos vivi­do por enci­ma de nues­tras posi­bi­li­da­des” para con­cluir en que, como con­se­cuen­cia de esta des­me­su­ra, toca­ba “apre­tar­se el cin­tu­rón”. La polí­ti­ca eco­nó­mi­ca segui­da ha sido la deri­va­da lógi­ca de ese diag­nós­ti­co y de ese rela­to per­ver­ti­do e intere­sa­do. Aho­ra bien, la mino­ría que ocu­pa­ba una posi­ción pri­vi­le­gia­da en la estruc­tu­ra social ha con­ti­nua­do dis­fru­tan­do, sin nin­gún sobre­sal­to, de ese esta­tus. Los ricos se han hecho más ricos, para ellos no ha habi­do austeridad.

Des­de las filas de la eco­no­mía crí­ti­ca a menu­do se pone el acen­to en el fra­ca­so del deno­mi­na­do “aus­te­ri­ci­dio”. Es ver­dad, no se han alcan­za­do bue­na par­te de los obje­ti­vos que jus­ti­fi­ca­ban las polí­ti­cas de rigor pre­su­pues­ta­rio y de deva­lua­ción sala­rial. Pero des­de otra pers­pec­ti­va, deci­si­va en mi opi­nión, esas polí­ti­cas han sido un éxi­to rotundo.

El triun­fo de un rela­to. El Esta­do ha que­da­do estig­ma­ti­za­do como inefi­cien­te fren­te a la racio­na­li­dad del mer­ca­do, la con­ten­ción sala­rial se ha legi­ti­ma­do en nom­bre de la crea­ción de empleo y del for­ta­le­ci­mien­to de las capa­ci­da­des com­pe­ti­ti­vas, y la esta­bi­li­dad pre­su­pues­ta­ria se ha con­ver­ti­do en un prin­ci­pio sacro­san­to de la polí­ti­ca económica.

Pero tam­bién el triun­fo de una estra­te­gia que ha con­sis­ti­do en el des­man­te­la­mien­to de los cimien­tos de los esta­dos de bien­es­tar y en la mer­can­ti­li­za­ción de espa­cios públi­cos que antes ope­ra­ban bajo la lógi­ca del inte­rés social; y el aumen­to de los már­ge­nes empre­sa­ria­les, por medio de la ero­sión de la nego­cia­ción colec­ti­va, la reduc­ción de los sala­rios nomi­na­les, la pro­lon­ga­ción de las jor­na­das labo­ra­les y la inten­si­fi­ca­ción de los rit­mos de trabajo,

La equi­dad social ha des­apa­re­ci­do de la agen­da polí­ti­ca, las ins­ti­tu­cio­nes con un per­fil más dis­tri­bu­ti­vo han sufri­do seve­ros recor­tes o han que­da­do vacia­das de con­te­ni­dos, las líneas rojas que pro­te­gían dere­chos socia­les y ciu­da­da­nos han deja­do de exis­tir y las capa­ci­da­des de nego­cia­ción y pre­sión de los tra­ba­ja­do­res han sido debilitadas.

En este esce­na­rio, en este cam­po de jue­go pro­fun­da­men­te des­ni­ve­la­do en bene­fi­cio de los pode­ro­sos, afir­mar que la reac­ti­va­ción de la eco­no­mía alcan­za­rá a la mayo­ría social es todo un brin­dis al sol.

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