En una entrevista concedida por Joao Pedro Stedile, dirigente del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, de Brasil, a Carlos Aznárez, director de la revista Resumen Latinoamericano, manifestó que América Latina se encuentra en un momento muy complejo.
«En la lucha política – aseguró Stedile – estamos viviendo tiempos donde el imperio gringo retoma la iniciativa para controlar los recursos naturales, los recursos energéticos como el petróleo, las hidroeléctricas, el gas, y las commodities de nuestra América Latina. Para cumplir ese objetivo, que es económico y geopolítico, ellos han retomado la ofensiva ideológica utilizando a su principal partido político que son los medios de “comunicación” de la burguesía y acorralando a los gobiernos de Venezuela, Brasil y Argentina» .
En lo que se refiere a las relaciones que el movimiento de los sin tierra (MST) mantiene con el gobierno de Dilma Rousseff, Stedile precisó que el movimiento que encabeza siempre ha defendido por principio que los movimientos populares tenían que ser autónomos del Estado, del gobierno, de la Iglesia, e incluso, de los partidos, «lo que para muchos militantes de izquierda es una herejía».
«Nosotros participamos como ciudadanos y como militantes en la campaña para su reelección porque era una disputa con la derecha. Pero cuando ganó y llegó al gobierno ella empezó a tomar medidas que embestían contra los intereses de los trabajadores y retomó politicas de ajuste liberal. A partir de ese momento, nosotros hemos sido los primeros en salir en público a criticar al gobierno y decírselo a Dilma incluso, de una manera muy transparente, cuando la invitamos para venir a un asentamiento del MST en el sur. Frente a ella hicimos las críticas a esa política económica que impulsó un Ministro de Hacienda que es neoliberal» .
Joao Pedro Stedile precisó más adelante que el MST no tiene ningún compromiso con esos ajustes neoliberales y que, además, le están exigiendo cambios al gobierno brasileño de Dilma Rousseff.
«Fue eso también lo que defendimos frente a los otros movimientos populares. Frente a la ofensiva de la derecha en las calles, nosotros no tenemos que acobardarnos, sino todo lo contrario. Las calles y las plazas deben ser el espacio privilegiado de las masas para hacer política porque es ahí donde podemos decir nuestras ideas, disputar en la sociedad lo que son políticas para todo el pueblo».
Su entrevistador, Carlos Aznárez, le planteó en un momento de la entrevista que los gobiernos progresistas latinoamericanos parecen buscar los votos de la izquierda y de los sectores populares, pero que cuando los consiguen giran hacia posiciones de abierta contradicción con el discurso original. «¿A qué cree que se debe eso? ¿A falta de voluntad política o existe en realidad un problema ideológico?», le inquirió el director de Resumen Latinoamericano.
Stedile contesta: «Un poquito de todo. Hay una conjugación de varios actores que se revelan en este periodo histórico. Primero, fue importante elegir esos gobiernos progresistas frente a las propuestas de la derecha neoliberal. Pero lo que pasó es que en casi toda Latinoamérica, con excepción de Venezuela y Bolivia, ganaron esos gobiernos pero sin el reaseguro del movimiento de masas. El pueblo sólo votó pero no se movilizó como una fuerza política.
«Hay un tercer factor - agrega el líder campesino brasileño‑, la izquierda no tenía un programa popular, de cambios populares, el único programa de la izquierda era antiliberal pero no uno propositivo como tuvimos después de la Segunda Guerra Mundial con el avance de las propuestas revolucionarias de las que resultó elegido un Salvador Allende o la Revolución Nicaragüense. Ahora la izquierda no ha logrado tener un programa que pudiera aglutinar a las masas y defenderlo como un programa de gobierno.
«Entonces, - prosigue Stedile- a cada pugna que aparece dentro del gobierno, éste se convierte en rehén de una correlación de fuerzas que es real y adversa, y además, a cada ofensiva de la derecha, van cediendo y cediendo. Nuestro rol como movimientos populares y como izquierda, es seguir haciendo un trabajo de base, movilizar a la gente, para hacer la disputa política en la calle, y en ese plano lograr una unidad programática que sirva para que en el próximo período se pueda tener un programa común de cambios que deriven en gobiernos populares y no en gobiernos de conciliación de clase, como está ocurriendo con el gobierno de Brasil» .