Con la últi­ma devo­lu­ción de rehe­nes la FARC mos­tra­ron su pode­río orga­ni­za­ti­vo y mili­tar- Emi­lio Marin

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​La Are­na- El pre­si­den­te Uri­be, furio­so con Tele­sur, fue igno­ra­do por el libe­ra­do Pablo Moncayo/​Álvaro Uri­be tuvo un mar­zo para el olvi­do. Se le frus­tró el ope­ra­ti­vo re-reelec­ción y enci­ma la gue­rri­lla pudo con­cre­tar la libe­ra­ción de dos de sus dete­ni­dos. Uri­be sólo sabe de gue­rras y bases de EE. UU. En abril de 2009 la jefa­tu­ra de las FARC anun­ció que en for­ma uni­la­te­ral entre­ga­ría a dos de sus rete­ni­dos, el sol­da­do Josué Daniel Cal­vo y el sar­gen­to Pablo Emi­lio Mon­ca­yo, así como los res­tos mor­ta­les del capi­tán de poli­cía Julián Gue­va­ra, falle­ci­do por una enfer­me­dad estan­do cautivo. 

Sin embar­go debie­ron trans­cu­rrir muchos meses, casi un año, para que se pudie­ra efec­ti­vi­zar ese ges­to huma­ni­ta­rio de los insur­gen­tes. El gobierno de Uri­be puso todos los obs­tácu­los posi­bles, tal como había hecho en libe­ra­cio­nes anteriores.

Hubo en ese tiem­po sobre­vue­los de avio­nes mili­ta­res en la zona de entre­ga de los rehe­nes a las comi­sio­nes inter­na­cio­na­les de la Cruz Roja Inter­na­cio­nal, la sena­do­ra libe­ral Pie­dad Cór­do­ba (de Colom­bia­nos por la Paz ) y otros faci­li­ta­do­res. Tam­bién exis­tie­ron en esas opor­tu­ni­da­des ope­ra­ti­vos del Ejér­ci­to, vio­lan­do su pro­me­sa de des­ac­ti­var sus movi­mien­tos de tro­pas mien­tras dura­se la fase de pues­ta en liber­tad de los cautivos.

Al final la pro­me­sa del coman­dan­te Alfon­so Cano, quien reem­pla­zó al falle­ci­do y míti­co Manuel Maru­lan­da Vélez en el pues­to de coman­do, se comen­zó a plas­mar. El 28 de mar­zo se hizo entre­ga del sol­da­do Cal­vo, que fue bus­ca­do en heli­cóp­te­ro des­de Villa­vi­cen­cio, depar­ta­men­to de Meta. Y el ope­ra­ti­vo cul­mi­nó dos días des­pués con el sar­gen­to Mon­ca­yo, siguien­do el mis­mo pro­ce­di­mien­to des­de Flo­ren­cia, Caque­tá. Ambos fue­ron libe­ra­dos y entre­ga­dos a la sena­do­ra Cór­do­ba y la Cruz Roja en zonas sel­vá­ti­cas y rura­les de ambos departamentos.

La entre­ga de los res­tos de Gue­va­ra no ha podi­do con­cre­tar­se aún; según los insur­gen­tes por­que los mili­ta­res patru­llan la zona don­de están ubi­ca­dos. (Los res­tos fue­ron entre­ga­dos lue­go de la rea­li­za­ción de ´la publi­ca­ción de este artícu­lo en la Arena)

El comu­ni­ca­do rebel­de, entre­ga­do a la direc­ti­va de «Colom­bia­nos por la Paz «, seña­la en su pun­to 4: «con este ges­to uni­la­te­ral, las FARC-EP con­si­de­ran que el camino que­da des­bro­za­do para e

inme­dia­to can­je de pri­sio­ne­ros de gue­rra como úni­ca for­ma via­ble, para que, sin menos­ca­bo de la inte­gri­dad físi­ca regre­sen a la liber­tad los pri­sio­ne­ros que están en la sel­va, lo mis­mo que los gue­rri­lle­ros pre­sos en las maz­mo­rras de Colom­bia y de los EE.UU. »

La orga­ni­za­ción polí­ti­co-mili­tar se ano­tó un poro­to con esta deci­sión huma­ni­ta­ria. Haber libe­ra­do a un sol­da­do muy joven y a un cabo ascen­di­do a sar­gen­to, en este caso lue­go de doce años de cau­ti­ve­rio, ha caí­do bien en la mayo­ría de la pobla­ción y en el extranjero.

Pero no se tra­ta sólo de mayor o menor sim­pa­tía con las dos libe­ra­cio­nes. Hay algo más: la gue­rri­lla pudo ope­rar, entre­gar sus pri­sio­ne­ros y reti­rar­se sin bajas en zonas de los depar­ta­men­tos de Meta y Caque­tá, prin­ci­pa­les esce­na­rios del «plan Colom­bia» finan­cia­do por Washing­ton, don­de hay cen­te­na­res de miles de efec­ti­vos ope­ran­do (las Fuer­zas Arma­das del país tie­nen 450.000 uni­da­des). Que en ese tea­tro de ope­ra­cio­nes, don­de tam­bién ope­ran 2.000 ase­so­res mili­ta­res nor­te­ame­ri­ca­nos, los hom­bres y muje­res de Cano hayan podi­do manio­brar como lo hicie­ron demues­tra que tie­nen allí bases de apo­yo y corre­do­res sufi­cien­tes. De otro modo no habría sido posi­ble el operativo.

Una gue­rri­lla

Los insur­gen­tes gana­ron varios pun­tos polí­ti­cos, lo que es impor­tan­te tenien­do en cuen­ta la cam­pa­ña de demo­ni­za­ción de la Casa pre­si­den­cial de Nari­ño y sus con­tro­lan­tes de Washing­ton. En esos ámbi­tos se los tra­ta de «terro­ris­tas» y «nar­co­gue­rri­lla».

El últi­mo mote se cae por su pro­pio peso debi­do a que Uri­be y los pre­si­den­tes que lo ante­ce­die­ron nun­ca pudie­ron com­pro­bar un solo caso de insur­gen­tes toma­dos «con las manos en la masa» de un kilo de cocaí­na. La capa­ci­dad tec­no­ló­gi­ca esta­dou­ni­den­se, que pudo guiar las bom­bas estra­té­gi­cas sobre el cam­pa­men­to pro­vi­so­rio don­de per­noc­ta­ba el segun­do al man­do de las FARC, Raúl Reyes, y aba­tir­lo en mar­zo de 2008, nun­ca mos­tró una foto de un gue­rri­lle­ro ven­dien­do un raviol de cocaína.

La acu­sa­ción de «terro­ris­tas» tam­bién fla­quea cuan­do la gue­rri­lla ofre­ce can­jear los pri­sio­ne­ros que obtu­vo en el fra­gor de com­ba­tes por sus pre­sos polí­ti­cos tor­tu­ra­dos y lue­go arrum­ba­dos en cár­ce­les de mala muerte.

Las FARC ata­ca­ron en 1997 un pues­to de tele­co­mu­ni­ca­cio­nes del Ejér­ci­to en el cerro Patas­coy, tuvie­ron bajas e impu­sie­ron las pro­pias al enemi­go. Y en esa acción cap­tu­ra­ron al enton­ces cabo Mon­ca­yo, lo cura­ron y lo tuvie­ron todo este tiem­po al aguar­do de que los suce­si­vos pre­si­den­tes (Sam­per, Pas­tra­na y Uri­be) acep­ta­ran el can­je humanitario.

O sea que la deten­ción del cabo no fue pro­duc­to de tor­tu­ras a su padre, el pro­fe­sor Mon­ca­yo, ni de la vio­la­ción de su madre o algu­na de sus her­ma­nas, etc, para lle­gar al dato de dón­de esta­ba el mili­tar. Fue una acción de gue­rra, de la lamen­ta­ble con­tien­da civil que desan­gra a Colom­bia por lo menos des­de 1964, cuan­do Maru­lan­da Vélez tuvo que orga­ni­zar la auto­de­fen­sa de los cam­pe­si­nos de Mar­que­ta­lia fren­te a los ope­ra­ti­vos mili­ta­res y latifundistas.

El rete­ni­do Mon­ca­yo no fue mal tra­ta­do en la sel­va. Debe haber vivi­do en durí­si­mas con­di­cio­nes, más o menos como las de los pro­pios insur­gen­tes. Pero su inte­gri­dad físi­ca fue res­pe­ta­da. Se dedu­ce de sus decla­ra­cio­nes en liber­tad, cuan­do varios cro­nis­tas al ser­vi­cio del gobierno que­rían espo­lear­lo para que hicie­ra denun­cias con­tra la guerrilla.

El ex rehén, que podría tener muchos moti­vos de ren­cor lue­go de pasar 12 años en la sel­va, mani­fes­tó: «creo que lo que yo pien­se de la gue­rri­lla de las FARC en nada va a cam­biar el rum­bo de la his­to­ria de Colom­bia. Sen­ci­lla­men­te exis­ten en Colom­bia, son una reali­dad, no se les pue­de negar por más que se quie­ra, por más que pare­cen invi­si­bles, pero ahí están».

En sín­te­sis, que hay una gue­rri­lla. Se pue­de estar total o par­cial­men­te en con­tra suya, pero no se debe men­tir dicien­do que es «nar­co­tra­fi­can­te» y res­pon­sa­ble de la vio­len­cia. Los para­mi­li­ta­res y nar­co­tra­fi­can­tes, alia­dos de Uri­be y gobier­nos ante­rio­res, han con­fe­sa­do 30.000 crímenes.


Uri­be cacheteado

Que nadie crea que los para­mi­li­ta­res y sus nexos con los par­ti­dos de dere­cha, sobre todo el uri­bis­mo, han ter­mi­na­do. En las recien­tes legis­la­ti­vas esos sec­to­res logra­ron un millón de votos y 23 sena­do­res nacio­na­les; serán árbi­tros en el Con­gre­so. Así lo reve­la el poli­tó­lo­go y direc­tor de la Cor­po­ra­ción Arco Iris, León Valen­cia, en un repor­ta­je con María Isa­bel Rue­da, de la redac­ción del oli­gár­qui­co dia­rio «El Tiem­po» de Bogotá.

Pre­gun­ta Rue­da: «¿Enton­ces, en su opi­nión la para­po­lí­ti­ca no se ha aca­ba­do en Colombia?».

Con­tes­ta Valen­cia: «No. Está viva. No bas­tó ni el foco que puso la aca­de­mia, ni el que puso la jus­ti­cia, ni el que pusie­ron los medios de comu­ni­ca­ción para erra­di­car la para­po­lí­ti­ca. En las pasa­das elec­cio­nes se repi­tió el fenó­meno. En el pró­xi­mo Con­gre­so habrá cer­ca de unos 22, 23 sena­do­res rela­cio­na­dos con la parapolítica».

La rela­ción de esos polí­ti­cos enri­que­ci­dos con mafias, crí­me­nes y dro­ga será un pro­ble­ma que debe­rá aten­der el can­di­da­to ofi­cia­lis­ta a la pre­si­den­cia, Juan Manuel San­tos, lue­go que Uri­be vie­ra frus­tra­da su re-reelección.

Eso sí, en los meses que le que­dan de man­da­to has­ta agos­to, cuan­do entre­gue el poder, el actual man­da­ta­rio ten­drá que dige­rir algu­nas derro­tas polí­ti­cas como la que aca­ba de impo­ner­le las FARC.

Y algo extra: Mon­ca­yo agra­de­ció a Dios, a la sena­do­ra Cór­do­ba, a la Cruz Roja , a su padre que tan­to cami­nó a favor de su liber­tad, y a los pre­si­den­tes de Vene­zue­la, Ecua­dor y Bra­sil. A Uri­be ni lo mencionó.

Fue una omi­sión deli­be­ra­da y explí­ci­ta, como para mar­car que en estos lar­gos años no se preo­cu­pó por su caso y el de los 22 mili­ta­res y poli­cías que que­dan rete­ni­dos en los cam­pa­men­tos rebeldes.

En vez de ter­mi­nar el pape­lón en for­ma rápi­da, el gobierno lo con­ti­nuó al cau­sar injus­ta­men­te a Tele­sur de haber esta­do en el lugar de la libe­ra­ción de Mon­ca­yo y de hacer supues­ta­men­te «apo­lo­gía» de los rebel­des. Esas fue­ron las acu­sa­cio­nes de Frank Pearl, que a des­pe­cho de su nom­bre y ape­lli­do no es repre­sen­tan­te del Coman­do Sur sino el Comi­sio­na­do de Paz del gobierno colombiano.

Tele­sur repli­có dicien­do que no tuvo nin­gu­na cáma­ra en el sitio, como ya lo habían acla­ra­do la sena­do­ra Cór­do­ba y mon­se­ñor Leo­nar­do Gómez. Había reci­bi­do las imá­ge­nes en su casi­lla de correo elec­tró­ni­co, en un mail don­de figu­ra­ban varios medios de comu­ni­ca­ción como des­ti­na­ta­rios. Y que tomó la deci­sión de dar a cono­cer esas imá­ge­nes, de 30 segun­dos, don­de se ve a Mon­ca­yo dia­lo­gan­do con los gue­rri­lle­ros antes y des­pués de la libe­ra­ción, por ape­go a «trans­mi­tir la infor­ma­ción de mane­ra veraz y oportuna».

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