inmediato canje de prisioneros de guerra como única forma viable, para que, sin menoscabo de la integridad física regresen a la libertad los prisioneros que están en la selva, lo mismo que los guerrilleros presos en las mazmorras de Colombia y de los EE.UU. »
La organización político-militar se anotó un poroto con esta decisión humanitaria. Haber liberado a un soldado muy joven y a un cabo ascendido a sargento, en este caso luego de doce años de cautiverio, ha caído bien en la mayoría de la población y en el extranjero.
Pero no se trata sólo de mayor o menor simpatía con las dos liberaciones. Hay algo más: la guerrilla pudo operar, entregar sus prisioneros y retirarse sin bajas en zonas de los departamentos de Meta y Caquetá, principales escenarios del «plan Colombia» financiado por Washington, donde hay centenares de miles de efectivos operando (las Fuerzas Armadas del país tienen 450.000 unidades). Que en ese teatro de operaciones, donde también operan 2.000 asesores militares norteamericanos, los hombres y mujeres de Cano hayan podido maniobrar como lo hicieron demuestra que tienen allí bases de apoyo y corredores suficientes. De otro modo no habría sido posible el operativo.
Una guerrilla
Los insurgentes ganaron varios puntos políticos, lo que es importante teniendo en cuenta la campaña de demonización de la Casa presidencial de Nariño y sus controlantes de Washington. En esos ámbitos se los trata de «terroristas» y «narcoguerrilla».
El último mote se cae por su propio peso debido a que Uribe y los presidentes que lo antecedieron nunca pudieron comprobar un solo caso de insurgentes tomados «con las manos en la masa» de un kilo de cocaína. La capacidad tecnológica estadounidense, que pudo guiar las bombas estratégicas sobre el campamento provisorio donde pernoctaba el segundo al mando de las FARC, Raúl Reyes, y abatirlo en marzo de 2008, nunca mostró una foto de un guerrillero vendiendo un raviol de cocaína.
La acusación de «terroristas» también flaquea cuando la guerrilla ofrece canjear los prisioneros que obtuvo en el fragor de combates por sus presos políticos torturados y luego arrumbados en cárceles de mala muerte.
Las FARC atacaron en 1997 un puesto de telecomunicaciones del Ejército en el cerro Patascoy, tuvieron bajas e impusieron las propias al enemigo. Y en esa acción capturaron al entonces cabo Moncayo, lo curaron y lo tuvieron todo este tiempo al aguardo de que los sucesivos presidentes (Samper, Pastrana y Uribe) aceptaran el canje humanitario.
O sea que la detención del cabo no fue producto de torturas a su padre, el profesor Moncayo, ni de la violación de su madre o alguna de sus hermanas, etc, para llegar al dato de dónde estaba el militar. Fue una acción de guerra, de la lamentable contienda civil que desangra a Colombia por lo menos desde 1964, cuando Marulanda Vélez tuvo que organizar la autodefensa de los campesinos de Marquetalia frente a los operativos militares y latifundistas.
El retenido Moncayo no fue mal tratado en la selva. Debe haber vivido en durísimas condiciones, más o menos como las de los propios insurgentes. Pero su integridad física fue respetada. Se deduce de sus declaraciones en libertad, cuando varios cronistas al servicio del gobierno querían espolearlo para que hiciera denuncias contra la guerrilla.
El ex rehén, que podría tener muchos motivos de rencor luego de pasar 12 años en la selva, manifestó: «creo que lo que yo piense de la guerrilla de las FARC en nada va a cambiar el rumbo de la historia de Colombia. Sencillamente existen en Colombia, son una realidad, no se les puede negar por más que se quiera, por más que parecen invisibles, pero ahí están».
En síntesis, que hay una guerrilla. Se puede estar total o parcialmente en contra suya, pero no se debe mentir diciendo que es «narcotraficante» y responsable de la violencia. Los paramilitares y narcotraficantes, aliados de Uribe y gobiernos anteriores, han confesado 30.000 crímenes.
Uribe cacheteado
Que nadie crea que los paramilitares y sus nexos con los partidos de derecha, sobre todo el uribismo, han terminado. En las recientes legislativas esos sectores lograron un millón de votos y 23 senadores nacionales; serán árbitros en el Congreso. Así lo revela el politólogo y director de la Corporación Arco Iris, León Valencia, en un reportaje con María Isabel Rueda, de la redacción del oligárquico diario «El Tiempo» de Bogotá.
Pregunta Rueda: «¿Entonces, en su opinión la parapolítica no se ha acabado en Colombia?».
Contesta Valencia: «No. Está viva. No bastó ni el foco que puso la academia, ni el que puso la justicia, ni el que pusieron los medios de comunicación para erradicar la parapolítica. En las pasadas elecciones se repitió el fenómeno. En el próximo Congreso habrá cerca de unos 22, 23 senadores relacionados con la parapolítica».
La relación de esos políticos enriquecidos con mafias, crímenes y droga será un problema que deberá atender el candidato oficialista a la presidencia, Juan Manuel Santos, luego que Uribe viera frustrada su re-reelección.
Eso sí, en los meses que le quedan de mandato hasta agosto, cuando entregue el poder, el actual mandatario tendrá que digerir algunas derrotas políticas como la que acaba de imponerle las FARC.
Y algo extra: Moncayo agradeció a Dios, a la senadora Córdoba, a la Cruz Roja , a su padre que tanto caminó a favor de su libertad, y a los presidentes de Venezuela, Ecuador y Brasil. A Uribe ni lo mencionó.
Fue una omisión deliberada y explícita, como para marcar que en estos largos años no se preocupó por su caso y el de los 22 militares y policías que quedan retenidos en los campamentos rebeldes.
En vez de terminar el papelón en forma rápida, el gobierno lo continuó al causar injustamente a Telesur de haber estado en el lugar de la liberación de Moncayo y de hacer supuestamente «apología» de los rebeldes. Esas fueron las acusaciones de Frank Pearl, que a despecho de su nombre y apellido no es representante del Comando Sur sino el Comisionado de Paz del gobierno colombiano.
Telesur replicó diciendo que no tuvo ninguna cámara en el sitio, como ya lo habían aclarado la senadora Córdoba y monseñor Leonardo Gómez. Había recibido las imágenes en su casilla de correo electrónico, en un mail donde figuraban varios medios de comunicación como destinatarios. Y que tomó la decisión de dar a conocer esas imágenes, de 30 segundos, donde se ve a Moncayo dialogando con los guerrilleros antes y después de la liberación, por apego a «transmitir la información de manera veraz y oportuna».
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