No se trata de una hipótesis extraída del surrealismo: La Casa Blanca convocó a los pulpos armamentistas que contratan con el Pentágono (los grandes comerciantes de la guerra) para afianzar y extender el «sistema democrático» en las zonas más pobres del planeta. Si creíste verlo todo, el Imperio y el capitalismo todavía te tienen reservadas algunas sorpresas.
Por Manuel Freytas (*)
manuefreytas@iarnoticias.com
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En un artículo publicado esta semana, The Wall Street Journal señala que el Pentágono y el Departamento de Estado acuden ahora a los contratistas de defensa para consolidar el «sistema democrático» y promover la estabilidad política en países de alto riesgo (países pobres en conflicto).
De esta manera, los grandes contratistas del Pentágono, además de hegemonizar los contratos de ventas de armas a nivel mundial, ahora podrán participar de proyectos civiles para desactivar «potenciales crisis» que afecten a la gobernabilidad democrática, con programas tan simples como la asesoría de abogados o clases de reparación de autos, señala el Journal.
Según el diario, la Casa Blanca contrató a Lockheed Martin (primer vendedor de armas del mundo) para poner a prueba un principio cada vez más extendido de su política de seguridad.
Este principio ‑subraya- conocido como «poder blando» (la democracia) , mezcla el poderío militar con operaciones destinadas a mejorar la estabilidad política y la influencia estadounidense en rincones del mundo como Liberia.
Lockheed Martin Corp. se convirtió en el contratista de defensa número uno de Estados Unidos a través de la venta de armamento sofisticado como el avión de combate F‑35 Joint Strike Fighter.
Su última contribución al arsenal estadounidense: la capacitación de fiscales en el Ministerio de Justicia de Liberia.
De acuerdo con el Journal, Washington teme que las naciones afectadas por la pobreza y las pugnas políticas provoquen conflictos regionales y fomenten las organizaciones «terroristas».
El secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, afirma que el problema que plantean los estados fallidos «es de muchas formas el desafío ideológico y de seguridad de nuestra era».
Las firmas de defensa están ansiosas de «ayudar», señala el Journal.
«La definición de seguridad global está cambiando», según el presidente de Lockheed Martin, Robert Stevens. El ejecutivo quiere que el fabricante de los aviones de combate más avanzados de la Fuerza Aérea se convierta en un factor clave en la campaña estadounidense para usar medios económicos y políticos para alinear a países con los intereses estratégicos de Washington y el «proyecto democracia» a escala planetaria.
Lockheed es uno de los fabricantes de equipos militares que espera participar en la licitación de un contrato del Departamento de Estado para apoyar «programas internacionales de desarrollo en el sector del derecho penal», cuyo valor podría alcanzar los US$30.000 millones para un período de cinco años.
Liberia ‑señala el Journal- es una prueba de fuego para determinar si Lockheed está capacitada para este «nuevo rol» de los contratistas de defensa.
El país africano emergió en 2003 de dos décadas de intermitente guerra civil. Fue entonces cuando BAE, una subsidiaria de Lockheed, así como DynCorp, empezaron a «reconstruir» y a vender armas a las fuerzas militares de ese país en nombre del gobierno estadounidense. Su presidenta, Ellen Johnson Sirleaf, ha estado fomentando una relación sólida con la Casa Blanca desde que asumió el cargo en 2006.
Northrop Grumman Co., el tercer mayor contratista de defensa de EEUU después de Lockheed y Boeing, entrenó a soldados senegaleses en «misiones de paz» sobre los aspectos legales de los «derechos humanos».
En enero, DynCorp International Inc. compró Casals & Associates Inc., una firma especializada en fomentar los sistemas jurídicos y de salud pública en «países en desarrollo» (léase países pobres).
La adquisición «fortalece nuestra alineación con el énfasis del gobierno de Barack Obama en el uso del “poder inteligente” para los desafíos globales», dijo el presidente ejecutivo de DynCorp, William Ballhaus, al anunciar el acuerdo.
En 2008, el contratista de servicios y tecnología militar L‑3 Communications Holdings Inc. adquirió International Resources Group Ltd., compañía que trabaja en proyectos de desarrollo económico, de energía y otros en decenas de «países en desarrollo».
Otro gigante del sector, BAE Systems Inc., ha proporcionado antropólogos para que acompañen a soldados estadounidenses en Irak y Afganistán y los «ayuden a entender las culturas locales».
BAE dice que está buscando más contratos «de poder inteligente» en África, el continente adonde se dirige la mayoría de estos programas de «afianzamiento de la democracia» .
En resumen, la extraña asociación entre las armas y la «democracia» implementada por Washington nos remite a una parábola: Los «derechos humanos», la «paz» y la «democracia» se imponen a punta de bayoneta.
Es la sustancia matriz del «poder blando» y el «poder duro».
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Estrategias convergentes
Desde hace más de 20 años, la democracia de mercado (el «poder blando») convive con los arsenales nucleares militares de EEUU y las potencias imperialistas (el «poder duro»).
Se trata de una estrategia de «dos caras» orientada a preservar el dominio geopolítico y militar global del sistema capitalista, tanto por vías de la «persuasión» como por vías del poder armado.
La estrategia del control político y social por medios militares (de las dictaduras militares de la doctrina de «seguridad nacional»), fue sustituida gradualmente por administraciones civiles, poderes ejecutivos, parlamentos y cortes de justicia totalmente maleables a los intereses y objetivos de los bancos y las trasnacionales capitalistas en en las áreas dependientes de Asia, Africa y América Latina.
El término «poder blando» (soft power) fue acuñado por el profesor de la Universidad de Harvard Joseph Nye, en su libro de 1990 Bound to Lead: The Changing Nature of American Power, que luego desarrollaría en 2004 en Soft Power: The Means to Success in World Politics.
El valor del término como teoría política, ha sido aceptado por un amplio abanico de analistas del sistema capitalista para diferenciar el poder sutil de las ideas y de la diplomacia expresadas en «democracia» frente a formas más violentas del llamado «poder duro» expresado en la acción militar del dominio o la conquista, o en la acción coercitiva de la presión económica.
Nye es autor de un famoso libro llamado «La paradoja del poder americano», cuya tesis fundamental es no negar el rol hegemónico de EEUU, pero afirmar que éste debe ser ejercido usando sus recursos culturales, económicos, de cooperación, diplomáticos (poder blando),y no tanto sus recursos militares (poder duro).
En resumen, la teoría «dualista» de Nye propone cambiar la imagen «militarista» del imperio estadounidense por un rostro mucho más amable y conciliador, y de esa manera conseguir que el mundo camine de acuerdo a sus intereses pero utilizando la persuasión y no la fuerza como estrategia de dominio.
De alguna manera, la teoría de Nye abrevó en la propia estrategia del Departamento de Estado de EEUU que en la década del 80 ya había lanzado en América Latina el «Proyecto Democracia», acuñado por los estrategas de la Comisión Trilateral fundada por David Rockefeller y liderada intelectualmente por Zbigniew Brezezinsky.
El «proyecto Democracia», o el «poder blando», encarnado en ideales «liberales» fue presentado como alternativa sustitutiva (o complementaria) del «poder duro» militarista encarnado por los halcones conservadores del viejo Estado Nacional norteamericano.
De esta manera, en América Latina, por ejemplo, la democracia de mercado norteamericana convive con la cadena de bases y la Cuarta Flota cuya misión es preservar la hegemonía militar norteamericana en la región y rodear las grandes fuentes de energía, agua potable y biodiversidad que un futuro podrán asegurar la supervivencia del Imperio USA.
Con la «guerra contraterrorista» como hipótesis de conflicto continental, el Comando Sur sitúa un teatro de operaciones con el «poder duro» e intervención militar desde Centroamérica hasta el Cono Sur.
La democracia con elecciones periódicas (el «poder blando») no es incompatible con la estrategia de la «guerra contraterrorista» que nuclea a ejércitos y policías regionales en adiestramientos y ejercicios en toda América Latina.
Mediante los acuerdos de cooperación con los gobiernos regionales las corporaciones del Complejo Militar norteamericano venden armas y sistemas de vigilancia y espionaje, y brindan permiso para la instalación de bases militares estadounidenses desde Centroamérica y el Caribe, hasta el Sistema Andino y el Cono Sur.
De esta manera, lo que en la década del 90 Nye presentó como «nueva teoría política» (el «poder blando»), ya estaba plasmado como estrategia alternativa en la realidad geopolítica del dominio del imperio norteamericano en todo el planeta.
En este universo del «poder blando» como estrategia de dominio imperial, la estructura económico-productiva del país dominado se controla con el aparato económico trasnacional presentado como si fuera una «economía nacional». .
La «gobernabilidad» del país sometido ya no se controla con el gobierno militar, sino con el gobierno político que diseña periódicamente las «elecciones democráticas» para elegir la nueva administración del Estado privado capitalista.
El control político y social ya no se realiza con el aparato militar, sino con el aparato de la información que moldea y manipula los cerebros de acuerdo a los intereses consumistas de los bancos y trasnacionales que controlan la estructura económica-productiva de los países sometidos.
La imposición sutil de los valores y parámetros de conducta social (adecuados a los intereses de mercado de las trasnacionales) está a cargo del aparato publicitario y del aparato cultural, que legitiman y otorgan escala de prestigio a la «ideología del consumo» capitalista vigente y presentada como modelo a imitar.
Ese sueño del control con el «poder blando» , que los bancos y las trasnacionales imperiales no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes militares diseñados en el Departamento de Estado, empezó a cumplirse con la aceptación pasiva del sistema capitalista como «única alternativa».
La aplicación del dominio con el «poder blando» (con el «poder duro» como reserva) solo pudo ser factible a partir de la globalización y nivelación del sistema capitalista como «mundo único».
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.