En Euskal Herria existen dos tipos de locales que son los que más me gustan. Las herriko tabernas y los gaztetxes. En realidad tienen cosas en común, no en el sentido garzoniano, claro está. Ambos lugares son un centro de encuentro donde se conjuga lucha, cultura así como ocio y diversión. También comparten la otra cara de la moneda. Pues no han sido pocos los gaztetxes atacados, desalojados o destruidos, e igualmente las herrikos han sido criminalizadas y perseguidas desde el mismo momento de su nacimiento.
No sería posible entender la historia reciente social y política de Euskal Herria sin todo lo que suponen las herriko tabernas. Y eso también supone que ni siquiera se pueda entender la trayectoria vital de miles y miles de personas.
Fue en una herriko donde me di el primer beso, también donde recibí la primera ostia de la txakurrada. No ha habido otro lugar donde haya tenido las discusiones más apasionadas y encendidas. Ya sea en los mayores momentos de tristeza o de alegría, la herriko siempre ha sido el nexo de todo ello. En una herriko aprendí por primera vez la verdadera esencia de los cuerpos policiales, en esos silencios que parece que se podían cortar con un cuchillo cuando entraban con todo las fuerzas de ocupación. Tengo grabado el puñetazo cobarde que un beltza propinó a una trabajadora de una herriko cuando pedía explicaciones ante el asalto armado de la sede. También el sonido de los culatazos intentando derribar puertas o simplemente meter miedo. Pelotazos a bocajarro en su interior. Manifestaciones de marabuntas fascistas de lazo azul. También mucho trabajo, mucho debate, muchas conversaciones donde se aprende mucho de viejos y jóvenes comprometidos con este país, y en definitiva un lugar donde vehiculizar las ganas de luchar por Euskal Herria. Podría seguir y no acabaría.
Los gaztetxes han sobrevivido en el tiempo por dos lemas tan simples como profundos. “gaztetxeak defendatuko ditugu”(Defenderemos los gaztetxes) y “Un desalojo otra ocupación”. Extrapolaciones del conocido poema de Gabriel Aresti “Nire amaren etxea defendituko dut”.
Las herrikos también han salido adelante por algo parecido. Pues ha sido el pueblo trabajador desde su base el que ha propiciado que así lo sea. Y no por las intrigas que se montan en los juzgados españoles para perseguir opciones políticas en su tarea de sustentar la opresión nacional y social.
Más allá del enorme sentido político de la última sentencia del tribunal de orden público franquista renombrado en audiencia nacional española que condena con tremenda injusticia a numerosas personas e intenta llevar a cabo el robo al pueblo de decenas y decenas de locales, el ataque está dirigido a lo más profundo de todos los militantes y simpatizantes de una Euskal Herria libre. Está dirigido a sus anhelos, sueños, vivencias e historia. Mientras uno o una de nosotras esté viva no podrán de un plumazo hacer desaparecer todo ello.
El estado sigue en guerra contra Euskal Herria y no se pueden cambiar en falso las agujas del reloj para indicar que un tiempo que no ha llegado aún lo haya hecho. Toca defender lo nuestro que es de todos y todas, y mediante la lucha dejar atrás el tiempo oscuro de la opresión nacional y social a Euskal Herria.
Decía al principio que dos tipos de locales son los que más me gustan. También ha habido un partido que ha sido el que más me ha gustado, precisamente el mismo que ese tribunal que no tiene ninguna legitimidad para juzgar a militantes vascos ha juzgado. Ese partido y todos los que han sido militantes a lo largo de la historia no se merecen una falsa, injusta y prefabricada condena sino el reconocimiento de las clases populares por haber sido el que mejor ha defendido sus derechos e intereses en las instituciones y cuando así lo ha requerido o le han obligado a ello desde fuera de ellas.
No sería posible entender la historia reciente social y política de Euskal Herria sin todo lo que suponen las herriko tabernas. Y eso también supone que ni siquiera se pueda entender la trayectoria vital de miles y miles de personas.
Fue en una herriko donde me di el primer beso, también donde recibí la primera ostia de la txakurrada. No ha habido otro lugar donde haya tenido las discusiones más apasionadas y encendidas. Ya sea en los mayores momentos de tristeza o de alegría, la herriko siempre ha sido el nexo de todo ello. En una herriko aprendí por primera vez la verdadera esencia de los cuerpos policiales, en esos silencios que parece que se podían cortar con un cuchillo cuando entraban con todo las fuerzas de ocupación. Tengo grabado el puñetazo cobarde que un beltza propinó a una trabajadora de una herriko cuando pedía explicaciones ante el asalto armado de la sede. También el sonido de los culatazos intentando derribar puertas o simplemente meter miedo. Pelotazos a bocajarro en su interior. Manifestaciones de marabuntas fascistas de lazo azul. También mucho trabajo, mucho debate, muchas conversaciones donde se aprende mucho de viejos y jóvenes comprometidos con este país, y en definitiva un lugar donde vehiculizar las ganas de luchar por Euskal Herria. Podría seguir y no acabaría.
Los gaztetxes han sobrevivido en el tiempo por dos lemas tan simples como profundos. “gaztetxeak defendatuko ditugu”(Defenderemos los gaztetxes) y “Un desalojo otra ocupación”. Extrapolaciones del conocido poema de Gabriel Aresti “Nire amaren etxea defendituko dut”.
Las herrikos también han salido adelante por algo parecido. Pues ha sido el pueblo trabajador desde su base el que ha propiciado que así lo sea. Y no por las intrigas que se montan en los juzgados españoles para perseguir opciones políticas en su tarea de sustentar la opresión nacional y social.
Más allá del enorme sentido político de la última sentencia del tribunal de orden público franquista renombrado en audiencia nacional española que condena con tremenda injusticia a numerosas personas e intenta llevar a cabo el robo al pueblo de decenas y decenas de locales, el ataque está dirigido a lo más profundo de todos los militantes y simpatizantes de una Euskal Herria libre. Está dirigido a sus anhelos, sueños, vivencias e historia. Mientras uno o una de nosotras esté viva no podrán de un plumazo hacer desaparecer todo ello.
El estado sigue en guerra contra Euskal Herria y no se pueden cambiar en falso las agujas del reloj para indicar que un tiempo que no ha llegado aún lo haya hecho. Toca defender lo nuestro que es de todos y todas, y mediante la lucha dejar atrás el tiempo oscuro de la opresión nacional y social a Euskal Herria.
Decía al principio que dos tipos de locales son los que más me gustan. También ha habido un partido que ha sido el que más me ha gustado, precisamente el mismo que ese tribunal que no tiene ninguna legitimidad para juzgar a militantes vascos ha juzgado. Ese partido y todos los que han sido militantes a lo largo de la historia no se merecen una falsa, injusta y prefabricada condena sino el reconocimiento de las clases populares por haber sido el que mejor ha defendido sus derechos e intereses en las instituciones y cuando así lo ha requerido o le han obligado a ello desde fuera de ellas.