Lo del imperio de la ley, el Estado de Derecho y tantas otras cantinelas que se oyen a todas horas en boca de los políticos del momento no es algo nuevo ni posconstitucional. Ya en tiempos del egregio Caudillo se había inventado la democracia orgánica, y a lo que ahora se llama Constitución le llamaban Fuero de los Españoles. El aparato de propaganda del régimen repetía una y otra vez que todo cuanto acontecía en el panorama político se ajustaba a la legislación vigente, nacida del autodenominado Nuevo Régimen surgido del golpe de estado de 1936.
Para que los escolares y universitarios nos formáramos en los principios políticos emanados del glorioso Alzamiento, se incluía en los planes de estudio una asignatura llamada Formación del Espíritu Nacional, vulgarmente conocida como «la Política», que abarcaba temas tan apasionantes para nosotros, entonces jóvenes, como la esencia de lo español, lo antiespañol en la historia o el Movimiento Nacional como esfuerzo para la recuperación de lo español. El profesorado de la materia era seleccionado por sus cualidades intrínsecas para impartir la materia. En el caso concreto de nuestro colegio, el elegido dirigía los campamentos de verano que organizaba la OJE, sección juvenil de la Falange, y hasta podía vérsele en el NODO junto al Generalísimo cuando éste recibía el caluroso homenaje de los jóvenes vascos y, por ello, doblemente españoles. Como todo quedó atado y bien atado, el maestro en cuestión alcanzó un notorio éxito en las instituciones posfranquistas, ocupando puestos de alta responsabilidad, y no sólo eso, sino que se permitía escribir artículos de prensa en los que pontificaba sobre las esencias de la democracia y el trato a dar a los disidentes. La política, junto a la Gimnasia que nos impartía un militar, y la Religión eran lo que los estudiantes llamábamos las tres marías, porque se suponía que eran más fáciles de aprobar, pero había que andar con ojo con las objeciones de conciencia, porque eran oficialmente materias que, como las demás, había que aprobar para pasar de curso.
El tiempo pasó, Franco murió en la cama y había que pintar la fachada, por lo que la FEN desapareció de los planes de estudio. Y, hete aquí que, 35 años después de la muerte del inspirador de la asignatura, se están tramitando leyes para su exclusiva aplicación en Euskal Herria y, con nombres diferentes pero con idéntica finalidad, quieren imponer en los centros educativos planes de convivencia democrática que pretenden obligar a los escolares a que participen, entre otras cosas, en elaborar un plan de la memoria, muy frágil, por cierto, y muy selectiva, porque sólo incluye a las víctimas de ETA, pero no a las del GAL, Triple A, Batallón Vasco Español.… o a las que quedaron esparcidas como despojos por el criminal actuar de los cuneteros.
No es bueno volver a las andadas, y menos cuando son producto de los alambiques de las destilerías del odio.