El día del Aberri Eguna dos abigarradas columnas avanzaron desde Iparralde y Hegoalde hasta fundirse en una entusiasta multitud. Dejando a un lado pretextos cicateros, la Vasconia más viva se puso en marcha
Desde estas líneas, expreso mi simpatía para con los «abanderados de Navarra». Personas anónimas que, en las grandes movilizaciones, suelen mantener enhiesto tan conocido y evocatorio pendón. Su gesto tenaz invita a mirar a la multitud reunida como expresión de un Estado que pugna por seguir existiendo. Alentado por estas vivencias, publiqué en 2005 una columnilla como ésta que titulé «El Estado navarro avanza». Aquel texto me acarreó gruesas descalificaciones. A mis detractores ‑según decían- no les preocupaba la escasa fuerza de mis razones, sino el deterioro de mi sesera. Daban por hecho que, como a don Quijote, se me había secado el cerebro y les horrorizaba mi condición de educador: «¡Pobres criaturas encomendadas al cuidado de ese lunático!».
Han pasado cinco años y muchos avatares. Sospecho que quienes entonces se alborotaron padecerán ahora de congoja y colerín. Han podido comprobar que mis palabras no eran los desvaríos de un iluso, sino la expresión de una conciencia cada vez más extendida. Todos los años, a finales de junio, una nutrida representación vasca acude al monumento recordatorio de la batalla de Noain; reafirma la historia que quedó malparada en aquellos parajes y la voluntad de darle continuidad. Va para dos años que se constituyó la Comisión 1512 – 2012, Nafarroa Bizirik, iniciativa popular que despierta conciencias para que el 500 aniversario de nuestra conquista no sea presentado ‑obsesión institucional- como un amistoso acuerdo entre iguales. El 28 de junio de 2008, la Comisión se convirtió en una colorista comitiva que, bajo un sol de fuego, hizo su entrada en la Plaza del Castillo de Iruñea. Meses más tarde, reunió a una multitud de los siete herrialdes en Amaiur; otro símbolo de la resistencia navarra a la violenta conquista castellana. Dicha iniciativa ha publicado un librito de agradable presentación y fácil lectura: «500 años de conquista. La memoria que no pudieron destruir». Ya ocupa un espacio en muchas mesillas vascas, pero sería saludable que estuviera en todas. A modo de curiosidad, dicho material ha sido promovido por ayuntamientos del Estado navarro como Azkoitia, Baztan, Berriz, Berriozar, Burguete, Elorrio, Eskoriatza, Hernani, Leitza, Usurbil, Villatuerta.… No acaban ahí los quebrantos de mis detractores. El 22 de enero de este año se presentó en Iruñea la Comisión Soberanista de Navarra. Conformada por personas de los distintos territorios de Euskal Herria, Considera innecesaria la creación de un estado propio porque ya lo tenemos; está de más la autodeterminación cuando nos asiste la independencia; ha recurrido al Comité de Descolonización de la ONU para que Francia y España devuelvan los territorios que ocupan y la soberanía que nos confiscaron.
El día del Aberri Eguna dos abigarradas columnas avanzaron desde Iparralde y Hegoalde hasta fundirse en una entusiasta multitud. Dejando a un lado pretextos cicateros, la Vasconia más viva se puso en marcha. A quienes se reencontraban les unía un mismo sentimiento: se consideraban nación y ‑al grito de independentzia- reclamaban su estado.