Hablan en los medios de nuevo de las dos Españas. No sé si alguna vez existieron o es un latiguillo que así como la «guerra fraticida» se saca a orear de vez en cuando. Lo que sí sé es que hubo un país avanzado socialmente en el que las y los trabajadores perseguían la utopía, porque era lo único que se les mostraba concreto y deseable para sus vidas.
Sin embargo, ahora sí veo dos Españas: el fascismo más reaccionario y la supuesta izquierda más carca y humillante. La primera por lo menos es consecuente, se mantiene en sus trece y sigue por el mismo camino que trillaba en el 36. Cuando pienso en la otra, me siento agradecida de que ningún antepasado pueda levantar la cabeza. Miro al año 31, veo la efervescencia, las ganas, la ilusión que debió traer ese momento, imaginaos a la gente celebrando en las calles que lograron destronar a un Borbón… para que ahora esta gentucilla jalee y aplauda con las orejas a su sucesor.
Les diría, siendo yo del país vecino, que me da pena por internacionalismo proletario, pero claro, como esta «izquierda» no ha olido un texto de Lenin ni a 100 kilómetros, tendré que decirles que me da pena en lo personal, por tener mis raíces en su país. Por eso les dedico estas letras en su idioma, que también es mío. Me da pena que se haya convertido en un zoológico casposo y rastrero, me da pena no tener nada a lo que agarrarme para poder sentir un mínimo de cariño.
Defienden ahora a Garzón, un señor tristemente demasiado conocido en nuestro pueblo, la sola mención de cuyo nombre causa escalofríos. Menos mal que Jiménez Villarejo salió en su ayuda en el acto encabezado por UGT y CCOO y, por lo menos, dijo lo que otra gente no puede decir: que hay jueces cómplices de torturas. No Garzón, por supuesto. Garzón es todo un defensor de los derechos humanos. ¿Quién me iba a decir que el adalid, el salvador, que me nos iba a resarcir de los crímenes del franquismo iba a ser Garzón? ¿Quién me iba a decir que esta nueva garzonada, bien orquestada para seguir aupándole en su altar de superstar, me iba a tocar de cerca, como afectada directa que soy?
Aparecer ante el mundo como el súmmum de la democracia es realmente sencillo cuando se imaginan cárceles de exterminio, torturas, crueles venganzas políticas del siglo pasado. ¿Hombres armados irrumpiendo en casas a altas horas de la madrugada, caras abotargadas después de pasar días interminables en comisaría, miles de vidas desechas en el siglo XXI? Tendremos que esperar 70 años para que por lo menos sea reconocido por quienes han callado, callan y otorgan.
Cree la pseudo-progresía que expía su legitimación tácita o explícita del presente con sus protestas por el pasado, un pasado que, también sea dicho, no les interesa recordar. Pues bien, les recordaré a los que se autoproclaman socialistas que la Segunda Internacional, además de instituir el Primero de Mayo ‑que siguen celebrando- y el himno «La Internacional» ‑que siguen cantando‑, en su Congreso de Londres declaró que «está a favor del derecho completo a la autodeterminación de todas las naciones». Qué desgracia para nosotros que estos sociolistos hayan olvidado este último punto.