[Traducido para la Haine por Pável Blanco Cabrera] :: Chávez faltó el respeto a las organizaciones revolucionarias que combaten al Estado neofascista colombiano
Súbitamente en Washington, Londres y Paris, una lluvia de elogios cayó sobre Colombia. Un Estado policial, neofascista, con máscara de democracia, surgió en los titulares de los periódicos de referencia y en el discurso de los estadistas de Occidente como modelo para América Latina.
Álvaro Uribe, el presidente que terminó su segundo mandato, fue nombrado co-presidente de la comisión internacional creada por la ONU para llevar adelante la investigación sobre el ataque israelita a la Flotilla de la Libertad. Simultáneamente, la prestigiada universidad de Georgetown, en Washington, lo invitó para dirigir, como catedrático, un curso de formación de dirigentes políticos.
En la posesión de Juan Manuel Santos (JMS), su sucesor, comparecieron 16 jefes de Estado, en la mayoría de América Latina. No faltó el príncipe heredero de España. Durante días el nuevo presidente fue saludado por los grandes medios occidentales como un talentoso político democrático con un proyecto innovador, decidido a imprimir a Colombia una orientación diferente de la uribista, introduciendo en el país reformas profundas.
Todos eran conscientes de que mentían. El discurso de Santos es diferente, pero la política de terrorismo de estado va a proseguir bajo los aplausos de la oligarquía más reaccionaria de América Latina y de los EEUU. Para la Casa Blanca la Colombia actual es una democracia casi ejemplar. El presidente también fue saludado con particular entusiasmo por Israel, intimo aliado.
Una hipocresía inocultable fue el denominador común en la apología del heredero de Uribe por los príncipes del capital. De repente simularon olvidar el currículo de Juan Manuel Santos (1). El sucesor de Uribe es un aventurero de la política y un criminal cuyas palabras mansas esconden un pasado tenebroso.
JMS fue el principal responsable, como ministro de Defensa, del ataque pirata de la fuerza aérea y del ejército colombiano al campamento de Sucumbíos en Ecuador, realizado con la complicidad del Pentágono, de la CIA y del Mossad israelita el 1 de Marzo del 2008. En ese bombardeo murieron el comandante Raúl Reyes, responsable de Relaciones Exteriores de las FARC, dos decenas de combatientes de la organización revolucionaria y cuatro jóvenes mexicanos que ahí se encontraban.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, respondió al acto de barbarie rompiendo relaciones con el gobierno de Bogotá y la justicia ecuatoriana exigió la extradición de Juan Manuel Santos para ser juzgado como primer responsable por el crimen. El proceso no siguió adelante porque Uribe alegó incompetencia del tribunal de Ecuador para juzgar a su ministro.
Transcurrido un año, tuve la oportunidad de hablar en Caracas con un joven mexicano que estuvo en el bombardeo y el posterior descenso en el campamento de tropas aerotransportadas. No olvido el relato que él hizo de la matanza de los guerrilleros heridos, que habían sobrevivido al bombardeo. Contrariamente a los que los medios informaron, murieron combatiendo.
El proceso fue ahora archivado porque, siendo jefe de Estado, JMS goza de impunidad, pero juzgo útil recordar que él se enorgullece de haber sido el autor intelectual de la masacre de Sucumbíos.
El objetivo: las FARC-EP
De los presidentes de México, Perú, Chile eran esperados los homenajes a Santos. Pero, extrañamente, presidentes como Lula, Cristina Kirchner, Mauricio Funes y Fernando Lugo no solamente se adhirieron al coro de elogios sino que manifestaron su apoyo a la llamada política de “seguridad democrática” iniciada por Uribe y cuya continuidad fue defendida por el nuevo presidente.
Más aún, aprovecharon la oportunidad para criticar a las organizaciones insurgentes al sugerir que las FARC-EP y el ELN abandonen la lucha y se integren al sistema, aceptando dialogar con Santos en las bases por este definidas.
Particularmente inesperada fue la posición asumida por Hugo Chávez. El presidente de Venezuela se trasladó a Santa Marta, en el Caribe Colombiano, y, en la casa donde Bolívar falleció, intercambió abrazos con Santos, firmó acuerdos y asumió compromisos que por la forma y contenido son chocantes. Se comprende que Chávez pretenda normalizar las relaciones con Colombia después de la ruptura resultante de la última provocación de Uribe. (2) Pero usó un lenguaje muy infeliz al referirse a las organizaciones revolucionarias que combaten al Estado neofascista colombiano, sugiriendo en la práctica que se sometan a las exigencias de JMS. Coloco a las FARC-EP y al ELN en el mismo plano que las bandas criminales del paramilitarismo y los carteles del narcotráfico.
Las FARC han afirmado repetidamente su disposición para dialogar con el gobierno sobre la necesidad de paz en el país. ¿Pero cuál es el concepto de dialogo de Santos, exhaustivamente expuesto durante la campaña electoral y en su discurso de posesión?
Tres son sus condiciones para el dialogo con las FARC: Deposición previa de las armas; liberación inmediata de todos los presos en su poder; y “renuncia al narcotráfico”.
¿Qué significan esas exigencias? Que Santos no quiere dialogar; exige, sin decirlo expresamente, la capitulación incondicional de las FARC-EP. Si la guerrilla depusiese las armas previamente, quedaría a merced del poder oligárquico.
Cabe recordar el genocidio político de los años 80. En Marzo de 1984 las FARC aceptaron la propuesta del presidente Belisario Betancourt para luchar en el cuadro de las instituciones, llamadas democráticas, renunciando a la lucha armada. ¿Y qué ocurrió? Se fundó un partido progresista, la Unión Patriótica, que participó en elecciones. La UP eligió muchos senadores, diputados, alcaldes. La respuesta del poder fue una represión política bárbara. En tres años fueron asesinados más de 3.000 parlamentarios, jueces, alcaldes, dirigentes sindicales, supuestamente ligados a las FARC, en un genocidio político sin precedentes. Para sobrevivir, las FARC retomaron la lucha armada.
Hasta la cuestión de los prisioneros es colocada capciosamente por Santos. Reclama todo sin ofrecer nada a cambio. Personalmente, desapruebo los secuestros. Pero no puedo ignorar que el gobierno mantiene en sus presidios, en condiciones subhumanas, a millares de guerrilleros. Y se rehúsa al intercambio humanitario, esto es, a la liberación de una parte de esos presos, intercambiándolos por “rehenes” –a la mayoría de ellos militares capturados en combate- en poder de las FARC-EP.
En las fosas de La Macarena, en la Amazonía, recientemente descubiertas, fueron encontradas las osamentas de más de un millar de ciudadanos asesinados por el Ejército de la oligarquía durante las persecuciones contra personas sospechosas de estar ligadas a la Unión Patriotica.
¿Cómo confiar en la palabra de Juan Manuel Santos, el responsable de la masacre de Sucumbíos?
Estoy seguro de que Chávez no tardará en arrepentirse de haber creído en la promesa de una relación “transparente, democrática y respetuosa” hecha por un político corrupto y criminal que, inevitablemente, va a dar continuidad a la estrategia agresiva y de ultraderecha impuesta por una oligarquía de cuyos intereses él es representante en la Casa de Nariño.
Sorprende también que, siendo hoy Hugo Chávez en América Latina el pionero, casi el motor, de la contestación al imperialismo –por lo que merece el apoyo y admiración de las fuerzas progresistas del Continente- no haya planteado en Santa Marta el tema de la instalación de 7 nuevas bases militares de los EEUU en Colombia.
Olvidando que en la UNASUR afirmó que esas bases configuran una amenaza inadmisible a la independencia de los pueblos de América Latina, afirmó que cada país tiene el derecho soberano de decidir sobre problemas como ese.
Héroes de América Latina
Me inspira repugnancia la terminología utilizada por el gobierno y Ejército de Colombia para designar a las FARC-EP, terminología además adoptada por la ONU, por la Unión Europea y por los medios de los EEUU y de Europa. Además de terroristas se les ha colocado el anatema de narcotraficantes. El slogan de “guerrilla del narcotráfico” –expresión forjada por un ex-embajador de los EEUU, Louis Stamb, ligado al Pentágono y a la CIA- para desacreditar a las FARC, difundido urbi et orbi alcanzó su objetivo tan ampliamente que inclusive intelectuales comunistas asimilaron la calumnia. La campaña es de tal intensidad que canales de televisión y periódicos se refieren rutinariamente a “fabricas de cocaína” instaladas por las FARC en la selva amazónica.
Hubiesen las FARC acumulado millones con el narcotráfico y dispondrían de misiles tierra-aire como las organizaciones de resistentes en Afganistán e Iraq. Ahora el propio gobierno de Bogotá reconoce que ellos no disponen de armamento de ese tipo. Pero solamente aquellos que conocen las condiciones de pobreza en que viven en clandestinidad los representantes de las FARC en el exterior –yo las conozco- saben que el libreto de “guerrilla del narcotráfico” es una perversa invención del imperialismo.
La vida me abrió la oportunidad de pasar semanas en un campamento de las FARC, en el Departamento amazónico del Meta. En esos días conocí combatientes maravillosos como Simón Trinidad, entregado por Uribe a los EEUU y actualmente preso allí después de tres juicios de farsa (dos fueron anulados). Lo condenaron finalmente con cargos de narcotraficante, a él, ex banquero, miembro de una rica familia aristocrática. Fue también entonces que construí una relación de respeto y admiración que evolucionó a amistad con el comandante Raúl Reyes. Mantuvimos contacto hasta que lo asesinaron en Sucumbíos, al sur del Putumayo, en el bombardeo pirata concebido por Juan Manuel Santos.
Con Manuel Marulanda, el fundador de las FARC, hablé una vez por breves minutos. Pero guardo de ese revolucionario, comunista ejemplar y estratega militar tal vez sin par en la Historia de América, un recuerdo inolvidable. Cuando leo acusaciones infames contra los combatientes de las FARC recuerdo sobre todo a Rodrigo Granda, alias Ricardo Gonzalez, amigo fraternal y uno de los revolucionarios más puros y auténticos que la vida me permitió conocer.
Recordando combatientes de las FARC-EP, muertos, presos o luchando en las montañas y selvas de su país, es natural, repito, que me inspiren repugnancia los elogios hipócritas a un criminal como Juan Manuel Santos. Sin embargo a ese ser abyecto la burguesía internacional rinde en estos días homenajes en tanto lanza calumnias sobre los comandantes de las FARC que combaten por una Colombia libre y democrática.
Una certeza: los nombres de Uribe y Santos y de la escoria humana que los apoya serán olvidados por las futuras generaciones.
No los de Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, y Raúl Reyes. Con el pasar de los años, la calumnia dejará de alcanzarlos. Ellos contribuyeron a la construcción de la Historia profunda, en fidelidad a los valores permanentes de la condición humana. Asumieron los ideales por los cuales vivieron y combatieron héroes tutelares de América Latina como Bolívar, Artigas, Martí.
Notas
1. Juan Manuel Santos pertenece a una de las familias más influyentes de la oligarquía colombiana. Su tío-abuelo, Eduardo Santos, fue Presidente de la República y director y propietario de El Tiempo, uno de los principales diarios de América Latina. Fue ministro de Industria, de Hacienda y de Defensa en varios gobiernos, desempeñando un papel importante en la destrucción de la Seguridad Social al imponer el modelo pinochetiano. Se opuso inicialmente a la reelección de Uribe, pero después fundó el partido,La U, que lo apoyo y lo reeligió.Mantuvo muchos contactos con Carlos Castaño, el fallecido jefe de los paramilitares y con Pablo Escobar, el rey de la cocaína, también fallecido.
2. Colombia fue en los últimos años el principal socio económico de Venezuela después de los EEUU (7000 millones de dólares de intercambio comercial en 2008). En los departamentos fronterizos de Zulia y Tachira viven centenas de millares de colombianos, sobre todo campesinos, y esa comunidad cumple un papel fundamental en la agricultura venezolana.
V N de Gaia, 13 de Agosto de 2010
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