La dominación adulta oprime profundamente a los jóvenes. Se sabe que hoy los niños
son especialmente vulnerables y viven bajo el dominio de un estatuto del menor
que con el pretexto de la protección, les priva del ejercicio de los derechos fundamentales que se les reconocen a los mayores, a los adultos
. Este estatuto del menor ratifica de hecho muchas sujeciones y finalmente muchas violencias. La familia es así la institución más criminógena que existe, aunque la escuela también es un ámbito privilegiado de ejercicio de un orden adulto opresivo. El libro deYves Bonnardel, La domination adulte [La dominación adulta], recuerda las muchas luchas (normalmente silenciadas) que llevan a cabo los menores
contra su condición, contra las discriminaciones basadas en la edad y por la igualdad política. Al darles la palabra pone también en tela de juicio tanto las ideas de infancia y de protección como la de minoría de edad. Se cuestiona además la propia noción de educación. Nos invita de forma inédita a un auténtico viaje revolucionario en el seno de las relaciones adultos/niños del que no sale indemne nuestra visión del mundo. He aquí un segundo extracto de este libro útil que vuelve a abrir en campo de reflexión cerrado durante demasiado tiempo, un extracto dedicado a la noción del bien del niño
que casi siempre acompaña y legitima la dominación adulta.
¿Por qué no nos resulta evidente la injusticia? En efecto, desde hace siglos se priva a los niños de lo esencial del poder que podrían tener sobre sus vidas, se les desprecia y se les domina, oprime y explota. El actual secuestro
educativo de los menores es un lejano avatar de su antigua sumisión a su padre. A su apropiación patriarcal para la explotación privada sucedió su apropiación social para la formación general al servicio de la sociedad
. La instrumentalización ha pasado de ser particular a ser social
. Los tiempos han cambiado, pero la apropiación ha permanecido. Y con la apropiación, la opresión y la explotación. De paso estas se han invisibilizado: los únicos modelos de apropiación, opresión y explotación que se reconocen como tales son precisamente aquellos que hoy han desaparecido casi completamente en nuestras sociedades. Estos términos no se podrían aplicar a la situación que prevalece en nuestros países avanzados
.
No obstante, es evidente que los niños están oprimidos: no pueden hacer lo que quieren y deben sufrir lo que no desean. ¡Pero es por su bien
! Por eso ya no se puede llamar con justicia una opresión. Por lo que se refiere a ser explotados, desde el momento en que también es por su bien
tampoco se puede hablar sensatamente de explotación, sin apenas detenerse en el hecho de que precisamente su bien
no está definido por los propios menores, sino por aquellos que tienen poder sobre ellos.
En adelante se supone que el interés del niño se encuentra en el centro del dispositivo familiar:
Artículo 371 – 1 del Código civil:
La autoridad parental es un conjunto de derechos y deberes que tienen por finalidad el interés del niño. Pertenece a los padres hasta la mayoría de edad o la emancipación del niño para proteger su seguridad, su salud y su moralidad, para garantizar su educación y permitir su desarrollo, en el respeto debido a su persona. Los padres asocian al niño a las decisiones que le conciernen. Según su edad y su grado de madurez.
La noción actual de bien del niño
es una noción desencarnada, evanescente, hecha de manera variopinta, fundamentalmente arbitraria. Está desconectada de la realidad de los niños, pero en cambio a los intereses dominantes de la sociedad establecida.
El bien del niño,
el interés superior del niño
no tienen casi relación alguna con los intereses reales de los niños, sean cuales sean; muy al contrario, generalmente se oponen a ellos. Tanto si se quieren quedar en la cama soñando en vez de levantarse para ir al colegio, como si prefieren jugar a estudiar, decir palabrotas
, conducir un coche o lo que sea, las prohibiciones dictadas serían muy difíciles de justificar por su propio bien
. Solo se podrá hacer argumentando una especificidad enigmática que haría que el trabajo de los niños fuera innoble mientras que el de los adultos sería normal, que un niño con carné de conducir condujera un coche seguiría siendo peligroso mientras que si lo condujera un adulto no tendría peligro, que jurar sería monstruoso en una boca inocente… El interés superior del niño
solo es superior
en el sentido de que prima sobre el interés de los niños.
Como la propia noción de infancia
, la noción de interés superior
es una noción difusa, no definida y general1, bien hecha para que parezca investida de una dignidad particular, siempre superior a los viles intereses prosaicos de los niños que realmente existen. Intereses menores, no serios, abstenerse. Por su bien, uno se arroga el derecho de despertarlos o mandarlos a la cama, se deciden los horarios de sus comidas, el tiempo que dedican a la televisión o a los juegos de vídeo, a sus ocupaciones más triviales.
Precisamente unas constataciones de este tipo, que de buen grado se consideran irrisorias cuando se trata precisamente de niños, pero que con toda justicia se considerarían de inmediato absolutamente indignantes si se tuvieran que sufrir como adultos, son las que llevaron a un grupo de niños y adolescentes de Berlín a organizar su lucha contra el estatuto del menor:
Todo empezó con algunas preguntas simples, por ejemplo, ¿tienen derecho los padres a obligarte a ponerte una ropa que tú no quieres ponerte? ¿Cuándo se debe ir a la cama? ¿Tiene derecho un profesor a prohibirte ir al servicio durante la clase? Rápidamente se rellenó todo un cuestionario concerniente a los problemas de los jóvenes. Ocurrió en 1992. El grupo que hizo este trabajo se llamó KinderRÄchTsZÄnker (defensores de los derechos de los niños), con abreviaturas. Desde entonces en la asociación
Netzwerk Spiel/Kultur Prenzlauer Berg e.V.existe un proyecto en el que unos adolescentes se ocupan de la igualdad de los seres humanos, con independencia de su edad.Junto a las injusticias cotidianas a las que se enfrentan muchos jóvenes, se dieron cuenta rápidamente de varios problemas de orden general que conciernen a toda la sociedad: ¿de dónde toman los padres el derecho a dar órdenes a sus hijos? ¿Tiene sentido enviar a los niños a la escuela a la fuerza? […]2.
Cuando los niños son todavía pequeños no tienen el mismo dominio que nosotros de los usos sociales
, de los usos y costumbres (cómo hablar correctamente, cómo comportarse…) y al no tener experiencia, no siempre comprenden claramente los peligros potenciales. Aún así, eso no significa que no sepan (y muy probablemente mejor que nosotros) lo que es bueno para ellos. John Holt destaca lo siguiente, que me parece fundamental:
La verdad es que no podemos decir de una vez por todas quién, padres, profesores, asesores jurídicos, psicólogos, consejeros de familia, jueces u otros, sabe qué es preferible para un niño. En los dominios importantes nadie lo puede saber mejor que el propio niño. No hace falta tener mucha edad ni ser muy inteligente para distinguir a los amigos de los enemigos, para sentir quién te detesta, es cruel contigo y te perjudica. Cualquier niño de cinco años diferencia entre una maestra buena y una maestra mala. Solo los adultos son lo bastante estúpidos como para creer que, de un modo u otro, la maestra mala hace bien al niño. Los propios adultos no estarían dispuestos a permanecer en compañía de personas que les desprecian y son crueles con ellos, no se lo pensarían ni un instante. Solamente a propósito de terceros y, sobre todo, jóvenes, decimos que el sufrimiento no hace sufrir verdaderamente, que en realidad es benéfico. Ahora bien, un niño tiene tanto derecho como cualquiera de alejarse de todos aquellos que le hacen daño para acercarse a los seres de los que cree poder obtener el bien3.
John Holt afirma aquí que en lo que concierne a aspectos fundamentales de sus propias vidas no hay edad de la razón
que valga, no hay por qué constatar una capacidad de discernimiento
antes de tener en cuenta lo que quieren los niños… Como cualquier persona, son perfectamente capaces de discernir lo que necesitan o no, y de expresar lo que quieren, lo que han decidido4. Con toda justicia se confía plenamente en la capacidad de cualquier animal pequeño de reconocer lo que es bueno para él, pero se niega esta confianza a los seres humanos jóvenes.
Negarse a constatar y aceptar que el niño sabe lo que es bueno para él es dominación: Sabemos mejor que él lo que debe hacer, lo que es bueno para él
. Aceptar esto sin haber experimentado nunca confianza es burlarse completamente de él. Quienes rechazan la dominación se conceden la posibilidad de asegurarse de que, efectivamente, sus hijos no son ni inválidos ni cretinos. En el peor de los casos carecen de unos conocimientos que si se los aportáramos cuando los necesitan y los piden, esos conocimientos les permitirían tomar realmente unas decisiones con todo el discernimiento necesario.
En efecto, existen casos precisos en los que se puede pensar que fulano no es razonable y corre peligro de poner irreflexivamente su vida en peligro o de herirse gravemente, en que zutano quiere suicidarse por un motivo que desde fuera nos parece totalmente irrisorio (una ruptura amorosa, por ejemplo). Uno también se puede ver llevado a intervenir puntualmente de manera autoritaria ante personas cercanas o ante un desconocido en la calle, sin tener nunca, además, la seguridad de tener razón. Pero, afortunadamente, no se puede generalizar de la existencia de casos particulares: no se ponen estos ejemplos como pretexto para poner bajo tutela a los o las amigas ni a los congéneres, ni para dirigirlos en todo… Estas situaciones siguen siendo excepcionales y con toda justicia se hace todo lo posible para que sigan siéndolo, excepto en lo que concierne a los niños
.
Por el bien del niño
se le hace trabajar más tiempo durante la semana que un asalariado normal, se le hace llevar unas mochilas tan pesadas y permanecer sentados tanto tiempo que acaban con escoliosis. Como hemos visto, por el bien del niño no se duda en obligarle a permanecer en una familia que le oprime o le destruye , en un hogar desesperante y en una escuela en la que se empobrece. Por su bien
se ve obligado a perseguir unos objetivos que no son los suyos, por unos medios que no puede elegir, en unas condiciones de las que generalmente huiría si tuviera la posibilidad de hacerlo; en resumen, está explotado, como lo está cualquier persona cuando debe utilizar su tiempo, su atención, sus fuerzas y sus capacidades en perseguir un objetivo que no es el suyo.
La ficción de un bien del niño
indefinido no tiene sentido. Se hubiera que tomarlo en serio, entonces por lo menos habría que definirlo con precisión. Ahora bien, esta noción justifica semejantes ataques a las nociones de igualdad y de libertad (que se supone son los cimientos de nuestra sociedad), ataques que en otras circunstancias serían considerados injustos e indignantes, que deberíamos tenerla muy en cuenta. Tenemos que considerar si realmente este bien del niño
justifica estas derogaciones del derecho común
que significan nada menos que privaciones de derecho. Ahora bien, nunca se hacen estan precisiones, la noción de bien del niño
nunca se detalla y al ser indeterminada permite todas las manipulaciones5. Debido a ello, todo el mundo se contenta con esta ambigüedad: a todas luces, esta noción de bien del niño
sirve principalmente para justificar el dominio.
Yves Bonnardel
7 de mayo de 2016
pqFuente: les mots sont importants
Este texto es un extracto del libro de Yves Bonnardel, La domination adulte, que recomendamos encarecidamente.
[Traducido del francés para Boltxe Kolektiboa por Beatriz Morales Bastos.]
Enlace con la primera parte
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Manfred Liebel: Enfants, droits et citoyenneté, op. cit., p. 43.
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Pour l’Égalité entre les adultes et les enfants. Recueil de textes du groupe Krätzä, folleto publicado por L’enfance buissonnière.
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John Holt: S’Évader de l’enfance. Les besoins et les droits des enfants, trad. Laurent Jospin, petite bibliothèque payot, 1976, p. 190 [Réédición L’Instant présent, 2015].
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Un jurista afirma, además, que esta noción de discernimiento no debería significar
que el niño dispone del conocimiento de todos los pormenores del asunto, sino que es capaz de formar su propia opinión al respecto
, Manfred Liebel: Enfants, droits et citoyenneté, op. cit., p. 43. -
El Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas
critica la noción
(Pierrine Robin,capaz de discernimiento
que da vía libre a la posibilidad de negar a un niño [los derechos estipulados por la Convención Internacional de Derechos del Niño]Échos du débat français sur les droits de l’enfant
, Manfred Liebel: Enfants, droits et citoyenneté, op. cit., p. 41). Pero al Estado francés le importan un bledo las recomendaciones de dicho Comité, tanto en esta materia como en otras.