Las mujeres que tomaron parte en la Gran Revolución de Octubre, ¿quiénes fueron? ¿Personas aisladas? No, fueron muchísimas, decenas y cientos de miles de heroínas sin nombre, quienes, marchando codo a codo con los trabajadores y los campesinos detrás de la bandera roja y la consigna de los soviets, pasaron sobre las ruinas de la teocracia zarista hacia un nuevo futuro…
Si se mira hacia atrás en el pasado se puede ver a estas masas de heroínas anónimas a quienes Octubre encontró viviendo en ciudades famélicas, en pueblos empobrecidos saqueados por la guerra… Una bufanda sobre sus cabezas (muy raramente, todavía, un pañuelo rojo), una pañoleta gastada, una chaqueta remendada de invierno…
Jóvenes y ancianas, trabajadoras, campesinas, esposas de soldados y amas de casa de la ciudad pobre.
Más raramente, mucho más raramente en esos días, mujeres oficinistas y profesionales, mujeres cultas y educadas. Pero también había mujeres de la intelligentsia entre las que llevaron la bandera roja hacia la victoria de Octubre: maestras, empleadas de oficina, jóvenes estudiantes de secundaria y de la universidad, doctoras. Marcharon animadas y desinteresadamente, con un propósito. Iban adónde fueran enviadas. ¿Al frente? Se ponían una gorra de soldado y se transformaban en combatientes del Ejército Rojo1. Si se ponían un brazalete rojo se precipitaban hacia los puestos de primeros auxilios para ayudar al Frente Rojo contra Kerensky2 en Gátchina3 . Trabajaron en las comunicaciones del ejército. Trabajaban animadamente, llenas del convencimiento de que algo crucial estaba ocurriendo, y de que todas somos pequeños engranajes en la gran maquinaria de la revolución.
En los pueblos, las campesinas (cuyos esposos habían sido enviados al frente) tomaron las tierras de los terratenientes y persiguieron a la aristocracia fuera de las madrigueras que habían ocupado durante siglos.
Cuando se rememoran los hechos de Octubre no se ven rostros individuales, sino masas. Masas sin número como olas de humanidad. Pero dondequiera que se mire se ven hombres, en reuniones, agrupaciones, manifestaciones…4
Todavía no están seguros de qué es exactamente lo que quieren, qué buscan, pero saben una cosa: no tolerarán más la guerra. Tampoco quieren más terratenientes ni señores influyentes… En el año 1917, el gran océano de la humanidad empuja y se balancea, y una gran parte de ese océano está hecho de mujeres.
Algún día el historiador escribirá sobre las hazañas de estas heroínas anónimas de la revolución, que murieron en el frente, que fueron asesinadas por los blancos y soportaron las incontables privaciones de los primeros años después de la revolución, pero continuaron manteniendo en alto la bandera roja del poder del soviet y el comunismo.
Es ante estas heroínas sin nombre, que murieron para lograr una nueva vida para la clase trabajadora durante la Gran Revolución de Octubre, que la joven república se inclina en reconocimiento, mientras su joven pueblo, animoso y entusiasta, se dispone a construir las bases del socialismo.
Sin embargo, de este océano de cabezas femeninas con pañoletas y gorros gastados, inevitablemente emergerán las figuras de esas a quienes el historiador dedicará particular atención cuando, dentro de muchos años, escriba sobre la Gran Revolución de Octubre y su líder Lenin.
Nadejda Konstantinovna Krupskaya
La primera figura que se destaca es la de la fiel compañera de Lenin, Nadejda Konstantinovna Krupskaya5, llevando su simple vestido gris y permaneciendo siempre en segundo plano. Entraba en una reunión sin que se notara su presencia y se ubicaba detrás de una columna, pero veía y oía todo, observando todo lo que acontecía para poder darle más tarde un informe detallado a Vladimir Ilich, añadiendo sus acertados comentarios propios y arrojando luz sobre alguna sensible, pertinente y útil idea.
En esos días Nadejda Konstantinovna no hablaba en las numerosas y tumultuosas asambleas en las que la gente discutía alrededor del gran interrogante: ¿ganarían los soviets el poder o no? Sin embargo, trabajaba incansablemente como mano derecha de Vladimir Ilich, a veces haciendo un breve pero esclarecedor comentario en las asambleas del partido. En los momentos de mayores dificultades y peligros, cuando muchos camaradas más fuertes se descorazonaban y sucumbían ante la duda, Nadejda Konstantinovna siempre permaneció igual, totalmente convencida de la rectitud de la causa y de su certera victoria. Irradiaba una fe inconmovible, un acérrimo espíritu se ocultaba tras una modestia poco frecuente, y siempre tenía un efecto esperanzador sobre cualquier persona que entrara en contacto con la compañera del gran líder de la Revolución de Octubre.
Yelena Dimitrievna Stasova
Otra figura emerge, otra fiel compañera de Vladimir Ilich, una camarada de armas durante los difíciles años del trabajo clandestino, secretaria del Comité Central del partido, Yelena Dimitrievna Stasova6. Una clara, intelectual, precisa y excepcional capacidad para el trabajo; una rara habilidad para indicar la persona correcta para cada trabajo en concreto. Su alta, escultural figura podría ser vista primero en el soviet del palacio Tavrichesky7, luego en la casa de Kshesinskaya8, y finalmente en el Smolny9. En sus manos sostiene un cuaderno, mientras, a su alrededor, sus camaradas de prensa del frente, obreros, Guardias Rojos, obreras, miembros del partido y de los soviets, buscan una pronta, clara respuesta o directriz.
Stasova tenía varias responsabilidades importantes, pero si un camarada tenía algún problema o sentía angustia en aquellos días tormentosos, ella siempre respondía con una frase breve y aparentemente seca, pero ayudándole en todo lo que podía. Estaba sobrepasada de trabajo, pero siempre estaba en su puesto.
Siempre en su puesto pero sin intentar destacar. No le gustaba ser el centro de atención. Sus preocupaciones no eran para con ella misma sino para la causa.
Por la noble y querida causa del comunismo, Yelena Stasova sufrió el exilio y la prisión en las cárceles zaristas, y su salud quedó quebrantada… En el nombre de la causa se volvió evasiva, tan dura como el acero. Pero hacia los sufrimientos de sus camaradas, desplegaba una sensibilidad y receptividad que solo se encuentran en una mujer con un corazón cálido y noble.
Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova
Klavdia Nikolayeva era una obrera de orígenes muy humildes. Se unió a los bolcheviques tempranamente en 1908, en los años de la reacción, y había soportado el exilio y la prisión… En 1917 regresó a Petrogrado y se convirtió en el corazón de la primera revista para las mujeres trabajadoras, Kommunistka. Era todavía joven, llena de fuego e impaciencia. Pero sostuvo la bandera firmemente, y con audacia declaró que las obreras, las esposas de los soldados y las campesinas debían ser atraídas al partido. ¡Mujeres, al trabajo! ¡A la defensa de los soviets y del comunismo!
Hablaba en las reuniones, aun nerviosa e insegura de sí, pero atraía a otros a seguirla. Era una de aquellas personas que sostenían sobre sus hombros todas las dificultades que implicaba preparar el camino para la amplia participación masiva de las mujeres en la revolución; una de las que pelearon en dos frentes, por los soviets y el comunismo, y al mismo tiempo por la emancipación de las mujeres. Los nombres de Klavdia Nikolayeva y Konkordia Samoilova, que murió del cólera en su puesto revolucionario en 1921, están ligados en forma indisoluble con los primeros y más difíciles pasos tomados por el movimiento de las mujeres trabajadoras, particularmente en Petrogrado. Konkordia Samoilova fue una trabajadora del partido de una generosidad sin precedentes, una magnífica, metódica oradora que sabía cómo ganar los corazones de las obreras. Las que trabajaron a su lado la recordarán por mucho tiempo. Era simple en sus modales, en su vestimenta, seria en la ejecución de las decisiones, estricta, tanto consigo misma como con los otros.
Inessa Armand
Particularmente impactante es la figura de Inessa Armand10. Fue encargada de un trabajo de partido muy importante en la preparación de la Revolución de Octubre, y contribuyó con muchas ideas creativas al trabajo que debía realizarse entre las mujeres. Con su feminidad y gentileza de modales, Inessa Armand era inamovible en sus convicciones y capaz de defender lo que creía correcto, incluso cuando se enfrentaba a grandes oponentes. Tras la revolución, Inessa Armand se dedicó totalmente a la organización del amplio movimiento de mujeres trabajadoras. La conferencia de delegadas es una de sus creaciones.
Varvara Nikolayevna Yakovleva
Un enorme trabajo fue realizado por Varvara Nikolayevna Yakovleva11 durante los difíciles y decisivos días de la Revolución de Octubre en Moscú. En el campo de batalla de las barricadas mostró una resolución digna de un líder de cuartel del partido… Varios camaradas dijeron entonces que su resolución y firme coraje dieron valor a las personas que dudaban e inspiraron a las que habían perdido esperanzas. «¡Adelante!»: hacia la victoria.
Muchas otras mujeres
Mientras se rememora a las mujeres que formaron parte de la Gran Revolución de Octubre, más y más nombres y rostros salen de la memoria como por arte de magia. ¿Podríamos no honrar hoy la memoria de Vera Slutskaya, quien trabajó desinteresadamente en la preparación de la revolución y fue asesinada por los cosacos en el primer Frente Rojo cerca de Petrogrado?
¿Podríamos olvidar a Yevgenia Bosh, con su temperamento apasionado, siempre listo para la batalla?
También murió en su puesto revolucionario.
¿Podríamos omitir mencionar aquí dos nombres cercanamente conectados con la vida y la actividad de V.I. Lenin, sus dos hermanas y camaradas en armas Anna Ilinichna Yelizarova12 y Maria Ilinichna Ulyanova13? ¿Y la camarada Varya, de los talleres del ferrocarril en Moscú, siempre vivaz, siempre con prisa? ¿Y Fyodorova, la trabajadora textil de Petrogrado, con su agradable rostro sonriente y su temeridad cuando acudía a luchar en las barricadas?
Es imposible enumerarlas a todas, ¿y cuántas permanecen sin nombre? Las heroínas de la Revolución de Octubre fueron un ejército completo, y aunque sus nombres puedan ser olvidados, su entrega vive en la misma victoria de esa revolución, en todos los logros y ganancias que ahora disfrutan las mujeres trabajadoras en la Unión Soviética.
Es un hecho claro e incontrovertible que, sin la participación de las mujeres, la Revolución de Octubre no hubiese podido traer la bandera roja a la victoria ¡Gloria a las trabajadoras que marcharon bajo esa divisa roja durante la Revolución de Octubre! ¡Gloria a la Revolución de Octubre que liberó a las mujeres!
Primera publicación: en Zhensky zhurnal (El Diario de las Mujeres), no. 11, noviembre de 1927, pp. 2 – 3.
- El Ejército Rojo fue creado por el Estado obrero para la defensa de la revolución.
- Kerensky, Alexander (1881−1970): social-revolucionario ruso. Tras la Revolución de Febrero fue Ministro de Justicia, Guerra y Marina, y desde julio hasta la Revolución de Octubre, jefe del Gobierno Provisional. En 1918 huyó al extranjero.
- Palacio de Gátchina, al sur de Petrogrado.
- Quizá la autora del artículo se refiera a que es más visible y recordada la participación de los hombres en la revolución que la de las mujeres (N. de T.).
- Nadejda Krupskaya: nació en San Petersburgo en 1869, y mientras cursaba en el Colegio de Mujeres se adhirió a un círculo marxista y formó a los obreros en las ideas socialistas. A los 25 años se casó con Lenin. Poco después fue arrestada por sus actividades revolucionarias y, junto con el dirigente bolchevique, fue enviada al exilio, donde escribió su primer libro, La Mujer Trabajadora. Cuando la revolución se encendió en 1905 regresó a Rusia como secretaria del Comité Central del Partido Bolchevique. En 1914 participó de la redacción del periódico Rabotnitsa (La obrera), y en 1915 integró la delegación rusa a la III Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, organizada por Clara Zetkin, que se pronunció contra la guerra imperialista. Con sus conocimientos sobre educación colaboró en la Revolución Rusa de 1917: apenas tomado el poder, fue nombrada Comisaria de Educación, un cargo equivalente al de ministro. Desde allí promulgó las leyes educativas del nuevo Estado obrero, propició las campañas de alfabetización, puso en pie numerosas instituciones culturales y desarrolló la bibliotecología.
- Yelena Dimitrievna Stasova (1873−1966): se unió a las filas del Partido Socialdemócrata ruso en 1898. Como secretaria personal de Lenin, fue exiliada a Liberia de 1913 a 1916.
- Palacio de Táuride, en Petrogrado.
- Matilde Kshesinskaya fue una famosa bailarina amante del último zar. Durante la revolución, las masas insurrectas tomaron su palacio.
- El Instituto Smolny era un antiguo colegio aristocrático de señoritas transformado en centro de operaciones de la insurrección.
- Inessa Armand (1875−1920): se une al Partido Bolchevique en 1904, emigra en 1909 y se convierte en amiga personal de Lenin en el exilio. Representa a los bolcheviques en Bruselas en 1914, en Zimmerwald y en Kienthal. A su retorno a Rusia, en 1917, trabaja en la Internacional Comunista y muere en 1920, víctima del cólera.
- Varvara Nikolayevna Yakovleva (1884 – 1944?): antigua militante bolchevique, se unió al partido en 1904. Durante la discusión sobre los sindicatos (1920−1921) apoyó a Bujarin. En 1923 fue una de las firmantes de la Carta de los 46; en octubre de 1923 apoyó el programa de democratización del partido desarrollado por Trotsky. Después del tercer juicio de Moscú, en 1937, fue sentenciada a veinte años de cárcel. Se supone que fue fusilada en 1941 o 1944.
- Anna Ilyinichna Yelizarova (1864−1935): miembro del consejo editorial del periódico Rabotnitsa (La obrera).
- Maria Ilinichna Ulyanova (1878−1937): militante bolchevique, miembro del Soviet, trabajó en Iskra, miembro del consejo editorial de Pravda.