El mar­xis­mo y los movi­mien­tos nacionalistas

En el trans­cur­so de las revo­lu­cio­nes bur­gue­sas del siglo XX, los paí­ses capi­ta­lis­tas más impor­tan­tes de Euro­pa resol­vie­ron su pro­ble­ma nacio­nal; pero este sub­sis­tió en los Esta­dos plu­ri­na­cio­na­les que no habían rea­li­za­do toda­vía su revo­lu­ción demo­cra­ti­co­bur­gue­sa. En los movi­mien­tos de eman­ci­pa­ción nacio­nal las dis­tin­tas cla­ses socia­les actúan con las mis­mas carac­te­rís­ti­cas que las dis­tin­guen en la lucha gene­ral por las rei­vin­di­ca­cio­nes demo­crá­ti­cas, de las cua­les aque­llos no son más que un aspecto.

Los intere­ses de la eco­no­mía capi­ta­lis­ta impul­san a la bur­gue­sía a luchar con­tra las remi­nis­cen­cias feu­da­les que cons­ti­tu­yen un obs­tácu­lo a su avan­ce triun­fal; pero esta lucha se desa­rro­lla en con­di­cio­nes his­tó­ri­cas muy dis­tin­tas de las que carac­te­ri­za­ron a las épo­cas de las revo­lu­cio­nes bur­gue­sas ante­rio­res. La bur­gue­sía era enton­ces toda­vía una fuer­za pro­gre­si­va, cuya con­so­li­da­ción coin­ci­día con los intere­ses gene­ra­les de la huma­ni­dad. Hoy es una fuer­za regre­si­va, cuya per­sis­ten­cia cons­ti­tu­ye un peli­gro para dichos intere­ses, con los cua­les se halla en abier­ta con­tra­dic­ción. Enton­ces la bur­gue­sía rea­li­za­ba su misión his­tó­ri­ca, con la ayu­da direc­ta de las masas obre­ras y cam­pe­si­nas, sin las cua­les le hubie­ra sido impo­si­ble triun­far. Hoy, el pro­le­ta­ria­do tie­ne una con­cien­cia de cla­se incom­pa­ra­ble­men­te más ele­va­da, numé­ri­ca­men­te, es mucho más fuer­te, y si bien tie­ne un inte­rés vital en resol­ver los pro­ble­mas fun­da­men­ta­les de la revo­lu­ción demo­crá­ti­co­bur­gue­sa, con­si­de­ra esta revo­lu­ción como eta­pa indis­pen­sa­ble para seguir avan­zan­do en el sen­ti­do de las rea­li­za­cio­nes de carác­ter socia­lis­ta y no está dis­pues­to a lan­zar­se al com­ba­te en pro­ve­cho exclu­si­vo de la domi­na­ción bur­gue­sa. En cuan­to a los cam­pe­si­nos, los tér­mi­nos del pro­ble­ma han varia­do asi­mis­mo fun­da­men­tal­men­te. La cues­tión de la tie­rra, como es sabi­do, pue­de ser con­si­de­ra­da como la pie­dra angu­lar de la revo­lu­ción bur­gue­sa. En el perío­do ante­rior, la bur­gue­sía capi­ta­lis­ta podía ata­car, sin con­se­cuen­cias para su pro­pia domi­na­ción, el dere­cho de pro­pie­dad de los gran­des terra­te­nien­tes, cuyo pode­río tenía inte­rés en des­truir. Hoy, ante el mie­do de que ese ata­que esti­mu­le la ofen­si­va pro­le­ta­ria con­tra el dere­cho de pro­pie­dad pri­va­da en gene­ral, se vuel­ve pre­ca­vi­da, y su acti­tud ante el pro­ble­ma de la tie­rra se con­vier­te en con­ser­va­do­ra y regresiva.

La bur­gue­sía, pues, en las cir­cuns­tan­cias his­tó­ri­cas actua­les, no pue­de resol­ver los pro­ble­mas fun­da­men­ta­les de su pro­pia revo­lu­ción y, por con­si­guien­te, el de la eman­ci­pa­ción nacio­nal, y en los momen­tos deci­si­vos, cuan­do entran en acción gran­des masas popu­la­res, ate­rro­ri­za­da ante las posi­bles con­se­cuen­cias de la mis­ma, retro­ce­de y se apre­su­ra a pac­tar con los ele­men­tos semi­feu­da­les. En la mayor par­te de los casos, esta defec­ción de la gran bur­gue­sía pro­vo­ca una reac­ción popu­lar que deter­mi­na el des­pla­za­mien­to de la direc­ción del movi­miento nacio­nal hacia la peque­ña bur­gue­sía. Su fra­seo­lo­gía pom­po­sa y radi­cal, sus acti­tu­des exte­rior­men­te revo­lu­cio­na­rias, su intran­si­gen­cia ver­bal, le atraen la sim­pa­tía y la con­fian­za popu­la­res. Pero las fallas fun­da­men­ta­les de esa cla­se no tar­dan en mani­fes­tar­se. Cla­se vaci­lan­te e inde­ci­sa, como refle­jo de la situa­ción inter­me­dia que ocu­pa en la eco­no­mía capi­ta­lis­ta, su revo­lu­cio­na­ris­mo se des­hin­cha rápi­da y lamen­ta­ble­men­te; pre­sa de páni­co ante las con­se­cuen­cias y las res­pon­sa­bi­li­da­des de un alza­mien­to nacio­nal, se aga­rra ansio­sa­men­te a la pri­me­ra fór­mu­la con­ci­lia­to­ria que se le ofre­ce, y el movi­mien­to nacio­nal, bajo la direc­ción de la peque­ña bur­gue­sía, corre la mis­ma suer­te que la revo­lu­ción demo­crá­ti­ca en general.

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