Este tema puede ser tratado en cuatro puntos:
- Relación entre la guerra defensiva y las operaciones ofensivas, entre la guerra prolongada y las operaciones de decisión rápida, y entre la guerra en líneas interiores y las operaciones en líneas exteriores;
- Iniciativa en todas las operaciones;
- Flexibilidad en el empleo de las fuerzas;
- Planificación en todas las operaciones.
Comencemos por el primer punto.
Considerando la Guerra de Resistencia en su conjunto, el hecho de que Japón sea un país fuerte y esté a la ofensiva, y nosotros, un país débil y a la defensiva, determina que estratégicamente la nuestra sea una guerra defensiva y prolongada. En lo referente a las líneas en que se realizan las acciones, el enemigo opera en líneas exteriores, y nosotros, en líneas interiores. Este es un aspecto de la situación. Pero hay otro que es justamente el reverso. Las tropas enemigas, aunque fuertes (desde el punto de vista de ciertas cualidades y condiciones de su armamento y sus efectivos), numéricamente son débiles, mientras las nuestras, aunque débiles (igualmente, sólo desde el punto de vista de ciertas cualidades y condiciones de su armamento y sus efectivos), son numéricamente muy fuertes. Además, hay que tener en cuenta que el enemigo es una nación extranjera que invade nuestro país, en tanto que nosotros resistimos a su invasión en nuestro propio suelo. Todo esto determina la siguiente orientación estratégica: es posible y necesario realizar campañas y combates ofensivos dentro de la guerra estratégicamente defensiva, sostener campañas y combates de decisión rápida dentro de la guerra estratégicamente prolongada, y conducir campañas y combates en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas estratégicamente interiores. Esta es la orientación estratégica que debe aplicarse en toda la Guerra de Resistencia. Y es valedera tanto para la guerra regular como para la de guerrillas. La única diferencia en lo que concierne a la guerra de guerrillas consiste en el grado y la forma de su aplicación. En la guerra de guerrillas, la ofensiva toma generalmente la forma de ataques por sorpresa. En la guerra regular, si bien deben y pueden utilizarse también estos ataques, el grado de sorpresa es menor. En la guerra de guerrillas se exige, en una medida muy grande, la decisión rápida de las operaciones, y los cercos que imponemos al enemigo durante las campañas y combates en líneas exteriores son muy pequeños. Todo esto distingue a la guerra de guerrillas de la guerra regular. Así se ve que, en sus operaciones, las guerrillas deben concentrar la mayor cantidad posible de fuerzas, actuar secreta y velozmente, atacar al enemigo por sorpresa y decidir rápidamente los combates; deben evitar por todos los medios la defensa pasiva, la prolongación de los combates y la dispersión de sus fuerzas en el momento de emprender una acción. Por supuesto, la guerra de guerrillas recurre no sólo a la defensiva estratégica sino también a la defensa táctica. Esta última comprende, entre otras cosas, las operaciones de contención y la vigilancia durante los combates, la disposición de fuerzas para la resistencia en desfiladeros, lugares de difícil acceso, ríos o aldeas, con el fin de desgastar y agotar al enemigo, y las acciones para cubrir la retirada. Pero el principio fundamental de la guerra de guerrillas debe ser la ofensiva; esta es, por su carácter, más ofensiva que la guerra regular. Además, esa ofensiva debe tomar la forma de ataques por sorpresa; en la guerra de guerrillas es aún menos permisible que en la guerra regular exponernos haciendo ostentación de nuestras fuerzas. Aunque en algunas ocasiones las acciones guerrilleras pueden prolongarse varios días, como en el caso de un asalto a una pequeña fuerza enemiga aislada y privada de todo auxilio, en general, mas deben decidirse los combates con rapidez en la guerra de guerrillas que en la guerra regular, a causa de que el enemigo es fuerte y nosotros, débiles. Dado su carácter disperso, la guerra de guerrillas se extiende por todas partes. Además, muchas de sus tareas, tales como el hostigamiento, la contención, el sabotaje y el trabajo de masas exigen la dispersión de las fuerzas; pero una unidad o cuerpo guerrillero debe concentrar sus fuerzas principales cuando lleva a cabo la tarea de aniquilar al enemigo, y en especial cuando trata de romper una ofensiva enemiga. «Concentrar una gran fuerza para golpear a una fuerza enemiga pequeña» sigue siendo uno de los principios para las operaciones en el campo de batalla de la guerra de guerrillas.
Así queda claro también que, considerando la Guerra de Resistencia contra Japón en su conjunto, no podremos alcanzar los objetivos de nuestra defensa estratégica ni vencer definitivamente al imperialismo japonés sino después de numerosas campañas y combates ofensivos, tanto en la guerra regular como en la de guerrillas, esto es, después de haber acumulado muchas victorias en acciones ofensivas. Solamente después de numerosas campañas y combates de decisión rápida, es decir, una vez que hayamos acumulado muchas victorias por medio de la decisión rápida en campañas y combates ofensivos, podremos lograr los objetivos estratégicos de una guerra prolongada: por una parte, ganar tiempo para aumentar nuestra capacidad de resistencia, y por la otra, acelerar y a la vez aguardar los cambios en la situación internacional y el derrumbamiento interno del enemigo, a fin de lanzar una contraofensiva estratégica y expulsar de China a los invasores japoneses. Hay que concentrar fuerzas superiores en cada acción y operar en líneas exteriores en toda campaña o combate, ya sea en la fase de defensa estratégica o en la de contraofensiva estratégica, para cercar y destruir las fuerzas enemigas: cercar una parte de ellas si no podemos cercarlas todas, destruir una parte de las fuerzas cercadas si no podemos destruir su totalidad, e infligir un elevado número de bajas a las fuerzas cercadas si no podemos hacerles un número grande de prisioneros. Sólo después de muchas de estas batallas de aniquilamiento podremos hacer que la situación cambie a nuestro favor, desbaratar definitivamente el cerco estratégico del enemigo, es decir, su plan de operaciones en líneas exteriores y, finalmente, en coordinación con las fuerzas internacionales y la lucha revolucionaria del pueblo japonés, cercar a los imperialistas japoneses y asestarles el golpe de gracia. Estos resultados se alcanzarán principalmente por medio de la guerra regular, en tanto que la guerra de guerrillas desempeñará sólo un papel secundario. Pero es común a las dos la acumulación de muchas pequeñas victorias para hacer de ellas una gran victoria. Precisamente en esto reside el gran papel estratégico de la guerra de guerrillas en la Guerra de Resistencia.
Analicemos ahora el problema de la iniciativa, la flexibilidad y la planificación en la guerra de guerrillas.
¿En qué consiste la iniciativa en la guerra de guerrillas? En toda guerra, las partes beligerantes se disputan la iniciativa en un campo de batalla, en un teatro de operaciones, en una zona de guerra e incluso en el conjunto de la guerra, ya que la iniciativa significa la libertad de acción para un ejército. Todo ejército que, perdida su iniciativa, se ve forzado a la pasividad, deja de ser libre y corre el peligro de ser derrotado o exterminado. Como es natural, ganar la iniciativa es más difícil en la defensa estratégica y en las operaciones en líneas interiores que en las operaciones ofensivas en líneas exteriores. No obstante, el imperialismo japonés adolece de dos debilidades básicas: no tiene tropas suficientes y combate en suelo extranjero. Más aún, la subestimación de la fuerza de China y las contradicciones internas entre los militaristas japoneses han conducido al mando japonés a cometer muchos errores, tales como el aumento paulatino de sus fuerzas, la ausencia de coordinación estratégica, la falta de una dirección principal de ataque en ciertas ocasiones, haber dejado escapar el momento propicio para algunas operaciones y no haber aniquilado las tropas cercadas. Todo esto puede ser considerado como la tercera debilidad del imperialismo japonés. Así, a pesar de la ventaja de estar a la ofensiva y de operar en líneas exteriores, los militaristas japoneses están perdiendo gradualmente la iniciativa, por su insuficiencia de tropas (Japón es un país pequeño, de limitada población y recursos insuficientes, de tipo imperialista feudal, etc.), porque combaten en suelo extranjero (su guerra es imperialista y bárbara, y otros factores) y por su torpeza en el mando. En la actualidad, Japón todavía no quiere ni puede concluir la guerra, y su ofensiva estratégica aún no ha terminado; pero la tendencia general demuestra que su ofensiva no puede pasar de ciertos límites, lo cual es consecuencia inevitable de sus tres debilidades. Japón no puede seguir devorando indefinidamente a China. Llegará el día en que se encuentre en una posición totalmente pasiva, cuyos signos ya empiezan a verse. China, a su vez, se encontraba en una posición bastante pasiva al inicio de la guerra, pero, habiendo adquirido experiencia, comienza ahora a adoptar una nueva orientación, la guerra de movimientos, es decir, operaciones ofensivas, de decisión rápida y en líneas exteriores en campañas y combates, lo cual, junto con la orientación de desarrollar en todas partes la guerra de guerrillas, está ayudándola a ganar la iniciativa día a día.
La cuestión de la iniciativa es aún más vital para la guerra de guerrillas. Pues las guerrillas, en su mayoría, combaten en circunstancias muy difíciles: operan sin retaguardia, se enfrentan con sus débiles fuerzas a las poderosas fuerzas del enemigo, carecen de experiencia (cuando se trata de guerrillas recién organizadas), están aisladas unas de otras, etc. No obstante, en la guerra de guerrillas puede obtenerse la iniciativa, siendo la condición esencial explotar las tres debilidades del enemigo antes mencionadas. Sacando partido de la insuficiencia en efectivos de las fuerzas enemigas (desde el punto de vista de la guerra en su conjunto), las guerrillas pueden arrebatar y utilizar audazmente vastas zonas como terreno de operaciones. Aprovechando que el enemigo es un invasor extranjero y lleva a cabo una política de extrema barbarie, las guerrillas pueden actuar con audacia para granjearse el apoyo de millones y millones de hombres. Explotando la torpeza del mando enemigo, las guerrillas pueden dar libre curso a su ingenio. También las fuerzas regulares deben aprovechar todas estas debilidades del enemigo como ventajas para vencerlo, pero son las guerrillas las que han de prestar particular atención a este respecto. A su vez, las debilidades de las propias guerrillas pueden ser superadas de modo gradual en el curso de la lucha. Más aún, en ocasiones constituyen precisamente la condición para conquistar la iniciativa; por ejemplo, justamente porque las guerrillas son pequeñas, les es fácil operar tras las líneas enemigas apareciendo y desapareciendo en forma misteriosa, sin que el enemigo pueda hacer nada contra ellas. Una libertad de acción tan amplia jamás pueden tenerla los ejércitos regulares masivos.
Cuando el enemigo realiza un ataque convergente desde varias direcciones, para una unidad guerrillera es difícil mantener la iniciativa y fácil perderla. En tal caso, si hace una apreciación incorrecta de la situación y adopta disposiciones erróneas, caerá fácilmente en una posición pasiva y, por lo tanto, no podrá desbaratar el ataque convergente del enemigo. Esto puede ocurrir también cuando el enemigo se encuentra a la defensiva y nosotros a la ofensiva. Por consiguiente, la iniciativa es producto de una correcta apreciación de la situación (tanto la del enemigo como la nuestra) y de acertadas disposiciones militares y políticas. Una apreciación pesimista, disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones de carácter pasivo, nos privarán sin duda de la iniciativa y nos lanzarán a la pasividad. Del mismo modo, una apreciación demasiado optimista, disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones arriesgadas (injustificadamente arriesgadas), nos privarán de la iniciativa y al final nos conducirán al mismo camino que la apreciación pesimista. La iniciativa no es atributo innato de un genio, sino algo que un jefe inteligente alcanza mediante un estudio exento de prejuicios y una apreciación correcta de las condiciones objetivas y gracias a acertadas disposiciones militares y políticas. De ello se desprende que la iniciativa no es algo ya hecho, sino que requiere un esfuerzo consciente.
Cuando, a consecuencia de una apreciación y disposiciones erróneas o de una presión irresistible del enemigo, una guerrilla se ve reducida a una posición pasiva, su tarea consiste en esforzarse por salir de ella. La forma de conseguirlo depende de las circunstancias. En muchos casos es necesario «marcharse». Saber marcharse es uno de los rasgos característicos de la guerrilla. Marcharse es el medio principal, pero no el único, de escapar a la pasividad y reconquistar la iniciativa. El momento en que el enemigo ejerce la máxima presión y en que nosotros afrontamos las mayores dificultades, es con frecuencia el mismo momento en que las cosas comienzan a volverse contra el enemigo y a favor nuestro. A menudo, una situación favorable reaparece y la iniciativa se recupera como resultado de los esfuerzos para «sostenerse un poco más».
Pasemos ahora a la flexibilidad.
La flexibilidad es la expresión concreta de la iniciativa. El empleo flexible de las fuerzas es aún más indispensable en la guerra de guerrillas que en la guerra regular.
Es necesario que los mandos de la guerra de guerrillas comprendan que el empleo flexible de sus fuerzas es el medio más importante de hacer que la situación cambie a nuestro favor y de conseguir la iniciativa. El carácter particular de la guerra de guerrillas exige que las fuerzas se empleen de forma flexible, con arreglo a la tarea asignada y a condiciones tales como la situación del enemigo, el terreno y la población local. Las principales formas de utilización de las fuerzas son la dispersión, la concentración y el desplazamiento. Al emplear sus fuerzas, un jefe guerrillero ha de actuar del mismo modo que el pescador maneja su red: debe saber echarla y también recogerla. Al echar su red, el pescador tiene que averiguar bien la profundidad del agua, la velocidad de la corriente y si hay o no obstáculos. De igual manera, al dispersar sus unidades, el jefe guerrillero debe tener cuidado de no sufrir pérdidas por ignorancia de la situación y las acciones equivocadas que de ello se derivan. Así como el pescador, para recoger la red, debe sostener con firmeza la cuerda, así el jefe guerrillero ha de mantener el enlace y la comunicación con todas sus tropas y tener a su disposición una parte suficiente de sus fuerzas principales. Así como en la pesca es necesario el frecuente cambio de lugar, también para la guerrilla es necesario desplazarse frecuentemente. La dispersión, la concentración y el desplazamiento son las tres formas de empleo flexible de las fuerzas en la guerra de guerrillas.
En general, la dispersión de fuerzas en la guerra de guerrillas o, como suele decirse, «la división del todo en partes», se aplica principalmente en los siguientes casos: 1) cuando nos proponernos amenazar al enemigo en un frente amplio porque este se encuentra a la defensiva y por el momento nos es imposible combatir con fuerzas concentradas; 2) cuando, en los lugares donde las fuerzas del enemigo son débiles, nos disponernos a hostigarlo y a realizar actividades de sabotaje por todas partes; 3) cuando no podemos desbaratar el ataque convergente del enemigo y tratamos de librarnos de él haciéndonos menos localizables; 4) cuando nos vemos obligados a ello por las condiciones del terreno o las dificultades del avituallamiento, y 5) cuando hacemos trabajo de masas en una vasta zona. Pero al dispersanos para la acción, cualesquiera que fueren las circunstancias, debemos prestar atención a lo siguiente: 1) no hay que realizar una dispersión de fuerzas absolutamente pareja, sino mantener una parte bastante considerable en una zona conveniente para maniobrar, lo que nos permitirá estar en condiciones de afrontar cualquier eventualidad y emplearla en cumplir la principal de las tareas asignadas a las fuerzas dispersadas; 2) hay que asignar a cada una de las unidades dispersas una misión definida e indicarle con precisión la zona de operaciones, el plazo para la acción, el lugar de reunión, los medios de enlace, etc.
La concentración de fuerzas o, como suele decirse, «la integración de las partes en un todo», es el método aplicado generalmente para liquidar al enemigo cuando desata una ofensiva y, a veces, para destruir algunas de sus fuerzas estacionadas cuando se encuentra a la defensiva. La concentración de fuerzas no significa concentrarlas en términos absolutos, sino reunir las fuerzas principales para emplearlas en una dirección importante, mientras se mantiene o se envía parte de las fuerzas en otras direcciones a fin de contener al enemigo, hostigarlo, realizar actividades de sabotaje o hacer trabajo de masas.
Si bien la dispersión o concentración flexible de fuerzas de acuerdo con las circunstancias es el método principal en la guerra de guerrillas, también debemos saber desplazar (trasladar) nuestras fuerzas con flexibilidad. Al sentirse seriamente amenazado por las guerrillas, el enemigo no tardará en enviar tropas para atacarlas o aplastarlas. Por lo tanto, las guerrillas deben examinar la situación: si es conveniente, combatir allí donde están; si no, desplazarse en el momento oportuno y hacerlo rápidamente. A veces, con el objeto de aplastar a las fuerzas enemigas por separado, las guerrillas, después de destruir en un lugar a una de esas fuerzas, deben desplazarse de inmediato a otro para destruir a una nueva fuerza enemiga. En otras ocasiones, cuando la situación en un sitio resulta desfavorable para el combate, las guerrillas tienen que romper enseguida el contacto con el enemigo y pasar a trabar combate en otra parte. Si las fuerzas enemigas constituyen una amenaza particularmente seria, las guerrillas no deben permanecer por largo tiempo en un mismo lugar, sino desplazarse con la rapidez del torrente y del viento. En general, el desplazamiento debe hacerse en secreto y velozmente. A fin de engañar al enemigo, tenderle un lazo o confundirlo, deben emplearse constantemente estratagemas tales como amagar en el este pero atacar por el oeste, aparecer ya en el sur ya en el norte, tan pronto atacar como alejarse y operar de noche.
La flexibilidad en la dispersión, en la concentración y en el desplazamiento es la manifestación concreta de la iniciativa en la guerra de guerrillas, mientras que la rutina y la rigidez conducen inevitablemente a la pasividad y causan pérdidas innecesarias. Sin embargo, el mérito de un mando inteligente no reside en comprender la importancia del empleo flexible de sus fuerzas, sino en saber dispersarlas, concentrarlas y desplazarlas a tiempo y conforme a las circunstancias concretas. La capacidad de percibir los cambios y escoger el momento oportuno para la acción no es fácil de adquirir; sólo pueden adquirirla quienes realizan un estudio exento de prejuicios e investigan y reflexionan con diligencia. A fin de que la flexibilidad no se traduzca en acciones impulsivas, es necesario el examen cuidadoso de las circunstancias.
Pasemos por último a la planificación.
Sin planificación es imposible obtener victorias en la guerra de guerrillas. Actuar al azar significa jugar a la guerra de guerrillas o ser profano en la materia. Es siempre menester elaborar de antemano un plan lo más minucioso posible, tanto para las operaciones de una zona guerrillera en su conjunto como para las de una unidad o cuerpo guerrillero. Esta es la labor preparatoria para toda acción. El conocimiento de la situación, la determinación de las tareas, la disposición de las fuerzas, la instrucción militar y la educación política, el avituallamiento, el mantenimiento del equipo, la conquista del apoyo popular, etc., forman parte del trabajo de los jefes guerrilleros, quienes deben considerar todo ello cuidadosamente, realizarlo a conciencia y verificar su ejecución. Sin esto, resulta imposible toda iniciativa, flexibilidad y ofensiva. Es cierto que las condiciones de la guerra de guerrillas no permiten un grado tan elevado de planificación como las de la guerra regular, y sería un error intentar elaborar un plan sumamente minucioso en la guerra de guerrillas. Sin embargo, es necesario planificar de la forma más minuciosa que permitan las condiciones objetivas, pues debemos comprender que luchar contra el enemigo no es ningún juego.
Los puntos antes mencionados sirven para explicar el primero de los principios estratégicos de la guerra de guerrillas: iniciativa, flexibilidad y planificación en la realización de operaciones ofensivas dentro de la guerra defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y operaciones en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores. Este es el problema clave en relación a los principios estratégicos de la guerra de guerrillas. Si se resuelve, la victoria de la guerra de guerrillas, por lo que respecta a su dirección militar, estará en gran medida garantizada.
Aunque son muchas las cosas de las que se ha hablado hasta aquí, todas ellas giran en torno a la ofensiva en campañas y combates. La iniciativa puede alcanzarse de modo determinante sólo después de la victoria en una ofensiva. Toda operación ofensiva debe organizarse por nuestra propia iniciativa, y no porque nos veamos obligados a emprenderla. El empleo flexible de las fuerzas gira en torno al esfuerzo por tomar la ofensiva, y del mismo modo, la planificación es necesaria principalmente para asegurar el éxito de la ofensiva. La defensa táctica carece de todo sentido si no apoya, directa o indirectamente, una ofensiva. La decisión rápida se refiere a la duración de una ofensiva, y las líneas exteriores, a su radio. La ofensiva es el único medio de destruir las fuerzas enemigas y el medio principal de conservar las fuerzas propias; la defensa y la retirada puras y simples sólo desempeñan un papel temporal y parcial en la conservación de las fuerzas propias, y son totalmente inútiles para destruir las fuerzas enemigas.
El principio arriba señalado se aplica igual, en lo fundamental, tanto en la guerra regular como en la guerra de guerrillas, sólo con una diferencia de grado en su forma de realizarse. Pero en la guerra de guerrillas es importante y necesario tener en cuenta esta diferencia. Es precisamente esa diferencia la que hace que los métodos de combate de la guerra de guerrillas se distingan de los de la guerra regular. Si se confunden esas dos formas diferentes en que se manifiesta el principio, será imposible conducir la guerra de guerrillas a la victoria.