¿Por qué plan­tea­mos la cues­tión de la estra­te­gia de la gue­rra de guerrillas?

[wpdm_​package id=“117108” template=“5c51ba687615d”]

El cuarto problema estratégico de la guerra de guerrillas concierne a la defensa y ofensiva estratégicas. Este es el problema de cómo aplicar concretamente en la guerra de guerrillas contra Japón, tanto en la defensa como en la ofensiva, el principio de operaciones ofensivas que hemos expuesto al analizar el primer problema. Dentro de la defensa estratégica y la ofensiva estratégica (o, dicho más exactamente, la contraofensiva estratégica) de amplitud nacional, se producen en cada base de apoyo de la guerra de guerrillas y en sus alrededores, defensa y ofensiva estratégicas en pequeña escala. Con la primera, nos referimos a la situación estratégica que se crea cuando el enemigo se encuentra a la ofensiva y nosotros a la defensa, y a nuestra estrategia para ese período. Con la segunda, nos referimos a la situación estratégica que surge cuando el enemigo se encuentra a la defensiva y nosotros a la ofensiva, y a nuestra estrategia para ese período.

Defensiva estratégica en la guerra de guerrillas

Cuando la guerra de guerrillas, ya iniciada, haya alcanzado cierto desarrollo, el enemigo atacará inevitablemente las bases de apoyo de la guerra de guerrillas, especialmente en el período en que haya puesto fin a su ofensiva estratégica general contra nuestro país y adopte la política de consolidación del territorio ocupado. Los mandos de la guerra de guerrillas deben comprender la inevitabilidad de dichos ataques porque, de lo contrario, estarán totalmente desprevenidos y, frente a los serios ataques del enemigo, caerán en el pánico y el desconcierto, y sus fuerzas serán derrotadas.
Para liquidar las guerrillas y sus bases de apoyo, el enemigo recurre con frecuencia a ataques convergentes. Por ejemplo, hubo cuatro o cinco «expediciones punitivas» dirigidas contra la zona de las montañas Wutai, y en cada una de ellas, el enemigo efectuó un avance planificado en tres, cuatro y hasta seis o siete rutas simultáneamente. Cuanto más se extienda la guerra de guerrillas, cuanto más importante sea la posición de sus bases de apoyo y más grave su amenaza para las bases estratégicas y líneas de comunicación vitales del enemigo, tanto más encarnizados serán los ataques de este contra las guerrillas y sus bases de apoyo. Por eso, si el enemigo ataca a las guerrillas más intensamente en determinada zona, esto demuestra que allí la guerra de guerrillas ha logrado mayores éxitos y que actúa más eficazmente en coordinación con las operaciones regulares.
Cuando el enemigo lanza un ataque convergente en varias columnas, el principio de la guerra de guerrillas consiste en aplastarlo mediante el contraataque. Tal ataque puede ser fácilmente aplastado si cada una de las columnas del enemigo en marcha se compone de una sola unidad, grande o pequeña, carece de fuerzas de apoyo y no puede dejar guarniciones ni construir blocaos y carreteras a lo largo de su ruta de ataque. En tal caso, el enemigo se encuentra a la ofensiva y opera en líneas exteriores, en tanto que nosotros estamos a la defensiva y operamos en líneas interiores. En cuanto a la disposición de nuestras fuerzas, debemos emplear una pequeña parte para contener a varias columnas del enemigo y enfrentar la parte principal a una sola columna, adoptando la táctica de lanzar ataques por sorpresa (sobre todo, en forma de emboscadas) en campañas o combates y de golpear al enemigo cuando se encuentre en movimiento. Atacado repetidas veces por sorpresa, el enemigo, aunque fuerte, resultará debilitado y a menudo se retirará a mitad de camino; las guerrillas podrán, entonces, volver a atacarlo por sorpresa mientras lo persiguen y así lograrán debilitarlo aún más. Antes de detener su ataque o iniciar su retirada, el enemigo ocupa siempre capitales de distrito y poblados en nuestras bases de apoyo. En ese caso, debemos sitiar esos lugares, cortando su abastecimiento de víveres y sus vías de comunicación; luego, cuando el enemigo no pueda mantenerse más y comience a retroceder, aprovecharemos la oportunidad para perseguirlo y atacarlo. Una vez deshecha una columna enemiga, debemos trasladar nuestras fuerzas para deshacer otra, y aplastando, una por una, a las fuerzas enemigas, desbarataremos su ataque convergente.
Una gran base de apoyo, como la zona de las montañas Wutai, constituye una «zona militar», que a su vez se divide en cuatro, cinco o más «subzonas militares», cada una con fuerzas armadas propias que operan independientemente. Empleando los métodos de operaciones mencionados más arriba, con frecuencia estas fuerzas destrozan simultánea o sucesivamente los ataques enemigos.
En nuestro plan de operaciones para rechazar un ataque convergente generalmente disponemos nuestras fuerzas principales en líneas interiores. Pero en caso de contar con fuerzas suficientes, debemos emplear nuestras fuerzas auxiliares (guerrillas de distrito o territoriales o incluso unidades destacadas de las fuerzas principales) en líneas exteriores, para destruir las vías de comunicación del enemigo y contener sus refuerzos. Si el enemigo permanece largo tiempo en nuestra base de apoyo, podemos invertir el método, es decir, dejar una parte de nuestras fuerzas en la base de apoyo para aislarlo y hostigarlo, y emplear las fuerzas principales para atacar la zona de donde ha venido y actuar allí enérgicamente, a fin de inducirlo a retirarse y atacar a nuestras fuerzas principales. Esta es la táctica de «salvar al reino de Chao sitiando al reino de Wei»1.
En el curso de las operaciones contra un ataque convergente, los cuerpos de autodefensa antijaponeses de la población local y todas las organizaciones de masas deben movilizarse para participar en la lucha y ayudar por todos los medios a nuestras tropas en las acciones contra el enemigo. Para combatir al enemigo, son importantes dos cosas: decretar el estado de sitio local y, en la medida de lo posible, «fortalecer las obras defensivas y de limpieza de los campos». La primera tiene por fin reprimir a los colaboracionistas e impedir que el enemigo obtenga información, y la segunda, apoyar las operaciones (fortaleciendo las obras defensivas) e impedir que el enemigo obtenga alimentos (limpiando los campos). «Limpiar los campos» significa aquí recoger la cosecha cuanto antes, apenas los cultivos estén maduros.
Al retirarse, el enemigo a menudo incendia las casas en las ciudades que ha ocupado y las aldeas situadas en su camino de retirada, con el fin de devastar las bases de apoyo de la guerra de guerrillas; pero al hacerlo, se priva de alojamiento y provisiones para su próxima ofensiva, y el daño se vuelve contra él mismo. Este es un ejemplo concreto que demuestra cómo una y la misma cosa tiene dos aspectos contradictorios.
Los mandos de la guerra de guerrillas no deben pensar en abandonar su base de apoyo para desplazarse a otra, sin haber efectuado repetidos contraataques para rechazar el serio ataque convergente del enemigo y sin haber llegado a la convicción de que es imposible desbaratarlo. En tales circunstancias hay que guardarse del pesimismo. En las zonas montañosas, mientras los dirigentes no cometan errores de principio, es posible, en general, deshacer los ataques convergentes del enemigo y retener las bases de apoyo. Solamente en las llanuras, al verse ante un fuerte ataque convergente, los dirigentes guerrilleros deben considerar, a la luz de las circunstancias concretas, la siguiente medida: dejar en la localidad numerosas unidades pequeñas para que actúen en orden disperso, y trasladar temporalmente los grandes cuerpos guerrilleros a una zona montañosa, de modo que estos puedan volver y continuar sus actividades en las llanuras en cuanto se alejen las fuerzas principales del enemigo.
Debido a la contradicción entre la vastedad del territorio chino y la insuficiencia de fuerzas del enemigo, este, en general, no puede adoptar la táctica de blocaos que utilizó el Kuomintang en los días de la guerra civil. Sin embargo, debemos tener en cuenta la posibilidad de que, en cierta medida, adopte esa táctica contra aquellas bases de apoyo guerrilleras que constituyen una seria amenaza para sus posiciones vitales; debemos prepararnos para mantener, incluso en tales circunstancias, la guerra de guerrillas en esas zonas. Si pudimos mantener la guerra de guerrillas aun en las condiciones de la guerra civil, no cabe la menor duda de que podemos llevarla adelante, todavía con mayor éxito, en esta guerra nacional. Pues, aunque el enemigo, en lo que respecta al poderío militar relativo, pueda lanzar contra algunas de nuestras bases de apoyo, fuerzas de aplastante superioridad no sólo en calidad sino también en cantidad, continuará sin solución la contradicción nacional entre el enemigo y nosotros, y subsistirán las inevitables debilidades del mando enemigo. Nuestras victorias se basan en el trabajo concienzudo entre las masas populares y en los métodos flexibles de combate.

Ofensiva estratégica en la guerra de guerrillas

Después de que hemos desbaratado una ofensiva enemiga y antes de que comience otra nueva, viene un período en que el enemigo se encuentra a la defensiva estratégica y nosotros a la ofensiva estratégica.
En ese período, nuestro principio de operaciones no consiste en atacar a las fuerzas enemigas que están atrincheradas en posiciones defensivas y que no tenemos seguridad de derrotar, sino en destruir o expulsar sistemáticamente de determinadas zonas a las pequeñas unidades japonesas y fuerzas títeres que nuestras guerrillas son capaces de enfrentar, en extender nuestras zonas, movilizar a las masas para la lucha contra Japón, reforzar y adiestrar nuestras tropas y organizar nuevas guerrillas. Si el enemigo continúa a la defensiva después de que estas tareas se hayan cumplido en cierta medida, podremos ampliar aún más las zonas que hayamos ocupado recientemente, atacar las ciudades y las líneas de comunicación débilmente guarnecidas por el enemigo, y ocuparlas tanto tiempo como las circunstancias lo permitan. Todas estas son tareas de la ofensiva estratégica, cuyo propósito es aprovechar el período en que el enemigo se encuentra a la defensiva, para desarrollar de forma eficaz nuestras fuerzas armadas y la fuerza de las masas populares, así como reducir efectivamente las fuerzas del enemigo y prepararnos para aplastar de modo planificado y enérgico su nueva ofensiva.
Es indispensable el descanso y el adiestramiento de nuestras tropas, y el mejor momento para ello es aquel en que el enemigo se encuentra a la defensiva. No se trata de dedicarnos exclusivamente al descanso y adiestramiento sin ocuparnos de ninguna otra cosa, sino de procurar tiempo para ello mientras ampliamos nuestras zonas, destruimos pequeñas unidades enemigas y movilizamos a las masas. Este es también, por lo general, el momento para resolver el difícil problema de la obtención de provisiones, mantas, vestuario, etc.
Este es asimismo el momento para destruir a gran escala las líneas de comunicación del enemigo, obstruir su transporte y prestar ayuda directa a nuestras fuerzas regulares en sus campañas.
Entonces reina gran júbilo en las bases de apoyo, zonas y unidades guerrilleras, y las regiones devastadas por el enemigo se rehabilitan gradualmente y reviven. Las masas populares en los territorios ocupados por el enemigo también se llenan de alegria, y el prestigio de las guerrillas se extiende por todas partes. En el campo del enemigo y sus lacayos, los colaboracionistas, crece el pánico y se agrava la desintegración y, al mismo tiempo, aumenta su odio hacia las guerrillas y las bases de apoyo y se intensifican los preparativos para hacer frente a la guerra de guerrillas. Por lo tanto, durante la ofensiva estratégica, los mandos de la guerra de guerrillas no deben sentirse tan alborozados como para subestimar al enemigo y olvidarse de fortalecer la unidad en sus propias filas y de consolidar las bases de apoyo y las unidades guerrilleras. En estos momentos deben saber escrutar cada movimiento del enemigo para descubrir los signos de una nueva ofensiva, a fin de que, una vez que esta se desate, puedan poner fin oportunamente a su propia ofensiva estratégica, pasar a la defensiva estratégica y deshacer, en el curso de esta, la ofensiva enemiga.

  1. En el año 353 a.n.e., el reino de Wei puso sitio a Jantan, capital del reino de Chao. El príncipe del reino de Chi ordenó a sus generales Tien Chi y Sun Pin que ayudaran a Chao con sus tropas. Teniendo en cuenta que las fuerzas selectas de Wei habían entrado en Chao, dejando así débilmente guarnecido su propio territorio, el general Sun Pin atacó el reino de Wei. Cuando el ejército de Wei se retiraba para defender su país, las tropas de Chi, aprovechándose de su agotamiento, lo atacaron en Kuiling (al nordeste del actual distrito de Jetse, provincia de Shantung) y le infligieron una aplastante derrota. De este modo, fue levantado el sitio a la capital de Chao. Desde entonces, toda táctica similar es denominada por los estrategas chinos como «salvar al reino de Chao sitiando al reino de Wei».

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *