El problema de la eliminación de los contrarios revolucionarios es una cuestión de la lucha entre nosotros y el enemigo, una contradicción entre nosotros y el enemigo. Dentro del pueblo hay quienes sostienen distintos puntos de vista acerca de este problema. Hay dos tipos de personas cuya opinión difiere de la nuestra. Los que tienen una manera de pensar derechista no establecen distinción entre nosotros y el enemigo y toman al enemigo por gente nuestra. Consideran como amigos a los que las grandes masas miran como enemigos. Los que tienen una manera de pensar «izquierdista», exageran el alcance de las contradicciones entre nosotros y el enemigo hasta tal grado que toman ciertas contradicciones en el seno del pueblo por contradicciones entre nosotros y el enemigo y consideran contrarrevolucionarios a personas que en realidad no lo son. Ambas concepciones son erróneas. Ninguna de las dos puede conducir al tratamiento correcto del problema de la eliminación de los contrarrevolucionarios, ni a una acertada valoración de este trabajo nuestro.
Para evaluar con acierto nuestro trabajo de eliminar a los contrarrevolucionarios, veamos los efectos que los acontecimientos de Hungría ejercieron sobre nuestro país. Dichos acontecimientos suscitaron ciertas vacilaciones entre algunos de nuestros intelectuales, mas no provocaron ningún desorden. ¿Cómo se explica esto? Una de las razones, debemos decirlo, es que habíamos eliminado casi por completo a los contrarrevolucionarios.
Claro que la consolidación de nuestro Estado no se debe primeramente a la eliminación de los contrarrevolucionarios. Se debe, ante todo, a que contamos con un Partido Comunista, un Ejército de Liberación y un pueblo trabajador templados en decenios de lucha revolucionaria. Nuestro Partido y nuestras fuerzas armadas han arraigado en las masas, se han templado en las llamas de una revolución prolongada, tienen capacidad combativa. Nuestra República Popular no fue formada de la noche a la mañana, sino que se desarrolló poco a poco partiendo de las bases revolucionarias. Algunas personalidades demócratas se han templado también en la lucha, en mayor o menor grado, y sufrieron junto a nosotros tribulaciones y penas. Algunos intelectuales se templaron en la lucha contra el imperialismo y las fuerzas reaccionarias, y muchos de ellos pasaron, después de la Liberación, por un proceso de transformación ideológica encauzada a trazar una clara distinción entre nosotros y el enemigo. La consolidación de nuestro Estado se debe, además, al hecho de que las medidas económicas que adoptamos son básicamente acertadas, a que la vida del pueblo es segura y mejora gradualmente, a que nuestra política respecto a la burguesía nacional y otras clases es asimismo correcta, etc. Sin embargo, nuestros éxitos en la eliminación de los contrarrevolucionarios son, sin duda alguna, una de las causas importantes de la consolidación de nuestro Estado. En virtud de todo lo cual, nuestros estudiantes universitarios, con pocas excepciones, son patriotas y apoyan el socialismo, aunque muchos de ellos provienen de familias no trabajadoras; no originaron desórdenes durante los acontecimientos de Hungría. Lo mismo ocurre con la burguesía nacional, por no hablar de las masas básicas: los obreros y campesinos.
Después de la Liberación, eliminamos cierto número de elementos contrarrevolucionarios. Algunos de ellos fueron sentenciados a muerte por sus graves crímenes. Esto fue de necesidad absoluta, fue demanda de las amplias masas populares y se hizo para liberar a las amplias masas oprimidas durante largos años por los contrarrevolucionarios y toda suerte de tiranos locales, o sea, para liberar las fuerzas productivas. Si no hubiéramos obrado así, las masas populares no hubieran podido levantar la cabeza. La situación cambió radicalmente desde 1956. Tomando el país en su conjunto, las fuerzas principales de la contrarrevolución ya han sido liquidadas. Nuestra tarea fundamental ha pasado de la liberación de las fuerzas productivas a la protección y desarrollo de éstas según las nuevas relaciones de producción. Algunos no comprenden que nuestra política actual corresponde a la situación de hoy y que nuestra política anterior correspondía la situación pasada. Pretenden utilizar nuestra política actual para revocar las decisiones tomadas en el pasado e intentan negar los enormes éxitos que conseguimos en la eliminación de los contrarrevolucionarios. Esto es completamente erróneo, y las masas populares no lo permitirán.
En nuestro trabajo de eliminación de los contrarrevolucionarios, los éxitos fueron lo principal, pero también hubo errores. En algunos casos se cometieron excesos, mientras en otros se escaparon contrarrevolucionarios de nuestra red. Nuestra orientación es la siguiente: «Los contrarrevolucionarios deben ser eliminados cuando se les encuentre, los errores deben ser corregidos si se cometen». La línea que hemos adoptado en dicho trabajo es la línea de eliminación de los contrarrevolucionarios por las propias masas. Claro que incluso con la línea de masas podrían cometerse también errores en nuestra labor, pero serían menores en número y más fáciles de corregir. Las masas ganan experiencia a través de la lucha. De lo realizado con acierto, adquieren experiencias correctas. En lo que se hace mal, sacan lecciones de los errores cometidos.
Se han tomado o se están tomando medidas para corregir los errores descubiertos en la labor de eliminar a los contrarrevolucionarios. Los errores aún no descubiertos serán enmendados en cuanto se pongan de manifiesto. Las decisiones acerca de rehabilitaciones deben darse a conocer dentro de la misma esfera de las decisiones originales equivocadas. Propongo que este año, o el próximo, se realice una comprobación general de la labor de eliminación de los contrarrevolucionarios, a fin de sintetizar la experiencia, estimular el espíritu de justicia y combatir las tendencias malas. Esta comprobación se debe llevar a cabo a escala nacional bajo la dirección del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y del Comité Permanente del Comité Nacional del Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino, y a escala local bajo la dirección de los Comités Populares provinciales y municipales y de los comités locales del Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino. Durante esta comprobación, debemos ayudar a los numerosos cuadros y activistas que participaron en este trabajo, y no echarles un balde de agua fría, ya que esto sería incorrecto. No obstante, los errores deben ser rectificados apenas se descubran. Tal debe ser la actitud de todos los departamentos de seguridad pública, de fiscalización y de justicia, las prisiones y los organismos administrativos encargados de la reeducación de los criminales mediante el trabajo. Esperamos que todos los miembros del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, los miembros del Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino y los diputados populares participarán en esta comprobación siempre que tengan la posibilidad de hacerlo. Esto contribuirá a perfeccionar nuestro sistema legal y a tratar correctamente a los contrarrevolucionarios y a otros criminales.
La situación presente, en lo que concierne a los contrarrevolucionarios, puede caracterizarse con las palabras siguientes: todavía hay contrarrevolucionarios, pero no muchos. En primer lugar, aún existen. Algunos dicen que ya no los hay, que por doquier reina una paz completa, que se pueden mullir bien las almohadas y dormir a pierna suelta. Esto no corresponde a la realidad. De hecho, los contrarrevolucionarios existen todavía (no en cada localidad ni en cada organización, por supuesto), y es preciso proseguir la lucha contra ellos. Debemos comprender que los elementos contrarrevolucionarios ocultos, no eliminados hasta la fecha, no abandonarán sus intrigas y tratarán seguramente de aprovechar cualquier oportunidad para producir disturbios. Los imperialistas norteamericanos y la camarilla de Chiang Kai-shek envían con frecuencia agentes secretos a nuestro país, con el fin de efectuar sabotajes. Incluso si estuvieran eliminados todos los contrarrevolucionarios existentes, podrían aparecer otros nuevos. Si dejamos de estar vigilantes, caeremos en la trampa y pagaremos un alto precio por ello. Dondequiera que aparezcan contrarrevolucionarios creando disturbios, hay que eliminarlos con mano firme. Pero, considerando el país en su conjunto, no quedan ya efectivamente muchos contrarrevolucionarios. Sería asimismo erróneo decir que en China hay todavía numerosos elementos contrarrevolucionarios, se daría también lugar a confusiones.