NI avenidas dedicadas al generalísimo, ni estatuas ecuestres en honor del militar que durante cuatro décadas gobernó con mano de hierro esa España: una grande y libre, lema que acuñó el franquismo y que sólo se quedó en eso, en un eslogan. Treinta y cinco años después de la muerte de Franco, en Euskal Herria las huellas de la dictadura no son ostensibles, pero ahí siguen. En segundo o tercer plano, la simbología franquista convive con los vascos. Según un censo oficioso ‑dada la ausencia de una recopilación oficial- más de una veintena de emblemas, distintivos y nombres no se han eliminado.
Desde águilas imperiales a calles dedicadas a destacados franquistas, los regates a la Ley de Memoria Histórica son evidentes. La norma deja claro en su artículo 15 que las administraciones tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones de exaltación del alzamiento, de la Guerra Civil y de la dictadura. Pero hecha la ley, hecha la trampa, ya que el segundo apartado del citado artículo ya advierte de que no se podrá aplicar cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas. Esto es lo que aduce el Gobierno español para no retirar el escudo que flanquea la plaza Moyúa desde el edificio de Hacienda. Un clásico de los iconos franquistas en Bizkaia. Precisamente, este territorio es el que gana el ranking de la CAV.
Uno de los que más ha dado de que hablar en Bilbao es el paseo dedicado a Rafael Sánchez Mazas, fundador de la Falange y ministro de Franco. Un vecino de Bilbao interpuso una denuncia contra el Ayuntamiento para que cambiara el nombre que homenajea al compositor del Arriba España. Pero la placa sigue ahí. Al igual que la que honra a los caídos en la Sociedad Bilbaina.
Dos casos similares son los de las casas consistoriales de Barakaldo y Plentzia, en cuyas paredes todavía están colgados los cuadros de los alcaldes de la dictadura. Aquí, la Ley no concreta el modo de actuar, y los actuales mandatarios no se dan por aludidos. En la localidad costera, además de los cuadros destaca la concesión de la medalla de oro que el Consistorio aún mantiene a José Daniel Lacalle. Un franquista pata negra que, después de morir el caudillo, continuó dejando su impronta ultra. En septiembre de 1978, Lacalle fue expulsado del casino de Plentzia por arrancar una ikurriña.
La lista en Bizkaia continúa con el monumento dedicado a los caídos del bando nacional en el monte Gaztelumendi. La calle dedicada en Santurtzi al capital Mendizabal y la inscripción que recuerda al caudillo en el interior de la galería Punta Begoña en Ereaga son otros ejemplos de los despistes de la Ley de Memoria Histórica, que en Araba tiene más ejemplos. En Laguardia se da uno de los casos más esperpénticos, ya que en pleno casco antiguo una placa recuerda al coronel Luis Rabanera, muerto gloriosamente el 20 de abril de 1937 por Dios y por la Patria en el frente de Bizkaia. Se da la circunstancia de que este valiente era el tío del ex diputado general de Araba, Ramón Rabanera, que en más de una ocasión se ha negado a retirar la placa. También en este municipio todavía resiste el busto, con el yugo y las flechas, en honor de José Calvo Sotelo, asesinado en 1936 y ministro con Primo de Rivera.
Antes de llegar a Gasteiz, un ejemplo de los iconos franquistas se localiza en el monte Urbina. Aquí, una piedra recuerda a tres aviadores de la Legión Cóndor. En otra cima, esta vez la de Olarizu, una cruz colocada por la Santa Misión Vitoriana en 1951 homenajea a los sacerdotes alaveses que cayeron en la cruzada. Ya en la capital de la CAV, y de nuevo con la Iglesia como protagonista, se encuentra uno de los casos más criticados. Es el escudo franquista que preside la parte superior de una de las entradas de la catedral nueva de Gasteiz, centro religioso que fue inaugurado por Franco. Asimismo, en el antiguo Palacio de Justicia de la capital alavesa sigue intacto un escudo preconstitucional.
La presencia de simbología franquista en el territorio guipuzkoarra se puede calificar como anecdótica. Y en el censo oficioso que este periódico ha realizado únicamente se han encontrado casos contados en Donostia. El más claro es el monumento erigido a los caídos en el bando franquista que se encuentra en el cementerio de Polloe. Si uno recorre las calles de la capital guipuzcoana puede toparse con un águila imperial presidiendo el edificio de la Capitanía Marítima, uno de los escaso ejemplos de iconos franquistas que siguen presentes, así como la placa que junto al primer piso de la avenida de la Libertad recuerda a Laura Brunet como madre española ejemplar que ofreció a la patria la vida de cinco de sus hijos. En el callejero también figura la calle Conde de Plasencia.
Navarra ha sido el territorio históricamente más salpicado por simbología franquista de los antes mencionados. Aunque la purga de los iconos que hacían alusión a la etapa más negra de la historia reciente han sido constantes en los últimos años, su capital sigue dando cobijo a referencias del franquismo. Una realidad que se le puede achacar a las maniobras de UPN, con la alcaldesa Yolanda Barcina a la cabeza. La delfín de Miguel Sanz al frente de la formación regionalista ha sabido jugar sus cartas para llevar a su terreno las demandas de la oposición. El ejemplo más claro es el rebautizo de la plaza Conde de Rodezno, en cuya placa ya no se recuerda al ministro golpista Tomás Domínguez de Arévalo ‑primer titular de la cartera de Justicia del Gabinete de Franco-. Barcina defiende cumplir la Ley de Memoria Histórica y la Ley Foral de Símbolos al haber suprimido la referencia del político navarro y dejar, exclusivamente, el actual nombre, algo de lo que discrepan el resto de partidos presentes en el Consistorio de Iruñea. Estos recuerdan que la citada plaza recibió este nombre en 1952 no por cualquier Conde de Rodezno, sino por el último que ostentó el cargo, el franquista Domínguez de Arévalo, que murió un año antes.
Otro caso particular es el mausoleo de los caídos. Aquí están los restos de Mola y Sanjurjo. Instalación en la que reza el lema Navarra a sus muertos en la Cruzada, si bien hoy el mensaje se encuentra oculto tras un gran cartel que dice Sala de Exposiciones Conde Rodezno. Un edificio en cuyas paredes están inscritos los nombres de todos los navarros fallecidos en las filas nacionales. La lista continúa y no deja en buen lugar a la Ley de Memoria Histórica que, dos años después de su aprobación, sigue dejando lagunas en su cumplimiento.