En el otoño de 1995, algunos integrantes de la prensa extranjera ‑acreditada en La Habana- fuimos convocados a la residencia del representante diplomático estadounidense sin que se nos señalara el motivo, como es costumbre.
Nos recibieron con cocteles de bienvenida, y entre nosotros nos preguntábamos, extrañados, sobre la sorpresa que nos tendrían reservada, pues ante nuestras preguntas en tal sentido nos respondían que aguardáramos con paciencia.
Al cabo de unos minutos, el vocero estadounidense avanzó hacia nosotros acompañado de Néstor Baguer, presidente de la Asociación de Periodistas Independientes, y otros miembros de ese grupo.
Algunos periodistas nos mantuvimos con muchas reservas, pues no era usual la injerencia indebida de una representación diplomática en los asuntos internos del país que fungía como su anfitrión.
Nos estaban poniendo en suerte a un grupo disidente, a todas luces manipulado por ellos, en un ambiente aparentemente relajado, y actuaban a sabiendas de que la prensa internacional no iba a juzgar esos hechos.
Aquellos eran tiempos en que se intentaba mantener oculto que Estados Unidos mantenía estrecha alianza con los opositores internos y que los financiaba. Además creaba el ambiente propicio para que esas situaciones no fueran recreadas por la prensa, pero que sí sirvieran para promover a los “disidentes”.
Más tarde, en abril de 2003, en otro escenario muy distinto, Néstor Baguer volvería a ser protagonista ante la prensa acreditada en Cuba, pero esta vez, ¡oh sorpresa!, él estaría del lado del régimen cubano.
¿Qué había sucedido para que las cosas dieran ese vuelco?
La administración Bush se estaba empleando a fondo para desestabilizar a Cuba, ya sin miramientos.
Nombró a James Cason, un experto agitador, como Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos (SINA) en La Habana, quien al asumir su cargo, en septiembre de 2002, dijo que su propósito era hacer de la representación estadounidense “el estado mayor de la contrarrevolución en Cuba”.
Para marzo de 2003 él ya estaba organizando a los opositores al régimen de Fidel Castro, y no escatimó en recursos ni en acciones para intentar propiciar una guerra civil en la isla.
Entre otras cosas, impulsó a los disidentes a violar las leyes cubanas; intensificó el reclutamiento de disidentes entre aquellos más proclives a sumarse a los dictados de la Casa Blanca, y los organizó de disímiles maneras.
Fue cuando sobrevino la detención de los 75 disidentes que fueron juzgados y sentenciados por colaborar con Estados Unidos en maniobras desestabilizadoras.
James Cason creó entonces el movimiento de las Damas de Blanco, emulando a las Mujeres de Negro de Belgrado, con las esposas de los detenidos.
Fidel Castro no tuvo más remedio que poner al descubierto a dos de sus agentes infiltrados en esos grupos, para poder exhibir pruebas sobre la forma en que eran captados y financiados los opositores por parte de la SINA.
Néstor Baguer resultó ser uno de esos agentes, quien declaró que las personas juzgadas en abril de 2003 se dejaban reclutar por la SINA y que su tarea era escribir historias que reflejaran supuestas violaciones a los derechos humanos.
“Cuanto más crasa la noticia mejor se paga”, dijo Baguer, testigo de esos hechos, en rueda de prensa que ofreció a los periodistas extranjeros el 14 de abril de 2003, y que la prensa internacional acalló junto con las pruebas exhibidas por Fidel Castro, razón por lo cual las detenciones fueron consideradas como una violación a los derechos humanos.
Para capitalizar el descrédito del gobierno cubano, producto de la propaganda desplegada en su contra, la administración Bush consideró que el cambio en Cuba se debía producir a través de la disidencia interna.
Entonces Bush creó ‑en octubre de 2003- la Comisión de Ayuda para una Cuba Libre bajo esa premisa, al frente de la cual quedó oficialmente el propio secretario de Estado, en ese entonces Colin Powell, pero luego asumió la misma responsabilidad Condoleezza Rice.
Ahora corresponde a Hillary Clinton estar al frente de todas las decisiones que se adopten en función de los disidentes, que se han convertido en la mejor carta de los estadounidenses para descalificar al régimen cubano y así justificar medidas en contra de la isla.
Con el caso Zapata, el trabajo de James Cason está ahora rindiendo sus frutos, ya que las Damas de Blanco, su creación, es el principal estandarte de los estadounidenses.
Estados Unidos creó una red de financiamiento y propaganda que involucra a la propia prensa internacional, ya que según un informe a los congresistas estadounidenses, para marzo de 2005 ya se habían destinado 8.4 millones de dólares para el trabajo de propaganda contra Cuba alrededor del mundo.
El mismo informe dio a conocer que de los 29 millones de dólares destinados a “una ayuda activa, robusta y sin precedentes a los disidentes”, ya se habían proporcionado 14.4 millones, y transferido una suma importante a la USAID para “expandir dramáticamente su trabajo”.
Para estas fechas, esas sumas de dinero son ya irrisorias, pues las ha más que multiplicado.