Es evidente que el gran triunfador de las elecciones en Sudán ha sido el presidente, Omar al-Bashir y su organización política, el Partido del Congreso Nacional, mientras que los perdedores han sido los partidos del norte que han llamado al boicot electoral, pero sobre todo buena parte de la población de Darfur que asiste infelizmente a una situación de absoluto abandono a nivel local y en especial de la mal llamada comunidad internacional.
Los días previos a la cita con las urnas se sucedieron los llamamientos para que las elecciones fuesen «limpias y libres», y desde EEUU y otros países aliados se puso mucho énfasis en la transparencia del proceso. Según pasaron los días las denuncias de irregularidades, las dificultades de un ya de por sí complejo sistema electoral (problemas de censo, exclusiones, coincidencia y dificultades para interpretar hasta ocho papeletas diferentes para otras tantas consultas…) fueron dejando paso a una actitud más difuminada. El colofón lo pusieron las declaraciones del ex presidente de EEUU, Jimmy Carter, quien anunció que pese a las denuncias y las dudas del proceso, habría que dejar claro que «la comunidad internacional reconocerá al vencedor de las elecciones».
El interés de Al-Bashir de convocar en esa fecha las elecciones se debía, por un lado, al cumplimiento de lo firmado en el Acuerdo Comprensivo de Paz (CPA). Aunque deberían haberse celebrado hace varios meses, finalmente ha cumplido parte de lo acordado. Pero al hilo de la actidud posterior de la comunidad internacional, con el reconocimiento implícito de Carter o las declaraciones de los observadores de la región, incluidos los de la Liga Árabe y la Unión Africana, que han señalado que las elecciones han sido «libres y limpias», parece claro que el otro objetivo de Al-Bashir se ha cumplido también.
El presidente sudanés ha vivido los últimos meses en una difícil situación a raíz de la orden internacional de arresto contra él bajo la acusación de crímenes contra la humanidad en Darfur. Por ello, con estas elecciones, y sobre todo a raíz de su triunfo, va a intentar revertir esa situación y lograr un reconocimiento internacional que evite su persecución y, tal vez, un juicio.
Tras las elecciones se han abierto dos posibles escenarios en Sudán. Por un lado, podría darse un mayor pluralismo político y una mayor estabilidad para el país, que le pueden permitir afrontar los numerosos retos que tiene. Por otro lado, podría caminar hacia un escenario donde la inestabilidad y la posibilidad de un mayor grado de violencia acaben por imponerse.
Las violaciones de derechos humanos en Darfur; la utilización de conflictos internos (entre distintas regiones del país) y externos (las milicias del Ejército de la Resistencia del Señor) para desnivelar la balanza en beneficio propio, y el problema y la situación de los miles y miles de desplazados (a los que se les impide votar en su lugar de origen, lo cual desvirtúa cualquier resultado electoral) son algunos de los principales retos que deberá afrontar el presidente Al-Bashir en los próximos meses para configurar uno u otro de los escenarios mencionados.
También buscará en estos meses, si cumple lo anunciado, «intentar que los ciudadanos del sur vean atractiva la unidad del actual Estado sudanés» para que así el resultado del referendo del 2011 sea contrario a la independencia del sur.
El principio básico del Acuerdo de Paz (CPA) de 2005 era el derecho de autodeterminación de Sudán del Sur, que deberá materializarse mediante una consulta en la que la población del sur elegirá entre la unidad con el norte del país o la creación de un nuevo Estado. Al-Bashir ha reiterado su compromiso con lo firmado, pero algunas voces comienzan a poner en duda la verdadera estrategia que podía estar diseñando el presidente, a tenor de sus actitudes pasadas.
En ese sentido, es importante observar que las reformas que hasta la fecha, y desde la firma del CPA en 2005, ha acometido Al-Bashir y han sido apoyadas por el Partido del Congreso Nacional, han logrado un mayor reforzamiento del poder del Ejército, lo que ha abierto serias dudas entre los dirigentes del sur.
Además, todavía hay muchas cuestiones que no se han cerrado definitivamente tras la firma de ese acuerdo y que son motivo de tensión entre Jartum y el sur del país, como la demarcación fronteriza, la explotación de las riquezas naturales (la mayor parte de las reservas de petróleo están ubicadas en el sur) e, incluso, buena parte de asuntos que guardan relación directa con el propio referendo (porcentaje de participación, la pregunta a plantear…).
Pero no todos los problemas del sur proceden de la postura de Jartum, ya que diferentes partidos políticos de esa región han puesto en entredicho la victoria del Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM), principal actor de Sudán del Sur, y que ahora deberá hacer frente a las amenazas de sus rivales locales que anuncian la presentación de una demanda de anulación judicial para las elecciones celebradas, en las que el SPLM obtuvo más del 90% del voto en el sur.
Por otro lado, deberán ponerse en marcha los mecanismos necesarios para intentar mejorar la calidad de vida de los habitantes del sur, donde las vías de comunicación siguen siendo muy deficientes y existe un alto índice de analfabetismo.
Los próximos meses la tensión aumentará en Sudán, y se podrá ver si Omar al-Bashir respeta los acuerdos de paz y la voluntad de los ciudadanos del sur o, por el contrario, plantea medidas que intenten demorar la celebración de la consulta de autodeterminación. Si se da el segundo caso, no habría que descartar la declaración unilateral de independencia, como ya han advertido recientemente cualificados portavoces del SPLM.
Y si finalmente tiene lugar el referendo, estaremos a las puertas de un nuevo Estado en pleno siglo XXI, ya que como han manifestado los habitantes del Sudán del Sur, «el matrimonio entre el norte y el sur debe acabar inmediatamente, para poner fin a la política de marginación y asimilación que desde el norte se ha desarrollado durante tantas décadas. A la luz de la historia es imposible que norte y sur vivan armoniosamente en un mismo Estado, por ello es necesario la existencia de dos estados independientes».
Txente Rekondo es miembro del Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)