El pasado 9 de abril, en plena campaña contrarrevolucionaria (dirigida desde Washington, de la misma manera que Obama ha impuesto a Zapatero las últimas medidas antiobreras), un grupo de contrarrevolucionarios fue increpado por simpatizantes de la Revolución cubana en el camino de Santiago.
Pero no fue porque sí. Al finalizar la marcha los cubanos apátridas, crecidos por la campaña que el régimen español permite y alienta, se dirigieron al consulado cubano para realizar sus acostumbradas provocaciones y, en consecuencia, recibieron cumplida respuesta de quienes apuestan por la dignidad del ser humano y no por el abyecto servilismo.
Molestos, los grupúsculos cubanos, que sobreviven como pueden en esta España de desempleados, denunciaron lo ocurrido al Defensor (¿Defensor u Ofensor?) del Pueblo, y al ministerio de Asuntos Exteriores. En concreto se quejaron de que la Embajada y los Consulados de Cuba organizan contramanifestaciones para neutralizar sus mamarrachadas, y denunciaron la complicidad de partidos españoles que apoyan a Cuba.
En definitiva, estos “demócratas” quieren las calles para ellos, como el fascista Manuel Fraga. ¡Que se vayan a Estados Unidos y se enrolen en su amado U.S. Army!
El Defensor del Pueblo dice estar analizando el asunto, y el Director de Gabinete del ministerio de Exteriores, afirma que lo ocurrido será objeto de “un adecuado seguimiento” (se presupone que en el futuro). Nada nuevo bajo el sol. Sus respuestas están vinculadas a la contrarrevolución preventiva‑, implementada por el régimen desde hace años- que sufren vascos, catalanes y los colectivos antifascistas.
De sobra sabemos que nos vigilan porque somos anticapitalistas, internacionalistas, revolucionarios y defendemos a Cuba. No obstante, me asalta una duda: ¿Serán también objeto de “adecuados seguimientos” los diplomáticos cubanos y los dirigentes de IU, o el PCE?