Uno de los más nefastos errores del siglo XX, que lamentablemente parece que se sigue repitiendo, es confundir socialismo con capitalismo de estado. ¡Error cometido por mucha gente que hasta escribe libros sobre el tema!!
Por ejemplo, tomemos la CVG. Si no hubiera explotación del trabajo, ¿existirían los sindicatos? ¿Se imaginan que en mi casa yo (que trabajo por mi cuenta, y que no tengo “jefe”) cree un sindicato para luchar conmigo mismo? ¿O que en una cooperativa (de verdad) los cooperativistas se unan en un sindicato, para pedirse a ellos mismos mejores condiciones de vida?
Además, la existencia del sindicato no es el único argumento. Voy a demostrar matemáticamente que los trabajadores de la CVG son explotados. ¿Por quiénes? Por nosotros, los ciudadanos de Venezuela. En efecto, supongamos que, por ejemplo, se venda Alcasa a 100 billones de dólares (sólo para hacer el análisis. Sé muy bien que nadie compraría ni Alcasa ni cualquier otra empresa de la CVG, que lo único que hacen es dar pérdidas). El Estado tendría más dinero, y cada uno de nosotros, los ciudadanos venezolanos, saldríamos beneficiados, porque se taparían los huecos en la calle, y se resolverían tantos pequeños problemas de nuestra vida cotidiana. Los trabajadores de Alcasa, que son los que hubieran generado la riqueza que se vendió, saldrían beneficiados como nosotros, en su condición de ciudadanos, pero no tendrían ningún beneficio especial por haber sido los generadores de la riqueza que se vendió. Y, por lo tanto, todos nosotros, los ciudadanos venezolanos, nos estaríamos apropiando de la plusvalía generada por ellos. Y la apropiación de la plusvalía es exactamente lo que define el capitalismo.
Por lo tanto, cuando el Estado es propietario de una empresa, esto no es socialismo, sino capitalismo de estado.
El control obrero de las fábricas que se está implantando en varias empresas del estado es solamente un primero, tímido paso. Los trabajadores deben convertirse en dueños, en empresarios, y tenemos que dejar en el pasado la superficialidad que identifica “empresario” con “mala gente”. Creo que éste es uno de los más nefastos errores conceptuales del pensamiento de izquierda. La superficial dicotomía que tilda al empresario de mala gente y al trabajador de buena gente. Lo obvio es que hay empresarios mala gente y empresarios buena gente, y que hay trabajadores buena gente y trabajadores mala gente.
Por suerte, quien resolverá la confusión serán los mismos trabajadores: lo que se ve, mirando las estadísticas en el ámbito mundial, es que el trabajo dependiente va constantemente disminuyendo. A medida que la economía se mueve hacia una economía de servicios y de conocimiento, es mucho más fácil hacerse emprendedor.
La palabra clave para que esto suceda es “autoestima”: a medida que el ser humano toma conciencia de sí mismo, se da cuenta de que es mucho más que “fuerza de trabajo”; y que, por lo tanto, no necesita “jefe”. Esta es la razón por la cual cuando, hace más de veinte años, creé la Editorial Galac, creé en ella una colección sobre el desarrollo humano: para ayudar al ser humano en volverse socialista, independiente, subiendo su nivel de autoestima.
Para caminar hacia el socialismo, hay que lanzar la Misión Desarrollo Humano. Es muy difícil que haya socialismo sin desarrollo humano.
Un caso bien interesante, para analizar, es el caso de los buhoneros. Recuerdo una encuesta hecha por la Universidad de Guayana en el 1996 entre los buhoneros de San Félix. A la pregunta “Si usted consiguiera un empleo que le garantizara el mismo nivel de ingreso que tiene como buhonero, ¿lo aceptaría?”, el 65% contestó que “no”. Es decir, los buhoneros de San Félix tenían más autoestima que los obreros de la CVG. Sería bien interesante que la Alcaldía mandara a hacer una encuesta entre los buhoneros de Caracas, para ver cuántos de ellos son desempleados y cuántos son trabajadores independientes, que no quieren ser esclavos de nadie.
Y recuerdo una conversación que tuve hace algunos meses con un artesano, de esos que venden cerca de la Plaza de los Museos. Él me explicitó una palabra clave en esa reflexión: por un lado (empleo) tengo seguridad (las cuatros lochas del 15 y últimos son seguras), por el otro tengo libertad. Vengo aquí a vender mis productos solamente cuando quiero, y no porque debo.
Y lo obvio es que para escoger la libertad entre seguridad y libertad, lo que hace falta es autoestima.