Ha pasado ya un tiempo desde que la izquierda abertzale hiciera públicas las conclusiones del profundo debate interno que hemos mantenido durante los últimos meses. Las mujeres y los hombres de la izquierda abertzale nos hemos comprometido ante el pueblo vasco a impulsar un proceso democrático que haga a Euskal Herria dueña de su futuro y solucione de una vez de raíz un conflicto político que está causando muchísimo sufrimiento a este pueblo. A nadie se le escapa que el camino emprendido va a ser un camino lleno de obstáculos y dificultades, porque nos seguimos enfrentando a los mismos enemigos de siempre; unos enemigos que llevan siglos empleando todas las armas a su alcance para aniquilar las señas de identidad de nuestro pueblo.
Sin embargo, emprendemos el camino convencidas de que nuestro pueblo tiene en estos momentos la madurez suficiente como para hacer valer la fuerza de su razón ante la razón de la fuerza de sus poderosos enemigos. Hemos concluido que uniendo fuerzas, articulando mayorías y operativizando la presión social por métodos exclusivamente políticos y democráticos vamos a ser capaces de recuperar nuestros derechos, forzar a los estados que nos oprimen a dar una solución justa al conflicto y poner las bases para un escenario verdaderamente democrático donde el proyecto de la Euskal Herria independiente y socialista que propugnamos pueda hacerse realidad si la mayoría de nuestro pueblo así lo decide.
La tozuda y cruda realidad que padece nuestro pueblo no ha tardado en poner a prueba la solidez de la apuesta política que se está haciendo. A pesar de la nitidez y la contundencia con que se está abogando por un cambio de ciclo que traiga la paz y el reconocimiento de los derechos nacionales a Euskal Herria, no pasa ni un sólo día sin que los estados nos demuestren que ellos siguen en la misma apuesta de guerra de siempre: negación sistemática de derechos civiles y políticos, detenciones, tortura, política penitenciaria criminal… La semana pasada, además, han dado un paso que a nuestro entender supera todas las líneas rojas de lo permisible incluso en un contexto de encarnizado conflicto político: la Audiencia Nacional española (poder judicial), con el visto bueno del fiscal (dependiente orgánicamente del poder ejecutivo), ha decidido enviar de nuevo a la cárcel a un prisionero político que se encontraba en su casa en situación de prisión atenuada debido a la enfermedad grave e incurable que padece.
Este pueblo tiene demasiada historia de sufrimiento como para creer en casualidades y en la «inocencia» del sistema de división de poderes del Estado español. No tenemos ninguna duda de que tras la decisión de encarcelar a Mikel Ibáñez se esconde una clara intencionalidad política. Máxime cuando desde los mismos poderes del Estado que han propiciado la misma se está haciendo alarde de unos supuestos «movimientos en política penitenciaria» tendentes a conceder «beneficios» a quienes se desmarquen del colectivo de presos políticos vascos. Lo que busca el Estado está claro. El Estado sigue utilizando la represión para intentar doblegar las ansias de libertad de nuestro pueblo. Van a hacer todo lo que puedan para dividirnos y debilitarnos, con el objetivo de que nuestra apuesta por un proceso democrático descarrile antes de conseguir sus metas (utilizando a nuestros familiares presos como arma arrojadiza.)
Por eso, los destinatarios de esta reflexión nuestra de hoy no son los poderes del Estado. Les esperábamos justo ahí, donde están, utilizando su fuerza para dinamitar el futuro de Euskal Herria. El destinatario de nuestra reflexión de hoy es el conjunto de Euskal Herria, y de forma muy especial la amplia base social de la izquierda abertzale. Hoy nos queremos dirigir a toda esa mayoría social que está a favor del «Euskal Presoak Euskal Herrira. Dagozkien Eskubideen Jabe». Para decirle que ha llegado la hora de hacer visible, real y eficaz la fuerza de las vías políticas y democráticas para hacer cambiar la política criminal de los estados y abrir la vía hacia la paz y la libertad plenas de nuestro pueblo. Nuestra interpelación es clara: ¿Qué vamos a hacer para incomodar al Estado y obligarle a que devuelva a su casa a Mikel Ibáñez? ¿De qué instrumentos de lucha nos vamos a dotar para hacer que al Estado le resulte cada vez más difícil mantener su política de guerra hacia Euskal Herria y tenga que abordar más pronto que tarde un proceso de solución democrática del conflicto?
Lo que ahora no vale es que nos quedemos pasmadas mirándonos las unas a las otras esperando a ver quién y cómo se mueve primero. Ahora la pelota está en el tejado de todas y cada una de nosotras, y todas debemos dar todo lo que podamos en la medida de las posibilidades que tenemos y las responsabilidades que ocupamos cada una. Tenemos ejemplos no tan lejanos que demuestran que con un poco de coraje e imaginación es posible poner contra las cuerdas a estados poderosos. Hace poco que una mujer saharaui, Aminatu Haidar, consiguió encender la mecha de una lucha que obligó a España y Marruecos a dar solución a una situación grave en términos humanitarios. Creemos que la situación de Mikel Ibáñez y la del resto de presas y presos políticos vascos aquejados de enfermedades graves, así como la situación de las decenas de presos políticos a los que se está aplicando de facto la cadena perpetua, exige una intervención urgente por parte de todas las personas y agentes comprometidos con el desarrollo del proceso democrático. Tenemos que ser capaces de dotarnos de instrumentos de lucha eficaces que fuercen a los estados a respetar siquiera unas condiciones de mínimos democráticos que posibiliten el avance del proceso en Euskal Herria. A nosotras, a cada una de nosotras y nosotros nos toca ahora darlo todo en el intento. Porque «Euskal preso eta iheslariak etxera» es mucho más que un bonito lema; es nuestro compromiso de lucha y una necesidad para asentar bases para la libertad de nuestro pueblo.