Este verano el debate político en Euskal Herria está al pil-pil. El juego y los jugadores siguen siendo los mismos, pero ha acabado una mano y se han dado nuevas cartas. Tras esto, cada cual mira las que le han tocado, pone cara de mus, observa al resto.… ¡Hagan juego señores, la partida está abierta!
El documento «Zutik Euskal Herria» de la izquierda abertzale, su acuerdo con EA, las reuniones de éstos con Aralar, los comunicados e inactividad de ETA, las distintas valoraciones del PSE (Eguiguren-Ares) y PNV (Egibar-Urkullu), el deshoje de la margarita de NaBai… reflejan que algo se mueve: ¿seguirán, tal cual, las ilegalizaciones? ¿Se fortalecerá el espacio independentista? ¿Cuál será el alcance del próximo comunicado de ETA? ¿Cómo incidirá todo esto en las próximas elecciones? ¿Qué ocurrirá con NaBai?… También tiene su importancia, y mucha, el hecho de que la crisis siga ahí y haya para rato. La reforma del PSOE y las posturas del resto de partidos en torno a ella van a incidir también, sin duda, en las próximas citas electorales: abstención, corrimiento de votos, etcétera. En resumen, nuevos problemas, preguntas y expectativas que no estaban encima de la mesa hace tan solo un año.
Evidentemente, mi capacidad para adivinar el futuro con todas estas variantes es muy limitada. Eso sí, hay algunas cosas, pocas, que están cada vez más claras y una de ellas es el papel del PNV en esta situación. No es la principal, por supuesto, ni con esto se solventan todas las incógnitas señaladas, pero sí puede servir para despejar algunas de ellas.
Finiquitados los pinitos soberanistas del Plan Ibarretxe, las aguas del PNV han vuelto a su ser. Tuvo mucho que ver en ello J. J. Imaz, presidente hoy de la vasquísima Petronor (grupo Repsol) y miembro cualificado del Consejo Asesor de Patxi López. Tras ser descabalgado del Gobierno vascongado gracias al pucherazo electoral del PSOE-PP, el PNV, lejos de plantar cara, se dedica al más vulgar mercadeo. El plato de lentejas por el que ha vendido su primogenitura históricamente carece hoy de sacramento alguno y es poco más que un huérfano aguatxirri, indigno de la cocina del peor de los batzokis.
Lo ha dicho hace unos días en el diario «El Mundo» J. R. Beloki, diputado del PNV en el Congreso madrileño. Tras pontificar en el hemiciclo sobre el derecho a decidir y sobre la reforma estatutaria, el diputado ha aclarado que esas propuestas solamente «dan una pista, pero hay margen de negociación», pues «sabemos adecuarnos a las circunstancias y convivir en marcos de democracia y marcos en los que la capacidad de autogobierno vaya mejorando. Desde esa perspectiva no esperamos imposibles de Zapatero ni se los vamos a plantear».
A pesar de los navajazos recibidos por el PSOE («agostazo» contra el cambio en Nafarroa, «pucherazo» con el PP en Vascongadas), el PNV ha garantizado la gobernabilidad del Gobierno de Zapatero en el Congreso durante los cuatro últimos años votando siempre a favor de los Presupuestos del PSOE. En algún caso, incluso, su voto ha sido decisivo para su aprobación. También estuvo a favor, al inicio de la crisis, de conceder cientos de miles de millones en créditos a la pobrecita Banca. Igualmente, la reforma laboral de Zapatero no habría sido posible sin la abstención del PNV y CIU (el resto votó en contra). Por el contrario, han combatido las dos últimas huelgas generales convocadas en Euskal Herria porque «este país no está para huelgas». Ante ello, la pregunta a hacer es simple: ¿en la actual situación de crisis, es posible defender una salida de izquierdas/progresista a la misma y, a la vez, pensar que en ésta pueda caber el PNV? Mi respuesta es no. ¿La tuya?
Nafarroa siempre ha sido plaza de segunda para los diestros jeltzales y primer cromo a cambiar en cualquier negociación de calado con las fuerzas estatales. En la transición, con UCD, el PNV aceptó el mantenimiento de la división de Hego Euskal Herria a cambio de un vacío Preautonómico para Vascongadas. Más tarde, en 1984, pactó con la derecha la entrega a ésta del Gobierno foral a cambio de su apoyo para conseguir las alcaldías de las capitales de la CAV. La dirección del PNV en Nafarroa se opuso a ello y fue expulsada: las alcaldías vascongadas estaban por encima de todo esto. La entrega del Gobierno foral a Del Burgo y Aizpun no les causaba ningún rubor. Por último, recientemente, mientras NaBai basaba su discurso en la necesidad del cambio para Nafarroa, el PNV, por medio de Imaz, afirmaba su disposición a pactar con el PP según fuera el resultado electoral de 2008. Pues bien, ¿a cambio de qué, en relación a Nafarroa, puede negociar hoy el PNV con el PSOE? ¿Lo hará también con Rajoy si éste vence en las próximas generales?
La necesidad de conseguir el cambio en Nafarroa y de agrupar para ello el máximo de fuerzas de izquierda y abertzales sigue siendo vital. Ahora bien, afirmar que la solución pasa por fotocopiar la NaBai de sus orígenes no parece muy acertado. En primer término, porque ya quedaron claras las ataduras del PSN a un proyecto centralista que prefiere ceder Nafarroa a la derecha antes que «desestabilizarla» institucionalmente. En segundo término, porque debido a la crisis, los perfiles de izquierda deben ser más nítidos y la política del PNV choca frontalmente con esto. En tercer lugar, porque a los serios problemas de funcionamiento de NaBai se suma ahora la acentuación de los proyectos propios de EA, Aralar, Batzarre… Y cuarto, porque aquella izquierda abertzale, esquinada entonces sin mayor problema, impulsa ahora iniciativas difíciles de obviar, pues abren esperanzas de poder llegar a un nuevo escenario político.
Ante la última quema de contenedores (¿quién lo han hecho? ¿Con qué fin?), el PNV, Uxue Barkos… han exigido de la izquierda abertzale su condena explícita para poder llegar a acuerdos con ella. Tiene gracia la cosa, pues quienes esto dicen no plantearon exigencia parecida alguna (ilegalizaciones, torturas…) a la hora de pactar con el PSN gobiernos de «cambio» o a gobernar con el PSE en tiempos del GAL. En realidad, tras el humo de la quema esconden sus propios intereses. Una actitud que no sirve hoy para romper ataduras centralistas, ni para hacer frente a la crisis con una mínima seriedad.
La conclusión a sacar de todo esto es obvia: con el PNV, ¡ni a por duros!