Desde junio, la península del Sinaí, en la frontera con Israel y el territorio palestino de Gaza, ha sido escenario de varios enfrentamientos entre beduinos y las fuerzas de seguridad de Egipto.
Los beduinos son una comunidad nómade que vive en los desiertos de Medio Oriente y África. Se estima que en la península del Sinaí, entre el mar Mediterráneo y el Rojo, viven unos 380.000, pertenecientes a 26 tribus.
«Es una región sensible por su proximidad con la vecina Palestina ocupada», dijo a IPS el analista Amr Hashem Rabie, del Centro Al Ahram de Estudios Estratégicos y Políticos. «Es más, hay una crisis de confianza de larga data entre las tribus locales y la policía», apuntó.
A fines de septiembre se registraron «enfrentamientos limitados» entre beduinos y fuerzas de seguridad, tras un intento de expulsarlos de la zona que ocupan en el centro del Sinaí.
Una semana antes, siete beduinos fueron condenados a 35 años de cárcel por agredir en mayo a unos policías y «perturbar el comercio entre Egipto e Israel», según la prensa estatal.
Los líderes beduinos niegan las acusaciones. «Son un invento con fines políticos», sostuvo Mussa al-Delha, portavoz de las tribus del centro de la península.
Poco después del fallo judicial, desconocidos armados dispararon contra el cruce comercial de Al Auja, entre Egipto e Israel, y las operaciones debieron interrumpirse de forma temporal. Luego, vehículos blindados allanaron poblados de la tribu tarabín e impusieron un toque de queda en la zona.
Esa no fue la primera vez que hubo disturbios en la península del Sinaí este año.
La policía lanzó en junio una campaña en el centro de la península para capturar a unos beduinos buscados. Las fuerzas de seguridad desplegaron vehículos armados desde los cuales se dijo que dispararon de forma indiscriminada contra las casas en la zona de Wadi Aamer.
Los beduinos respondieron al mes siguiente atacando un convoy de camiones hacia Gaza y atentando contra un gasoducto vital cercano a la frontera.
Las tensas relaciones, en el mejor de los casos, entre el gobierno y las tribus beduinas del Sinaí se deterioraron en los últimos seis años.
Un triple atentado con bomba en el balneario de Taba en 2004, en el que murieron 34 personas, fue seguido de detenciones masivas.
Al año siguiente murieron 88 personas en otro ataque en el balneario de Sharm el-Sheij y, en 2006, decenas más perdieron la vida en la localidad turística de Dahab. Después volvieron las detenciones masivas de pobladores de la zona, pese a que no había pruebas de su participación en los episodios violentos.
Los disturbios actuales se remontan a la dura respuesta policial tras esos ataques, señaló Jalil Gabr, coordinador del Comité Popular por los Derechos Civiles para el Norte y Centro del Sinaí.
«Desde entonces, la policía trata a los beduinos con desprecio y violencia», apuntó.
«El Estado es totalmente responsable del caos actual en la península», añadió.
Los líderes tribales reclamaron varias veces que se termine la violencia policial contra la población local y que sean liberados los beduinos detenidos sin cargos tras los atentados. Todavía hay unas 4.000 personas presas, según un portavoz de esa comunidad.
Activistas beduinos también reclaman el desarrollo económico de la península, históricamente postergada por el gobierno central, así como más oportunidades de empleo para la población local.
Tras el atentado contra el gasoducto, por el que fluye gas natural hacia Israel, el Ministerio del Interior prometió liberar a numerosos beduinos. A principios de este mes, miembros del partido de gobierno se reunieron con algunos líderes para escuchar sus quejas y negociar una tregua.
«Pero la tregua sólo duró dos semanas debido a las provocaciones de la policía», señaló Gabr. «Muchos funcionarios reconocen que nuestros reclamos son legítimos, pero la policía del Sinaí insiste en someter a los beduinos por la fuerza, un contexto que sólo agrava la tensión», añadió.
Según Gabr, «las amenazas contra intereses estratégicos de Egipto» llevaron al gobierno a hacer ciertas concesiones, como liberar a más de 100 presos.
«Los beduinos aprendieron a explotar las flaquezas del gobierno», indicó Rabie. «Por ejemplo, organizan manifestaciones cerca de la frontera con Israel, bloquean rutas comerciales o amenazan gasoductos, como forma de presionar a las autoridades para que atiendan sus reclamos», explicó.
«Además, a los beduinos no suele gustarles recibir órdenes», remarcó. «Los métodos de la policía suelen ser violentos y crueles», añadió.
Según el acuerdo de Camp David de 1979 entre Egipto e Israel, El Cairo tiene prohibido desplegar una cantidad significativa de policías o soldados en la frontera noroccidental. Este país, además, no quiere tener ninguna escalada diplomática ni política en esa delicada zona.
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