Introducción
Según los amantes de las teorías conspirativas, un sector emergente de la burguesía salvadoreña decidió hace un par de años que había llegado la hora del FMLN. Se trata del poderoso grupo conocido como «Los árabes», ligado al gran comercio y la banca, que busca desplazar a la oligarquía tradicional. Sea como sea, lo cierto es que el desprestigio de ARENA, el partido de la oligarquía que gobernó las dos últimas décadas, era imparable. Sumado a esto el impacto de la crisis económica en la mayoría pobre de la población, no es improbable que al menos un sector de la burguesía haya pensado que se necesitaban bomberos para apagar el fuego de la posible revuelta popular (según la feliz definición de James Petras).
El caso es que, bien sea por negociaciones previas con ese sector burgués o por el ejemplo de otras antiguas guerrillas latinoamericanas, que para lograr el triunfo electoral se inclinan cada vez más hacia el “centro”, el FMLN ofreció la candidatura presidencial del 2009 a Mauricio Funes, ex-corresponsal de CNN en El Salvador por muchos años. Durante la campaña electoral, para contrarrestar la posible contaminación de su imagen con el color rojo del FMLN y al mismo tiempo permitir que el periodista tuviera una base de apoyo frente al aparato del partido, ese sector de la burguesía montó un grupo de apoyo que se llamó «Los amigos de Mauricio», compuesto por empresarios y profesionales liberales. Después de las elecciones, con el apoyo de los hermanos Cáceres (grandes empresarios, líderes del grupo de apoyo y según esos conspirativos el verdadero poder en la sombra) Funes implantó desde el inicio de su mandato una especie de monarquía constitucional. El rey Mauricio I ostenta la jefatura del estado y tiene a un «primer ministro», el secretario de la presidencia, que es el que recibe y filtra a los ministros del FMLN.
Y para que quede claro desde el principio quién manda, el gabinete económico quedó en manos de los «Amigos de Mauricio» y del partidito de centro-derecha Cambio Democrático, aliado del FMLN en las elecciones: Hacienda, Economía, Medio Ambiente, Turismo, así como la mayoría de instituciones estatales. Al FMLN le tocaron los ministerios del área social: Educación, Salud, Obras Públicas, Trabajo, Agricultura, Gobernación, Seguridad (para que se encargue dela posible represión). Y le dieron un supuesto carácter de neutralidad a los ministerios de Relaciones Exteriores (un diputado del FMLN) y Defensa Nacional (un general), aunque en realidad ambos están cercanos a Funes.
Con estos antecedentes quizás se puedan entender mejor algunas de las luces y sombras del primer año de gobierno de centro-izquierda, que asumió el 1 de junio de 2009.
Los desastres “naturales”
En los «Acuerdos de paz» de 1992 se incluyeron repartos de tierra, pero se otorgaron las peores tierras a los guerrilleros desmovilizados, normalmente campesinos pobres, y se dificultó la obtención de créditos y la formación en tecnologías agrarias. Al mismo tiempo los grandes empresarios han debilitado el suelo al utilizar grandes extensiones para urbanizarlas o para edificar enormes centros comerciales. Además el excesivo uso de pesticidas y otros productos químicos por los terratenientes hizo que la tierra y las aguas estén tan contaminadas que casi no es posible producir en ellas. A esto súmese las políticas de dolarización y TLC, que llevaron a declaraciones como las de un ministro de agricultura de Arena, que dijo que «es más efectivo y económico importar alimentos que producirlos en el país”.
El medio ambiente nunca formó parte de las estrategias de desarrollo del país, dejando el camino libre para que el mercado explotara los recursos naturales sin ningún tipo de regulación. Como dice Dagoberto Gutiérrez, en El Salvador se hizo laboratorio planetario del modelo neoliberal, aplicándolo de forma ortodoxa, sin anestesia, por eso en Irak al modelo aplicado se le llama remember El Salvador. Esto ha provocado que el país, y la región, se encuentre muy vulnerable frente a los fenómenos naturales que trae consigo el cambio climático. El territorio ha perdido sus defensas y, por su mala situación económica y social, la mayoría de la población vive en alto riesgo.
Pero salvo en el tema de la minería, gran contaminante, el resto de los problemas medioambientales no ha merecido hasta ahora mayor atención por parte del Gobierno de centro-izquierda, y en el caso de las represas, estas son apoyadas por Funes. La mayor parte de lo descrito aquí no se puede, evidentemente, atribuir al Gobierno de centro-izquierda. El problema es que tanto Funes como el FMLN de momento sólo se dedican a tapar agujeros (que son muchos y es necesario taparlos), y no se ven políticas que posibiliten alguna mejora de la situación ambiental o la prevención de desastres.
La violencia
Los medios casi todos los días insisten en que aumenta la cifra de muertos diarios (13, 14), y la comparan con las cifras de los gobiernos anteriores. Es una táctica equivalente al 11‑S en EE.UU. o a ETA en España, la manera de que la población se distraiga de los problemas reales y considere que las “maras” o pandillas son el principal problema del país. Como resume el Equipo Maiz, las pandillas son un fenómeno social surgido hace 20 años como producto de las políticas económicas y sociales de los gobiernos de Arena, que provocaron la emigración de millones de personas hacia las ciudades y hacia el exterior. Las pandillas surgieron en EE.UU. y fueron traídas a Centroamérica por jóvenes deportados de ese país.
A principios de septiembre de este año, ante la inminente aprobación de una nueva ley «antimaras» (apoyada por el FMLN) que penaliza hasta la membresía en estas agrupaciones, las maras lanzaron un paro de tres días que paralizó buena parte de la actividad del país. Amenazaron a dueños de empresas de transportes y a comerciantes, con el objetivo de que no se apruebe la ley y de ser escuchados, ya que, como ellos dicen, quieren «que se busquen soluciones a la problemática de la violencia, la cual es simplemente una expresión por la injusticia social».
Analizando esto, Dagoberto Gutiérrez considera que la sociedad salvadoreña vive un periodo de guerra social. La guerra civil se rindió políticamente a las apetencias electorales de los líderes del FMLN, y no hubo postguerra, se pasó artificialmente a la paz. Así, la guerra civil se convirtió lentamente en guerra social, que es la que se está viviendo. Las pandillas, a pesar de que no conectan con ninguna de las organizaciones de izquierda, hicieron un planteamiento político al gobierno, lo que implicaría que esas organizaciones, que tienen mucha fuerza, pasan a otra etapa, a discutir el poder. Como parte del pueblo pobre que son, las pandillas piden un diálogo y presentan un listado de peticiones similar a lo que los movimientos sociales están pidiendo: trabajo, salud, educación. Y el gobierno de centro-izquierda, al igual que los anteriores de derecha, sólo tiene una política ante el fenómeno: la represión.
Tanto el presidente Funes como los ministros y diputados del FMLN siguen con la visión de que el problema es de delincuencia, y que es función de la policía y el ejército contrarrestarlo. Por lo tanto no tienen una política integral frente al mismo. El FMLN votó hace unos meses a favor de la propuesta de incrementar la pena máxima de siete a 15 años, a los jóvenes entre 16 y 18 años. Y se mantiene la edad de imputabilidad del menor, que es de 12 (doce) años. Además Funes, con el aplauso de todos los grupos políticos, hizo algo que ni Arena se atrevió: sacó al Ejército a la calle, para “combatir a las maras”, y con autorización para detener y disparar.
Los movimientos sociales
En El Salvador, quizás con más intensidad que en otros países de América latina, los movimientos sociales asumen la rebelión contra la destrucción del medio ambiente. Al punto que las dos principales banderas de los movimientos sociales en este momento son la lucha contra la represa hidroeléctrica El Chaparral y contra la minera candiense Pacific Rim.
En el caso de la represa, más de 60 mil campesinos serían afectados por inundaciones, pérdidas de sus cultivos y de sus viviendas o destrucción de las tierras. Los constructores y el Gobierno defienden la presa argumentando que producirá 66 megawatts (MW) de energía, necesarios para “el desarrollo del país”. Sin embargo, el Equipo Maiz informa que en el país se generan actualmente, sin la represa El Chaparral, 1.422 MW, y solo se consumen 924 MW. Desde que asumió el Gobierno de centro-izquierda, los movimientos sociales se han movilizado a la casa de gobierno en al menos tres oportunidades pero no han sido recibidos por Funes. El presidente ha sido contundente: El Chaparral sigue; y el FMLN mayormente no se ha opuesto a la obra.
La otra bandera de lucha es la oposición a la minería de oro, tristemente célebre por la gran contaminación que producen las toneladas de cianuro usadas para lavar el oro, y por los desastres ecológicos que deja al agotarse los yacimientos. Desde el 2005 la empresa canadiense Pacific Rim pretende instalarse en el departamento norteño de Cabañas. La empresa intentó primero comprar voluntades, dando generosas «ayudas» a los alcaldes de los pueblos y a campañas políticas. Ante el fracaso de esta y otras iniciativas, desató una ola de terror que continúa. Los criminales operan con total impunidad, pese a que tanto Funes como el FMLN se han declarado en contra. Ya se han producido 4 asesinatos de activistas y varios intentos más, así como secuestros y palizas.
Además de las dos luchas ya comentadas, hubo mucha solidaridad popular con la rebeldía hondureña, tanto antes de las elecciones fraudulentas como ahora. Esto se tradujo en cortes de rutas, manifestaciones, ayuda material y otras medidas. Sin embargo Funes sirvió de ariete estadounidense, y lideró la propaganda favorable a la farsa electoral en Honduras y el reconocimiento de Porfirio Lobo, aunque en este caso el FMLN se opuso claramente.
Las organizaciones populares conectan mayoritariamente con el FMLN o con la Tendencia Revolucionaria (organización que salió del FMLN luego de los Acuerdos de Paz y la conversión del Frente en aparato electoral) y algunas organizaciones pequeñas de izquierda. Hoy demandan mayores salarios, control de precios, reforma agraria y asistencia agrícola al campesinado, combate a la evasión de impuestos, mayor impuesto a las ganancias de las grandes empresas y más inversión social. También hay movilizaciones a favor de la adhesión al ALBA, apoyadas por el FMLN ya que gran parte del financiamiento partidario proviene de la empresa mixta que estableció PDVSA con algunas alcaldías de centro-izquierda para vender petróleo venezolano.
Luces y sombras del FMLN
Entre los aspectos positivos del gobierno de centro-izquierda está el restablecimiento de las relaciones con Cuba; la eliminación de las cuotas «voluntarias» en centros de salud y hospitales públicos; algunas escrituras de tierras a familias campesinas; la propuesta de ley de medicamentos; la reacción rápida y sin síntomas de corrupción ante las catástrofes naturales y sobre todo la entrega de 1,3 millones de uniformes (vestido, calzado) y útiles escolares a estudiantes del sistema público.
Atrás quedaron en el FMLN los reproches por el cabildeo del mandatario con las empresas telefónicas, o por no hacer una reforma fiscal dura, o por convertirse en el adalid del reconocimiento del nuevo gobierno de Honduras. Aún así, el FMLN se declaró satisfecho: «Nunca hemos roto la comunicación, por no decir las relaciones. Lo que ha habido son baches … en la comunicación».
También fue llamativa la interna del FMLN, que ha impedido participar en las elecciones para la dirección política a la mayoría de los militantes; incluso los guardaespaldas de algun diputado sacaron pistolas para impedir que los activistas del partido entren a los locales de votación. Fuentes bien informadas aseguran que esto tiene que ver con la modificación a la ley electoral, que ahora permitiría listas abiertas y candidaturas independientes. El Frente está haciendo una enorme depuración para garantizar que sólo los más fieles siguen dentro del partido, así se aseguran de que los candidatos de siempre queden en los primeros lugares de las listas.
Esas fuentes opinan que la reciente resolución (inapelable según la Constitución) del tribunal Constitucional favorable esas candidaturas independientes y listas abiertas, es para salvar al sistema político salvadoreño, que está demasiado podrido y cada vez goza de menos credibilidad. Sin embargo, ni el FMLN ni los partidos de derecha aceptan la resolución, y esto podría llevar a un golpe de estado.
El fallecido Schafik Handal, gran revolucionario y líder histórico del FMLN, decía en 1991 que un futuro Gobierno del Frente «cambiará favorablemente la vida de una gran parte de la población al realizar la reforma agraria profunda y atenderá de manera prioritaria los problemas alimentarios, de salud, educación y vivienda, incorporando al pueblo al esfuerzo por resolverlos.» Hoy no se ve que la opción de incorporar al pueblo tenga predicamento dentro del partido FMLN.
Por último, ahora que el humo se ha disipado, es posible ver algunos aspectos del FMLN que la guerra ocultaba. Por ejemplo la visión de la iglesia católica (la de ahora, que no es como la de monseñor Romero) como portadora de liderazgo moral, que algunos ministros ex-comandantes llevan a rango de política de estado. O el festejo del aniversario de la «independencia» de España el 15 de septiembre, que no difiere en nada de las celebraciones de los anteriores gobiernos de derecha (a pesar de que en el acta en que se proclama la “independencia” en 1821 se aclara que es, cito literalmente, “para prevenir las consecuencias que serían temibles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”). O la falta de apoyo, amparada en las «tradiciones salvadoreñas», a la directora del Instituto de la Mujer, que pretende que las estudiantes de colegios públicos no vistan faldas cortísimas cuando desfilan en actos oficiales (a imitación de los desfiles estadounidenses). Cosa que organizaciones feministas definen como «una práctica sexista, que genera discriminación y violencia en contra de las mujeres».
Conclusión
El analista político Dagoberto Gutiérrez ha acuñado una frase que se popularizó: en El Salvador hay un Gobierno sin partido y un partido sin Gobierno. Según esto, el FMLN es el partido que ganó la votación pero perdió el Gobierno, y el Gobierno es un equipo de gente que no ganó las elecciones, pero gobierna.
Para entender esto, por un lado hay que empezar diciendo que en los últimos tiempos de la guerra, la mayoría de los comandantes insurgentes se preparaba para abandonar la lucha política y alistarse para la lucha electoral, acatando sus reglas burguesas. Este diseño implicó la disolución de hecho de todas las organizaciones que integraron al FMLN (incluido el PC) al crear el instrumento electoral llamado partido FMLN. En estos casi 20 años desde la firma de los Acuerdos de Paz, lo anterior se tradujo en cargos: alcaldes, diputados y desde el 2009 ministros, directores y altos cargos institucionales. Desde esta base, el FMLN seguramente aspiraba a realizar un gobierno «progresista», como los de Nicaragua o Ecuador, sin llegar al «radicalismo» de Chávez. Y en su ingenuidad, el FMLN supuso que podría gobernar «para todos» y manipular a su conveniencia al presidente Funes. Hoy se ve que a pesar de que Arena fue derrotada electoralmente, la derecha no fue derrotada políticamente.
Por otro lado, Funes es un presidente que aplica un modelo económico de derecha, que respalda los proyectos políticos y económicos de la derecha y que se alinea internacionalmente con la derecha. El y sus «Amigos» hacen y deshacen y el FMLN tiene que estar todo el tiempo justificándolo y justificándose. Debido a esto, como dice Gutiérrez, la característica determinante de la acción gubernamental en este primer año ha sido la indefinición. El zig zag gubernamental se ha tornado insostenible y el FMLN debería entender que gobernar es el reino de la parcialidad, expresa siempre los intereses de una parte y nunca los intereses del todo. Ahora el FMLN corre el riego de tener que pagar todos los costos del fracaso de este Gobierno. Para evitarlo tendría que pasar a la oposición, y no parece estar dispuesto a hacerlo.
Ha llegado la hora de que el movimiento popular entienda que debe disputar el nuevo Gobierno a la burguesía. Esto supone un complicado proceso de confrontación y concertación, porque el pueblo, que hasta ahora confiaba en el FMLN, debe saber que depende de sus propias fuerzas, de su propia organización, de su propio proyecto, de sus alianzas y de su unidad. Los temas de la lucha contra las represas y la minería, contra los transgénicos, por el empleo y el salario digno, por la defensa del ambiente, por la soberanía, por la democracia participativa, son algunos puntos programáticos irrenunciables y desde allí el movimiento popular ha de aprender a ser sujeto político y no sólo actor político.
Fuentes: CEPAL, Equipo Maíz, Diario CoLatino, www.tendenciarevolucionaria.org, www.lahaine.org, revista Envío, El Faro, La Prensa Gráfica, Banco Central de Reserva