El problema no es que las monedas estén apreciadas, sino que los desequilibrios [estructurales] y la falta de coordinación de las políticas a la postre se dejan notar en los tipos de cambio (Strauss Kahn, director gerente del FMI)».
La economía mundial está entrando en el cuarto año de la crisis desatada en agosto del 2007. Como es sabido, se trata de la más grave desde la de los años 30 del siglo pasado (aun cuando no haya alcanzado todavía tal intensidad). La crisis está comenzando a transitar una nueva etapa: la eventualidad de guerras cambiarias y comerciales. Si la primera fue el desencadenamiento de la crisis financiera, la segunda su impacto en la economía real, y la tercera los multimillonarios rescates y la crisis fiscal de los Estados, ahora se está entrando en una cuarta muy peligrosa: la pelea competitiva entre los Estados que se expresa en incipiente guerra de divisas y, eventualmente, comercial.
El agravamiento de la lucha competitiva
Guido Mantenga, el ministro de Economía del Brasil, definió lo que está ocurriendo como “una guerra de divisas”. Para tener algún parámetro, hay que señalar que este mercado mueve mundialmente la friolera de 5 billones de dólares (millones de millones) cada día, por lo que el “vaivén” de las cotizaciones amenaza con provocar grandes convulsiones.
Esta incipiente guerra de monedas expresa desequilibrios económicos fundamentales. Se trata de los llamados “desbalances” de la economía mundial, y cuyo “trasfondo” es la existencia de países más competitivos en posición acreedora (China y Alemania son los principales) y países menos competitivos con posición deudora (Estados Unidos es el caso más dramático). Es “retocando” directa o indirectamente el tipo de cambio (lo que abarata o encarece las mercancías) que se pretende “resolver” estos problemas de competitividad y de allí la puja que estas medidas están desatando.
Como si fuera poco, no hay modo de evitar que la creciente pelea alrededor de las cotizaciones y sus consecuencias reactúe sobre los tres planos de la crisis mencionados (el financiero, el fiscal y el débil crecimiento económico real) agravando nuevamente la situación al dificultar la salida conjunta de la crisis.
Porque concretamente, lo que está ocurriendo es que ha llegado la hora de ver quién va a pagar los platos rotos de la “fiesta”. No se trata solamente del ajuste de cuentas sobre los trabajadores que se está viviendo en EEUU o la UE (y que, está claro, es la principal política de los capitalistas para salir de la crisis). Tampoco solamente de la carrera competitiva desatada entre los grupos capitalistas, carrera que está en plena marcha aunque con la dificultad creada por el hecho de que los estados capitalistas no han dejado caer a los grupos más débiles, los que se rearman y vuelven al ruedo competitivo no dejando recuperar del todo la tasa de ganancia.
Se trata en estos momentos de la agudización de la pelea competitiva entre los más grandes Estados de la economía mundial: de ahí la lucha que se ha desatado alrededor del precio de las monedas para intentar “copar” los mercados a expensas de los demás.
El hecho es que en el mercado mundial la mayoría de las transacciones comerciales se hacen todavía en dólares. Por esto mismo, si EEUU devalúa su moneda, encarece sus importaciones, operando esa medida como una barrera arancelaria. Pero cuando exporta ocurre lo contrario: hace a sus mercancías más competitivas en el mercado mundial. De ahí el grito en el cielo de los demás.
Contradictoriamente, el desencadenamiento de estas tensiones está ocurriendo en un escenario donde los mercados accionarios mundiales gozan de su mejor momento en meses. El Dow Jones alcanzó los 11.000 puntos, el precio del oro bate récords, y los bonos del tesoro norteamericano a diez años ofrecen una tasa de interés bajísima, del 2,35% anual. Es decir, según los susodichos “mercados”, la economía mundial debería estar “floreciente”…
No es así: los propios economistas del establishment están hablando de una contradicción creciente entre la “microeconomía” (los balances de las empresas vienen mejor de lo esperado, rescate estatal y ajuste antiobrero mediante) y la “macroeconomía”: la posibilidad cada vez más cierta de una re-caída en la crisis para el 2011 sobre todo en las economías del norte del mundo [1].
Ese es el contexto que está por detrás de la guerra de divisas: el recrudecimiento de la lucha competitiva de los Estados por los mercados. Esa realidad de no recuperación económica es lo que está “apretando el zapato” al gobierno de Obama acosado por el fantasma del amplísimo desempleo de masas en EEUU, que lo ha llevado a una estruendosa derrota en las últimas elecciones.
El debilitamiento del dólar
Así las cosas, como “contrapeso” a esta dura realidad de falta de competitividad de los EEUU –pero también como dato real de su debilitamiento económico en el mundo– lo que ha venido ocurriendo en el último período es una persistente devaluación del dólar frente a las principales monedas mundiales: el euro, el yen, la libra esterlina, etcétera.
Esto se viene realizando mediante el renovado compromiso de la Reserva Federal yanqui de que seguirá imprimiendo dólares vía, entre otros medios técnicos, la recompra de títulos del Estado. Este mecanismo de emisión lisa y llana de dinero (pecado “mortal” en los tiempos del neoliberalismo puro y duro…) es llamado “QE”, “quantitative easing” (facilitamiento cuantitativo), y alcanzará en los próximos meses los 600.000 millones de dólares.
La operatoria sería entonces la recompra de bonos del Tesoro a 10 años. En lo inmediato, inyecta más liquidez en el mercado, mantiene la tasa de interés de los bonos a diez años bajísima –2,35% por año– y se sigue devaluando el dólar frente a las demás monedas.
En general, en una economía saludable, la emisión de moneda –siempre que acompañe y responda al crecimiento del PBI– no provoca devaluación. Pero este no es el caso: si una cantidad de dinero aumenta más que proporcionalmente por encima de la cantidad de mercancías, provoca una devaluación del valor de la misma (“sobra” dinero), objetivo que es buscado con esta medida [2].
Es esta acción del gobierno de Obama lo que ha hecho poner el grito en el cielo a Alemania y países BRIC como China y Brasil. Angela Merkel acusa directamente a EEUU de buscar ganar competitividad de manera “artificial” devaluando el dólar en vez de hacer los ajustes necesarios como los hizo su país en la última década. China acusa de “hipocresía” al gobierno norteamericano porque devalúa su moneda mientras le exige a su país que aprecie el yuan. Y Brasil se queja de que los países del norte solamente pretenden “descargar la crisis sobre los del sur”, exigiéndoles que aprecien sus monedas mientras inundan sus países de divisas.
Por su parte, EEUU contraataca diciendo que “lo que es bueno para Norteamérica, es bueno para el mundo” porque su economía es todavía la más grande. Al mismo tiempo, denuncia el depreciado valor del yuan al que estiman subvaluado entre un 20 y un 40%. Mientras tanto, crecen los proyectos de ley en el Congreso yanqui buscando “sancionar” diversos productos chinos por prácticas comerciales “desleales”.
Son estos tópicos, que están subiendo de tono en el momento en que cerramos esta edición, los que van a recorrer las sesiones del G‑20. Esta reunión se presenta bastante “agitada”. Y nadie espera que salga ningún acuerdo efectivo que no sea una nueva declaración de intenciones acerca de la “necesidad de cooperación internacional”…
Los peligros que se ciernen sobre el comercio mundial
En este contexto, otras naciones no se están quedando atrás en esta incipiente “guerra” competitiva. Los japoneses, y la mayoría de las economías orientadas a las exportaciones, han comenzado a tomar medidas para mantener la paridad de sus monedas frente al dólar. Incluso Brasil, que como hemos señalado arriba fue el primero en salir a “patentar” los acontecimientos en curso como “guerra de divisas”, ha fijado un arancel del 4% a la entrada de dólares a su país de manera que ese ingreso no le aprecie más el real [3].
Esta es una noticia de potencial gravedad para el libre mercado mundial capitalista (que de paso muestra los verdaderos límites de la “coordinación” económica bajo el capitalismo). Porque el hecho es que las medidas devaluatorias funcionan como instrumentos proteccionistas que al desatar una mecánica de “guerra de todos contra todos” puede terminar trabando la recuperación del comercio mundial en un contexto de debilísima recuperación económica mundial sobre todo en el norte del mundo.
Y esto es grave porque el comercio mundial tiene una importancia fundamental en la economía capitalista: las exportaciones de manufacturas a nivel mundial alcanzaron en el 2009 la suma de 20 billones de dólares (prácticamente la mitad del producto mundial anual) con la siguiente participación: la UE 44,1%, China 12,9%, EEUU 9,6%, Japón 6,3% (fuente de la Organización Mundial de Comercio). De ahí el incipiente temor de que, de desatarse una guerra de divisas, se termine fracturando el mercado mundial como en los años ’30…
En todo caso, la verdad es que en el contexto de la crisis se ha agravado la pelea competitiva por el mercado mundial entre los Estados capitalistas imperialistas y también de los países BRIC, y que de alguna manera todos los Estados intentan maniobrar con la productividad relativa de sus economías y con el valor de sus monedas de tal manera de no salir mal parados de esta pelea de vida o muerte.
¿Rebalanceo mundial?
En todo caso, es en este contexto donde cobra importancia la política monetaria que lleva adelante Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de los EEUU. En los últimos dos meses, el dólar se ha devaluado con respecto al euro 15%; el 18% con respecto al yen; y, en general, contra todas las monedas de los países emergentes que tienen sus economías orientadas a las exportaciones: “El problema ya está ahí. Japón, Brasil, Corea del Sur, Taiwán, Malasia, Tailandia, Filipinas, Suiza, Reino Unido han tomado medidas para mantener la paridad cambiaria frente al dólar. Han empezado a usar las divisas como un arma” según palabras del propio Strauss Kahn, jefe del FMI [4].
En el fondo, lo que están haciendo es tomar medidas proteccionistas, comenzando –aunque todavía de manera incipiente– a recorrer el mismo camino que hizo estragos en el comercio mundial en la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado. El FMI, a la cabeza de todos los países, presiona a China para que revalúe el yuan, acusándolo de ser el “responsable” de esta situación. Y EEUU, colocándose en “víctima”, comienza a discutir medidas proteccionistas contra la entrada de algunas mercancías provenientes de China. Como señalábamos al principio de la nota, Angela Merkel señala a EEUU como actor “fundamental” del problema.
Como señala The Economist, lo que está ocurriendo no es en el fondo que la economía de la Unión Europea y la de Japón sean necesariamente más “saludables” que la norteamericana (aunque la alemana es hoy más competitiva) sino que emiten menos billetes y por eso sus monedas se revalorizan frente al dólar [5].
Obviamente, estas medidas que toma el gobierno de Obama son parte del intento de algo parecido a una “estrategia” (si se puede decir que algo así anida en este insípido gobierno): imponer un nuevo equilibrio de los flujos del comercio y los capitales, un rebalanceo en la economía mundial que al mismo tiempo no lo deje mal parado, no “sacrifique” su lugar de privilegio en la economía mundial.
Por eso busca cambiar ciertas reglas del juego (como la cotización relativa de las monedas) a toda costa. Pero dado su evidente debilitamiento hegemónico, no le será una tarea fácil como antaño, como cuando mediante los acuerdos Plaza-Louvre le impuso a Alemania y Japón una apreciación de sus monedas contra el dólar.
Sin embargo, todavía cuenta a su favor el hecho de que es el Estado emisor del dólar, que, aunque malherido, sigue actuando como moneda mundial; que la Unión Europea está corroída por sus disputas ínterburguesas y con un euro del que nadie apuesta que vaya a sobrevivir en la próxima década; que Japón hace veinte años que está postrado económicamente, y que China, su máximo acreedor, depende mucho del mercado yankee…
La cuadratura del círculo
Sin embargo, lo anterior no puede tapar que los EEUU sufren una decadencia económica, política y social de envergadura. Algunos de sus índices se parecen a los del Tercer Mundo. Y la derrota del gobierno de Obama puede acentuar las disputas interburguesas, con fracciones políticas cavernícolas como el Tea Party que solamente es otra expresión de esta decadencia…
Lo paradójico del caso es que entre otras cosas EEUU ha sido víctima de su propia medicina: el neoliberalismo puro y duro. Todo su sector II (fabricación de bienes de consumo) ha sido trasladado lisa y llanamente a otros países con bajísimos salarios. Y su sector I (fabricación de bienes de producción) en muchos casos ha corrido la misma suerte por ser poco competitivo (aunque mantiene su primacía en las industrias de alto desarrollo tecnológico).
De ahí que, inmensos déficits comerciales mediante, el país sea el más endeudado del planeta. Para revertir esto tendrá que hacer el ajuste monumental que ya ha comenzado, pero que difícilmente permitirá –entre otros elementos fundamentales– que un obrero yankee gane lo mismo que un obrero chino.
En el fondo, el problema es entonces bastante simple de comprender. La Merkel pone el dedo en la llaga cuando exige que EEUU recupere competitividad mediante mecanismos “reales”, no maniobrando con las monedas. Porque la competitividad real se logra, justamente, con una mayor “racionalización” de la fuerza de trabajo y con inversiones productivas para las cuales EEUU no parece estar preparado.
Es que el país del norte tiene dramáticos problemas para hacer esto. Justamente, uno de sus problemas es que, como hemos señalado, para lograr competitividad “exportó” toda su rama de bienes de consumo a China y otros países de mano de obra esclava o semiesclava. Esto ha redundado en los dramáticos déficits comerciales y de balanza de pagos que se busca atenuar mediante la devaluación del dólar. Para atenuarlos “estructuralmente”, debería “reindustrializarse” volviendo a traer a sus tierras las industrias de bienes de consumo y relanzando la producción industrial en la rama I (bienes de producción) también.
Pero, contradictoriamente, hacer esto beneficiaría a los Estados Unidos en tanto que Estado, pero “hundiría” las ganancias de sus multinacionales. Es que dado el promedio relativamente alto del salario norteamericano –a pesar de la mano de obra inmigrante y las derrotas de las últimas décadas de la clase obrera yanqui – , “repatriar” la industria de bienes de consumo necesariamente implicaría aumentar el valor de la fuerza de trabajo (los salarios) haciendo caer la tasa de ganancia de las multinacionales norteamericanas…
En fin: se trata de una situación de “cuadratura del círculo” donde por intermedio de la crisis se está procesando qué Estados saldrán de ella como ganadores y como perdedores. De ahí que se estén agravando las tensiones en un contexto de “frugalidad” general en el norte del mundo. Esta historia continuará.
Notas:
1.- Ver a este respecto “Cuando se prepara una nueva recaída”, revista SOB n° 23.
2.- Al mismo tiempo, se busca también un aumento inflacionario frente a los peligros deflacionarios en curso. Es que la inflación acrecienta la recaudación y atenúa los quebrantos por deudas.
3.-En la última semana ingresaron a Brasil 14.500 millones de dólares. Brasil tiene tasas de interés muy positivas. Es una situación muy ventajosa para los capitales especulativos. Esta es una de las causas por la cual los balances de los bancos son tan buenos. Los bancos norteamericanos reciben el dinero en préstamo del gobierno al 0,25% anual y lo colocan al 15% en el Brasil: esta es una de las nuevas burbujas. Como dice un comentarista, la política arancelaria de Brasil para defenderse de estos capitales es como ponerle “portones al campo”.
4.- Claudi Pérez, “Peligro: guerra de divisas”, El País de España 10/10/10.
5.-“La bala mágica”, The Economist, 10/10/10.
El sistema monetario internacional
Auge y “caída” del dólar como moneda mundial
Por Juan José Funes
Para entender lo que está en juego en la economía mundial, demos cuenta sucintamente de la historia del sistema monetario internacional.
De la sal al oro
Digamos a vuelo de pájaro que históricamente, después de superar los límites del trueque, y en la medida en que comienza a generalizarse el intercambio de mercancías, aparece una nueva mercancía: el dinero. Ganado, cueros, sal son sus primeras formas. Por su perdurabilidad, su fácil manipulación y transporte, estas primeras formas son lentamente sustituidas por los metales preciosos, oro y plata, apareciendo nuevas formas de dinero: las monedas [1].
Junto con esto, aparece la necesidad de atesoramiento: nacen los bancos. En la primera fase del capitalismo (el “capitalismo comercial”), los bancos amplían su radio de acción: comienzan a acuñar moneda y a manejar el crédito y la cantidad de dinero circulante.
El precio y la velocidad con que circulan las mercancías determinarán la cantidad de dinero que necesita el mercado para funcionar “correctamente”; aparecen así las primeras crisis monetarias. Es preciso señalar que con la caída de los feudos y el surgimiento de las modernas naciones, algunos bancos se convierten en Bancos Centrales arrogándose el derecho de acuñar moneda y de supervisar y vigilar el valor del dinero circulante.
Una libra de oro pesaba 0,4536 gramos. Aparecen las monedas nacionales que solamente son usadas para el intercambio al interior de cada nación: el comercio mundial se realiza en lingotes de oro.
Con el correr de tiempo, por las constantes falsificaciones y por el desgaste que sufren las monedas, se altera la equivalencia entre peso y valor de la moneda: 1 libra pasa a pesar ¼ del peso original aunque conserva el mismo nombre…
Ya con el capitalismo en pleno desarrollo, la moneda de metal es paulatinamente sustituida por papel moneda, que debe ser emitido con respaldo oro y su poseedor puede exigir su convertibilidad en cualquier momento. Al interior de las naciones, los bancos centrales crean papel moneda de curso forzoso, o sea billetes inconvertibles.
Patrón oro y papel moneda
Hemos contado esta pequeña historia porque para el marxismo el dinero nunca tuvo poderes mágicos; siempre tiene que haber en el intercambio de mercancía-dinero una estricta equivalencia. Y esta equivalencia está dada por la ley del valor: la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producir las mercancías (“medida” que se generaliza justamente con el mercado mundial). Por eso para Marx el dinero es la manifestación de la riqueza de las naciones: el valor de su moneda tiene que ver con la competitividad y peso relativo de su economía en ese mercado mundial.
El patrón oro como moneda mundial subsiste malamente –Gran Depresión y guerras mundiales mediante– hasta 1944. Poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, la abrumadora hegemonía económica, financiera, geopolítica y tecnológica lograda por EEUU le permite imponer el régimen de Bretton Woods que consagra la hegemonía mundial del dólar.
Se dispone, entonces, un régimen de cambios relativamente fijos pero con una moneda nacional –el dólar– que actúa simultáneamente como patón monetario y unidad de cuenta, con paridad fija convertible de 35 dólares la onza de oro.
Pero este sistema estaba cargado de contradicciones que irían estallando al compás de los cambios económicos y geopolíticos; en primer lugar, el resurgimiento económico de Europa y Japón, socios rivales de EEUU; luego, la crisis de los 70; después, la contrarreforma neoliberal de los 80, etcétera.
En ese camino, el dólar abandona el respaldo oro por decisión unilateral de EEUU en 1971. Desde entonces, el curso del dólar ha seguido complicados altibajos.
El abandono global del patrón oro, generalizado hace mucho para todas las monedas, incluyendo el dólar, ha significado el pasaje de la moneda mercancía a lo que se llama “moneda de crédito”. Porque el patrón oro imponía una disciplina monetaria automática. En cambio, con la moneda de crédito –sea que emane del Estado bajo la forma de billetes o bien de los bancos privados por la extensión del crédito– no sucede lo mismo. Esta transformación de la moneda de una mercancía (el oro) a una relación de crédito garantiza una oferta monetaria elástica, capaz de responder a las necesidades de liquidez y fondos de los actores económicos. Pero la regulación “endógena” de la moneda por medio de una mercancía determinada (oro) deja su lugar a una regulación determinada por el Estado de manera discrecional. El hecho es que con la no convertibilidad el papel billete deja de representar de manera directa el trabajo humano incorporado en la producción del dinero mismo, y su actuación como representante de la riqueza pasa a ser “nominal”.
Una bomba de tiempo
Al mismo tiempo, de esta forma queda expuesta –en su manifestación monetaria– una de las contradicciones fundamentales del capitalismo: economía mundial-fronteras nacionales.
Una moneda nacional, el dólar, actúa como moneda mundial, siendo emitida por un Estado (EEUU) que sufre hoy día los más profundos desbalances económicos, la peor de las crisis económicas y que ve su hegemonía mundial cada vez más en tela de juicio, sin olvidarnos que es el deudor más insolvente del planeta…
Contradictoriamente, el 70% del comercio mundial se sigue realizando en dólares, y la inmensa mayoría de los países que tienen sus economías orientadas a la exportación acumulan reservas en dólares usándolos como respaldo en la emisión de sus propias monedas. Obviamente que es un secreto guardado bajo siete llaves la cantidad de dólares que circulan en la economía- mundo, todo un cuadro que configura una bomba de tiempo que nadie sabe cuándo va a estallar…