PI15/11/10 El teléfono de la activista saharaui Aminatou Haidar no para de sonar y lo único que llegan son noticias, y muy malas, desde El Aaiún. Cada vez que cuelga, Aminatou abre mucho los ojos y comienza con un: «Han detenido a» o relata los horrores que llegan desde el Sáhara ocupado. «¡Mujeres y niños muertos, tirados en un camión!», exclama, mientras a su lado escucha atentamente su abogada, Inés Miranda.
Hace justo un año, el 15 de noviembre de 2009, Haidar comenzó una huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote tras haber sido expulsada por las autoridades marroquíes de El Aaiún, la capital del Sáhara ocupado. Su avión fue devuelto a la isla canaria, y allí, durante 32 días, Haidar echó un pulso al Gobierno español y al marroquí que terminó con el regreso de la saharaui a su hogar. Estos días, la activista se encuentra en Las Palmas, procedente de Portugal, y donde el sábado pasado atendió a este diario.
Haidar, a pesar de los dolores que tiene de una reciente intervención en la boca, responde a todas las llamadas, pide ir a un lugar con televisor para ver Informe Semanal y en cuanto puede se conecta a internet para enseñar vídeos, correos y fotos que dan cuenta de la violencia empleada por Marruecos en la ex colonia española. Una mujer canaria, al reconocerla, va corriendo a una tienda y le regala unos bombones. «Para que este duro momento se haga más dulce», le dice cariñosa.
Servilismo con Marruecos
Ha pasado un año entre las dos crisis, la de la huelga de hambre y la del desmantelamiento violento del Campamento Dignidad y Haidar ve una gran diferencia: «El año pasado estábamos hablando de la vida de una sola persona. Ahora se trata de una masacre, de la muerte de mujeres, de bebés, a tan sólo 100 kilómetros de Canarias». La similitud la encuentra rápido: «La actitud complaciente del Gobierno español con Marruecos». «Y el abismo que hay entre el Ejecutivo, que se niega a condenar los hechos, y el respeto a los derechos humanos en la zona por la que está clamando la sociedad española. El Gobierno va por un lado y los ciudadanos por otro», agrega.
Ese «servilismo» de España con Marruecos, «que va a terminar creyéndose que es una superpotencia», es lo que no termina de entender esta saharaui. «¿Solamente por un interés económico?», duda Haidar. La negativa del Ejecutivo a emitir una condena porque los datos de las víctimas son «contradictorios» es lo que más le enerva. «¿Quién se va a creer que en el desmantelamiento de un campamento con 20.000 personas no va a haber apenas muertos?», se enfada, y contrarresta con lo que le llega desde la tierra ocupada. «Un hombre fue a buscar a un familiar a la morgue de un hospital y vio una lista con 37 muertos», explica. Luego están los heridos, curándose en las casas, los encarcelados y los desaparecidos: «No hay desaparecidos. Los desaparecidos directamente están muertos».
La situación que se vive en El Aaiún es «de auténtico terror», con jóvenes que no pueden salir de casa, ni ir a clase a estudiar. Bucharaya Beyun, delegado del Frente Polisario en España, afirmó recientemente en una entrevista que, si la ONU no interviene, esos jóvenes saharauis pueden ser captados por Al Qaeda del Magreb, algo que no comparte Aminatou: «Los saharauis son pacíficos y lo han demostrado durante años. A pesar de la represión, de las torturas, del hostigamiento, jamás han atentado contra los marroquíes», señala esta activista pacifista a la que le horroriza el hecho de pensar en una posible guerra.
Aminatou regresará dentro de poco a El Aaiún, pero no quiere concretar una fecha. «Cuando llegue, hay dos opciones: o que me detengan o el arresto domiciliario. Hay activistas que piensan que es mejor que me quede fuera del Sáhara, donde podré hacer público mi testimonio», dice.