En un mundo ideal, un periodista y un fotógrafo comparten espacio y tiempo con la persona que desean entrevistar; recogen sus gestos y graban los matices, escuchan sus palabras y entablan un diálogo verbal y gráfico. Aquí y ahora, en este mundo, a Arnaldo Otegi es preciso hacerle llegar un cuestionario y buscar fotos de archivo que ilustren la entrevista. Éste, huelga decirlo, no es un mundo ideal.
La entrevista está realizada pocos días antes de la declaración de ETA que adelantaba la edición digital de GARA el lunes al mediodía y sobre la cual informábamos ayer en profundidad en nuestro periódico. En las siguientes páginas, Otegi anticipa acontecimientos, secuencias de hechos y situaciones, algunas positivas, otras no, y reflexiona y responde en profundidad sobre todas ellas. Esa capacidad convierte una serie de preguntas enviadas a una prisión en un diálogo directo con la sociedad vasca. Éste es el resultado.
En la entrevista que usted nos concedió hace dos años, ya proponía como necesaria una readecuación de la estrategia política de la izquierda abertzale.
Efectivamente, esa necesidad respondía a la urgencia de despejar una ecuación estructural para nuestro proceso de liberación, que de manera muy resumida podríamos formular así: si llevamos más de una década considerando que existen condiciones objetivas para el cambio político en Euskal Herria y sin embargo dicho cambio no se produce, ¿cuál era la razón (o las razones)? Las respuestas posibles podían ser fundamentalmente dos: o bien nos equivocábamos con respecto a la existencia de esas condiciones, o bien la izquierda abertzale como motor principal del cambio mantenía una estrategia inadecuada para que éste se materializase. Buscar la respuesta adecuada a ese interrogante es el cimiento sobre el que hemos construido, desarrollado y definido nuestro debate y apuesta política.
En ese esfuerzo de readecuación también citaba como necesario tener en cuenta algunos factores que usted definía como novedosos en el ámbito internacional.
Apuntaba fundamentalmente a dos: por un lado, la constatación incluso en el propio marco europeo de la absoluta viabilidad del proyecto independentista si se alcanzaban mayorías populares mediante estrategias pacíficas y democráticas; y, por otro, en un ámbito social apuntaba a la existencia de nuevas experiencias transformadoras construidas en base a estrategias de acumulación, fundamentalmente en América Latina, lo que comúnmente se conoce como «el socialismo del siglo XXI».
Además de estos factores, hoy incluiría la feroz ofensiva del capital contra el Estado del Bienestar como elemento de análisis central y que debe ocupar un espacio también en la readecuación de nuestra estrategia.
Dos años después de aquella entrevista, lleva, de nuevo, más de un año en prisión. ¿Por qué cree que les detuvieron en octubre de 2009 cuando parece evidente que el Gobierno español conocía el trabajo que estaban haciendo?
Fabricaron una acusación falsa y nos encarcelaron precisamente porque sabían exactamente lo que tratábamos de hacer y querían impedirlo… pero llegaron tarde. Hay un dato que tenemos que tener claro: a los factores que señalo en la respuesta anterior hay que añadirles en el caso del Estado español la profunda crisis de lo que ellos llaman «el modelo territorial». Esa crisis de agotamiento del modelo autonómico ya no afecta sólo a Euskal Herria, se ha trasladado también a Catalunya tras la sentencia del Constitucional. Y de ahí, con la suma de los efectos de la crisis económica en cuanto a la solvencia de las administraciones públicas, al propio modelo constitucional. Hoy el Estado sabe que una segunda transición es ya inevitable. Es ahí (en la preparación del terreno) donde debemos por ejemplo ubicar el documento patrocinado por la fundación Everis y elaborado por 100 agentes económicos del máximo nivel, o la inclusión ‑ni inocente ni casual- de una pregunta relativa a la necesidad de reforma de la Constitución en la última encuesta del CIS. Asimismo, es evidente que para encarar ese proceso el Estado buscaba un escenario donde la iz- quierda abertzale estuviera, si no aniquilada, sí al menos neutralizada políticamente, fuera de las instituciones. Ése es el objetivo de la represión. Por eso nuestra evolución les ha pillado con el pie absolutamente cambiado.
Arnaldo Otegi es una referencia política, interlocutor principal, líder, símbolo, incluso un número (utilizado en la campaña que reclama su liberación). ¿Quizás por ello esa obsesión hacia su persona que parecía reflejarse, por ejemplo, en el último juicio [acto de Anoeta]?
Sobre la obsesión «personal» contra mí como interlocutor principal o referente de la izquierda abertzale, entiendo que tiene el objetivo complementario de mostrar y transmitir a la sociedad vasca una especie de efecto ejemplarizante. En cualquier caso no me gusta hablar en términos personales. Por eso, ahora que se me atribuye a mí gran parte del mérito en la evolución de la estrategia de la izquierda abertzale, quiero manifestar que ésta sólo ha sido posible por el compromiso y aportación de una generación sustancialmente más joven que la mía, que ha demostrado una gran madurez y responsabilidad. Por eso les rindo homenaje público a todos y todas, especialmente a Sonia Jacinto, Arkaitz Rodríguez, Miren Zabaleta… Ellos tienen mucho mayor mérito en el cambio operado en la izquierda abertzale.
¿A qué se refiere cuando habla de la inevitabilidad de una segunda transición?
Me consta que en núcleos políticos, económicos, mediáticos… del Estado se tiene hoy perfecta conciencia de la necesidad de revisión del modelo derivado de la Constitución del 78.
Esa revisión y el debate sobre los contenidos de la misma se va a producir, porque el modelo actual hace aguas por todos los lados. Mediante esa revisión se van a querer alcanzar principalmente dos objetivos: neutralizar de forma definitiva los problemas «nacionales» en el modelo «territorial» y aprovechar la crisis para desmantelar el ya de por sí raquítico Estado del Bienestar. Éste es, ni más ni menos, el reto al que nos enfrentamos.
En el contexto de este debate pendiente e inevitable me atrevo a aventurar cuáles van a ser las tres grandes líneas de propuesta que estarán sobre la mesa: habrá una posición que tratará de impedir el propio debate porque entenderá que su sola apertura conduciría inexorablemente a la quiebra de «España» como proyecto viable; es el pensamiento de Ortega y Gasset actualizado. Los defensores de tal posición estarán dispuestos sólo al debate parcial sobre temas que no consideran estructurales (maquillaje, en definitiva).
La segunda posición planteará con absoluta claridad que la reforma debe de tener una naturaleza claramente regresiva y reaccionaria, en la que plantearán como objetivo, por ejemplo, la recuperación por parte del Estado de competencias cedidas a la diferentes autonomías (educación…), además de una modificación de la ley electoral que garantiza que los llamados «nacionalistas» no se conviertan al final en los árbitros de la gobernabilidad del Estado. El mecanismo para llevar adelante este tipo de reforma sería a través de un gran Pacto de Estado entre el PP y el PSOE.
Y en tercer lugar nos situaremos los que planteamos que la segunda transición debe dar paso a un escenario que acepte la plurinacionalidad del Estado y el derecho a decidir libremente su futuro de pueblos como el vasco, catalán, gallego… Éste es el contexto para el que nos hemos preparado mediante la readecuación de nuestra estrategia.
¿Va la izquierda abertzale por el camino que usted esperaba?
Sin duda que veo situada a la izquierda abertzale donde esperaba. Me siento muy orgulloso del ejercicio de autocrítica tan honesto que hemos realizado. Creo que una de las claves para incidir en los contenidos de esa segunda transición pendiente es la nueva apuesta estratégica realizada por la izquierda abertzale.
¿Cuál es la fortaleza de este proceso?
La fortaleza del proceso (sabiendo que tendremos que superar una feroz oposición al mismo) reside en nuestra capacidad de anticipación política y en la larga experiencia de organización y lucha que ha demostrado nuestra base militante.
¿Y cuáles son sus etapas? ¿Qué acontecimientos deberían marcar su inmediato o futuro desarrollo?
Entiendo que el primer gran objetivo del proceso en marcha (como está recogido en el Acuerdo de Gernika) es generar las condiciones suficientes para que pueda desarrollarse y alcanzar así estadios de desarrollo superiores en el futuro. En cualquier caso, los acontecimientos que pueden y deberían esperarse, dicho de forma resumida, deberían ser: la asunción por parte de ETA de los contenidos de la Declaración de Bruselas y del Acuerdo de Gernika, la legalización del proyecto de la izquierda abertzale y la desactivación de las medidas de ex- cepción que se aplican al Colectivo de Presos y al conjunto de la izquierda abertzale. Eso sí, este escenario de normalización política debe ser impulsado desde la sociedad vasca con la movilización e interpelación al Gobierno por sus políticas actua- les. Sin activar la suma de fuerzas, los compromisos y la lucha democrática no lograremos nuestro objetivo de conquistar un nuevo escenario político.
¿Cree que ha habido mayores o menores dudas o resistencias internas que las previsibles? Y las externas, ¿son también las previsibles?
Cuando decidimos abrir este proceso de debate, en 2008, éramos muy conscientes de que en la medida en que afectaba a cuestiones esenciales de nuestra estrategia necesariamente iba a generar resistencias en algún sector de nuestra amplia base social. Lo extraño (y preocupante) hubiera sido lo contrario. En cualquier caso, decidimos hacerlo a nivel nacional de Euskal Herria y sin dar margen alguno ni a la ambigüedad ni mucho menos a la autocomplacencia. Pues bien, a día de hoy nuestra base social está absolutamente cohesionada con respecto a la nueva estrategia. Eso es lo importante.
En definitiva, creo sinceramente que las resistencias internas han sido las que preveíamos o incluso me atrevería a decir que menores.
Durante toda su historia la izquierda abertzale ha tenido una visión muy concreta de la lucha armada. ¿Ha cambiado ésta o, como fijó ETA en su V Asamblea, «cada tiempo exige unas formas organizativas y de lucha específicas»?
El debate sobre objetivos e instrumentos de lucha es un debate inherente a todas las organizaciones verdaderamente revo- lucionarias. Las organizaciones revolucionarias se deben al pueblo y están a su servicio. Esa declaración de la V Asamblea se identifica plenamente con estas reflexiones. No he conocido nunca militantes más autocríticos o críticos con la lucha armada ‑por ejemplo en términos de su conveniencia, de su aportación real al proceso e incluso en términos éticos- que los propios militantes de ETA. Créame, ¡nunca! Así pues, lo volvemos a reiterar: los retos del proceso de liberación nacional y social hoy exigen, como bien recoge la ponencia «Zutik Euskal Herria», nuevos instrumentos organizativos. Por decirlo claramente: los tiempos actuales exigen la superación definitiva de un ciclo político-militar y su sustitución por una estrategia de organización, acumulación y lucha exclusivamente democrática. Como decía el titular del artículo de opinión que escribimos desde la cárcel de Estremera los cinco detenidos: nueva fase, nueva estrategia, nuevos instrumentos y mismos objetivos. Ésa es la apuesta ya en marcha.
¿Hace falta una sigla legal? ¿A qué precio? ¿Cómo valora la última iniciativa en este sentido presentada en Iruñea el 27 de noviembre, con cerca de 300 significados militantes anunciando un documento de bases para la creación de un nuevo proyecto político y organizativo? El anuncio de que ese nuevo proyecto político de la izquierda abertzale cumplirá con la Ley de Partidos ha suscitado no pocas reacciones…
Apoyo total e incondicionalmente la iniciativa adoptada para la creación de una nueva formación política hecha pública en Iruñea, y felicito públicamente a sus promotores.
Sobre la necesidad de disponer o no de una sigla legal, yo formularía esa pregunta en estos términos: para hacer frente con eficacia a los retos que hemos citado, ¿necesitamos estar en igualdad de condiciones que el resto de las formaciones políticas? ¿Necesitamos dotarnos de instrumentos organizativos que nos permitan encuadrar a los sectores más concienciados y combativos del pueblo trabajador? ¿Necesitamos estar presentes en la lucha institucional? ¿Y en el desarrollo de la lucha de masas?… Y la respuesta es sí, sin duda.
En cuanto al precio, le diré dos cosas: el precio por ejemplo de aceptar las condiciones de la Ley de Partidos es insignificante si lo comparamos con el precio que pagaría nuestro pueblo si no estamos en las mejores condiciones para avanzar en el proceso de liberación nacional. Y en segundo lugar, hay un único precio que no pagaríamos jamás: renunciar a la lucha por conquistar una Euskal Herria independiente y socialista.
¿Percibe ansiedad por la próxima cita electoral? Y, si la percibe, ¿cree que esa ansiedad puede afectar a la apuesta ‑a largo plazo- de la izquierda abertzale? ¿Cómo se puede o se debería gestionar esa ansiedad? O, dicho de otro modo, ¿qué importancia tiene el tiempo (tiempo real, tiempo político)?
Percibo en primer lugar una creciente ansiedad en los sectores unionistas porque saben que con nuestra mera presencia electoral toda la realidad virtual que han tratado de construir en torno al «cambio» se derrumbaría como un castillo de naipes. Además, nuestra presencia tanto en las municipales como en las forales dejaría en evidencia la auténtica falsedad de las soflamas en torno a nuestra supuesta debilidad o incluso de nuestra derrota política. Es triste decirlo, pero algunos sitúan la permanencia de la vulneración de derechos básicos en relación a sus cálculos electorales. La sociedad debe darse cuenta de la falsedad y cinismo de muchos discursos, de muchos líderes políticos que exigen condenas a la izquierda abertzale cuando no han sido aún capaces de condenar el franquismo.
Dicho esto, también percibo una cierta ansiedad en nuestra base social fruto de años de restricciones y limitaciones a nuestro derecho a la participación electoral. Bien, lo primero que quiero transmitir es que es fundamental nuestra presencia en las elecciones de mayo, no solamente para superar una realidad de segregación político-ideológica que manipula la volun- tad de la sociedad vasca y su marco institucional, sino fundamentalmente para abordar la irreversibilidad del proceso democrático con el conjunto de agentes políticos y sociales.
Y en segundo lugar, como ya se ha transmitido públicamente, nuestra apuesta va mas allá de estas elecciones y tiene un componente estratégico.
¿Por qué era necesario el acuerdo estratégico con EA?
En primer lugar deberíamos de distinguir con claridad nuestro propio proyecto político por un lado y nuestra política de alianzas necesaria para hacer avanzar el proceso. Si queremos construir un Estado, no debemos perder la perspectiva que eso sólo será posible, en primer lugar, teniendo claro que el motor o la contradicción principal que vertebra el proceso de liberación es la que se da entre Euskal Herria por un lado y los estados español y francés por otro. Y, en segundo lugar, que necesitamos alejarnos permanentemente de los intereses partidistas, de la politiquería, para desarrollar desde ahora una auténtica y genuina política de Estado. Es en el marco de estas consideraciones donde hay que gestionar las contradicciones que sin duda son inherentes a todo proceso político. Las contradicciones de carácter de clase, u otras en nuestra política de alianzas, deben ser gestionadas y resueltas con inteligencia, sin que las ramas nos impidan en ningún caso ver el bosque.
La actual situación de crisis exigirá ofrecer alternativas concretas, ¿las tienen?
El objetivo que persigue la actual ofensiva capitaneada por la oligarquía financiera es evidente: desmantelar el Estado del Bienestar o, dicho de otra manera, destruir todas y cada una de las conquistas alcanzadas en las últimas décadas por el movimiento obrero.
El escenario que nos plantea el capitalismo no ofrece dudas: que las siguientes generaciones vivan peor que las anteriores, con más miedo y con menos derechos. Ésa es su alternativa. Siendo esto así y ligándolo en parte con la pregunta anterior, plantearía dos reflexiones: defender hoy las conquistas obreras, populares, materializadas en lo que se ha venido en denominar el Estado del Bienestar es un objetivo revolucionario y antioligárquico. Y dos: la defensa de dichas conquistas necesita propiciar una alianza amplia de sectores que van desde el socialismo a la socialdemocracia alcanzando a comunistas, sectores cristianos de base… Así pues, también el bloque independentista debe ser el marco para esa alianza.
En el acuerdo se recoge también la relación preferente con la mayoría sindical, ¿ve a ELA dispuesta a implicarse en el camino hacia la independencia?
Tanto ELA y LAB como el conjunto de la mayoría sindical deben hacer desde su propio ámbito una aportación al forta- lecimiento de una auténtica alternativa nacional y social.
Dicho esto, observo con satisfacción la presencia del sindicato ELA en numerosas movilizaciones, aunque considero que su falta de adhesión al Acuerdo de Gernika no es coherente cuando las condiciones de entorno que siempre ha exigido están dadas. En cualquier caso, estoy convencido de que ELA también irá adoptando progresivamente nuevos y decididos compromisos. Estoy convencido de ello.
¿Este PNV es compañero de proceso u obstáculo?
El proceso que hemos puesto en marcha debe servir también para una definitiva clarificación estratégica en Euskal Herria. Los que aspiramos a crear un Estado hacemos una apuesta de suma. El señor Urkullu miente cuando dice que no ha sido invitado a conformar esa alianza, o al Acuerdo de Gernika: si el PNV no está es porque ha decidido no estar. Y lo ha decidido porque cree que todavía tiene margen suficiente para desarrollar una política «soberanista de romería» por un lado mientras mantiene una férrea alianza con el PSOE (y si se diera el caso con el PP), haciéndose corresponsable de la brutal política de recortes sociales del Gobierno español o vascongado, y actuando como si fuera un portavoz del Ministerio de Interior en cuanto a las valoraciones con respecto a las posiciones de la izquierda abertzale. A día de hoy, el EBB ha decidido volver a buscar el acuerdo, la colaboración con el Estado en la confrontación democrática que se ha abierto en torno a los contenidos de la segunda transición.
Ese escenario es el actual, pero las posiciones no son inmutables, su evolución va a depender de la fortaleza de los inde- pendentistas. A partir de ahí el pronóstico es claro: mantendremos espacios de colaboración a veces y de confrontación otras. Por eso, la izquierda abertzale siempre estará dispuesto a espacios de colaboración y encuentro para construir entre todos un escenario de recono- cimiento nacional y respeto a la voluntad popular democrática.
Entre otras cosas, dice Zapatero que la evolución de la izquierda abertzale es el fruto positivo de la estrategia que el Gobierno español llevó en el anterior proceso. ¿Qué le responde?
Ya he explicado dónde debemos encontrar las razones para el cambio de nuestra estrategia, así que no comparto esa afirmación salvo si la entendiéramos en el sentido de que efectivamente hemos hecho una auténtica y profunda autocrítica en torno a la posición que mantuvimos en el proceso de diálogo anterior, donde cometimos gravísimos errores de los que hemos extraído las pertinentes consecuencias y que no volveremos a cometer nunca más.
¿Qué papel debería tener el Gobierno español en el nuevo proceso? ¿Cómo puede lograr la izquierda abertzale o la sociedad vasca que también el Estado español cambie de ciclo?
El Estado, tengámoslo claro, no tiene ningún interés en cambiar de ciclo porque entiende que en el actual él gana y los vascos perdemos. ¿Cuándo cambiará el Estado de ciclo? Cuando a través de nuestra lucha, acumulación de fuerzas y a través de la confrontación democrática llegue a la conclusión de que no hacerlo le supone más costes que beneficios.
¿Por qué es importante el apoyo exterior? ¿Por qué cree que los firmantes e impulsores de la Declaración de Bruselas están siendo en cierto modo despreciados tanto en Madrid como por algunos partidos en Euskal Herria?
La presencia de observadores internacionales nos permite trasladar la confrontación de ideas y propuestas a un escenario y a un espacio donde nuestras posiciones son infinitamente más poderosas que las del Estado, sencillamente porque además de razonables son escrupulosamente democráticas. Por lo tanto, el desprecio que manifiestan algunos sectores con respecto a su presencia es directamente proporcional a su debilidad política.
¿Cómo está siendo actualmente su vida en prisión respecto a otras etapas?
Haciendo una suma de mis años en prisión creo que he comenzado ya a consumir el noveno, así que desde Herrera de la Mancha hasta aquí he vivido prácticamente todas las fases que ha vivido el Colectivo a lo largo de sus años de existencia. Ahora, y en la cárcel de Logroño, soy el único preso político que «vive» en mi módulo.
En cualquier caso, además de mucho deporte y mucha lectura, trato siempre de seguir el consejo del líder sudafricano Nelson Mandela: seguir formándonos para cuando recuperemos la libertad.
¿Cuál cree que es el papel de los presos políticos en este proceso democrático?
El Colectivo de Presos Políticos es un agente comprometido con el proceso democrático. Los agentes políticos, sociales, sindicales deberían abrir canales oficiales de comunicación con su interlocución oficial. Eso permitiría, desde mi punto de vista, alcanzar acuerdos que posibilitarían materializar nuestros compromisos. Es una sugerencia que les deseo trasladar.
¿Cómo y cuándo se debería abordar la cuestión de los presos en el proceso?
La libertad del conjunto de los presos políticos debe ser abordada en el inicio del proceso de diálogo y negociación, como ámbito autónomo de negociación entre ETA y el Estado, sin esperar a acuerdos políticos de carácter resolutivo.
¿Qué opina de los movimientos de presos que está haciendo el Ministerio de Interior?
Todos los «movimientos» que el Ministerio de Interior desarrolla a través de la aplicación de lo que se denomina como «política penitenciaria» han tenido y tienen un solo objetivo: que la izquierda abertzale llegara o llegue a esta coyuntura histórica o neutralizada, o dividida, o lo más debilitada posible, sencillamente porque entendían que ésa era la única garantía de que no podamos condicionar de manera eficaz su proyecto de segunda transición.
¿Qué se puede hacer realmente y de modo eficaz para frenar la represión, los macrojuicios…?
Repito una respuesta que ya he dado a una pregunta anterior: el Estado dejará de aplicar en sus actuales parámetros la represión cuando en términos políticos, sociales e internacionales entienda que le genera más costes que beneficios.
¿Qué piensa cada vez que a la izquierda abertzale se le exige una condena a ETA ‑incluso ahora, en pleno cese de sus actividades armadas- y además se le pone como ejemplo a líderes como Nelson Mandela o a Gerry Adams?
Pienso que también a Mandela o a Adams les exigían parecidas condiciones en sus respectivos procesos.
Insisto, al Estado, a los unionistas, a los que viven del conflicto (securócratas) no les interesa el cambio de ciclo que hemos planteado, sencillamente porque son plenamente conscientes de que el mismo traerá como consecuencia la necesidad de que ellos tengan que cambiar el suyo, y saben que en un ciclo de exclusiva confrontación democrática nosotros somos más fuertes que ellos.
En resumen, ¿es usted optimista sobre la capacidad de la izquierda abertzale para provocar un vuelco definitivo del escenario?
A pesar de lo que dice el dicho, yo me considero un optimista bien informado. Este optimismo no significa no ser consciente de las enormes dificultades y obstáculos que vamos a tener que superar; por eso quiero alertar a los sectores que con honestidad y buena voluntad siguen creyendo que tal o cual compromiso que adopte ETA (por ejemplo con la Declaración de Bruselas, cosa que no dudo sucederá) va a traer automáticamente una modificación sustancial de la estrategia del Estado, que tal ecuación no será lineal. Aunque es evidente que el Estado tendrá que asumir una gestión política para construir un escenario de soluciones definitivas. El proceso de soluciones es un proceso que debe ser propiedad de todos, y todos tenemos que coparticipar en el mismo. Eso sí, será la sociedad vasca el único garante y protagonista real de poder llevar el mismo a buen término.
Lo vuelvo a repetir, sin organización, suma y lucha de confrontación democrática no alcanzaremos ni el más razonable de nuestros objetivos.
¿Qué mensaje querría trasladar desde su celda de la prisión de Logroño a la sociedad?
Quiero en primer lugar, y teniendo en cuenta que nos encontramos en fechas navideñas, mandar un fuerte abrazo a todos los familiares de presos que las han vuelto a celebrar en ausencia de sus seres queridos, algunos viajando miles de kilómetros. Que sepan que nuestros corazones y anhelos están y viajan con ellos.
A los militantes de la izquierda abertzale, a los familiares de los últimos detenidos, a nuestros jóvenes, a parados y paradas, a la familia euskaldun que acabamos de perder a Xabier Lete, a todos un mensaje que recogí de la campaña electoral de los compañeros del FMLN de El Salvador: por encima de todo «sonría, vamos a luchar».
Irabaziko dugu!