Terro­ris­mo y vio­len­cia de moti­va­ción polí­ti­ca – Ando­ni Txasko

Tér­mi­nos como «terro­ris­mo» o «terro­ris­ta» han inva­di­do y, en gran par­te, dis­tor­sio­na­do, duran­te déca­das, el deba­te polí­ti­co en Eus­kal Herria. Jue­ces, polí­ti­cos pro­fe­sio­na­les y medios de comu­ni­ca­ción han con­ver­ti­do estas pala­bras en feti­ches que sir­ven para todo menos para desa­rro­llar una refle­xión con un míni­mo de rigor polí­ti­co e inte­lec­tual. Los con­cep­tos están ínti­ma y dia­léc­ti­ca­men­te rela­cio­na­dos con el con­tex­to y la his­to­ria de las socie­da­des en las que se acu­ñan y desa­rro­llan. El fran­quis­mo fue pro­lí­fi­co en esta labor. Los anti­fas­cis­tas fue­ron cali­fi­ca­dos como «rebel­des», «des­afec­tos», «rojo-sepa­ra­tis­tas», «trai­do­res», «sin-patrias», o se les vin­cu­ló a un «con­tu­ber­nio judeo-masó­ni­co». Tam­bién se les lla­mó «terro­ris­tas». La Ley de Ban­di­da­je y Terro­ris­mo de 1947 sir­vió, entre otras cosas, de cober­tu­ra legal para la bru­tal repre­sión ejer­ci­da con­tra el Maquis. Toda dis­cre­pan­cia, toda disi­den­cia polí­ti­ca, toda acción sin­di­cal o cul­tu­ral rei­vin­di­ca­ti­va fue cali­fi­ca­da por la «auto­ri­dad com­pe­ten­te» como terro­ris­mo y, en con­se­cuen­cia, com­ba­ti­da con toda la fuer­za del Esta­do (Guar­dia Civil, Poli­cía, Ejér­ci­to, con­se­jos de gue­rra…) Hay una con­ti­nui­dad en la legis­la­ción anti­te­rro­ris­ta des­de 1939 has­ta hoy. Se repi­ten mimé­ti­ca­men­te ideas y con­cep­tos, aun­que en con­tex­tos dife­ren­tes. Todas estas leyes, ela­bo­ra­das ad hoc, tie­nen entre sus obje­ti­vos jus­ti­fi­car y man­te­ner impu­ne el terro­ris­mo de Esta­do. La expre­sión polí­ti­ca más defi­ni­da de todo ello la encon­tra­mos en las decla­ra­cio­nes de Mar­tín Villa tras la muer­te de Ger­mán Rodrí­guez (San­fer­mi­nes de 1978), que cali­fi­ca como un error del Esta­do, mien­tras que al refe­rir­se a otros tipos de vio­len­cia, habla de ase­si­na­tos. Con la legis­la­ción aún vigen­te, el Esta­do per­sis­te en con­si­de­rar a las víc­ti­mas de la rebe­lión mili­tar de 1936, el fran­quis­mo y el terro­ris­mo de esta­do como terro­ris­tas, cuan­do, en todo caso, son víc­ti­mas y resis­ten­tes antifascistas.

Los esta­dos no con­si­de­ran terro­ris­mo los crí­me­nes que han sido come­ti­dos por sus pro­pias ins­ti­tu­cio­nes, inclu­so en el caso del Esta­do espa­ñol, don­de se ha dado, al menos for­mal­men­te, un cam­bio de sis­te­ma polí­ti­co. Se huye de la lega­li­dad inter­na­cio­nal, asu­mi­da en teo­ría, que defi­ne la repre­sión fran­quis­ta como geno­ci­dio y crí­me­nes de lesa humanidad.

Para hablar con rigor del con­cep­to «terro­ris­mo», hemos de acu­dir al Infor­me Final (de 1 de diciem­bre de 2004) ela­bo­ra­do por el Gru­po de Exper­tos de Alto Nivel sobre las Ame­na­zas, los Desa­fíos y los Cam­bios (nom­bra­do por el secre­ta­rio gene­ral de las Nacio­nes Uni­das). Terro­ris­mo se defi­ne así: «Cual­quier acto, ade­más de los ya espe­ci­fi­ca­dos en los con­ve­nios y con­ven­cio­nes vigen­tes sobre deter­mi­na­dos aspec­tos del terro­ris­mo, los Con­ve­nios de Gine­bra y la Reso­lu­ción 1.566 del Con­se­jo de Segu­ri­dad de Nacio­nes Uni­das (2004), des­ti­na­do a cau­sar la muer­te o lesio­nes cor­po­ra­les gra­ves a un civil o a un no com­ba­tien­te, cuan­do el pro­pó­si­to de dicho acto, por su natu­ra­le­za o con­tex­to, sea inti­mi­dar a una pobla­ción u obli­gar a un gobierno o a una orga­ni­za­ción inter­na­cio­nal a rea­li­zar una acción o abs­te­ner­se de hacerla».

Aquí se pue­den dis­tin­guir dos ele­men­tos o con­di­cio­nes que han de con­cu­rrir para que una acción pue­da ser con­si­de­ra­da como terro­ris­ta: el carác­ter civil (o no com­ba­tien­te) de las víc­ti­mas y la inten­cio­na­li­dad de con­se­guir un obje­ti­vo polí­ti­co como inti­mi­dar a la pobla­ción o for­zar a un gobierno (o a una ins­ti­tu­ción inter­na­cio­nal) a actuar de una deter­mi­na­da mane­ra. Por ello, no pode­mos admi­tir que, des­de las ins­ti­tu­cio­nes auto­nó­mi­cas de la CAV se haya acu­ña­do el con­cep­to «víc­ti­mas de vio­len­cia de moti­va­ción polí­ti­ca», para no lla­mar terro­ris­mo a las vul­ne­ra­cio­nes de los dere­chos huma­nos lle­va­das a cabo por el Esta­do, cuan­do la exis­ten­cia de una «moti­va­ción polí­ti­ca» es una de las con­di­cio­nes que deter­mi­nan que una acción pue­da ser con­si­de­ra­da como terrorista.

¿No es aca­so terro­ris­mo la masa­cre per­pe­tra­da el 3 de mar­zo de 1976 sobre la pobla­ción civil (tra­ba­ja­do­res en huel­ga) con el pro­pó­si­to de inti­mi­dar al con­jun­to de la cla­se obre­ra? Recor­de­mos que las víc­ti­mas de estos hechos fue­ron reco­no­ci­das por el pro­pio Par­la­men­to Vas­co el 3 de mar­zo de 2006 median­te decla­ra­ción ins­ti­tu­cio­nal, apro­ba­da por una­ni­mi­dad, como víc­ti­mas del terro­ris­mo. En la prác­ti­ca, tras el hallaz­go del tér­mino «víc­ti­mas de vio­len­cia de moti­va­ción polí­ti­ca», con la dis­cri­mi­na­ción que con­lle­va, las ins­ti­tu­cio­nes auto­nó­mi­cas con­vier­ten esta decla­ra­ción en papel moja­do. Remon­tán­do­nos más atrás en el tiem­po, ¿no son aca­so accio­nes terro­ris­tas los bom­bar­deos indis­cri­mi­na­dos sobre la pobla­ción civil vas­ca per­pe­tra­dos duran­te los años 1936 y 1937, cuan­do su obje­ti­vo explí­ci­to era for­zar la ren­di­ción de las tro­pas que esta­ban a las órde­nes del Gobierno de «Euz­ka­di»?

Toda esta situa­ción nos pare­ce inad­mi­si­ble y por ello denun­cia­mos que detrás de esta acti­tud hacia las víc­ti­mas del terro­ris­mo de esta­do, así como hacia el con­jun­to de las víc­ti­mas de la rebe­lión mili­tar de 1936 y el fran­quis­mo, está la pre­sen­cia en las dis­tin­tas ins­ti­tu­cio­nes, empe­zan­do por la Coro­na y siguien­do por los gobier­nos y par­la­men­tos cen­tra­les y auto­nó­mi­cos, y en las cúpu­las de los par­ti­dos polí­ti­cos que han teni­do res­pon­sa­bi­li­da­des en su ges­tión duran­te más de 30 años de «demo­cra­cia», de per­so­nas con víncu­los ideo­ló­gi­cos y/​o fami­lia­res con los res­pon­sa­bles de las vul­ne­ra­cio­nes de los dere­chos huma­nos come­ti­das a par­tir del alza­mien­to del 18 de julio, e inclu­so de per­so­nas que han teni­do res­pon­sa­bi­li­dad direc­ta en los crí­me­nes. El hecho cier­to es que en todas estas ins­ti­tu­cio­nes, naci­das, no lo olvi­de­mos, de una refor­ma y no de una rup­tu­ra con el régi­men ante­rior, hay muchos más ele­men­tos de con­ti­nui­dad con el pasa­do dic­ta­to­rial de los que están dis­pues­tos a reco­no­cer sus actua­les gestores.

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