En este país hay muchos jóvenes que ni estudian ni trabajan: se les llama los ‘ninis’. En la izquierda tenemos a nuestros propios ninis. Cuando un país invade a otro, salen a la calle muy preocupados y dicen: «no apoyamos ni al invasor ni al agredido; ambos son unos cabrones”. La gente, naturalmente, piensa: “bueno, pues entonces bendita sea la invasión: así se matan entre ellos”. Pero los ninis tienen un miedo atroz a que, en caso de decir solamente “no al invasor”, la gente piense que son cheerleaders del invadido. Ni siquiera pueden dormir a causa del desvelo que les inflige tal eventualidad. ¿Solidarizarse con un pueblo invadido por un imperio? ¿Pero qué locura es esa? ¿Y si piensan que estoy a sueldo de su corrupto gobierno? Para los ninis, eso que ellos han comprendido, tras arduas lecturas de revolucionarios más permanentes que la tinta de un Eding, no puede en cambio ser transmitido al alienado pueblo llano. ¿Cómo va a comprender un pobre desgraciado que existe una cosa llamada “jerarquía de contradicciones”? Eso son términos retorcidos de intelectuales pequeñoburgueses que no llevan mono azul y leen libros (eso sí, el mejor sindicato es CC OO, porque lo dice un libro de Lenin, o tal vez de Rappel, de hace un siglo…).
En fin, ya saben: filosofía nini. Lo vimos cuando Yugoslavia: “ni OTAN ni Milosevic”, clamaban, equiparando al representante de la democracia burguesa serbia con el invasor extranjero. Lo vimos cuando Irak: “ni Bush ni Sadam”, muertos de miedo por si alguien pensaba que tenían el carnet del partido Baaz. Y lo vemos ahora: “ni OTAN ni Gadafi”. Ahora bien, también se podría ser ni-ni-ni (o ni elevado al cubo): ni OTAN, ni Gadafi, ni los rebeldes (si es que tanta aclaración acomplejada cabe en el cartel de la mani, por supuesto). Pero qué va… esto último no se hace. ¿Por qué? Porque ahora, por lo visto, los rebeldes libios son poco más o menos que Lenin reencarnado. ¿De dónde sale esta ilusionante información? Las organizaciones ninis, todas ellas casi tan pequeñas como egocéntricas, se copian los comunicados unas a otras. Tirando del hilo, llegas al mass media proimperialista Al Jazeera. ¡Qué alentador! Pero cuando pasas a contrastar fuentes, comienzan las sorpresas: todos los datos indican que lo que sucedía en Libia era una guerra civil entre dos sectores de la oligarquía. Sencillamente, algunos de los clanes que gobiernan Libia se rebelaron contra otros. Sólo eso explica que contaran con armamento pesado desde el primer día: porque fue un golpe de Estado, o, más concretamente, de una parte del Estado contra otra parte del Estado.
Pero los ninis, que jamás leyeron a Cernuda, confunden la realidad y el deseo. Su pensamiento desiderativo les hace imaginar comités obreros en un país, como Libia, en el que prácticamente no existen los obreros. Poco importa que estos rebeldes, estos angelitos para los que algunos incluso piden armas, empleen la bandera reaccionaria del rey Idris, o que hayan pedido (y obtenido) la ayuda de la OTAN desde el primer día (sabiendo el regreso a la edad de piedra que la intervención de la OTAN siembra allá donde se produce, empezando por Irak o Afganistán). Tampoco pasa nada porque los jefes rebeldes fueran hasta hace poco ministros del gobierno de Gadafi, fundamentalistas islámicos o cualquier otra cosa. Es una revolución obrera y sanseacabó.
Pero, un momento… si los rebeldes son de izquierdas y buenos y, en cambio, el gobierno libio es el enemigo, entonces ¿por qué no apoyamos la invasión de la OTAN? El nini se pasa una semana pensando, no sabe qué responder a esto. ¿Es que de pronto la OTAN se ha vuelto una fuerza democrática y popular, que lucha tenazmente por la liberación de los pueblos subyugados? Tras días agónicos, el nini da con la solución: ¡vamos a decir que la OTAN va en realidad a aplastar a la revolución socialista libia! Touché. El círculo se cierra y el sistema es perfecto. Lástima que esté constituido únicamente por invenciones fabricadas ad hoc para justificar y encorsetar la rica y compleja realidad bajo la égida de los cuatro topicazos de un dogma fosilizado. Si no, sería genial.
El nini, además de tener una inconfesable fe en Al Jazeera, consulta otra multinacional (perdón, quise decir periódico) igualmente proimperialista y lacaya: Público. Por eso repite como un papagayo: Gadafi ha bombardeado a su propio pueblo, a civiles desarmados, a niños para luego comérselos. Esto no es ya absurdo desde un punto de vista político o militar, sino incluso desde el sentido común. Por lo visto, Gadafi es un psicópata que se dedica a bombardear edificios en cuyas azoteas entrañables abuelas cuelgan la ropa. ¿No bombardearía más bien a las fuerzas que le dieron un golpe de Estado? Pero esa gente sí que sabe. Ya puestos, querían tomar los cuarteles sin que el Estado libio se defendiera. Por pedir que no quede.
Seamos sensatos. Si la izquierda quiere que se la pueda tomar en serio, tendrá que extraer sus propias conclusiones de todo esto. El caso de Libia es completamente distinto al de Túnez o Egipto, porque en estos países vimos a pueblos desarmados enfrentándose a sus tiranos, mientras que en Libia se están enfrentando dos sectores armados de la oligarquía y del propio Estado, uno de los cuales está apoyado por el imperialismo francés e internacional, en su búsqueda de un petróleo que, tras el inicio de la guerra civil, se tornaba incierto y que debe ser asegurado. No estoy diciendo (prevengamos la demagogia) que el pueblo libio sea inferior o algo por el estilo; el pueblo libio es tan capaz de rebelarse como cualquier otro pueblo, del andaluz al vasco, pasando por el griego o el venezolano. Simplemente, tal rebelión popular no se ha producido (ojalá se hubiera producido). ¿Qué hago? ¿Me la invento? Pues no. Yo rechazo la invasión de la OTAN y ya está. No soy un acomplejado ni temo que nadie me tache de pro-Gadafi por eso, de igual modo que tampoco me da miedo que algún paralítico intelectual me acuse de hacer “la pinza” con el PP por el simple hecho de decir que el gobierno del PSOE me parece nefasto. Por otro lado, si el pueblo libio desea derrocar a Gadafi, es potestad suya hacerlo. A eso se le llama soberanía nacional; a lo que hacen los rebeldes libios, colaboracionismo; y a lo que hace la izquierda nini, estupidez.