Cuenta el reconocido narrador uruguayo Eduardo Galeano en El libro de los abrazos, que Chicago está llena de fábricas, incluso en pleno centro de la ciudad. Es una urbe con miles de obreros.
Sin embargo, no pudo encontrar allí ni siquiera una tarja recordatoria en homenaje a aquellos que fueron ahorcados en 1886 y en cuya conmemoración se instauró el primer día del mes de mayo como Día Internacional de los Trabajadores.
“Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de Chicago. Ni una estatua, ni un monolito, ni placa de bronce, ni nada”, narra.
Esta celebración que se lleva a cabo en todo el orbe no pasa de ser una jornada como cualquier otra en los Estados Unidos. Mientras diferentes países realizan actividades para homenajear a la clase trabajadora, los norteamericanos asisten a sus labores rutinarias “y nadie, o casi nadie recuerda que los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de Dios o del amo.”
Cuba es una de las muchas naciones que rinde honores a la fecha, en nuestro caso particular mediante el tradicional desfile en las plazas y avenidas a lo largo y ancho de la Isla.
Ese día hombres, mujeres e incluso niños, desde muy temprano se reúnen para marchar en interminable mar de pueblo, banderas al aire y consignas declamadas enérgicamente. Canto de logros de una Revolución nacida por los humildes y para los humildes.
Este año la Patria ha sido víctima de una campaña mediática por parte de los enemigos de nuestras conquistas y victorias, quienes intentan, como ya es habitual, desacreditar los esfuerzos realizados durante los últimos 50 años para preservar en nuestra tierra la igualdad y la paz.
La consigna de “Patria o Muerte” no ha sido jamás mera cuestión de palabras, sino firme decisión e irrevocable sentencia. Marcharemos unidos mañana como muestra de ello y de nuestra constante confianza en la Revolución, Fidel y Raúl.
Reproduzco a continuación el cuento de Galeano:
La desmemoria /4
Chicago está llena de fábricas. Hay fábricas hasta enpleno centro de la ciudad, en torno al edificio más altodel mundo. Chicago está llena de fábricas, Chicago estállena de obreros.
Al llegar al barrio de Heymarket, pido a mis amigosque me muestren el lugar donde fueron ahorcados, en 1886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de Mayo.
- Ha de ser por aquí- me dicen. Pero nadie sabe.
Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de Chicago. Ni estatua, nimonolito, ni placa de bronce, ni nada.
El primero de Mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de Mayo es un día cualquiera. Ese día, la gente trabaja normalmente, y nadie o casi nadie, recuerda que los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, nide la mano de Dios o del amo.
Tras la inútil exploración de Heymarket, mis amigos me llevan a conocer la mejor librería de la ciudad. Y allí, por pura curiosidad, descubro un viejo cartel que está como esperándome, metido entre muchos otros cartelesde cine y música rock.
El cartel reproduce un proverbio del África: Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador.