El proceso para alcanzar la presidencia de los Estados Unidos ya ha comenzado. El pistoletazo “oficial” de salida ha sido el caucus de Iowa para nominar al candidato republicano que deberá enfrentarse con Obama para llegar hasta la Casa Blanca. Una vez más, este largo proceso electoral que caracteriza la política norteamericana está en manos de los dos grandes partidos políticos del país, los demócratas y los republicanos.
El sistema electoral, largo, y en ocasiones complejo, remarca también la escasa o nula oportunidad que el sistema deja para terceras vías o candidatos independientes, lo que no hace sino aumentar el descontento y la apatía de buena parte de la población hacia las elecciones, como bien muestra los índices de participación de las mismas, por lo general bastante bajos.
El sistema de primarias, que ahora parece seducir a buena parte de los partidos políticos europeos, está repleto de mecanismos que lejos de servir a sus supuestas intenciones participativas, no hacen sino entorpecer las mismas. La importancia desmedida que se concede a las primeras citas en Iowa y New Hampshire, es parte de ese circo electoral que el sistema norteamericano viene desarrollando desde hace mucho tiempo.
Así, la importancia de comenzar bien colocados en la carrera para la nominación es muy importante, ya que ello posibilita, además de seguir peleando por el puesto, una mayor atracción mediática, la posibilidad e recaudar más apoyos (en forma de fondos económicos para la campaña y voluntarios para la misma), y sobre todo hace que algunos rivales desistan y pasen a engrosar sus propias filas. Como señalaba un medio local, “dinero, organización y mensaje” son los beneficios de un buen comienzo.
Pero además, este sistema electoral que combina caucus locales, primarias y convenciones nacionales, no es idéntico en todos los estados o en los dos principales partidos. La influencia de los llamados super-delegados entre los demócratas, el uso de la representación proporcional o su rechazo para elegir a los delegados de la convención nacional, los diferentes discursos de los candidatos a la nominación, que muchas veces buscan atacar a su contrario, alejándose si es necesario de la ideología del partido que dicen representar.
La mayor parte de los candidatos comienzan dos o tres años antes a diseñar su campaña, con viajes a Iowa y New Hampshire, en busca de activistas y donantes para su causa. Esto refleja la importancia de salir bien colocado y acabar esta primera cita en una posición que deje abierta las expectativas futuras. También conviene resaltar el papel de los medios de comunicación, que necesitan de esa larga campaña para lograr ingresos publicitarios y para ello es necesario mantener el debate y la tensión el mayor tiempo posible.
Como apuntaba un analista republicano, “las cosas parecen haberse aclarado en la carrera por la nominación, pero todavía algunos medios persisten en buscar divisiones y enfrentamientos, o resaltando las posibilidades de algunos candidatos, todo ello para fomentar sus propios intereses”.
El Partido Republicano, presenta este año una situación bien distinta a la de hace cuatro años. Entonces, la rápida victoria de McCain les permitió aglutinar a toda su base en torno a ese candidato, mientras que los demócratas mantenían hasta el final el pulso entre Obama y Clinton, a pesar de que al final esa supuesta ventaja se diluyó por el triunfo de Obama.
La mayoría de las fuentes señalaban al comienzo de año a Mitt Romney como el hombre a batir dentro de la nominación republicana. No obstante no se descartaba la posibilidad de que “se dieran algunas sorpresas”, ya que uno de los riesgos que debe afrontar es que sus apoyos todavía no son muy elevados (sobre todo para competir con Obama, y a pesar de que es el candidato republicano que según las encuestas estaría más cerca de la victoria).
Tras Iowa, Romney ha podido salir reforzado (más todavía con el apoyo público de McCain), aunque habrá que ver si Rick Santorum es capaz de trasladar su buen resultado a las próximas citas en New Hampshire (la próxima semana) y Carolina del sur (21 de enero). Como dice la prensa local, “ha sido una buena noche para Romney, pero de momento no es el único en la carrera, y Santorum puede representar el futuro del Partido Republicano.
Los republicanos vienen defendiendo un abanico de medidas que puede representar el futuro rumbo de EEUU en caso vencer en noviembre. Una reducción del gasto del gobierno, derogación y reforma de la ley sanitaria de Obama, explotación de los recursos energéticos de EEUU, el libre comercio, son algunas de esas líneas maestras.
También incidirán en el incumplimiento de las promesas de Obama (a pesar de que es en el fondo lo que ellos quieren), aunque algunos señalan que las dudas son muy altas sobre la posibilidad final de una victoria republicana. Según esas fuentes, la actual división republicana puede beneficiar a Obama (aunque otros apuntan a lo que aconteció en 2008, que era lo contrario, y finalmente los demócratas se impusieron). De momento, como señala un analista conservador, “Romney es el nominado, aunque la prensa demócrata intenta desesperadamente persuadirnos de que todavía hay una larga batalla, y ello es porque el rival más fuerte de Obama es Romney”.
Las aguas del Partido Demócrata parece que bajan más tranquilas este año. La candidatura de Obama les puede permitir una relativa relajación, aunque no deberían olvidar lo acontecido hace cuatro años. A pesar de que Obama sigue siendo favorito, la coyuntura ha cambiado considerablemente. En esta ocasión el desgaste de gobernar lo deberá asumir él, además los soportes de su anterior campaña (raza, genero, donaciones o el uso de Internet) no parece que se sitúan al nivel de entonces.
Las dificultades económicas, el incumplimiento de sus promesas electorales (de hecho muchos mantienen que la política de Obama es la que podría haber firmado cualquier presidente republicano) son factores que juegan en su contra. Por su lado, la división de sus rivales de momento puede ser una baza que favorezca al actual presidente (siempre que la atención mediática no se centre en esa pugna y “oculte” la campaña de Obama).
Los últimos movimientos de Obama, como una hipotética reforma de impuestos, muestran la intención de atraer apoyos “de liberales e independientes”, es decir las fuerzas menos conservadoras del electorado tradicional. No obstante su política exterior (calco de la de Bush) y otras medias que ha adoptado en estos cuatro años no le van a facilitar esa labor.
De momento es pronto para anticipar el futuro, pero algunos se atreven a pronosticar que en caso de derrota, las nuevas caras del partido podían centrarse en Nancy Pelosi o Harry Reid.
En este contexto, la posibilidad de que el sistema abra sus puertas a terceras vías o candidaturas es impensable, tal y como ha sido la tónica general durante décadas. Más de cien partidos han intentado lograr un apoyo electoral importante pero todos ellos han fracasado. Hace cuatro años fueron 21 los que compitieron con Obama y McCain, sin lograr apenas apoyos. Por lo general apenas logran alcanzar el uno por ciento de los votos, y suelen girar en torno a una figura, lo que les convierten en cierta manera en partidos muy personalistas.
A lo máximo que pueden aspirar estas formaciones es a que los dos grandes partidos modulen su discurso en su misma clave, para atraer sus potenciales apoyos, lo que en cierta medida sugiere una relativa influencia, pero no más.
De momento, y a la espera de las próximas citas de las primarias, nada indica que la lucha por alcanzar el sillón de la Casa Blanca se salga del guión de otras citas. Nuevamente republicanos y demócratas se auto alimentarán, con el beneplácito de otras fuerzas del sistema, para mantener atado y bien atado el actual establishment norteamericano.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)