
La humanidad embrión en construcción perpetua a la que el pueblo colombiano no escapa, en la continuidad por más de 50 años de lucha escondida en los laberintos de la ideología mediática, ha pasado a formar parte de los daños invalua¬bles a la humanidad, representada en ese pueblo.
Esa humanidad adulta ha podido renacer al fuego de un Prometeo, a los consejos de un Sancho o a los de Milquíades, en el viejo Macondo.
La historia misma como se sabe, ha formado parte de la transformación de esos mitos que nos permiten conocer las sociedades.
El poder permanente Colombiano, no ha escapado a esa tradición de búsqueda, a el mito de la innovación y al “progreso”, que desde Macondo con Milquíades, sobreviviente a mil guerras, epidemias y catástrofes, les traía.
Hoy renovado no como tragedia, sino como falsa, Mulquíades vuelve hacer pieza clave del nuevo Macondo, esta vez como Tío Sam, con nuevos dientes y colmillos atómicos. Deleitando con sus nuevas maravillas, a generales, banqueros, ganaderos, terratenientes, curas y políticos.
Haciendo de Colombia en el continente la gran sociedad: de falsos positivos. Poniendo de cabeza su geografía, sus tierras y población.
El Tío Sam ha vuelto a renombrar todo y cada uno de los objetos, de ese mundo, que esta vez sometió a la enfermedad del sueño. Con nuevos procedimientos adquiridos, superiores a los de Goebbels el Alemán.
Todo sucede con un poder permanente ignorante, de que las momias no pueden aclimatarse entre lo vivo.
Con una Colombia en pie de lucha, combatiendo en todos los escenarios, a sofistas, falsificadores investido de ese santanderismo leguleyo, salido de Casa de Nariño. Abarrotando junto al Tio los medios informativos, en la falsa creencia que el cerebro de los ciudadanos se hubiese agotado y secado, llegando a su fin.
Sin saber que el cerebro del pueblo en lucha nunca llega a su fin, y que es el de la insurgencia.
Insurgencia palabra de 11 letras, manoseada y menospreciada por aquellos que en una época la vestían. Y que hoy se le hace difícil conjugar, en su negación como un derecho de los pueblos a la lucha, ante un Estado de falsos positivos, de bases militares del comando sur, clavadas como estacas desafiante a nuestra soberanía.
La insurgencia es soberanía, no la de falsos positivos, de esas miles de fosas que se levantan con sus gritos desgarrante de las noches cómplice. La insurgencia, es la lucha contra ese carruaje auspiciador de muertes sin balas, pero de hambre, el TLC.
La insurgencia es la lucha contra esa oligarquía lumpenizada, en el trafico y lavado, en el terrorismo de ese Estado que se integra en el propio estado de derecho, aboliendo los derechos humanos para salvar vidas. Que bombardea a países vecinos, y apoya los desafuero de otros Estados terroristas en el pillaje en el medio oriente, avalado por el llamado derecho internacional globalizado. Que recorta mas y mas la llamada seguridad social aumentando el gasto militar.
La insurgencia lucha por la paz sinónimo de soberanía militar y económica. Sin TLC, sin bases, sin tratados militares y de multinacionales enajenando nuestra economía y nuestros territorios. Contrapuesto al de esas momia que su tendencia es a imitar y repetir los dictados de Whasignton.
Nuestro pueblo ha echado andar junto a la insurgencia, y esa enfermedad del sueño inoculada, ha pasado a ser un boomerang a esa oligarquía. Cambiando la correlación con las masas en las calles, en los campos, en el paro, mas vivas que nunca identificando a sus enemigos.
La insurgencia para algunos sesudos en sus delirio teórico, es solo un fenómeno geográfico de existencia en el campo. Una guerra en las profundidades entre el Estado y la insurgencia, allá en el campo. Imponiendo en las ciudades otras formas de guerras.
Estos sesudos de izquierda no han escapado al nuevo Milquíades, en la creación de dos Colombia, montada en lo falso positivo, poniendo de cabeza al Estado y a la sociedad. La inversión del mundo por uno aparente, como un mundo real, construido por los ideólogos de la globalización imperialista, en su pretensión de la creación de una nueva superestructura ideológica, formando parte de esa barbarie que viven hoy los pueblos.
Guiados solamente por la superstición política que puede imaginarse todavía en nuestros días que la vida burguesa debe ser mantenida en cohesión por el Estado, cuando en la realidad ocurre al revés, que es el Estado quien se halla mantenido en cohesión por la vida burguesa. Como afirma Carlos Marx. Y esa oligarquía esta en guerra permanente en todo los espacio de la sociedad, que incluyen los llamados territorios… Esta tesis conducen a esa lógica profunda de la vieja metafísica de “izquierda”…, y sigue presente, en sus análisis,cuando se autocrítican y trazan el nuevo rumbo a seguir, excluyendo a la insurgencia como una fuerza orgánica de izquierda.
La exclusión es el resultado de los nuevos postulados de lo que hacen su nueva doctrina, ya sea por la falta de tiempo y de estudio en su mundo globalizado, que ni los inducen a pensar, por estar inmersos en una práctica del día a día, que los hace inexorables en el trato y atrapados en la pobre idea de la soberanía de la razón, sustituida por la soberanía del pueblo.
Para estos señores, es en las grandes ciudades, y en la capital, que se hace la política, y añadiría, los cheques y parten los kilómetros.
Y esos movimientos de protesta social que hace su irrupción en estos últimos cuatro años y en ascenso, no fueron convocados por el espíritu santo y menos por lo que se auto critican por su auto exclusión. El resurgimiento del espontáneismos, con un tufillo sutil de sectarismo es lo que subyace para explicar el fenómeno. Pero resulta que para ellos, en las ciudades se enfrentan a otra forma de guerra que no se si en su abstracción, es la del Estado o el de la clase dominante, o de la bendita sociedad civil. Ya que la izquierda como partidos políticos, operan en la ciudad y la insurgencia en el campo. En una nueva división y definición del trabajo político… asignándoles contenido y un rol a la insurgencia falso.
De ahí todo lo “nuevo” que dicen han aprendido en la administración de las grandes ciudades. Sin darse cuenta que el nuevo Macondo obedece de forma absoluta,a una concepción urbanística contrainsurgente que ejecutan. De puentes, avenidas,zonas verdes, entronques viales, edificios, barriadas, conglomerados humanos, a la cabeza de compañías, bancos y consorcios inmobiliarios. Al nuevo Macondo lo desplazan vía el despojo y desalojos, hasta caer al mar. Con medidas profilácticas de la policía contra la población, combatiendo y ejecutando a los pobres que esa oligarquía produce como población sobrante y superfluo.
Cinco millones de Colombianos, desplazados, rurales, urbanos,por un conflicto que ni es urbano ni rural que no pertenece a la geografía, en que la lucha de clase se manifiesta frente a ese modelo estructural desigual impuesto por la oligarquía.
Recordemos el modelo del alcalde de N.Y. Rudolph Giuliani, que ha servido de plan piloto para su aplicación a toda Latinoamerica, incluyendo a Colombia, que no es de ahora.
La oligarquía Colombiana siempre se ha manejado con un plan global, diseñado desde fuera, integral y contrainsurgente, como el plan Colombia, o su componente, el Patriota… donde no caben esas divisiones geográficas, ni esos conceptos del Estado y sociedad desde una visión reformista.
El hielo empieza a derretirse al calor alquimista de las masas insurgentes y el fuego a consumir al Tío San, en una nueva historia transformadora del mito del pueblo Colombiano.
12 de Febrero.