En los últimos días, diferentes encuestas de intención de voto han coincidido en señalar una diferencia creciente entre la candidatura del aspirante Capriles Radonsky y la del actual presidente Hugo Chávez Frías. El estudio que recientemente ha realizado el Grupo de Investigación Social Siglo XXI (GIS XXI), arroja una diferencia de más de 36 puntos a favor del candidato socialista (57% a 21%), esta distancia aumenta profundamente entre los sectores populares D y E.
Los datos arrojados son más significativos, en la medida en que, lejos de producirse un escenario de apatía o desafección, se despliegan sobre un contexto de interés generalizado por la campaña electoral y una masiva voluntad ciudadana de participar en los comicios (más del 80%).
Ésta es la dinámica en la que hay que enmarcar el incremento de peticiones en que las encuestadoras incluyan entre sus preguntas la intención de voto por otros hipotéticos candidatos bolivarianos que sustituyesen a Chávez. Estas demandas, repetidas en los medios de comunicación privados, ciertamente no son casuales; pero sí muy reveladoras.
Por una parte, esta petición es escasamente científica, y confunde el reparto de funciones en el sistema político venezolano, olvidando que los candidatos a las elecciones los nombran los partidos o agrupaciones electorales y no los centros de estudio e investigación, cuyo objetivo es medir tendencias y percepciones sociales. Desde el punto de vista empírico, la petición de incluir a otros posibles candidatos del chavismo se basa exclusivamente en especulaciones, que también podrían, por ejemplo, justificar la inclusión en las encuestas de otros posibles candidatos opositores, dado el débil posicionamiento de Capriles en las encuestas y el estancamiento de su candidatura.
No obstante, estas demandas son un signo de la compleja situación política en la que se encuentra la oposición. La candidatura de la derecha venezolana se ha ubicado voluntariamente en un terreno inestable y difícil de practicar. Ha aprendido que la primacía política de Chávez no es una concatenación de victorias electorales, sino que ha modificado las condiciones de enfrentamiento, con una construcción hegemónica prolongada de un nuevo “sentido común de época”, en términos gramscianos, que naturaliza la centralidad de los sectores populares en la conducción del país y en la recepción de beneficios de la riqueza social. En consecuencia, la derecha ha renunciado a confrontar frontal y abiertamente con el proceso de cambio, y han tratado de no distanciarse de éste en los temas en que sus logros son incuestionables (en particular en términos de mejora de vida de las mayorías sociales).
El problema es que en ese intento de disputar al chavismo desde dentro de sus marcos discursivos, diluye su identidad. Esto, que puede ser útil en países con menor vigor de la cultura política ciudadana, no lo es en países en los que la política ha sido recuperada como actividad permanente de autodeterminación colectiva. Esto quizás se le ha escapado a los asesores de marketing electoral del candidato opositor, que se mueve tan incómodo en la estrechez de pretender ser quien no es, de no poder reivindicar sus referentes ideológicos originales, y de tener que limitarse a una suma de guiños publicitarios. En este difícil equilibrio, la oposición y su candidato diluyen su oferta y parecen no tener ningún modelo de país que proponer, ni a propios ni a ajenos.
La insistencia opositora en imaginar escenarios alternativos para el 7 de octubre revela su angustia ante el único escenario real: que en las elecciones presidenciales tiene que confrontar con un líder que genera credibilidad generalizada, y una legitimidad de orígen y ejercicio entre la mayoría de la comunidad política venezolana; que tiene que confrontar contra un sentido instituido en construcción progresista y solidario; y que tiene que confrontar contra la vitalidad de un movimiento que genera vida, que no está obligado, en su desesperación, a confiar en las enfermedades de nadie para realizar las metas propias, porque son la metas de la inmensa mayoría popular.
Jesse Chacón
Director GISXXI
www.gisxxi.org