El hedor de crisis, descomposición del capitalismo?*
Agonizaba un alto cargo de la banca anciano y poderoso, los banqueros mueren cumplidos muuuchos años, ya que nunca tienen accidentes laborales ni problemas de dinero, comen bien, y fornican hasta la madrugada, lunes incluidos, eso es lo que canta su espíritu gallo para poder sentirse por encima de la banca y de la chusma, perro o yayoflautas. Este, el personaje en cuestión, estaba muy triste sabiendo que iba a morir, ya que nunca había pensado para él tal cosa. Como no era bobo no creía en Dios, diooosss…!, y claro, le fastidiaba tener que marcharse de este mundo, donde tan bien le había ido. Tanto mente, espíritu, como sus bolsillos estaban siempre ocupados de dinero. Pero no así su cuerpo que estaba cada vez mas y más frío y entumecido. Como ya saben, era muy listo, la muerte no formaba parte de su ego, pensaba por el contrario que eso era cosa para pobres. Pero, ayyyyy ahora que la veía cerca, por ni se sabe que misterios de la vida que no tenía en cuenta su poderoso don dinero, el “pobre” poderoso pure o pureta se encontraba horrorizado por tal desprecio, dios le castigaba, ¡ala, por no creer en mi!, ayyyy, ayyyyyy.
Así es como poco a poco supo que en cualquier momento la palmaria: pero, lo que no sabía, era que justamente en ese día que estaba pensando en su destino fatal un diablo visitador, tosco, vulgar y muy feo, se le presentaría de repente en su casa disfrazado de cura. El banquero que de purito rico era tan listo tan listo, sorpresa!, se dio cuenta de inmediato de la envergadura de dicha visita. Si el diablo existe ‑pensó‑, dios existe, o sea, no hay muerte, somos inmortales, el alma puede ser vendida en excelentes condiciones, jejejejeee!. Mientras mantenía el banquero estas reflexiones internas, el diablo que aparentemente parecía indiferente y hasta aburrido, miraba la habitación lujosa de la mansión sin sorpresa ni admiración, y claro, tal comportamiento preocupó al viejo banquero que le ofreció asiento mientras pensaba: Que aspecto tan repugnante tiene, que hocico, que dientes, que rabo tan sucio y feo.
- No me lo imaginaba a usted así.
- ¿Cómo?, ‑preguntó el visitante.
- Así de feo, tan guarro.
- Que tontería.
Era lo mismo que escuchaba siempre que visitaba a los mortales de esa categoría, no le preocupó. El banquero temeroso, no obstante, para quedar bien le ofreció un whisky.
- Gracias, no bebo.
Le respondió el diablo, distorsionado, por el carca poderoso de forma dentuda, morruda, con un buen rabo sucio y feo, que al instante le dice indiferente:
- Usted está ya muerto.
(y una lluvia de pétalos cae sobre el diablo cubriéndole hasta el rabo de rojo)
- Que bobada esta diciendo… estoy vivo, completamente vivo!
- ¿Bobada?, usted está bien muerto! Y, ya es hora de tomar una decisión sobre usted! Este es un asunto muy serio.
(nueva bocanada de pétalos frescos termina de cubrir con pasión al diablillo altivo)
- Pero… ¿cómo puede decirme que estoy muerto, si le estoy hablando?
- Hay dios mio la paciencia que hay que teneeerrr con estos poderososSS! Usted está en el apeadero para coger el tren.
- ¿En la estación?
- Así es, en la estación.
- Entiendo… pero, entonces, ¿dónde está mi cuerpo? Es decir yo, ¿dónde estoy yo?
- En el cuarto de al lado, lo están preparando para la faena.
- Vaya costumbres mas bobas.
- Eso no es asunto mio. No hay tiempo que perder, los banqueros oléis muy mal. Así que basta ya de tantas preguntas, va ha tener que escucharme con atención.
El diablo con tono de aburrimiento de tener que explicar siempre la misma cantinela a estos importantes, expuso al banquero dos opciones: Morir definitivamente era una, la otra era mas peculiar, que siempre creaba desconfianza. El anciano era libre de elegir una de las dos. La primera es la nada, el silencio, el vació, capup.
- ¡Dios mioooo!, ay dios mio perdoname eso me llena de terror!
- No es para tanto hombre, se trata del eterno descanso, no duele!, además así dejará de estresarse imponiendo siempre su “Yo” “Yo” “Yo”… sencillamente, ¡plas!, se extinguirá como un azucarillo en agua.
(a forma de taparrabos quedaron los pétalos, dando sobre sus cabellos un aspecto de corona, el embrujo ensalzó su cuerpo)
- No, nooooo! ‑gritó desesperado el banquero.
- Eso es el reposo, descanso perfecto!
- Ya yo he descansado toda mi vida!, pero viviendo, como me ha dado la gana, me oyó, viviendo!
El diablo encogió sus hombros estrechos y peludos de entre aromáticos pétalos rojos, y se lanza a bocajarro a explicar la otra opción al acalorado banquero…
- Tranqui! Voy a explicarle ahora la segunda opción; se trata de la vida eterna.
- ¡Esa me gusta mas!
- En el infierno.
- ¡Ya no me gusta!
- Usted que ha hecho a muchas personas pasar un infierno de narices en esta vida, vaya no le gusta! Lo siento es la opción, ahora le toca a usted, pero eternamente. Al fin y al cabo es vida!, de que puede quejarse, no le faltarán distracciones, podrá conocer a otras personas de su calaña, conservará su “Yo”, yo, yo, yooooo.
- ¿Y el sufrimiento?
- ¡Bah! Tanta preocupación por el dolor, será miedica el que presumía de valentón! Venga, déjese de boberías, a todo se acostumbra uno! Con el tiempo es como un hábito. Precisamente de eso es lo que se queja la mayoría en el infierno.
- ¿Hay mucha gente allí?
- ¡Estamos a tope!, con tanto canalla en la vida… y encima se quejan!, quieren nuevos tormentos más duros, que les de marcha, siguen chillando y protestando contra la rutina.
- ¡Que absurdo!
- Si, si, estoy de acuerdo. Nuestro maestro les ha sugerido que inventen ellos mismos sus propios tormentos, sus propias torturas, y, ahí andan devanándose los sesos en busca de nuevos y exquisitos martirios, los poderosos sois muy originales, muy modernos… usted ya me entiende, pero no alarguemos la cosa. Tiene que decidirse, no aguanto más el olor de la banca, me provoca nausea.
(una explosión de luz irradia los pétalos y eriza al diablillo: humo, movimiento, ruido, una multitud de “perros y yayoflautas” irrumpe en la calle)
Y, en ésto que el banquero se puso a pensar, viendo tan absorto y campechano al diablo, que se atrevió a preguntarle:
- ¿Que me sugiere usted?
El diablo frunció el ceño y dijo…
- Ah, no… no espere eso de mi, para que luego se cague en mis muertos. No, no, nada de eso, ni hablar de consejillos.
- No puedo más, tengo miedo, esto es una crisis.
- Que manera tan ridícula de hablar tiene esta gente, lo siento!, está por encima de mis limitadas capacidades.
- Mójese hombre, mire que me está usted cayendo bien!
- ¡Para nada, ni hablar, he dicho!
- Si es así… no quiero ir al infierno.
- Muy bien. Es su decisión. Sólo tiene que firmar aquí.
(en este preciso momento un pájaro surge cantando entre el tupido manto de pétalos rojos)
El banquero, ya con la pluma en la mano, entre suspiros y reproches, dijo:
- Claro, para usted es muy fácil, un simple trámite, pero para mi…
- Cuando firmaba desahucios no lo pensaba tanto.
- Presté al tema mi mayor atención, pero los desahucios a mi no me afectaba!, por favor oriénteme, sea compasivo, ¿con qué se atormenta en el infierno, con fuego?
- Pues si, aunque no sólo con fuego eh!, a no, hacemos la bañera, descargas eléctricas, tormento chino, japonés, tailandés… También tenemos dias libres.
- ¡Que maravilla, dias libres!
- Si tenemos un convenio de lo mas moderno. Tampoco se atormenta los domingos y dias feriados, incluso los sábados sólo se trabaja hasta el medio día.
- ¡Pero que bien, fenomenal hombre!, ¿y en las fiestas, decía usted…?
- No se trabaja en navidad, semana santa, carnavales, 1º de Mayo… y un mes de vacaciones en verano.
- Vaya, vaya… qué generosos, gracias, gracias…
- Nada de generosos, el convenio es sagrado.
- Entonces… ‑dijo el banquero en voz alta- ¿es la nada, o la vida eterna?
- ¡La nada o la vida eterna! ‑dijo el diablo imponiendo la voz para zanjar la situación.
En eso, que don dinero, vio que lo conducían al cementerio. Cuando pasaban delante del gran banco central donde había ejercido de director, algunos empleados compungidos, llorosos, agitaban pañuelos y banderitas del FMI. Y, encima llovía, y llovía, y el banquero indeciso se le saltaban las lágrimas, él, que nunca había llorado ni por su madre…
- Decídase de una vez, no aguanto su olor, ‑dijo el diablo asqueado.
- ¿Puedo firmar con los ojos cerrados?
Los ojos bizcos del diablo lo miraron atravesados con desprecio.
- A mi, como si firma con el culo.
El banquero tomó la pluma, cerró los ojos, y… no bien hubo firmado, abrió los ojos y miró:
- ¡Ayyyyy, que hice! ‑gritó horrorizado, y lanzó con rabia la pluma al suelo.
- Ay!, ¡Ay!, ¡Ay!.… jaaaaaajaaaaa ‑se le oyó al pícaro diablillo contento y, se marchó feliz, huyendo del hedor de la pudiente banca del FMI.
Así fue como el banquero, voló derechiiiito a la vida eterna. El infierno en llamas fogoso le esperaba.
Dicen que la clase obrera ha muerto…
¡Viva el capitaaalll!
Gritan estómagos agradecidos que va desde el enriquecido en política hasta un peón de ayuntamiento. Y, se suceden las descargas sobre las concentraciones de protesta del 15M, “por si resurge la clase obrera”. Se aporrea como en tiempos de la industria en esplendor: Astilleros de Cádiz, de Asturies, Galiza, Euskadi donde sí estaban las mazmorras llenas de obreros concienciados forjados al calor de la fragua.
Bajo la lluvia, el viento y los pétalos, surgen alegres más pajarillosflautas.
*Antxonnnn! Que, ya puedes salir, Franco a muerto!, y Antxon ya disecado por las balas que le batieron en los montes, dice a su compañera:
- No creas en paparruchas maitía deja deja, vaya a ser que me vuelvan a matar… Yo, ¡los lunes al sol!
Maité Campillo (actriz y directora de teatro)