La ausencia del Presidente será larga, es evidente por sus declaraciones, con lo cual, el reto para el sistema político y para la revolución será elevada. Entre otras cosas, porque esta vez sí hay un lineamiento que establece claramente que debe existir unidad, coherencia, y una gestión gubernamental que no puede estar atada al liderazgo de un solo hombre.
El presidente comienza una nueva lucha y etapa histórica en su vida. Y como ser humano, y teniendo en cuenta el tipo de enfermedad, es indudable que existan riesgos naturales, entre ellos su desaparición física o impedimento para cumplir las funciones de dirección del país. El mensaje del jefe del Estado fue claro.
La unidad en torno a un nuevo liderazgo político, debe entenderse como un hecho imprescindible para sostener unas políticas estratégicas que van configurando un nuevo Estado, por lo tanto, lo que está en juego es la construcción de un nuevo modelo de sociedad. La gestión gubernamental debe hacerse cada vez más efectiva, eficiente y transparente, para ello, se requiere una nueva concepción de la gestión pública, de la gerencia y los servicios que presta la administración pública en todos sus niveles, incluyendo el comunal.
Es necesaria la progresiva depuración de cuadros y dirigentes incompetentes, ineficientes y poco preparados para los cargos de dirección, incluyendo Ministros y Viceministros. En paralelo, se debe ir consolidando una verdadera estructura de formación político – técnico, que empiece a operar en la urgente capacitación y preparación de una nueva generación de cuadros gerenciales que ocupen los cargos en las instituciones del Estado (Crear una Escuela de Gobierno y Administración Pública), con nuevos mecanismos y esquemas de organización, funcionamiento y de gestión, porque al fin de cuantas, el problema no está en cambiar de personas en cargos directivos, sino cambiar las formas de gestión. Eso incluye el reto de establecer mecanismos de control de la gestión pública que verdaderamente hagan más eficiente la gestión gubernamental. Lo que de igual forma conllevará, a una lucha incansable contra la corrupción política y administrativa, que es un mal endémico de la sociedad y del aparato administrativo del Estado.
En lo político, está claro que el presidente y líder del proyecto revolucionario, ha girado unas instrucciones y ordenado un lineamiento: Unidad, y apoyo en torno a Nicolás Maduro para sucederle.
Varias pueden ser las opiniones en este sentido, sólo analizare algunos aspectos que me parecen importantes:
a) Nicolás Maduro, es un político que viene de las luchas sindicales;
b) Es un civil, elemento importante para la idiosincrasia y cultura política venezolana.
c) Ha asumido cargos de responsabilidad estratégica, con lo cual ha experimentado en vida propia la visión de gestión gubernamental al más alto nivel;
d) Es un político con mayor grado de maduración personal y profesional,
e) Ha desarrollado y consolidado equipos de trabajo políticos dentro de la sociedad y del partido con el reconocimiento debido;
f) Ha demostrado mediana gestión al frente de la AN y Cancillería
g) Es un político de reconocimiento y contactos internacionales, sobre todo, con los líderes políticos latinoamericanos, lo que garantiza una continuidad en el nivel de confianza político establecido en las relaciones exteriores del país.
Sin embargo, no lo señalo como un líder, porque harían falta una serie de cualidades y capacidades que aún pueden ser prematuras señalarlas o identificarlas. Seguramente las tiene, pero debe demostrarlas.
En este sentido, la opción señalada por el presidente Chávez para sucederle, es la más acertada para el momento político, es sana y coherente, puede generar estabilidad y ciertamente tranquilidad. El reto será enorme. Dicho nuevo líder, o cualquier otro, no podrá compararse con el presidente Chávez, no es la intención, ni el objetivo, pero si debe tener claro, cual es la labor y la tarea que deberá asumir.
Sin embargo, existen diversos factores, actores políticos, grupos afines al proyecto revolucionario, que se moverán en torno a sus propios intereses, y de esa conformación de intereses, y capacidad de negociación a lo interno, dependerá la verdadera unidad. No me extiendo en este apartado, por cuanto, el tema es mucho más complejo.
La enorme preocupación ahora viene, en función de lo que será el modelo de gestión gubernamental sin la presencia del presidente Chávez, durante la etapa de operación y luego de recuperación. Es importante destacar la necesidad de tomar decisiones, cueste lo que cueste, sin que todo sea consultado al presidente, excepto lo más relevante y trascendente. Es evidente que en las fechas de operación y recuperación pasada, muchos fueron las decisiones y cambios dentro de los organismos públicos que fueron paralizados porque no estaba el jefe del Estado. Hay una inercia total en las instituciones, si el presidente no está presente. La institucionalidad venezolana es totalmente dependiente del jefe del Ejecutivo. Y esta situación paraliza cualquier avance en la transformación del país. Este es uno de los retos fundamentales en este nuevo escenario político.
La incapacidad de gobernar sin Chávez se ha demostrado, con lo cual el Vicepresidente tendrá el reto de hacer que la institucionalidad funcione, pero que funcione de manera eficiente, progresiva y acelerada a su vez, pueda dar respuesta oportuna y de calidad revolucionaria a las demandas de la sociedad. El reto será construir su propio liderazgo y compartirlo.
Preocupa, que la promoción de los cambios, las movidas de mata en el seno de la gestión gubernamental, la remoción de una serie de funcionarios incapaces que están al frente de distintas instituciones no se haga por el ahora llamado a la “unidad” del proceso, como temiendo a que remover a ciertos vagabundos resultaría en la pérdida de apoyo político a la nueva gestión.
Son parte de los retos de esta nueva etapa del gobierno, que vive de coyuntura en coyuntura, y después de 14 años aún no tiene una estructura sólida política, ideológica, y de gestión gubernamental que acelere la revolución sin tener que depender de un solo hombre.
Llegó la hora en que la revolución deberá emprender retos y mecanismos que organicen, y estructuren una sólida gestión, eficiente, y de calidad, con un liderazgo colectivo, y apoyado en sólidos movimientos sociales. Se abre la puerta para una forma de conducción política más racional que carismática