El dere­cho al abor­to, la opre­sión del patriar­ca­do y la nece­si­dad de la libe­ra­ción de las mujeres

Con la apro­ba­ción el pasa­do día 20 de diciem­bre en Con­se­jo de Minis­tro de la «Ley de Pro­tec­ción de la Vida del Con­ce­bi­do y los Dere­chos de la emba­ra­za­da» se pre­ten­de eli­mi­nar de un plu­ma­zo el dere­cho al abor­to, a deci­dir la mater­ni­dad de las muje­res o las posi­bi­li­da­des de repro­duc­ción asis­ti­da con total liber­tad. El nom­bre de la nue­va ley no es bala­dí, está car­ga­da de inten­so sig­ni­fi­ca­do, ade­más de cinis­mo y fal­se­dad. De las pocas pro­me­sas elec­to­ra­les que el gobierno cum­ple res­pon­dien­do a sus bases cató­li­cas inte­gris­tas y ultra­de­re­chis­tas. De esta for­ma se pre­ten­de aumen­tar la pobla­ción autóc­to­na en una épo­ca de cri­sis tam­bién demo­grá­fi­ca con un des­cen­so de la pobla­ción, en par­te por la mar­cha for­za­da de pobla­ción inmi­gran­te, que fue la que en los últi­mos años hizo aumen­tar la tasa de nata­li­dad, aho­ra se tra­ta de poten­ciar un aumen­to de la nata­li­dad que supon­ga futu­ra mano de obra pre­ca­ria para los tra­ba­jos menos cualificados. 

Una ley pater­na­lis­ta, pre­po­ten­te y cruel, por­que solo per­mi­ti­rá abor­tar a las muje­res en dos supues­tos: 1) en caso de vio­la­ción o 2) de «menos­ca­bo impor­tan­te y dura­de­ro» para la salud físi­ca y psí­qui­ca de la mujer o un peli­gro impor­tan­te para su vida. El abor­to deja de ser un dere­cho en cual­quier con­di­ción. Y en estas dos úni­cas excep­cio­nes, la deci­sión recae en el pro­fe­sio­nal sani­ta­rio, no en la pro­pia mujer, ya que se nece­si­tan la cer­ti­fi­ca­ción de dos espe­cia­lis­tas médi­cos de un cen­tro sani­ta­rio dife­ren­te al cen­tro don­de se va a rea­li­zar el abor­to. Eso sí, se pro­te­ge aún más la obje­ción de con­cien­cia de los tra­ba­ja­do­res sani­ta­rios que no quie­ran rea­li­zar nin­gu­na actua­ción pro­fe­sio­nal rela­cio­na­da direc­ta o indi­rec­ta­men­te con la prác­ti­ca de un aborto. 

Ade­más, a este nue­vo paso en la medi­ca­li­za­ción del cuer­po de la mujer, su con­trol y tute­la legal que la ale­ja de su auto­no­mía per­so­nal y menos­ca­ba su dig­ni­dad, se inclu­ye aho­ra, pasar obli­ga­to­ria­men­te por un humi­llan­te «ase­so­ra­mien­to» per­so­na­li­za­do para que en un pla­zo de sie­te días deci­dan si con­sien­ten expre­sa­men­te el abor­to. La deci­sión per­so­nal de la mujer se trans­for­ma en un jui­cio por par­te de médi­cos y ser­vi­cios socia­les. Ya que estos se encar­ga­rán por un lado de expli­car que «la vida del no naci­do cons­ti­tu­ye un bien jurí­di­co pro­te­gi­do por la Cons­ti­tu­ción» y de rea­li­zar un estu­dio sobre «las cir­cuns­tan­cias con­cre­tas de la mujer», expli­cán­do­le «las alter­na­ti­vas exis­ten­tes a la inte­rrup­ción volun­ta­ria del emba­ra­zo», como la guar­da admi­nis­tra­ti­va, el aco­gi­mien­to o la adop­ción. Por otro lado, los médi­cos serán los encar­ga­dos de infor­mar a la mujer «de los ries­gos del abor­to para la salud y la mater­ni­dad futu­ra, así como sobre el diag­nós­ti­co, aspec­tos médi­cos y psi­co­so­cia­les, y expec­ta­ti­vas sobre la salud del feto».

Es de supo­ner que muchas muje­res, sabias e inte­li­gen­tes, sobre todo aque­llas que pro­ce­den de fami­lias humil­des y que tie­nen que cui­dar y arro­par a los suyos, res­pon­de­ran a estos «ase­so­res» que ya saben que la vida del no naci­do es un bien que debe ser pro­te­gi­do por la socie­dad; que cuan­do quie­ran con­ti­nuar con su emba­ra­zo, y solo cuan­do ellas quie­ran, deben reci­bir todos los cui­da­dos nece­sa­rios sani­ta­rios y socia­les así como las ayu­das a la crian­za de su bebé y para aten­der a sus padres y abue­los. Les dirán que cuan­do deci­dan tener hijos, será para criar­los con amor y que un niño o niña en aco­gi­mien­to y adop­ción es la peor de las alter­na­ti­vas posi­bles. En defi­ni­ti­va, que su salud, y la de su posi­ble futu­ro bebé, depen­de­rá sobre todo de las ade­cua­das con­di­cio­nes de vida que la socie­dad, y sus ins­ti­tu­cio­nes, les ofrez­can y el deseo real de ser o no ser madre en ese momento. 

El ante­pro­yec­to de ley, supri­me tam­bién el dere­cho al abor­to por ano­ma­lía fetal gra­ve a excep­ción de que esta supon­ga un peli­gro para la salud men­tal de la mujer por­que sea incom­pa­ti­ble con la futu­ra vida del feto. En un sis­te­ma sani­ta­rio que per­mi­te el diag­nós­ti­co de pato­lo­gías pre­na­ta­les, este pro­yec­to de ley eli­mi­na una gran can­ti­dad de mal­for­ma­cio­nes feta­les muy seve­ras que se diag­nos­ti­can en la actua­li­dad aun­que no com­pro­men­tan su vida futu­ra. En el con­tex­to actual de recor­tes a las ayu­das públi­cas, inclui­das a la mater­ni­dad y al cui­da­do de la infan­cia y de los sis­te­mas socio-sani­ta­rios, esta res­tric­ción en las posi­bi­li­da­des de abor­to deja a muchas muje­res y fami­lias en situa­cio­nes muy difí­ci­les y dolo­ro­sas. Un bebé podrá desa­rro­llar­se y tener una vida ple­na y feliz con una madre que haya ele­gi­do libre­men­te afron­tar la expe­rien­cia. Y como decía­mos esa madre, padre o cual­quier otro fami­liar o alle­ga­do, debe reci­bir la garan­tía de una socie­dad que se preo­cu­pe y cui­de de ellos. 

Los sec­to­res más reac­cio­na­rios de la socie­dad, la ins­ti­tu­ción ecle­siás­ti­ca inclui­da, se arro­gan una potes­tad sobre las per­so­nas, sobre todas las muje­res, que no les per­te­ne­ce. Los mis­mos gober­nan­tes que des­pre­cian el cui­da­do de la natu­ra­le­za y las con­di­cio­nes de vida de las per­so­nas, hablan de pro­te­ger la «vida» basa­da en una jus­ti­fi­ca­ción no cien­tí­fi­ca, sino pura­men­te reli­gio­sa. La teo­ría de la homi­ni­za­ción retar­da­da que defien­de que la vida comien­za en el momen­to de la fecun­da­ción, ya que des­de ese ins­tan­te el hue­vo reci­be ani­ma­ción ‑alma‑, no es más que tesis reli­gio­sa y por tan­to un acto de fe, como cuan­do decían que las muje­res no tenían alma. Sin negar la natu­ra­le­za bio­ló­gi­ca huma­na del hue­vo y del embrión, ambos repre­sen­tan una posi­ble futu­ra vida huma­na, pero no son vida huma­na en sí mis­mos. Y pues­tos en el dile­ma moral ¿quién tie­ne más dere­chos un posi­ble ser vivo futu­ro o la vida de las mujeres? 

Pero la cues­tión del abor­to sien­do un aspec­to esen­cial, es solo uno más del con­trol y opre­sión que los esta­dos, los pode­res polí­ti­cos jun­to a los ecle­siás­ti­cos y reli­gio­sos, han ejer­ci­do sobre las muje­res. Este sis­te­ma patriar­cal que con­ti­nua­mos pade­cien­do en los actua­les esta­dos capi­ta­lis­tas, se ori­gi­nó hace miles de años ‑como tan bien nos mues­tra Ger­da Ler­ner- con la cons­ti­tu­ción de los pri­me­ros esta­dos y a lo lar­go de la his­to­ria ha sido un pilar fun­da­men­tal para man­te­ner los pri­vi­le­gios eco­nó­mi­cos e ideo­ló­gi­cos de las cla­ses domi­nan­tes. Coin­ci­di­mos con la auto­ra del fun­da­men­tal libro, «la crea­ción del patriar­ca­do», que este pro­ce­so de domi­na­ción sobre las muje­res ha sido dis­tin­to según su con­tex­to tem­po­roes­pa­cial, que apa­re­cien­do en dife­ren­tes luga­res bien dis­tan­tes del pla­ne­ta y perio­dos de tiem­po no pue­de ana­li­zar­se de for­ma mono­lí­ti­ca ni lineal y por tan­to se ha pre­sen­ta­do, y se pre­sen­ta, con for­mas e inten­si­da­des diferentes.

El patriar­ca­do (inser­to en la for­ma­ción de las cla­ses socia­les) es un sis­te­ma his­tó­ri­co, es decir, tie­ne un comien­zo y por tan­to pue­de tener un final. Sus­cri­bi­mos esta afir­ma­ción tan revo­lu­cio­na­ria y lle­na de espe­ran­za que nos plan­tea la auto­ra. La pri­mi­ti­va divi­sión sexual del tra­ba­jo no impli­có domi­nio o subor­di­na­ción sino com­ple­men­ta­rie­dad entre las muje­res y los hom­bres. No cree­mos nece­sa­rio entrar a des­mon­tar todo tipo de teo­rías absur­das sobre las supues­tas dife­ren­cias bio­ló­gi­cas que hace que las muje­res «sir­van» casi exclu­si­va­men­te para el cui­da­do de los hijos y los hom­bres para el man­te­ni­mien­to del gru­po, y aún más las tesis machis­tas y racis­tas de la socio­bio­lo­gía cuan­do pre­ten­den con­ti­nuar con esa supues­ta infe­rio­ri­dad bio­ló­gi­ca de las muje­res (y otras cla­ses socia­les). Teo­rías que resul­tan aún más absur­das e injus­ti­fi­ca­das en una épo­ca don­de el des­cen­so de la mor­ta­li­dad infan­til y mater­nal hace aún más inne­ce­sa­rio la divi­sión sexual del trabajo. 

Las cien­cias con­ti­nua­men­te nos demues­tran que las dife­ren­cias de géne­ro (que no de sexo) es una cons­truc­ción cul­tu­ral que se ha podi­do enten­der mejor gra­cias a la con­tri­bu­ción esen­cial del mar­xis­mo, sien­do un libro de refe­ren­cia obli­ga­do el clá­si­co de Fede­ri­co Engels El ori­gen de la fami­lia, la pro­pie­dad pri­va­da y el esta­do, aun­que algu­nas de las infor­ma­cio­nes etno­grá­fi­cas en la que se basó Engels han sido reba­ti­da, ya que las muje­res con­tri­buían en las socie­da­des caza­do­ras reco­lec­to­ras al 60% o más del apor­te de ali­men­tos. Ger­da Ler­ner resal­ta antes que nada la con­tri­bu­ción ines­ti­ma­ble de Engels cuan­do sub­ra­ya los cam­bios entre las rela­cio­nes de paren­tes­cos y la divi­sión del tra­ba­jo por un lado y la posi­ción que ocu­pan las muje­res en la socie­dad, por el otro; demos­tró la cone­xión entre el esta­ble­ci­mien­to de la pro­pie­dad pri­va­da, el matri­mo­nio monó­ga­mo y la pros­ti­tu­ción; la cone­xión entre el domi­nio eco­nó­mi­co y polí­ti­co de los hom­bres y su con­trol sobre la sexua­li­dad feme­ni­na; el situar la his­tó­ri­ca derro­ta del sexo feme­nino en el perio­do de for­ma­ción de los pri­me­ros esta­dos, dan­do his­to­ri­ci­dad al acontecimiento. 

Sin embar­go, Ger­da Ler­ner va más allá en el estu­dio y com­pren­sión de la for­ma­ción del patriar­ca­do, que con­si­de­ra­mos de inte­rés comen­tar aun­que sea de for­ma muy bre­ve por­que para poder aca­bar con una situa­ción tan injus­ta como la opre­sión patriar­cal debe­mos com­pren­der como y por­qué se ori­gi­nó. Y tam­bién para com­pren­der la impor­tan­cia que tie­ne para la lucha de libe­ra­ción de la mujer los aspec­tos sub­je­ti­vos que sub­ya­cen en un pro­ce­so de crea­ción his­tó­ri­ca tan lar­go. Antes que nada la auto­ra pro­fun­di­za en las diver­sas teo­rías a las que cri­ti­ca bien por su ahis­to­ri­cis­mo (las que abo­gan por la uni­ver­sa­li­dad de la subor­di­na­ción feme­ni­na), y por tan­to inmu­ta­bi­li­dad, ade­más de por su posi­ción uni­cau­sal en el ori­gen de un pro­ce­so tan com­ple­jo y gene­ral. Por­que poner solo de relie­ve la bio­lo­gía o la eco­no­mía deja de lado el impor­tan­te papel de los sis­te­mas de creen­cias, los sím­bo­los y las cons­truc­cio­nes men­ta­les. Tam­bién cri­ti­ca las teo­rías mater­na­lis­tas, que con para­le­lis­mos con las ideas de Bacho­fen, con­si­de­ran que las carac­te­rís­ti­cas «feme­ni­nas» posi­ti­vas son inna­tas. Expli­ca que en las socie­da­des pri­mi­ti­vas de caza­do­res-reco­lec­to­res, la nece­si­dad de unos mayo­res cui­da­dos para el bebé en esos pri­me­ros años por par­te de la madre pudo pro­du­cir la pri­me­ra divi­sión ‑sexual- del tra­ba­jo. En aque­llas con­di­cio­nes extre­mas y peli­gro­sas la mujer debe­ría tener varios emba­ra­zos para que, al menos, dos niños de cada pare­ja lle­ga­ran a ser adul­tos (recor­da­mos que dicho núme­ro es el míni­mo que ase­gu­ra la capa­ci­dad de reem­pla­zo gene­ra­cio­nal). Ade­más el pro­ce­so de ama­man­ta­mien­to dura­ba entre 3 y 4 años. Por todo ello las muje­res núbi­les dedi­ca­ban una gran par­te de su vida adul­ta a los emba­ra­zos, lac­tan­cia y crian­za de sus hijas lo que pro­du­jo una serie de creen­cias, cos­tum­bres y valo­res en su cul­tu­ra para man­te­ner esa vital super­vi­ven­cia del grupo. 

La auto­ra recal­ca que solo acep­ta esta «expli­ca­ción bio­ló­gi­ca» en esos pri­me­ros esta­dios de la evo­lu­ción huma­na que nece­si­tó dicha divi­sión sexual del tra­ba­jo, y que pre­ci­sa­men­te por eso no la hace «natu­ral» cuan­do cam­bian esas espe­cí­fi­cas con­di­cio­nes socia­les y eco­nó­mi­cas y, por tan­to cul­tu­ra­les. La auto­ra quie­re demos­trar que la domi­na­ción mas­cu­li­na fue un fenó­meno his­tó­ri­co que sur­gió de una situa­ción deter­mi­na­da por la bio­lo­gía y que con el paso del tiem­po se con­vir­tió en una estruc­tu­ra crea­da por la cul­tu­ra. Sobre el ori­gen de la domi­na­ción mas­cu­li­na seña­la como hechos más pro­ba­bles el desa­rro­llo de la gue­rra entre tri­bus duran­te perio­dos de esca­sez eco­nó­mi­ca que pro­pi­cia­ra el ascen­so al poder de los hom­bres con éxi­tos mili­ta­res. A estos hechos aña­de el fenó­meno del «inter­cam­bio de muje­res» obser­va­do en nume­ro­sas socie­da­des tri­ba­les de dis­tin­tas áreas del mun­do que adop­ta for­mas varia­das (rap­to de la novia, vio­la­ción ritual, matri­mo­nios acor­da­dos, etcs.). El «inter­cam­bio de muje­res» se con­si­de­ra una inno­va­ción cul­tu­ral acep­ta­da por­que supo­ne una ven­ta­ja evo­lu­ti­va para man­te­ner a la pobla­ción. Es obvio que la tri­bu que tuvie­ra más chi­cas que chi­cos incre­men­ta­ría más rápi­da­men­te su pobla­ción, ase­gu­ran­do su superviviencia. 

La auto­ra mues­tra como socie­da­des agrí­co­las muy dis­tan­tes en el espa­cio y/​o tiem­po han cosi­fi­ca­do la capa­ci­dad repro­duc­to­ra de las muje­res y no la de los hom­bres, con­clu­ye que eso supu­so una ven­ta­ja para la expan­sión y apro­pia­ción de exce­den­tes en rela­ción con aque­llas socie­da­des caza­do­ras reco­lec­to­ras más basa­das en la com­ple­men­ta­rie­dad de los sexos. Cuan­do se han pro­du­ci­do situa­cio­nes adver­sas en la pro­duc­ción que ame­na­za­se la super­vi­ven­cia del gru­po, se bus­ca­rían más muje­res lo que lle­va a supo­ner que la pri­me­ra apro­pia­ción de pro­pie­dad pri­va­da con­sis­te en la apro­pia­ción del tra­ba­jo repro­duc­tor de las muje­res. Sin entrar en el deba­te, que cree­mos ya supe­ra­do, de que fue antes la pro­pie­dad pri­va­da o el inter­cam­bio de muje­res que ini­cia el sis­te­ma patriar­cal, en la actua­li­dad se admi­te que tuvo que ser un pro­ce­so lar­go en don­de inter­ac­tua­ban dis­tin­tos fac­to­res, uno impor­tan­te la for­ma­ción de los Esta­dos arcai­cos en la revo­lu­ción neo­lí­ti­ca y el exce­den­te ali­men­ta­rio que pro­du­jo socie­da­des más jerár­qui­cas y mili­ta­ri­za­das para con­quis­tar y comer­ciar con pro­duc­tos y don­de los jefes y gue­rre­ros, hom­bres, fue­ron adqui­rien­do un poder polí­ti­co y eco­nó­mi­co. Las socie­da­des más com­ple­jas pre­sen­ta­ban una divi­sión del tra­ba­jo que ya no solo se basa­ba en las dife­ren­cias bio­ló­gi­cas, sino tam­bién en las jerár­qui­cas y en el poder de algu­nos hom­bres sobre otros hom­bres y todas las mujeres. 

En cual­quier caso, y vol­vien­do a la actua­li­dad y a nues­tro medio, el sis­te­ma capi­ta­lis­ta no solo ha man­te­ni­do el sis­te­ma patriar­cal sino que la resul­ta­do esen­cial, no en vano, la opre­sión de la mujer sufrió una inten­si­fi­ca­ción sin pre­ce­den­tes en la for­ma­ción del sis­te­ma capi­ta­lis­ta como nos mues­tra tan bien otra auto­ra, Sil­via fede­ri­ci ana­li­zan­do las cau­sas pro­fun­das de la «caza de bru­jas» que pro­du­jo cien­tos de miles de muje­res ase­si­na­das por esa «peca­do».

Como comen­tá­ba­mos en un escri­to anterior: 

[…] la lógi­ca capi­ta­lis­ta, para seguir ase­gu­rán­do­se sus bene­fi­cios y la obten­ción cre­cien­te de plus­va­lía, nece­si­ta pro­mo­ver la repro­duc­ción y sus­ti­tu­ción de la fuer­za de tra­ba­jo –el tra­ba­jo que pro­du­ce par­cial o total­men­te para otro, para el empresario‑, por otra de vida útil más cor­ta, que pro­duz­ca más. Tras la incor­po­ra­ción gene­ra­li­za­da de la fuer­za de tra­ba­jo mas­cu­li­na, al vol­ver­se ésta más cos­to­sa y sus­ti­tui­ble, pro­du­jo la incor­po­ra­ción masi­va del tra­ba­jo feme­nino, que favo­re­ci­do por los cam­bios fami­lia­res y demo­grá­fi­cos ha con­du­ci­do a unas tasas de fecun­di­dad tan bajas que no garan­ti­za la capa­ci­dad de reem­pla­zo gene­ra­cio­nal. Pos­te­rior­men­te, y para­le­la­men­te, se ha com­ple­men­ta­do la mano de obra más cara de los paí­ses enri­que­ci­dos por otra más bara­ta de los paí­ses empo­bre­ci­dos y la migra­ción del capi­tal y las empre­sas a zonas con mayor capa­ci­dad de reem­pla­zo. Un ejem­plo cruel y de máxi­ma actua­li­dad de esta situa­ción son las con­di­cio­nes de explo­ta­ción inhu­ma­na de las muje­res y niñas de Ban­gla­desh para las gran­des empre­sas tex­ti­les, como las cono­ci­das Zara y C&A, entre otras […].

Tam­bién decía­mos que con la actual cri­sis eco­nó­mi­ca, social y polí­ti­ca de una gra­ve­dad y cua­li­dad nue­va, está pro­vo­can­do una juven­tud sin pers­pec­ti­vas de futu­ro y el des­cen­so de la pobla­ción inmi­gran­te (que vuel­ve a sus paí­ses de ori­gen), lo que agu­di­za aún más la baja­da de la tasa de nata­li­dad y fecun­di­dad, pro­vo­can­do por pri­me­ra vez, des­de que se tie­nen regis­tros de empa­dro­na­mien­to, que des­cien­da la pobla­ción en el Esta­do espa­ñol. La cada vez menor pro­por­ción de la pobla­ción en edad de tra­ba­jar, tras déca­das de des­cen­so de las tasas de nata­li­dad y el aumen­to del paro, espe­cial­men­te de los más jóve­nes, son los fac­to­res más gra­ves que hace invia­ble una comu­ni­dad, que enve­jez­ca y no crez­ca. Ante esta dra­má­ti­ca situa­ción, al poder no se lo ocu­rre otra «solu­ción» mejor que el fomen­to de la vuel­ta de las muje­res al tra­ba­jo sumi­so del hogar, como fuer­za repro­duc­ti­va y de tra­ba­jo gra­tis e invi­si­ble, por­que con ser­vi­cios sani­ta­rios y socia­les públi­cos cada vez más insu­fi­cien­tes, alguien tie­ne que cui­dar de los peque­ños y de los mayo­res o dis­ca­pa­ci­ta­dos, y quien mejor que las muje­res en cada casa. A lo que aña­di­mos lo comen­ta­do al prin­ci­pio del tex­to, la nece­si­dad de más pobla­ción autóc­to­na ‑con cla­ras con­no­ta­cio­nes racis­tas- que cubra, sea exce­den­te de mano de obra de tra­ba­jos no cua­li­fi­ca­dos. En este con­tex­to debe­mos enmar­car el retro­ce­so que se quie­re implan­tar sobre la actual ley del abor­to, el minis­tro Gallar­dón lo ha dicho muy cla­ro, con la situa­ción actual de baja nata­li­dad es muy nece­sa­ria la refor­ma de esta ley. 

La muje­res, debe­mos ser libres para deci­dir sobre nues­tro cuer­po y sobre nues­tra repro­duc­ción, los que pro­mul­gan estas leyes saben que son las más humil­des y nece­si­ta­das las que más la sufri­rán. Por ello, recla­ma­mos, ade­más de este ele­men­tal dere­cho de las muje­res, el dere­cho a la pro­tec­ción social que debe­mos reci­bir en cada una de nues­tras eta­pas vita­les, des­de el perio­do pre­na­tal has­ta la ancia­ni­dad. Es una sim­pli­fi­ca­ción, no pocas veces intere­sa­da, divi­dir a la pobla­ción entre los que están a favor y los que están en con­tra del abor­to. A favor del abor­to no hay nadie, esta­mos a favor de que se lega­li­ce la posi­bi­li­dad de que una mujer pue­da abor­tar si así lo desea y evi­tar las muer­tes por abor­tos clan­des­ti­nos como ocu­rren en paí­ses que no lo per­mi­ten. Una ley del abor­to libre y gra­tui­to que aún no hemos con­se­gui­do, como un dere­cho de la mujer que quie­ra ser­vir­se de ella, en pleno uso de su liber­tad y con todas las garan­tías lega­les y sani­ta­rias des­de lo públi­co. Ade­más, como hemos tra­ta­do de expo­ner, la lucha por el dere­cho al abor­to es par­te, esen­cial, pero par­te, de la lucha de la libe­ra­ción de la mujer con­tra el Esta­do patriar­cal y que, a su vez, for­ma par­te de la amplia lucha de la cla­se tra­ba­ja­do­ra por unas con­di­cio­nes de vida dig­nas y ple­nas en una socie­dad plu­ral y comu­nal, de res­pe­to a los pue­blos y nacio­nes opri­mi­das y por la igual­dad de los sexos. 

Con­cep­ción Cruz Rojo, mili­tan­te del Sin­di­ca­to Anda­luz de Trabajadores/​as (SAT)
25 de enero de 2014

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