Por supuesto que los herederos de aquellos boyardos de los que hablaba Marx continúan siendo hoy anticomunistas, porque la sola palabra «comunismo» les sigue haciendo temblar al recordar que es sinónimo de perder los privilegios y las riquezas saqueadas a los trabajadores.
Los anticomunistas de hoy, como los de siempre, son aquellos que, se le llame como se le llame al regimen político que fomenta la desigualdad y la injusticia de que unos cuantos vivan sobre la espalda de la gran mayoría (puede que incluso se llamara «comunismo» en los determinados periodos de tiempo en el cual los fascistas que se adaptaron como garrapatas ocultandose en cualquier recoveco de las sociedades socialistas, se fueron haciendo fuertes en los gobiernos y altos cargos de la sociedad para terminar dando el golpe de gracia contra su propios compatriotas), estan siempre al acecho para rapiñar en cuanto surja la ocasión y para vivir a costa del que trabaja; para, en definitiva, usar al resto de los seres humanos como alfombra, como mano de obra, o como victimas de su esencia parásitaria.
En resumen, la Comuna de Paris que describe Marx en su cita, fue un intento ejemplar de echar a los canibales y empezar a transformar la sociedad en una sociedad libre, igualitaria, y realmente humana.
La Comuna de Paris fue el primer paso en el camino para la construcción del estado obrero y socialista que los bolcheviques soviéticos y de todo el mundo elevaron tras la Revolucion de 1917, y que extendió tras la Segunda Guerra Mundial, una sociedad centrada en los intereses colectivos por encima de los de la oligarquia (los mismos boyardos de siempre).
Pero los canibales no se rinden nunca, porque si no pueden chupar la sangre del pueblo no saben vivir. Estos canibales, que acabaron con la riqueza colectiva de sus propios pueblos con el fin de volver a vivir a su costa, combatiran el comunismo con todas su fuerzas, en cualquier momento, y de cualquier manera, porque esta en juego su esencia, su forma de vivir, la unica manera con la que saben actuar: como parásitos.
Y es que los delincuentes de la lista que citó Marx en aquella ocasión, «terratenientes ingleses, absentistas irlandeses, ex esclavistas y rastacueros norteamericanos, ex propietarios rusos de siervos y boyardos de Valaquia», continuan saqueando el mundo, eufóricos después de más de dos décadas del final de aquel estado elevado por aquellos alumnos de los comuneros de Paris, los comunistas sovieticos que, aunque lograron en un primer momento construir con su unico esfuerzo la primera potencia económica, militar y social del mundo, saneando el cuerpo social de parasitos, al final terminaron olvidando que, mientras forjaban una sociedad nueva, los caníbales esperaban el momento oportuno, agazapados a sus puertas como garrapatas, para acabar como fuera con esa herejía de la igualdad de los seres humanos y poder, así volver a continuar viviendo sin dar palo al agua a costa del esfuerzo e incluso, si es necesario, de la vida del resto de la humanidad.