che-guevara

Elo­gio de la des­me­su­ra. A 50 años de la publi­ca­ción del men­sa­je del Che a la Tricontinental

«¡Cómo podría­mos mirar el futu­ro de luminoso
y cer­cano, si dos, tres, muchos Viet­nam florecieran
en la super­fi­cie del glo­bo, con su cuo­ta de muerte
y sus tra­ge­dias inmen­sas, con su heroísmo
coti­diano, con sus gol­pes repe­ti­dos al
impe­ria­lis­mo, con la obli­ga­ción que entraña
para éste de dis­per­sar sus fuer­zas, bajo el
emba­te del odio cre­cien­te de los pue­blos del mundo!» 

Intro­duc­ción

La figu­ra del Che sue­le ser aso­cia­da, con toda jus­ti­cia, a la del gue­rri­lle­ro heroi­co, el hom­bre con­mo­vi­do por las injus­ti­cias en cual­quier rin­cón del mun­do y dis­pues­to a dar su vida en la lucha por poner­les fin. Sin embar­go, detrás del mag­ne­tis­mo que gene­ra esta figu­ra, se encuen­tra un pen­sa­dor con una agu­de­za tal para rea­li­zar impor­tan­tes apor­tes al pen­sa­mien­to mar­xis­ta y a la cons­truc­ción del socialismo.

Como com­ba­tien­te y mili­tan­te, des­de Sie­rra Maes­tra a Boli­via, des­de su viven­cia en su pri­mer gran via­je has­ta su incur­sión en el Minis­te­rio de Indus­tria de Cuba, ha reca­ba­do una expe­rien­cia mate­ria­li­za­da en artícu­los, con­fe­ren­cias y char­las sobre diver­sos temas. Tal vez el men­sa­je a la Tri­con­ti­nen­tal sea una de esas pie­zas que con­den­san un espí­ri­tu de épo­ca pero que, al mis­mo tiem­po lo tras­cien­den y lle­ga has­ta noso­tros con toda la poten­cia y cla­ri­dad como si hubie­se sido escri­to para nues­tros días. En Abril de 1967 fue publi­ca­do el dis­cur­so del Che que se cono­ce con el nom­bre Crear, dos, tres, muchos Viet­nam…, men­sa­je que fue envia­do a fines de 1966 en el mar­co de la Con­fe­ren­cia por la Soli­da­ri­dad de los pue­blos de Áfri­ca, Asia y Amé­ri­ca Lati­na (OSPAAAL), movi­mien­to glo­bal anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­co­lo­nia­lis­ta. Se publi­ca por pri­me­ra vez en La Haba­na el 16 de abril en for­ma de folle­to como suple­men­to espe­cial para la revis­ta Tri­con­ti­nen­tal que era el órgano del Secre­ta­ria­do Eje­cu­ti­vo de la OSPAAAL. El mis­mo sale a la luz cuan­do el Che ya se encon­tra­ba en Boli­via empren­dien­do su apues­ta para exten­der la revo­lu­ción socia­lis­ta por el con­ti­nen­te. Este hecho no es menor, no se tra­ta de una coin­ci­den­cia, es expre­sión de su inte­gri­dad y la mane­ra en que com­pren­día la lucha por el socia­lis­mo. Pen­sa­dor mar­xis­ta de fus­te, la pra­xis atra­vie­sa la figu­ra del Che, encar­na al hom­bre nue­vo, en el sen­ti­do de plan­tear la éti­ca revo­lu­cio­na­ria en un nivel supe­rior de la pra­xis: sen­tir como pro­pia cual­quier injus­ti­cia que se come­ta en cual­quier rin­cón del mun­do es la cua­li­dad más pre­cio­sa de un revo­lu­cio­na­rio. El men­sa­je a la Tri­con­ti­nen­tal y su lucha revo­lu­cio­na­ria en Boli­via en ese mis­mo momen­to, con­den­sa esa pra­xis. En el docu­men­to insis­te sobre la nece­si­dad de exten­der, repro­du­cir, mul­ti­pli­car los fren­tes de lucha con­tra el impe­ria­lis­mo en todos los rin­co­nes de los paí­ses explo­ta­dos y atra­sa­dos del mundo.

El men­sa­je del Che debe ser leí­do como crí­ti­ca a pos­tu­la­dos de la moder­ni­dad que se agru­pan en torno a tres coor­de­na­das orde­na­do­ras del mun­do social: el pro­ble­ma de la paz, el hori­zon­te de la refor­ma y el euro­cen­tris­mo como cri­te­rio de orden. A cin­cuen­ta años de su publi­ca­ción, el reco­rri­do por algu­na de sus temá­ti­cas dará cuen­ta de la tras­cen­den­cia de ese men­sa­je y de su vita­li­dad. Fren­te a un enemi­go tan bes­tial y sal­va­je, la des­me­su­ra se nos pre­sen­ta como la for­ma éti­ca y esté­ti­ca de la revolución.

Crí­ti­ca a la moder­ni­dad: paz, refor­mis­mo y eurocentrismo

La cues­tión de la paz abre el men­sa­je, una paz que se cele­bra a vein­tiún años del fin de la Segun­da Gue­rra Mun­dial. Pero ante esta cele­bra­ción la pre­gun­ta que hora­da el sen­ti­do común se pro­nun­cia: «[…] cabe pre­gun­tar­se si ella es real». Con este inte­rro­gan­te moles­to, polé­mi­co e inci­si­vo se abre el men­sa­je. Se tra­ta de una pre­gun­ta per­ti­nen­te y, en nues­tro esta­do de cosas, de per­fec­ta actua­li­dad. ¿Qué paz? ¿Para quién esa paz? Y, final­men­te, por­qué la paz en una socie­dad de cla­ses. La paz, como una ape­la­ción abs­trac­ta y gene­ral, en una socie­dad de cla­ses es un enga­ño, se tra­ta de la paz impe­ria­lis­ta dirá Lenin, esa paz que habi­li­ta el repar­to de las esfe­ras de domi­nio mun­dial entre las poten­cias con el fin de explo­tar y domi­nar a los pue­blos. ¿Real­men­te es posi­ble hablar de paz en algún lugar del pla­ne­ta sin ver la fili­gra­na de la lucha de cla­ses que se des­plie­ga sobre esa apa­ren­te cal­ma? El coman­dan­te Vo Ngu­yen Giap, jefe de las Fuer­zas Arma­das Revo­lu­cio­na­rias de Vient­nam y mano dere­cha de Ho Chi Minh, seña­la que «el ori­gen de la gue­rra es en gene­ral la socie­dad con cla­ses opues­tas y, en par­ti­cu­lar, el capi­ta­lis­mo y el impe­ria­lis­mo» (2013:4). En estas con­di­cio­nes, enun­ciar la paz es una pro­vo­ca­ción y el Che lo advierte.

Aún más, las luchas civi­les pro­li­fe­ran en todos los rin­co­nes del mun­do y, en el momen­to de escri­tu­ra del dis­cur­so, la lucha para­dig­má­ti­ca con­tra el impe­ria­lis­mo y el colo­nia­lis­mo se daba en Viet­nam. Estas luchas tie­nen como telón de fon­do esa paz de los cemen­te­rios que denun­cia­ba el Che, las múl­ti­ples gue­rras que des­plie­gan el impe­ria­lis­mo y sus fur­go­nes de cola que son las bur­gue­sías nacio­na­les en las dife­ren­tes lati­tu­des del pla­ne­ta. En ello se expre­sa que la gue­rra no es resul­ta­do de men­tes dia­bó­li­cas, de per­ver­sio­nes per­so­na­les o de meros ape­ti­tos de poder y domi­nio de algu­nos hom­bres, la gue­rra es la expre­sión arma­da de la lucha de cla­ses y, por lo tan­to, tie­ne un carác­ter polí­ti­co. Esto mis­mo está men­cio­nan­do el Che al denun­ciar esa apa­ren­te paz que pro­li­fe­ra lue­go de la Segun­da Gue­rra Mun­dial. La gue­rra es la con­ti­nua­ción de la polí­ti­ca por otros medios o, a la inver­sa, la polí­ti­ca es la con­ti­nua­ción de la gue­rra, sea como sea, si es por otros medios o por los mis­mos, lo cier­to que gue­rra y polí­ti­ca expre­san la ten­sión en la lucha de cla­ses en la socie­dad capitalista.

Cómo no reco­no­cer los aires de los años 60, de las luchas por la des­co­lo­ni­za­ción, luchas por la libe­ra­ción nacio­nal y, final­men­te, cómo no reco­no­cer en este espí­ri­tu del momen­to a Franz Fanon y sus con­de­na­dos de la tie­rra. La des­co­lo­ni­za­ción y las luchas de libe­ra­ción nacio­nal nece­si­tan ser vio­len­tas por­que la domi­na­ción es vio­len­ta, el impe­ria­lis­mo se impo­ne con vio­len­cia, ham­brea, mata, saquea, vio­la. Más ade­lan­te vol­ve­re­mos a este tema, pero debe­mos men­cio­nar la cla­ri­dad del Che al tra­tar el tema de la vio­len­cia. Hay una cons­tan­cia de la vio­len­cia en el pen­sa­mien­to mar­xis­ta y revo­lu­cio­na­rio, una socie­dad de cla­ses cuyo motor es la lucha, ésta no se pue­de expre­sar de otra mane­ra que a tra­vés de la vio­len­cia. Recor­de­mos al Grams­ci leni­nis­ta, toda lucha de posi­ción y cons­truc­ción de con­tra-hege­mo­nía ten­drá inde­fec­ti­ble­men­te un movi­mien­to de manio­bra que se expre­sa­rá por medios vio­len­tos, des­de la cons­ta­ta­ción que la bur­gue­sía no entre­ga­rá final­men­te el poder de mane­ra pací­fi­ca, cons­ta­ta­ción his­tó­ri­co y recu­rren­te des­de la Comu­na de París has­ta la gue­rra revo­lu­cio­na­ria de El Sal­va­dor «Hace­mos la gue­rra para con­quis­tar la paz».

El Che iden­ti­fi­ca como esce­na­rio pri­vi­le­gia­do de lucha por el socia­lis­mo a los paí­ses explo­ta­dos y atra­sa­dos. Áfri­ca, Asia y Amé­ri­ca Lati­na son los tres con­ti­nen­tes don­de flo­re­ce­rá la revo­lu­ción y la lucha por el socia­lis­mo, lo que trae implí­ci­to la crí­ti­ca al euro­cen­tris­mo que iden­ti­fi­ca­ba los paí­ses desa­rro­lla­dos don­de las con­tra­dic­cio­nes socia­les se des­ple­ga­rían con mayor trans­pa­ren­cia dan­do lugar a los esce­na­rios de con­flic­to. Este cam­bio de esce­na­rio tam­bién aca­rrea un cam­bio estra­té­gi­co. No se tra­ta de lle­var a cabo una revo­lu­ción demo­crá­ti­co-bur­gue­sa, sino una revo­lu­ción socia­lis­ta y esto por unas cuan­tas razo­nes. En pri­mer lugar, no se tra­ta de paí­ses que deban atra­ve­sar deter­mi­na­das eta­pas de desa­rro­llo, sino de esla­bo­nes que cum­plen y desem­pe­ñan un espe­cial lugar en el capi­ta­lis­mo en cuan­to sistema-mundo:

El cam­po fun­da­men­tal de explo­ta­ción del impe­ria­lis­mo abar­ca los tres con­ti­nen­tes atra­sa­dos, Amé­ri­ca Lati­na, Asia y Áfri­ca. Cada país tie­ne carac­te­rís­ti­cas pro­pias, pero los con­ti­nen­tes, en su con­jun­to, tam­bién las pre­sen­tan. Amé­ri­ca Lati­na cons­ti­tu­ye un con­jun­to más o menos homo­gé­neo y en la casi tota­li­dad de su terri­to­rio los capi­ta­les mono­po­lis­tas nor­te­ame­ri­ca­nos man­tie­nen una pri­ma­cía abso­lu­ta (2007:7).

Esas carac­te­rís­ti­cas pro­pias con­ti­nen­ta­les devie­nen de su his­to­ria común colo­nial, de una mis­ma len­gua (con excep­ción de Bra­sil) de una iden­ti­dad de cla­se, del lugar que siem­pre han ocu­pa­do en la divi­sión inter­na­cio­nal del tra­ba­jo y, como men­cio­na el Che, por la pre­sen­cia cons­tan­te de las garras del impe­ria­lis­mo, el amo común que com­par­ten. En este caso, se tra­ta de carac­te­rís­ti­cas que se han vuel­to comu­nes por la impo­si­ción de las mis­mas a esca­la pla­ne­ta­ria. El impe­ria­lis­mo es un sis­te­ma mun­dial y, por lo tan­to, la con­fron­ta­ción debe ser mun­dial. Por ello, «la par­ti­ci­pa­ción que nos toca a noso­tros, los explo­ta­dos y atra­sa­dos del mun­do, es la de eli­mi­nar las bases de sus­ten­ta­ción del impe­ria­lis­mo: nues­tros pue­blos opri­mi­dos de don­de extraen capi­ta­les, mate­rias pri­mas, téc­ni­cos y obre­ros bara­tos y a don­de expor­tan nue­vos capi­ta­les ‑ins­tru­men­tos de dominación‑, armas y toda cla­se de artícu­los, sumién­do­nos en una depen­den­cia abso­lu­ta» (Gue­va­ra 2007:14). La domi­na­ción asu­me una dimen­sión geo­grá­fi­ca situan­do el esce­na­rio de la revo­lu­ción fue­ra de las lati­tu­des des­de don­de se solía pen­sar, escri­bir y hacer el mundo.

Este men­sa­je del Che hace sal­tar por los aires la mono­to­nía de la moder­ni­dad euro­pea que se había esta­ble­ci­do como modo de ins­tau­rar las coor­de­na­das para el des­ci­fra­mien­to social. Las luchas revo­lu­cio­na­rias que se des­plie­gan en los tres con­ti­nen­tes advier­ten de esa mono­to­nía y esa natu­ra­li­za­ción euro­cén­tri­ca. Ya no habla­mos a tra­vés de otros, hemos deci­di­do ocu­par nues­tro lugar y enun­ciar nues­tra pro­pia palabra. 

Esta crí­ti­ca al euro­cen­tris­mo va colan­do una crí­ti­ca feroz a la for­ma clá­si­ca de pen­sar la con­tra­dic­ción entre fuer­zas pro­duc­ti­vas y rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción. En pri­mer lugar, por­que no es posi­ble pen­sar al Che sin reco­no­cer la con­cien­cia como eje cen­tral y ver­te­bra­dor en la cons­truc­ción del comu­nis­mo. El comu­nis­mo es, fun­da­men­tal­men­te, un acto de con­cien­cia, no una res­pues­ta mecá­ni­ca a las con­tra­dic­cio­nes estruc­tu­ra­les, un acto de con­cien­cia que se ins­cri­be, des­de lue­go, en las con­tra­dic­cio­nes socia­les, pero que lejos de que­dar subor­di­na­da a éstas, cum­ple un papel cen­tral como moto­ri­za­dor, desa­rro­llo y des­plie­gue de las mis­mas. Así lo seña­la el Che unos años antes:

Se pue­de abor­dar la tarea de la cons­truc­ción de la nue­va con­cien­cia, por­que esta­mos fren­te a nue­vas for­mas de rela­cio­nes de pro­duc­ción y, aun­que en sen­ti­do his­tó­ri­co gene­ral, la con­cien­cia es pro­duc­to de las rela­cio­nes de pro­duc­ción, deben con­si­de­rar las carac­te­rís­ti­cas de la épo­ca actual cuya con­tra­dic­ción fun­da­men­tal (en nive­les mun­dia­les) es la exis­ten­te entre el impe­ria­lis­mo y el socia­lis­mo (2007a:19).

En segun­do lugar, en línea de con­ti­nui­dad con los inme­dia­ta­men­te expues­to, por la nove­do­sa mane­ra de pen­sar la con­tra­dic­ción entre fuer­zas pro­duc­ti­vas y rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción, des­pren­dien­do su con­cep­ción del impe­ria­lis­mo y el lugar que ocu­pan los paí­ses peri­fé­ri­cos. El Che reco­no­ce, ases­tan­do un gol­pe a aque­llos que no admi­ten el carác­ter socia­lis­ta de su revo­lu­ción, que «si par­ti­mos del hecho con­cre­to de que no pue­de rea­li­zar­se una revo­lu­ción, sino cuan­do hay con­tra­dic­cio­nes fun­da­men­ta­les entre el desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas y las rela­cio­nes de pro­duc­ción, tene­mos que admi­tir que en Cuba se ha pro­du­ci­do este hecho y tene­mos que admi­tir, tam­bién, que ese hecho da carac­te­rís­ti­cas socia­lis­tas a la Revo­lu­ción cuba­na…» (2006:101). Esas con­di­cio­nes obje­ti­vas se evi­den­cian en el carác­ter socia­li­za­do del tra­ba­jo pre-exis­ten­te y, como ya ha sido expre­sa­do, el lugar que ocu­pa a nivel de la tota­li­dad del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. De esta mane­ra debe­mos com­pren­der el impe­ria­lis­mo como un sis­te­ma de domi­na­ción mun­dial, don­de nues­tra región ocu­pa un par­ti­cu­lar lugar en el mis­mo, en tér­mi­nos de extrac­ti­vis­mo y de super­ex­plo­ta­ción. En otras pala­bras, Amé­ri­ca Lati­na, así tam­bién como Asia y Áfri­ca, somos el com­bus­ti­ble del buen vivir del pri­mer mun­do, como lo seña­la el pro­pio Che, al colo­nia­lis­mo vio­len­to le suce­de un neo­co­lo­nia­lis­mo que logra igua­les efec­tos de domi­na­ción a tra­vés de las armas económicas.

Si se pien­sa en un país como un todo ais­la­do, evi­den­te­men­te el esque­ma mera­men­te teó­ri­co indi­ca­rá la vio­la­ción de las diná­mi­cas his­tó­ri­cas y las con­tra­dic­cio­nes, con­de­nan­do la revo­lu­ción como una extra­ñe­za que no tar­da­rá en evi­den­ciar sus debi­li­da­des. Por el con­tra­rio, el Che incis­te en la nece­si­dad de ins­cri­bir los esce­na­rios en la tota­li­dad del modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta en su fase impe­ria­lis­ta. Esto per­mi­ti­rá reco­no­cer el esla­bón que ocu­pan los paí­ses del ter­cer mun­do en esa tota­li­dad y, por lo tan­to, la con­tra­dic­ción entre fuer­zas pro­duc­ti­vas y rela­cio­nes socia­les de pro­duc­ción deben ser ana­li­za­das en el mar­co de esa tota­li­dad. Si esto era evi­den­te para el Che, hoy resul­ta ser mucho más paten­te y tan­gi­ble, asis­ti­mos a una subor­di­na­ción pla­ne­ta­ria a la lógi­ca del Capi­tal. Como seña­la Álva­ro Gar­cía Line­ra (2015), asis­ti­mos a la sub­sun­ción de la cien­cia a la ganan­cia, de los pro­ce­sos meta­bó­li­cos de la natu­ra­le­za a la acu­mu­la­ción del capi­tal, del cono­ci­mien­to social colec­ti­vo a la pro­duc­ción del Capi­tal, de todo for­ma de tra­ba­jo al tra­ba­jo pro­duc­tor de mercancías. 

En segun­do lugar, en rela­ción con lo ante­rior, no se debe apos­tar por el desa­rro­llo de una bur­gue­sía nacio­nal que pon­ga en mar­cha la diná­mi­ca del capi­ta­lis­mo para lograr el des­plie­gue de las con­tra­dic­cio­nes estruc­tu­ra­les. Las bur­gue­sías autóc­to­nas han per­di­do toda capa­ci­dad de opo­si­ción al impe­ria­lis­mo, si algu­na vez la tuvie­ron, expre­sa el Che, son el fur­gón de cola de ese impe­ria­lis­mo. La figu­ra de la bur­gue­sía autóc­to­na y nacio­nal es sólo eso, un mito, no es más que expre­sión de una cla­se trans­na­cio­na­li­za­da que expre­sa la ver­da­de­ra natu­ra­le­za del Capi­tal, la ausen­cia de patria y nación y cuya úni­ca ban­de­ra es el cálcu­lo egoísta. 

La idea de «bur­gue­sía autóc­to­na» es toda una defi­ni­ción. Por un lado, el cre­cien­te carác­ter trans­na­cio­na­li­za­do que van adqui­rien­do no hace más que difi­cul­tar reco­no­cer cual­quier carác­ter nati­vo de las mis­mas. Por otro lado, la bur­gue­sía no tie­ne nacio­na­li­dad, es una con­tra­dic­ción en los tér­mi­nos, es un oxí­mo­ron hablar de ‘bur­gue­sía nacio­nal’, de ahí la defi­ni­ción tan pre­ci­sa de «la inter­na­cio­nal del cri­men y la trai­ción» que el Che des­pa­cha con­tra el Capi­tal, las bur­gue­sías, los orga­nis­mos inter­na­cio­na­les como la ONU y la OEA entre otras cosas. Ante esta evi­den­cia la tarea es el socia­lis­mo, no recrear una bur­gue­sía inexis­ten­te. Por ello no se tra­ta de inten­tar una revo­lu­ción demo­crá­ti­co-bur­gue­sas, «no hay más cam­bios que hacer; o revo­lu­ción socia­lis­ta o cari­ca­tu­ra de revo­lu­ción». La lucha tan cruen­ta con­tra el impe­ria­lis­mo no pue­de ser para ins­tau­rar una revo­lu­ción demo­crá­ti­co-bur­gue­sa. Los explo­ta­dos y atra­sa­dos de la tie­rra no pon­drán el cuer­po por la bur­gue­sía, lo harán por ellos mis­mos. El obje­ti­vo no pue­de ser otro que la revo­lu­ción socialista. 

El Che, recu­pe­ran­do el espí­ri­tu de Marx en El Capi­tal, expre­sa en el famo­so artícu­lo que envia­ra al Sema­na­rio Mar­cha diri­gi­do por Car­los Quijano:

El ejem­plar humano, ena­je­na­do, tie­ne un invi­si­ble cor­dón umbi­li­cal que le liga a la socie­dad en su con­jun­to: la ley del valor. Ella actúa en todos los aspec­tos de su vida, va mode­lan­do su camino y su des­tino. Las leyes del capi­ta­lis­mo, invi­si­bles para el común de las gen­tes y cie­gas, actúan sobre el indi­vi­duo sin que este se per­ca­te», y más ade­lan­te, «la mer­can­cía es la célu­la eco­nó­mi­ca de la socie­dad capi­ta­lis­ta; mien­tras exis­ta, sus efec­tos se harán sen­tir en la orga­ni­za­ción de la pro­duc­ción y, por ende, en la con­cien­cia (1988: 6 – 8). 

Este frag­men­to seña­la a la per­fec­ción la preo­cu­pa­ción del Che, la exis­ten­cia de modos de suje­ción invi­si­bles que cons­ti­tu­yen el entra­ma­do social, el cor­dón umbi­li­cal que liga a la socie­dad en su con­jun­to. Por un lado, un cor­dón umbi­li­cal que ata al indi­vi­duo a la socie­dad sin recu­rrir direc­ta­men­te a la fuer­za y, por otro, la mer­can­cía pro­vo­can­do efec­tos al nivel de la pro­duc­ción, a nivel social y al nivel de la con­cien­cia. Este cor­dón umbi­li­cal es el valor, esa for­ma par­ti­cu­lar de rique­za social exis­ten­te en el capi­ta­lis­mo en fun­ción de las rela­cio­nes socia­les que le son pro­pias. La carac­te­ri­za­ción que hace el Che del capi­ta­lis­mo como un orden social de domi­na­ción que se expre­sa en la con­fron­ta­ción de cla­ses socia­les por un lado, y en ele­men­tos más imper­so­na­les que tejen una red de rela­cio­nes que for­ta­le­cen el domi­nio del capi­tal: la ley del valor, la mer­can­cía, el estí­mu­lo mate­rial, etc. En otras pala­bras, el Che entien­de el capi­ta­lis­mo como un orden de domi­na­ción imper­so­nal y media­ti­za­do, cuyo sis­te­ma ner­vio­so que le otor­ga movi­mien­to de for­ma imper­cep­ti­ble, no es sólo per­so­nal, direc­to, evi­den­te como la fuer­za, la coer­ción, la domi­na­ción direc­ta del Esta­do y de una cla­se sobre otra, sino más imper­so­na­les que se enquis­tan en nues­tras prác­ti­cas coti­dia­nas, en las mane­ras que pro­du­ci­mos, que tra­ba­ja­mos, que nos rela­cio­na­mos con los otros. Este ele­men­to fun­da­men­tal es la ley del valor.

El hom­bre es un ser social, su tra­ba­jo es un tra­ba­jo social, sólo que en el capi­ta­lis­mo se encuen­tra vela­do por la ley del valor que redu­ce todo tra­ba­jo a un mero cálcu­lo de tiem­po, a tra­ba­jo abs­trac­to, por su carác­ter de mer­can­cía, por la media­ti­za­ción del dine­ro. En el capi­ta­lis­mo el hom­bre y la mujer son seres socia­les, sus tra­ba­jos adquie­ren esta­tus social, sólo que con la media­ti­za­ción de esta ley del valor, la mer­can­cía y el meca­nis­mo de la com­pe­ten­cia, ese víncu­lo que­da vela­do, es el feti­chis­mo de la mer­can­cía lo que per­mi­te ocul­tar el carác­ter social y, al mis­mo tiem­po, gene­rar for­mas de com­por­ta­mien­to y de pen­sa­mien­to que sitúan a hom­bres y muje­res en com­pe­ten­cia y lucha entre sí. Por lo socia­lis­mo debe res­ta­ble­cer ese víncu­lo, el carác­ter social de la vida y, como corre­la­to dirá el Che, el hom­bre nue­vo. El pro­ble­ma se pre­sen­ta en que este velo no es un sim­ple ocul­ta­mien­to de la reali­dad, un velo que enga­ña a los hom­bres, por­que no se tra­ta sim­ple­men­te de un fenó­meno de la con­cien­cia, un enga­ño que se modi­fi­ca­ría trans­for­man­do la con­cien­cia. Por el con­tra­rio, se tra­ta de un velo que echa raí­ces en la reali­dad mis­ma y, por lo tan­to, lo que debe modi­fi­car­se es la reali­dad Marx en El Capi­tal seña­la: «…las rela­cio­nes socia­les entre sus tra­ba­jos pri­va­dos se les ponen de mani­fies­to como lo que son, vale decir, no como rela­cio­nes direc­ta­men­te socia­les tra­ba­das entre las per­so­nas mis­mas, en sus tra­ba­jos, sino por el con­tra­rio como rela­cio­nes pro­pias de cosas entre las per­so­nas y rela­cio­nes socia­les entre las cosas» (2012:89).. Des­de lue­go que el Che no des­es­ti­ma la edu­ca­ción como for­ma­do­ra de con­cien­cia comu­nis­ta, no des­es­ti­ma la altí­si­ma cuo­ta de volun­tad y sacri­fi­cio que se requie­re para ello, pero entien­de que aque­llos ele­men­tos obje­ti­vos ins­crip­tos en la reali­dad mis­ma (como la ley del valor, la mer­can­cía como célu­la eco­nó­mi­ca fun­da­men­tal, la retri­bu­ción a tra­vés del dine­ro, los estí­mu­los mate­ria­les como moto­res del socia­lis­mo), expre­san una rela­ción social espe­cí­fi­ca, los hom­bres enta­blan rela­cio­nes socia­les media­das por el tra­ba­jo y un tra­ba­jo que es enten­di­do como una mer­can­cía. Por lo tan­to, si se pre­ten­de extir­par la con­cien­cia capi­ta­lis­ta, a ese hom­bre del capi­tal, lo que se requie­re ade­más de la ense­ñan­za de valo­res y prin­ci­pios como la soli­da­ri­dad, la coope­ra­ción, etc., se nece­si­ta al mis­mo tiem­po modi­fi­car la orga­ni­za­ción mate­rial de la socie­dad para que dé lugar y sopor­te a la emer­gen­cia de los mis­mos, al hom­bre nue­vo. Otro argu­men­to más para sos­te­ner que lo que se debe echar por tie­rra es el orden del capi­tal, con sus modos visi­bles y mons­truo­sos de suje­ción, pero tam­bién con su domi­na­ción silen­cio­sa a tra­vés de la mer­can­cía, el tra­ba­jo asa­la­ria­do, el dine­ro como expre­sión del Capi­tal. Por todo ello, una vez más, revo­lu­ción socia­lis­ta o cari­ca­tu­ra de revolución.

A modo de cierre

A 50 años de su apa­ri­ción, este men­sa­je sigue sien­do la cabal expre­sión del mar­xis­mo que entra­ña una teo­ría, una éti­ca y una polí­ti­ca. El Che encar­na la figu­ra del revo­lu­cio­na­rio comu­nis­ta, la ense­ñan­za de que no se pue­de com­pren­der sim­ple­men­te el pro­ble­ma de la explo­ta­ción, no se pue­de acce­der sólo al enten­di­mien­to de la plus­va­lía y la apro­pia­ción per­ma­nen­te de tra­ba­jo impa­go, no se pue­de sólo cono­cer el carác­ter esen­cial para el Capi­tal de la pobre­za y la mise­ria como ele­men­tos fun­da­men­ta­les, el com­bus­ti­ble del Capi­tal. El Che con­den­sa la figu­ra del revo­lu­cio­na­rio comu­nis­ta al ser la expre­sión que no se pue­de cono­cer sin que­rer, en el mis­mo ges­to, trans­for­mar. No se pue­de sólo com­pren­der sin que, al mis­mo tiem­po, esa com­pren­sión oca­sio­ne un des­ga­rro moral tal, un sen­tir como pro­pias injus­ti­cias que se come­ten con­tra cual­quie­ra en cual­quier par­te del mun­do que nos con­duz­ca inde­fec­ti­ble­men­te a la mili­tan­cia con el obje­ti­vo de trans­for­mar el mun­do y cons­truir socialismo.

En algún sen­ti­do, no nos con­mue­ven las estruc­tu­ras, las con­tra­dic­cio­nes, las leyes y la diná­mi­ca del Capi­tal, sino el odio a la explo­ta­ción, a la des­igual­dad, a la bru­ta­li­dad, a la natu­ra­li­za­ción de esa mis­ma des­igual­dad y el odio a la cla­se explo­ta­do­ra. El Che es vis­ce­ral, el odio como motor de la lucha de cla­ses, el odio como fac­tor de lucha, «…un pue­blo sin odio no pue­de triun­far sobre un enemi­go bru­tal». En «El socia­lis­mo y el hom­bre en Cuba» el Che expre­sa­ba que «…el revo­lu­cio­na­rio ver­da­de­ro está guia­do por gran­des sen­ti­mien­tos de amor» (1988:26). Entre el men­sa­je escri­to en 1966 y la car­ta al sema­na­rio Mar­cha de 1965 no hay prác­ti­ca­men­te dis­tan­cia y no se tra­ta de una para­do­ja sino el reco­no­ci­mien­to de la con­tra­dic­ción esen­cial de la lucha de cla­ses. No se tra­ta de amar al pró­ji­mo en abs­trac­to, de poner la otra meji­lla, se tra­ta de amar al com­pa­ñe­ro de cla­se y odiar al opre­sor y explo­ta­dor. De esta mane­ra, el amor y el odio son cate­go­rías his­tó­ri­cas, no son abs­trac­tas, por lo tan­to expre­san el deve­nir y las con­tra­dic­cio­nes his­tó­ri­cas, se reco­no­cen y adquie­ren mate­ria­li­dad en tan­to la lucha de cla­ses se vuel­va la matriz para obser­var y trans­for­mar el mun­do. Es sobre el telón de fon­do de la lucha de cla­ses don­de el amor y el odio adquie­ren mate­ria­li­dad y sen­ti­do, eman­ci­pán­do­se de las con­cep­cio­nes sus­tan­cia­lis­tas. No se pue­de hablar en abs­trac­to, de sen­ti­mien­tos natu­ra­les del hom­bre, si no se los ins­cri­be his­tó­ri­ca­men­te en el mar­co de las con­tra­dic­cio­nes socia­les. Sobre ello se fun­da la moral revo­lu­cio­na­ria. Unos años des­pués, en el cora­zón de la sel­va sal­va­do­re­ña y en ple­na gue­rra revo­lu­cio­na­ria del FMLN, el coman­dan­te Rami­ro Váz­quez decía que «el pri­mer quie­bre para los comu­nis­tas sal­va­do­re­ños fue asu­mir que para hacer la revo­lu­ción había que apren­der a matar por ella. Fue una expe­rien­cia terri­ble que debi­mos resol­ver rom­pien­do y rear­man­do nues­tra estruc­tu­ra de sen­ti­mien­tos y emo­cio­nes comu­nis­tas. Por­que al igual que todos los par­ti­dos comu­nis­tas de Amé­ri­ca, y el Che lo decía cla­ra­men­te, éra­mos capa­ces de hacer­nos matar en las garras de los tor­tu­ra­do­res pero inca­pa­ces de asal­tar una trin­che­ra. Está­ba­mos edu­ca­dos para morir por la revo­lu­ción, para entre­gar nues­tra vida y nues­tra san­gre, fir­mes. Había un mon­tón de com­pa­ñe­ros que los hacían mier­da a tor­tu­ras y no habla­ban. Pero éra­mos inca­pa­ces de matar a un hijo de puta de esos» (2013: 57).

Vo Ngu­yen Giap, citan­do a Lenin, expre­sa­ba: «Los popes ‘socia­les’ y los opor­tu­nis­tas están siem­pre dis­pues­tos a soñar con un futu­ro socia­lis­mo pací­fi­co, pero se dis­tin­guen de los social­de­mó­cra­tas revo­lu­cio­na­rios pre­ci­sa­men­te en que no quie­ren pen­sar siquie­ra en la encar­ni­za­da lucha de cla­ses y en las gue­rras de cla­ses para alcan­zar ese bello pro­ve­nir» (2013: 23). Nues­tra éti­ca mar­xis­ta se fun­da en el reco­no­ci­mien­to de que el Capi­tal no es malo o bueno, es por sus diná­mi­cas inter­nas, por lo tan­to, no es un jui­cio éti­co lo que le corres­pon­de sino enfren­tar­lo polí­ti­ca­men­te. Por ello, nues­tra éti­ca no se fun­da en el plano de la con­cien­cia, no pre­ten­de­mos cam­biar al hom­bre, sino a las con­di­cio­nes socia­les que lo hacen ser y pen­sar de tal mane­ra. El hom­bre nue­vo es la resul­ta­do de la con­ver­gen­cia entre esa teo­ría, esa éti­ca y esa polí­ti­ca. Por lo expues­to el mar­xis­mo del Che es cono­ci­mien­to, éti­ca y polí­ti­ca o, en otras pala­bras, saber, odio y lucha de clases. 

José G. Giavedoni

20 de octu­bre de 2017

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Biblio­gra­fía

Eche­ga­ray, Juan Bau­tis­ta: Can­ción a una bala. Recuer­dos de la Revo­lu­ción Sal­va­do­re­ña, Bue­nos Aires, Car­ta­go Edi­cio­nes, 2013.

Gar­cía Line­ra, Álva­ro: Socia­lis­mo comu­ni­ta­rio. Un hori­zon­te de épo­ca, Bue­nos Aires, Luxem­burg, 2015.

Giap, Vo Ngu­yen: El hom­bre y el arma, Bue­nos Aires, Edi­to­rial Cien­flo­res, 2013.

Gue­va­ra, Ernes­to: Crear dos, tres, muchos Viet­nam, men­sa­je a la Tri­con­ti­nen­tal, Bogo­tá, Ocean Sur, 2007.

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–: El socia­lis­mo y el hom­bre en Cuba, La Haba­na, Edi­to­ra Polí­ti­ca, 1988.

Marx, Karl: El capi­tal, tomo I, «El pro­ce­so de pro­duc­ción del capi­tal», Argen­ti­na, Siglo XXI, 2012.

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