Esta mañana, me ha llegado a la mente, con claridad meridiana, el hecho acontecido hace casi 70 años en las escuelas de «Vitoricha» de Lutxana Barakaldo.
Fueron construidas en la época de la República. Se trataba de ocho aulas, cuatro de niñas y otras cuatro para niños… aparte del parvulario.
En el segundo curso, en matemáticas, nos planteaban ya problemas que podían conjuntar distintas operaciones, por lo menos las cuatro fundamentales.
El profesor, don Vitorino, después de dictarnos cada problema a resolver, nos hacía siempre la misma y severa advertencia:
—Este problema no es de los sumar ni de restar ni de multiplicar ni de dividir. Puede ser de las cuatro operaciones matemáticas. Os advierto –proseguía– no empezar ninguna operación matemática sin haber leído antes el problema entero.
La consigna, repetida mil veces, no era impedimento, cortapisa ni valladar, para que más de la mitad de la clase, se limitara a «solucionar» el problema, sumando o restando las dos primeras, o las dos últimas cifras del enunciado del problema.
Debe tratarse de algún complejo residual el que me ha llevado, a identificar la manera de solucionar infantilmente los problemas de las matemáticas de hace casi 70 años, en Vitoricha, a la forma de resolver las dificultades y conflictos de la política actual, en el 2018. O tal vez ha sido al leer en Novethic’Info que «el uno por ciento de los más ricos concentran el 82 por ciento de la riquezas mundiales».
¡Menuda novedad! Más claro y evidente sería decir <em>la totalidad de las riquezas</em>, en lugar de hablar de porcentajes.
Aparte de las cifras económicas y la forma enredada de presentarlas, mantengo que, la gran mayoría de las fuerzas económicas, grupos políticos, y periodistas, cuando nos hablan, informan o aconsejan, es que piensan, viven y actúan en base a un solo y último pensamiento o acontecimiento… Como si se tratara de algo totalmente nuevo y único en el mundo y en la historia.
¿Existe un 10 por ciento de grupos o partidos políticos que tengan definido y luchen conjuntamente por la casi totalidad, por el conjunto de los problemas más graves, no ya del mundo, algo casi totalmente incomprensible, sino de su pequeño grupo humano al que pertenecen?
Vuelvo a la escuela de Vitoricha, donde también nos enseñaron el <em>yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos</em>, pero que en el camino de la vida, nos los han reducido al <em>yo, mí, me, conmigo</em>, haciendo que nos importe muy poco lo que sucede en nuestro entorno, aún el más cercano. Nos ha invadido la ceguera humana, enfermedad que no se resuelve con la oftalmología, sino con el cerebro y voluntad.
Y ahora Jon Kepa, no puedo sino copiar algunas de tus frases,… porque me parecen de una riqueza humana insuperable si queremos salir… ¿por lo menos en Euskal Herria? de la miseria humana en la que vivimos… tanto social como política:
Las cosas no se pueden ver por separado, cuando sabemos que ellas se conjugan con otras, forman parte de algo más grande; y la manera de afrontarlas tiene que ser desde un punto de vista amplio.
Así pues la solidaridad es hipócrita y falsa cuando no es completa, cuando se convierte en algo obligado, por el poder, en algo que «queda bien».
Y ¿acaso necesitamos este tipo de solidaridades? La solidaridad limitada ¿vale para algo?
Como toda la vida, la solidaridad tiene matices y niveles, y no todo sirve.
Cuando los temas se intentan desligar unos de otros, nos encontramos con iniciativas estériles, limitadas, y por lo tanto ineficaces. Esta es, desgraciadamente, la táctica que históricamente usan los reformistas, los oportunistas y los socialdemócratas para solucionar lo que ellos ven como «únicos problemas»
Los problemas sociales, económicos y políticos, o se les analiza y se deciden en todos sus aspectos, o de lo contrario, se les considera de forma completamente ridícula e ineficaz; y la lucha contra ellos, es totalmente inhumana, y beneficiosa únicamente para la minoría dominante.
Políticos antiguos, mil ¿para qué citarlos? al igual que los nuevos ¿para qué nombrarlos?, se definen sola y únicamente por su interés enfermizo por la toma del poder. Siempre con el disimulo y la justificación, de que exclusivamente desde el poder se pueden cambiar las cosas. Y ¿acaso no es cierto, que se cambian a peor?
Veamos un sencillo ejemplo de una entrevista, editada en la prensa, a un cargo político. Pregunta: <em>¿Qué tal en el nuevo cargo? ¿Cómo respira EH Bildu?</em> Respuesta: <em>Acomodándome…</em>
Lo que no sabemos es cuánto tiempo necesita para acomodarse. No suele ser mucho.
Lo difícil es ver todos los problemas de la gente, y juntarnos con ellos para resolverlos; luchar. No iniciar acciones aisladas, sin presentar y comprender todos los problemas del pueblo.
No solucionamos los problemas de nuestros presos políticos, diciéndoles que se confiesen, como nos obligaban de niños para la primera comunión…. Y recuerdo que ni siquiera para poder comulgar nos obligaba la Iglesia a delatar a los demás… cosa que ellos hacen ahora con el gobierno en el poder.
En eso se han convertido nuestros pretendidos representantes políticos. Sabios e intransigentes en sus decisiones, pero sin actuar ni colaborar de forma decidida por la justicia social. Y lo que me parece más aberrante, se pliegan al poder político del reino llegando a despreciar olímpicamente la exigencia del cumplimiento de la justicia internacional. Destruyen los derechos de nuestros presos políticos, sí, políticos, abandonando la defensa de sus derechos a sus propias vidas encarceladas.
Se han quedado con el yo, mí, me,… Y hasta el <em>conmigo</em> lo han abandonado.
<em>Fermin Gongeta</em>
24 de febrero de 2018